/ domingo 13 de diciembre de 2020

75 años de la ONU; poco que festejar

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) llega al 75 aniversario de su fundación en un escenario internacional convulso, ocasionado por los graves efectos económicos y de salud causados por la pandemia, la crisis del multilateralismo internacional, la caótica lucha comercial entre Estados Unidos como potencia dominante y dos de sus rivales históricos, China y Rusia; la irrupción en varias naciones del proteccionismo y el soberanismo, todo lo cual está generando en el mundo múltiples tensiones sociales.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la ONU fue el mecanismo idóneo para garantizar la paz, convirtiéndose en un escenario de diálogo permanente para lograr acuerdos y dirimir controversias. Se creó un nuevo orden internacional, estable y pacífico. Hoy su agenda debería estar enfocada a la reducción de las desigualdades sociales, impulsar la equidad de género y garantizar el acceso a las nuevas tecnologías en países pobres.

La endeble estructura del orden internacional -con dominancia liberal- se ha debilitado ante la irrupción de la pandemia del Covid, dejando en evidencia la fragilidad de los sistemas nacionales de salud, siendo evidente la ligera cooperación internacional en un asunto tan relevante para la convivencia humana. No hay voluntad o capacidad de los mandatarios de las naciones para unir esfuerzos, para diseñar una estrategia conjunta a fin de combatir a un enemigo que nos afecta a todos por igual.

Parece que el orden internacional impulsado por la ONU se desmorona; la guerra comercial y cibernética entre los actuales gobiernos de Estados Unidos, China y Rusia, está fuera de cause; las tres naciones se preparan para una disputa de largo alcance por la preeminencia económica y comercial.

Es claro que la economía mundial está endeble; en años por venir se perderán empleos, bajará la productividad, el endeudamiento público hará estragos en las finanzas públicas de los gobiernos de países subdesarrollados y en vías de desarrollo, la población en edad productiva exigirá nuevos espacios de trabajo, razón por la cual es de esperarse reacciones sociales negativas.

Producto del declive de la fuerza internacional de Estados Unidos por los efectos de la pandemia, es de esperarse que el orden internacional liberal como hoy lo conocemos se transforme, se degrade para abrir paso al totalitarismo nacionalista en varias latitudes del mundo.

América Latina es una de las regiones más afectadas por la pandemia; es conveniente establecer una acción de cooperación para afrontar los efectos de la adversidad económica y humanitaria que padecemos; se deben buscar y lograr acuerdos para la integración de un robusto mercado latinoamericano; priorizar la atención a la desigualdad que afecta a las mujeres y a los pueblos indígenas; encontrar mecanismos para incorporar a la seguridad social al 55% de los trabajadores que hoy navegan en el mar de la informalidad.

Es necesario impulsar el internacionalismo, recobrar el valor de la cooperación porque así lo demandan asuntos como la crisis de salud pública que padecemos, la necesidad de facilitar el intercambio comercial entre los continentes y los países, la garantía del goce pleno y real de los Derechos Humanos y la protección del medio ambiente.

La Organización de las Naciones Unidas necesita refundarse 75 años después para cumplir su misión. Debe reforzar su conformación para ser una auténtica alianza de naciones, moderna, eficaz, congruente con los principios del internacionalismo que le dieron origen y buscar soluciones integrales a los problemas que afectan a la humanidad.

Considero que para encontrar soluciones es necesario reforzar las bases de la cooperación internacional, los esquemas multilaterales y regionales para afrontar problemas globales, el regreso a un fuerte multilateralismo, porque estoy convencido que el nacionalismo a ultranza favorece a las visiones dictatoriales y autoritarias. Veamos a nuestro alrededor para evitar caer en el caos político, económico y social que hoy sufren naciones latinoamericanas; nosotros estamos a tiempo y tenemos los instrumentos democráticos para impedirlo.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) llega al 75 aniversario de su fundación en un escenario internacional convulso, ocasionado por los graves efectos económicos y de salud causados por la pandemia, la crisis del multilateralismo internacional, la caótica lucha comercial entre Estados Unidos como potencia dominante y dos de sus rivales históricos, China y Rusia; la irrupción en varias naciones del proteccionismo y el soberanismo, todo lo cual está generando en el mundo múltiples tensiones sociales.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la ONU fue el mecanismo idóneo para garantizar la paz, convirtiéndose en un escenario de diálogo permanente para lograr acuerdos y dirimir controversias. Se creó un nuevo orden internacional, estable y pacífico. Hoy su agenda debería estar enfocada a la reducción de las desigualdades sociales, impulsar la equidad de género y garantizar el acceso a las nuevas tecnologías en países pobres.

La endeble estructura del orden internacional -con dominancia liberal- se ha debilitado ante la irrupción de la pandemia del Covid, dejando en evidencia la fragilidad de los sistemas nacionales de salud, siendo evidente la ligera cooperación internacional en un asunto tan relevante para la convivencia humana. No hay voluntad o capacidad de los mandatarios de las naciones para unir esfuerzos, para diseñar una estrategia conjunta a fin de combatir a un enemigo que nos afecta a todos por igual.

Parece que el orden internacional impulsado por la ONU se desmorona; la guerra comercial y cibernética entre los actuales gobiernos de Estados Unidos, China y Rusia, está fuera de cause; las tres naciones se preparan para una disputa de largo alcance por la preeminencia económica y comercial.

Es claro que la economía mundial está endeble; en años por venir se perderán empleos, bajará la productividad, el endeudamiento público hará estragos en las finanzas públicas de los gobiernos de países subdesarrollados y en vías de desarrollo, la población en edad productiva exigirá nuevos espacios de trabajo, razón por la cual es de esperarse reacciones sociales negativas.

Producto del declive de la fuerza internacional de Estados Unidos por los efectos de la pandemia, es de esperarse que el orden internacional liberal como hoy lo conocemos se transforme, se degrade para abrir paso al totalitarismo nacionalista en varias latitudes del mundo.

América Latina es una de las regiones más afectadas por la pandemia; es conveniente establecer una acción de cooperación para afrontar los efectos de la adversidad económica y humanitaria que padecemos; se deben buscar y lograr acuerdos para la integración de un robusto mercado latinoamericano; priorizar la atención a la desigualdad que afecta a las mujeres y a los pueblos indígenas; encontrar mecanismos para incorporar a la seguridad social al 55% de los trabajadores que hoy navegan en el mar de la informalidad.

Es necesario impulsar el internacionalismo, recobrar el valor de la cooperación porque así lo demandan asuntos como la crisis de salud pública que padecemos, la necesidad de facilitar el intercambio comercial entre los continentes y los países, la garantía del goce pleno y real de los Derechos Humanos y la protección del medio ambiente.

La Organización de las Naciones Unidas necesita refundarse 75 años después para cumplir su misión. Debe reforzar su conformación para ser una auténtica alianza de naciones, moderna, eficaz, congruente con los principios del internacionalismo que le dieron origen y buscar soluciones integrales a los problemas que afectan a la humanidad.

Considero que para encontrar soluciones es necesario reforzar las bases de la cooperación internacional, los esquemas multilaterales y regionales para afrontar problemas globales, el regreso a un fuerte multilateralismo, porque estoy convencido que el nacionalismo a ultranza favorece a las visiones dictatoriales y autoritarias. Veamos a nuestro alrededor para evitar caer en el caos político, económico y social que hoy sufren naciones latinoamericanas; nosotros estamos a tiempo y tenemos los instrumentos democráticos para impedirlo.