/ martes 11 de diciembre de 2018

A propósito del Día Internacional contra la Corrupción

Nada sencillo le resultará al Presidente de la República terminar con la corrupción como lo prometió en campaña, representa -como lo hemos visto- millones de dólares para mucha gente, y por ende, un estilo de vida más que arraigado.

Además, muchos de los que hoy conforman la maquinaria de Morena, brazo ejecutor de las decisiones del Presidente, están identificados con prácticas de corrupción e impunidad.

El pasado 9 de diciembre fue el Día Internacional contra la Corrupción. En este contexto, Antonio Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), señaló que “la corrupción engendra más corrupción y genera una cultura destructiva de impunidad”.

Según datos del organismo internacional, cada año se pagan un billón de dólares en sobornos y se calcula que se roban 2.6 billones de dólares anuales mediante operaciones de corrupción, lo que equivale al 5% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial.

Infelizmente la corrupción es una distorsión social que está presente, en mayor o menor grado, en todos los países del mundo, aunque en aquellos llamados en desarrollo -como México- genera mayores estragos; la ONU señala que en estos países se pierde 10 veces más dinero por la corrupción, que lo que se dedica a la asistencia para el desarrollo.

De acuerdo con el índice de percepción de la corrupción 2017, elaborado por la organización Transparencia Internacional (TI), México ocupa el lugar 135 de 180 países que fueron evaluados, obtuvo 29 puntos de cien posibles, 60 por debajo de Nueva Zelanda que ocupa el primer lugar con 89 puntos y 20 arriba de Somalia que está, con 9 puntos, en último lugar, lo que significa que México se encuentra más cerca del pozo que de la cima.

Podemos señalar un sinnúmero de razones por las que nuestro país está sumido desde hace muchos años en la corrupción, algunas teóricas, otras académicas o periodísticas y hasta populares, pero la verdad de las cosas es que la corrupción es una anomia en la que todos tenemos una participación, activa o pasiva, pero participación al fin y al cabo.

En efecto, la anomia de la corrupción no puede ser una responsabilidad exclusiva del sector público, cuando el 51% de las más de 22 mil personas que fueron encuestadas por TI en 20 países de Latinoamérica y el Caribe, reconoció que pagó sobornos o que tuvo que hacer algún regalo a funcionarios para acceder a servicios escolares y hospitalarios, para obtener un documento de identidad o acceder a un policía o a un juez.

Las instituciones que son visualizadas como más corruptas son las de casi siempre: la policía, los partidos políticos, los diputados y senadores y los jueces, sí, los jueces encargados de impartir justicia. INEGI dio a conocer que en 2018 los señores jueces son considerados como los terceros más corruptos en el país, con un 67.5%, sólo por debajo de la policía de tránsito y de la policía preventiva municipal.

Este dato es relevante, hagamos un pequeño paréntesis. Los miembros del Poder Judicial Federal tienen salarios exorbitantes, lo que -dicen ellos- les confiere una especie de blindaje anticorrupción. De lo expuesto se puede colegir que si en una trasnochada de esas que hacen época, se lograra se les disminuyera el salario, pues la corrupción entraría por la puerta grande en los tribunales federales, y ese 67.5% llegaría sin mayores problemas al 100%.

El problema de la mala percepción es un tema complicado por los entresijos que se desdoblan; cuando no se confía en quien tiene encomendada la función de resolver conflictos entre particulares (los jueces), se agudiza la violencia y los hechos delictivos porque se presume habrá impunidad como consecuencia de la corrupción galopante que existe entre los impartidores de justicia, amén de que los juicios de amparo contra sentencias se disparan hasta el infinito porque el juez no logra convencer con su sentencia al que pierde el juicio, por la sencilla razón de que este no confía en el sistema de impartición de justicia porque presume es corrupto.

De regreso al tema central de la presente reflexión; nada sencillo le resultará al Presidente de la República terminar con la corrupción como lo prometió en campaña, representa -como lo hemos visto- millones de dólares para mucha gente, y por ende, un estilo de vida más que arraigado. Además, muchos de los que hoy conforman la maquinaria de Morena, brazo ejecutor de las decisiones del Presidente, están identificados con prácticas de corrupción e impunidad.

El hecho de que hasta el momento no se cuente con un fiscal anticorrupción es otra circunstancia que no ayuda; la disputa entre el Presidente y el Congreso por si el fiscal será independiente o carnal ha llegado a la polarización del tema. Es importante advertir que la disminución de los índices de corrupción en Chile se debieron en parte a que existe un fiscal anticorrupción independiente.

Así las cosas, a propósito del Día Internacional contra la Corrupción, los resultados no sorprenden mucho, México nunca ha salido bien parado en estos temas. Los buenos consejos y el mejor ejemplo del presidente no creo ayuden mucho para revertirlos, pero ya el otro año, justamente el 9 de diciembre de 2019, lo veremos en la frialdad de los números.

Nada sencillo le resultará al Presidente de la República terminar con la corrupción como lo prometió en campaña, representa -como lo hemos visto- millones de dólares para mucha gente, y por ende, un estilo de vida más que arraigado.

Además, muchos de los que hoy conforman la maquinaria de Morena, brazo ejecutor de las decisiones del Presidente, están identificados con prácticas de corrupción e impunidad.

El pasado 9 de diciembre fue el Día Internacional contra la Corrupción. En este contexto, Antonio Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), señaló que “la corrupción engendra más corrupción y genera una cultura destructiva de impunidad”.

Según datos del organismo internacional, cada año se pagan un billón de dólares en sobornos y se calcula que se roban 2.6 billones de dólares anuales mediante operaciones de corrupción, lo que equivale al 5% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial.

Infelizmente la corrupción es una distorsión social que está presente, en mayor o menor grado, en todos los países del mundo, aunque en aquellos llamados en desarrollo -como México- genera mayores estragos; la ONU señala que en estos países se pierde 10 veces más dinero por la corrupción, que lo que se dedica a la asistencia para el desarrollo.

De acuerdo con el índice de percepción de la corrupción 2017, elaborado por la organización Transparencia Internacional (TI), México ocupa el lugar 135 de 180 países que fueron evaluados, obtuvo 29 puntos de cien posibles, 60 por debajo de Nueva Zelanda que ocupa el primer lugar con 89 puntos y 20 arriba de Somalia que está, con 9 puntos, en último lugar, lo que significa que México se encuentra más cerca del pozo que de la cima.

Podemos señalar un sinnúmero de razones por las que nuestro país está sumido desde hace muchos años en la corrupción, algunas teóricas, otras académicas o periodísticas y hasta populares, pero la verdad de las cosas es que la corrupción es una anomia en la que todos tenemos una participación, activa o pasiva, pero participación al fin y al cabo.

En efecto, la anomia de la corrupción no puede ser una responsabilidad exclusiva del sector público, cuando el 51% de las más de 22 mil personas que fueron encuestadas por TI en 20 países de Latinoamérica y el Caribe, reconoció que pagó sobornos o que tuvo que hacer algún regalo a funcionarios para acceder a servicios escolares y hospitalarios, para obtener un documento de identidad o acceder a un policía o a un juez.

Las instituciones que son visualizadas como más corruptas son las de casi siempre: la policía, los partidos políticos, los diputados y senadores y los jueces, sí, los jueces encargados de impartir justicia. INEGI dio a conocer que en 2018 los señores jueces son considerados como los terceros más corruptos en el país, con un 67.5%, sólo por debajo de la policía de tránsito y de la policía preventiva municipal.

Este dato es relevante, hagamos un pequeño paréntesis. Los miembros del Poder Judicial Federal tienen salarios exorbitantes, lo que -dicen ellos- les confiere una especie de blindaje anticorrupción. De lo expuesto se puede colegir que si en una trasnochada de esas que hacen época, se lograra se les disminuyera el salario, pues la corrupción entraría por la puerta grande en los tribunales federales, y ese 67.5% llegaría sin mayores problemas al 100%.

El problema de la mala percepción es un tema complicado por los entresijos que se desdoblan; cuando no se confía en quien tiene encomendada la función de resolver conflictos entre particulares (los jueces), se agudiza la violencia y los hechos delictivos porque se presume habrá impunidad como consecuencia de la corrupción galopante que existe entre los impartidores de justicia, amén de que los juicios de amparo contra sentencias se disparan hasta el infinito porque el juez no logra convencer con su sentencia al que pierde el juicio, por la sencilla razón de que este no confía en el sistema de impartición de justicia porque presume es corrupto.

De regreso al tema central de la presente reflexión; nada sencillo le resultará al Presidente de la República terminar con la corrupción como lo prometió en campaña, representa -como lo hemos visto- millones de dólares para mucha gente, y por ende, un estilo de vida más que arraigado. Además, muchos de los que hoy conforman la maquinaria de Morena, brazo ejecutor de las decisiones del Presidente, están identificados con prácticas de corrupción e impunidad.

El hecho de que hasta el momento no se cuente con un fiscal anticorrupción es otra circunstancia que no ayuda; la disputa entre el Presidente y el Congreso por si el fiscal será independiente o carnal ha llegado a la polarización del tema. Es importante advertir que la disminución de los índices de corrupción en Chile se debieron en parte a que existe un fiscal anticorrupción independiente.

Así las cosas, a propósito del Día Internacional contra la Corrupción, los resultados no sorprenden mucho, México nunca ha salido bien parado en estos temas. Los buenos consejos y el mejor ejemplo del presidente no creo ayuden mucho para revertirlos, pero ya el otro año, justamente el 9 de diciembre de 2019, lo veremos en la frialdad de los números.