/ lunes 1 de julio de 2019

A un año del triunfo de AMLO

El primer lunes de julio de 2019 se cumple un año de la jornada electoral donde Andrés Manuel López Obrador (AMLO) fue electo presidente de México.

En el cargo lleva sólo siete meses, aunque debemos recordar que comenzó a marcar la agenda desde el mismo 3 de julio de 2018; por decisión propia, por incapacidad o por hartazgo, el entonces presidente Enrique Peña Nieto abandonó la Presidencia de la República en manos del candidato que aventajaba -y con mucho- las preferencias electorales, por tanto podemos decir que estamos a un año de la llegada de AMLO a la Presidencia.

A propósito de la fecha, en la palestra de la discusión política se presentan dos posturas con un marcado paralelismo: por un lado están los que llaman a celebrar con algarabía por los resultados obtenidos en tan corto tiempo, asegurando que el futuro que viene será mejor, pero por el otro tenemos a los que claman la decepción de un gobierno que no ha cumplido con las expectativas generadas, no son pocos los que se arrepienten de haber votado por él y piden la renuncia del presidente de la 4T.

Debemos resaltar el hecho de que unos y otros soportan su postura en meras especulaciones, tendencias y vaticinios; es inconcuso que a siete meses de gestión no se tienen datos y cifras duras que permitan hacer un análisis objetivo de la gestión de AMLO. La medición de los índices de seguridad, de pobreza y del nivel de bienestar social alcanzado lo sabremos seguramente hasta dentro de dos años, cuando INEGI publique los resultados del CENSO 2020.

Lo que es indiscutible es que los niveles de popularidad de AMLO siguen siendo muy altos, aunque debe reconocerse que han decrecido, lo que hasta cierto punto es normal. ENKOLL, agencia dedicada a la investigación pública, privada y de estudios de mercado, señala que en tan sólo tres meses el presidente descendió 15 puntos, en febrero su popularidad alcanzó el 85%, pero ya en el mes de mayo descendió al 71%, cifra que aún es impactante positiva para un gobernante.

Por lo que respecta a la aceptación del presidente (no es lo mismo popularidad que aceptación) consulta Mitofsky, señala que en el mes de junio alcanzó un 64% de aprobación, lo que lo coloca en cuarto lugar de entre los presidentes con mayor aceptación en el mundo y en segundo de entre los presidentes de América, sólo por debajo de Nayib Bukele, presidente de El Salvador, quien con 71% es el presidente con mayor aceptación en el mundo.

En lo que hace a las conferencias de prensa de AMLO -las mañaneras-, la misma casa encuestadora Mitofsky señala que el 63% de los encuestados las aprueba, y que un 78% las ha visto, ya sea completas, en segmentos o en repeticiones. Lo anterior nos permite advertir un cambio positivo en la actitud del pueblo mexicano, caracterizado por la abulia y el desdén por informarse acerca de los menesteres públicos.

No podemos perder de vista que estos resultados entran en el espectro de lo subjetivo, de la especulación, son encuestas que arrojan la perspectiva de un sector de la población, sujeta a la variación de un estado de ánimo, a la poca o mucha información, al nimio o vasto entendimiento de la cosa pública, a los beneficios o perjuicios obtenidos, entre otros muchos factores más.

Sin embargo, es dable señalar que las cosas no son todas positivas para el tabasqueño; el domingo 30 de junio se organizó la tercera marcha contra AMLO, ésta, encaminada a conmemorar un año de lo que llaman “el error electoral”. Fueron miles de personas las que marcharon en la Ciudad de México y en algunas entidades federativas como León, Guanajuato y Monterrey, demandando la renuncia y el juicio político para el presidente.

Son muchas las razones por las que AMLO tiene detractores, unas son naturales e inevitables, así es el ejercicio del poder, pero otros muchos son generados por el estilo personal de gobernar; el presidente enfrenta, polemiza, se expone cada mañana a ser cuestionado sobre temas que no siempre conoce, lo que provoca que diga y se desdiga para luego negar que dijo y se desdijo. Cada persona -y más si es pública- debe conocer sus debilidades, AMLO tiene que saber que no es bueno en el discurso, y menos cuando debe reaccionar o improvisar.

Los arrebatos en la toma de decisiones, las consultas a ‘mano alzada’, la manifiesta incapacidad para gobernar, los despidos masivos, la cancelación del aeropuerto en Texcoco, la supresión del apoyo a guarderías, la inseguridad y la falta de medicamentos, son solo algunos de los muchos hándicap que juegan en contra del presidente de México.

Me parece que AMLO tiene todo para llevar un gobierno menos golpeado y más amigable, tiene los dos elementos más importantes para lograrlo: 1. Una mayoría en el Congreso y una presencia importante en las legislaturas de los estados, lo que le permitiría adecuar la norma a sus necesidades; y 2. Goza -todavía- de una popularidad y aceptación envidiables.

Pero no lo logra porque también tiene el principal defecto de los populistas: Se cree infalible y dueño de la verdad, aunque lo más grave es que es corto de miras, padece de incapacidad para hacer un simple proceso de raciocinio que le permita ver la oportunidad que tiene hoy, y que está dejando escapar.

El primer lunes de julio de 2019 se cumple un año de la jornada electoral donde Andrés Manuel López Obrador (AMLO) fue electo presidente de México.

En el cargo lleva sólo siete meses, aunque debemos recordar que comenzó a marcar la agenda desde el mismo 3 de julio de 2018; por decisión propia, por incapacidad o por hartazgo, el entonces presidente Enrique Peña Nieto abandonó la Presidencia de la República en manos del candidato que aventajaba -y con mucho- las preferencias electorales, por tanto podemos decir que estamos a un año de la llegada de AMLO a la Presidencia.

A propósito de la fecha, en la palestra de la discusión política se presentan dos posturas con un marcado paralelismo: por un lado están los que llaman a celebrar con algarabía por los resultados obtenidos en tan corto tiempo, asegurando que el futuro que viene será mejor, pero por el otro tenemos a los que claman la decepción de un gobierno que no ha cumplido con las expectativas generadas, no son pocos los que se arrepienten de haber votado por él y piden la renuncia del presidente de la 4T.

Debemos resaltar el hecho de que unos y otros soportan su postura en meras especulaciones, tendencias y vaticinios; es inconcuso que a siete meses de gestión no se tienen datos y cifras duras que permitan hacer un análisis objetivo de la gestión de AMLO. La medición de los índices de seguridad, de pobreza y del nivel de bienestar social alcanzado lo sabremos seguramente hasta dentro de dos años, cuando INEGI publique los resultados del CENSO 2020.

Lo que es indiscutible es que los niveles de popularidad de AMLO siguen siendo muy altos, aunque debe reconocerse que han decrecido, lo que hasta cierto punto es normal. ENKOLL, agencia dedicada a la investigación pública, privada y de estudios de mercado, señala que en tan sólo tres meses el presidente descendió 15 puntos, en febrero su popularidad alcanzó el 85%, pero ya en el mes de mayo descendió al 71%, cifra que aún es impactante positiva para un gobernante.

Por lo que respecta a la aceptación del presidente (no es lo mismo popularidad que aceptación) consulta Mitofsky, señala que en el mes de junio alcanzó un 64% de aprobación, lo que lo coloca en cuarto lugar de entre los presidentes con mayor aceptación en el mundo y en segundo de entre los presidentes de América, sólo por debajo de Nayib Bukele, presidente de El Salvador, quien con 71% es el presidente con mayor aceptación en el mundo.

En lo que hace a las conferencias de prensa de AMLO -las mañaneras-, la misma casa encuestadora Mitofsky señala que el 63% de los encuestados las aprueba, y que un 78% las ha visto, ya sea completas, en segmentos o en repeticiones. Lo anterior nos permite advertir un cambio positivo en la actitud del pueblo mexicano, caracterizado por la abulia y el desdén por informarse acerca de los menesteres públicos.

No podemos perder de vista que estos resultados entran en el espectro de lo subjetivo, de la especulación, son encuestas que arrojan la perspectiva de un sector de la población, sujeta a la variación de un estado de ánimo, a la poca o mucha información, al nimio o vasto entendimiento de la cosa pública, a los beneficios o perjuicios obtenidos, entre otros muchos factores más.

Sin embargo, es dable señalar que las cosas no son todas positivas para el tabasqueño; el domingo 30 de junio se organizó la tercera marcha contra AMLO, ésta, encaminada a conmemorar un año de lo que llaman “el error electoral”. Fueron miles de personas las que marcharon en la Ciudad de México y en algunas entidades federativas como León, Guanajuato y Monterrey, demandando la renuncia y el juicio político para el presidente.

Son muchas las razones por las que AMLO tiene detractores, unas son naturales e inevitables, así es el ejercicio del poder, pero otros muchos son generados por el estilo personal de gobernar; el presidente enfrenta, polemiza, se expone cada mañana a ser cuestionado sobre temas que no siempre conoce, lo que provoca que diga y se desdiga para luego negar que dijo y se desdijo. Cada persona -y más si es pública- debe conocer sus debilidades, AMLO tiene que saber que no es bueno en el discurso, y menos cuando debe reaccionar o improvisar.

Los arrebatos en la toma de decisiones, las consultas a ‘mano alzada’, la manifiesta incapacidad para gobernar, los despidos masivos, la cancelación del aeropuerto en Texcoco, la supresión del apoyo a guarderías, la inseguridad y la falta de medicamentos, son solo algunos de los muchos hándicap que juegan en contra del presidente de México.

Me parece que AMLO tiene todo para llevar un gobierno menos golpeado y más amigable, tiene los dos elementos más importantes para lograrlo: 1. Una mayoría en el Congreso y una presencia importante en las legislaturas de los estados, lo que le permitiría adecuar la norma a sus necesidades; y 2. Goza -todavía- de una popularidad y aceptación envidiables.

Pero no lo logra porque también tiene el principal defecto de los populistas: Se cree infalible y dueño de la verdad, aunque lo más grave es que es corto de miras, padece de incapacidad para hacer un simple proceso de raciocinio que le permita ver la oportunidad que tiene hoy, y que está dejando escapar.