/ viernes 4 de marzo de 2022

Abstenerse de la paz

Como era de esperarse, como no podía ser de otra manera, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó una relevante resolución que deplora enérgicamente la agresión de Rusia contra Ucrania suscitada hace unos días y que tiene a la paz mundial en vilo.

Por igual, el resolutivo exige “que la Federación de Rusia ponga fin de inmediato al uso de la fuerza contra Ucrania” y condena “todas las violaciones del Derecho Internacional Humanitario y las violaciones y los abusos de los derechos humanos”.

Fueron 141 votos a favor -incluyendo a México-, 5 en contra y 35 abstenciones las cifras que al final se presentaron en una jornada que era necesaria no tanto para respaldar al régimen de Moscú o al de Kiev sino para reivindicar a la paz y seguridad internacionales como ejes directrices en el seno de la comunidad internacional.

Más allá de los cinco países que votaron en contra, llama sin embargo la atención el elevado número de naciones que decidieron abstenerse de la votación. Como hemos afirmado con anterioridad en estas mismas páginas editoriales, en ningún contexto es justificable la guerra, el conflicto armado o cualquier sucedáneo que implique afrentas al Derecho y a los derechos. En efecto: No hay imperio de la ley ni democracia cuando se quebranta el pacifismo como tal.

En tiempos de definiciones, el titubeo sale sobrando y hay que tomar partido por aquello que llamaríamos las causas justas. Una abstención en el escenario que se vive actualmente entre rusos y ucranianos equivale, precisamente, a no inclinarse ni por la paz ni por la seguridad internacionales; de hecho, representa el dejarlas de lado y asumir que la violencia puede ser una respuesta ante el caso de discrepancias, diferencias y diferendos que deberían arreglarse con base en la diplomacia, la negociación y el diálogo, tal y como se sostiene en la resolución de las Naciones Unidas.

Si como aseveró el Dalai Lama, “la paz mundial comienza con la paz interior”, definitivamente las y los gobernantes proclives al belicismo requieren de mesura, armonía y serenidad en su toma de decisiones. Las acciones de gobierno no pueden surgir de arrebatos, impulsos o actos reflejos sino de una estrategia que ponga de relieve y en su justa dimensión al conjunto de los derechos fundamentales y a la democracia propiamente dicha.

Hoy más que nunca debe hacerse una apuesta fuerte en pro de la solidaridad y la fraternidad como principios rectores de las relaciones internacionales. Las Constituciones, los tratados internacionales y los sistemas normativos vistos en clave amplia no deben ser solamente una premisa sino un firme, contundente e ineluctable sentido de la responsabilidad planetaria.

No es sólo el porvenir de la humanidad lo que se encuentra en juego sino, además, su presente. Obviar lo anterior se traduce a hipotecar los intereses de las próximas generaciones con un impacto marcado en las actuales.

Por ende, que 35 países se hayan abstenido de votar la resolución que nos ocupa los coloca en un discutible sitio cuando de compromiso con la solidaridad y la fraternidad aludidas hablamos. Requerimos altura de miras y no indecisiones al momento de luchar por el Derecho (Ihering dixit).

El Estado constitucional y democrático de Derecho sólo puede edificarse con estadistas y no con simuladores, sólo con perspectivas de futuro y no con ocurrencias. El cese inmediato al fuego debe ser únicamente el principio de un concierto internacional de naciones donde impere el bien común.

Como era de esperarse, como no podía ser de otra manera, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó una relevante resolución que deplora enérgicamente la agresión de Rusia contra Ucrania suscitada hace unos días y que tiene a la paz mundial en vilo.

Por igual, el resolutivo exige “que la Federación de Rusia ponga fin de inmediato al uso de la fuerza contra Ucrania” y condena “todas las violaciones del Derecho Internacional Humanitario y las violaciones y los abusos de los derechos humanos”.

Fueron 141 votos a favor -incluyendo a México-, 5 en contra y 35 abstenciones las cifras que al final se presentaron en una jornada que era necesaria no tanto para respaldar al régimen de Moscú o al de Kiev sino para reivindicar a la paz y seguridad internacionales como ejes directrices en el seno de la comunidad internacional.

Más allá de los cinco países que votaron en contra, llama sin embargo la atención el elevado número de naciones que decidieron abstenerse de la votación. Como hemos afirmado con anterioridad en estas mismas páginas editoriales, en ningún contexto es justificable la guerra, el conflicto armado o cualquier sucedáneo que implique afrentas al Derecho y a los derechos. En efecto: No hay imperio de la ley ni democracia cuando se quebranta el pacifismo como tal.

En tiempos de definiciones, el titubeo sale sobrando y hay que tomar partido por aquello que llamaríamos las causas justas. Una abstención en el escenario que se vive actualmente entre rusos y ucranianos equivale, precisamente, a no inclinarse ni por la paz ni por la seguridad internacionales; de hecho, representa el dejarlas de lado y asumir que la violencia puede ser una respuesta ante el caso de discrepancias, diferencias y diferendos que deberían arreglarse con base en la diplomacia, la negociación y el diálogo, tal y como se sostiene en la resolución de las Naciones Unidas.

Si como aseveró el Dalai Lama, “la paz mundial comienza con la paz interior”, definitivamente las y los gobernantes proclives al belicismo requieren de mesura, armonía y serenidad en su toma de decisiones. Las acciones de gobierno no pueden surgir de arrebatos, impulsos o actos reflejos sino de una estrategia que ponga de relieve y en su justa dimensión al conjunto de los derechos fundamentales y a la democracia propiamente dicha.

Hoy más que nunca debe hacerse una apuesta fuerte en pro de la solidaridad y la fraternidad como principios rectores de las relaciones internacionales. Las Constituciones, los tratados internacionales y los sistemas normativos vistos en clave amplia no deben ser solamente una premisa sino un firme, contundente e ineluctable sentido de la responsabilidad planetaria.

No es sólo el porvenir de la humanidad lo que se encuentra en juego sino, además, su presente. Obviar lo anterior se traduce a hipotecar los intereses de las próximas generaciones con un impacto marcado en las actuales.

Por ende, que 35 países se hayan abstenido de votar la resolución que nos ocupa los coloca en un discutible sitio cuando de compromiso con la solidaridad y la fraternidad aludidas hablamos. Requerimos altura de miras y no indecisiones al momento de luchar por el Derecho (Ihering dixit).

El Estado constitucional y democrático de Derecho sólo puede edificarse con estadistas y no con simuladores, sólo con perspectivas de futuro y no con ocurrencias. El cese inmediato al fuego debe ser únicamente el principio de un concierto internacional de naciones donde impere el bien común.