/ sábado 23 de abril de 2022

Acepta Su desayuno

“«¡Ahora acérquense y desayunen!», dijo Jesús. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: «¿Quién eres?». Todos sabían que era el Señor. Entonces Jesús les sirvió el pan y el pescado. Esa fue la tercera vez que se apareció a sus discípulos después de haber resucitado de los muertos.” (Juan 21:12-14NTV)

Hay personas que el dinero y la posición los vuelve arrogantes, que el ser reconocidos o el subir de puesto o la fama los vuelve lejanos. Hay personas que los logros parecen marearlos. Este no fue el caso de nuestro Señor Jesucristo. Toda su vida se caracterizó por estar lejos del “triunfalismo”. Y ahora no es la excepción. El mismo día de la resurrección comienza a trabajar. Se le aparece a uno y a otros y luego a otros; los va a buscar al mismo lugar donde los había llamado al principio.

Casi todos nosotros estamos tentados a la “reivindicación” cuando se comprueba de que teníamos razón. Jesús, en cambio, no quiere auto-vindicarse: “¡Ya vieron: les dije que en tres días iba a resucitar! Yo hubiera sucumbido a esa tentación. Por el contrario, el quiere restaurar a sus discípulos, que estaban desorientados, tristes y perdiendo nuevamente el rumbo.

¿Cómo se le ocurre preparar un desayuno para los discípulos? Nosotros pensaríamos de manera más triunfalista: “¡Como mínimo vamos a comer al mejor restaurante de Galilea, a poco no merezco celebrar mi resurrección!”. Pero nada más lejos de eso. La última imagen que tienen de El cuando todavía estaba con ellos es lavándole los pies. Y ahora, después de la resurrección, nada ha cambiado, ese mismo Jesús sigue en su condición de siervo.

No sólo les prepara el desayuno, sino que se los sirve. Está allí mirándolos, queriendo que disfruten ese momento de intimidad, de estar juntos; de hacerles saber que no están solos. Que El les había prometido “estar siempre”. Jesús se desvive por pasar tiempo con ellos. A Cristo lo cautiva tener compañerismo con nosotros, a Cristo le importa nuestra vida y nuestra necesidad.

Si hubiera sido en México, Su desayuno tendría tortilla en lugar de pan y frijoles y huevos además del pescado. Hoy mismo, el Cristo Resucitado te invita un desayuno, no quiere reprocharte, no quiere vindicarse, sólo quiere que sepas te ama y quiere tener comunión contigo. Acepta Su desayuno, el cual es una propuesta de amor, de perdón, restauración y vida plena cual nunca has experimentado.

Mail: leonardolombar@gmail.com

“«¡Ahora acérquense y desayunen!», dijo Jesús. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: «¿Quién eres?». Todos sabían que era el Señor. Entonces Jesús les sirvió el pan y el pescado. Esa fue la tercera vez que se apareció a sus discípulos después de haber resucitado de los muertos.” (Juan 21:12-14NTV)

Hay personas que el dinero y la posición los vuelve arrogantes, que el ser reconocidos o el subir de puesto o la fama los vuelve lejanos. Hay personas que los logros parecen marearlos. Este no fue el caso de nuestro Señor Jesucristo. Toda su vida se caracterizó por estar lejos del “triunfalismo”. Y ahora no es la excepción. El mismo día de la resurrección comienza a trabajar. Se le aparece a uno y a otros y luego a otros; los va a buscar al mismo lugar donde los había llamado al principio.

Casi todos nosotros estamos tentados a la “reivindicación” cuando se comprueba de que teníamos razón. Jesús, en cambio, no quiere auto-vindicarse: “¡Ya vieron: les dije que en tres días iba a resucitar! Yo hubiera sucumbido a esa tentación. Por el contrario, el quiere restaurar a sus discípulos, que estaban desorientados, tristes y perdiendo nuevamente el rumbo.

¿Cómo se le ocurre preparar un desayuno para los discípulos? Nosotros pensaríamos de manera más triunfalista: “¡Como mínimo vamos a comer al mejor restaurante de Galilea, a poco no merezco celebrar mi resurrección!”. Pero nada más lejos de eso. La última imagen que tienen de El cuando todavía estaba con ellos es lavándole los pies. Y ahora, después de la resurrección, nada ha cambiado, ese mismo Jesús sigue en su condición de siervo.

No sólo les prepara el desayuno, sino que se los sirve. Está allí mirándolos, queriendo que disfruten ese momento de intimidad, de estar juntos; de hacerles saber que no están solos. Que El les había prometido “estar siempre”. Jesús se desvive por pasar tiempo con ellos. A Cristo lo cautiva tener compañerismo con nosotros, a Cristo le importa nuestra vida y nuestra necesidad.

Si hubiera sido en México, Su desayuno tendría tortilla en lugar de pan y frijoles y huevos además del pescado. Hoy mismo, el Cristo Resucitado te invita un desayuno, no quiere reprocharte, no quiere vindicarse, sólo quiere que sepas te ama y quiere tener comunión contigo. Acepta Su desayuno, el cual es una propuesta de amor, de perdón, restauración y vida plena cual nunca has experimentado.

Mail: leonardolombar@gmail.com

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