Nota editorial. Internacionalista por parte de la Universidad Anáhuac en la Ciudad de México.
Múltiples eventos se están desarrollando en el escenario global. Este año, los conflictos más resonados en las noticias, por obvias razones, definirán buena parte del comportamiento de los actores y, con ello, un nuevo funcionamiento del sistema internacional. Con el auge del modelo neoliberal desde la Segunda Guerra Mundial, las dinámicas intercontinentales se han regido por un poder estructural diseñado por Occidente. El cual ha dado lugar a regímenes internacionales que hacen funcionar relaciones diplomáticas, comerciales, culturales, así como de seguridad y defensa. Todas ellas moldeadas con la finalidad de construir un orden mundial impulsado por el “excepcionalismo americano”. Éste hoy experimenta una decadencia a causa de una transición en el tablero geopolítico que empuja a los Estados hacia una ordenanza multipolar.
Como consecuencia, los actores internacionales se ven sumergidos en una reorganización de las redes tejidas en las materias ya mencionadas. Esto conlleva, tanto al rompimiento de relaciones, como a la consolidación de nuevas alianzas. Como se puede observar en la actualidad, ambos casos pueden incluir la detonación de conflictos que involucran a toda la comunidad internacional debido a la interdependencia e interconexión consolidada por el neoliberalismo. Si bien existen otras guerras aparte de la de Ucrania o Israel, ésta dos acaparan los medios de comunicación al ser zonas estratégicas de influencia para los frentes. Por ejemplo, la ofensiva rusa sigue por avanzar alrededor de las ciudades de Avdiivka y Bakhmut, mientras que Kiev ha tardado meses en recibir más ayuda militar de Estados Unidos. Lo que aumenta el riesgo de provocar un intenso cambio geopolítico.
Por ello, la tensión entre republicanos y demócratas en el Congreso de Estados Unidos se acrecienta conforme la elección presidencial se acerca. Según la encuesta The Economist, el Presidente Joe Biden registra un 45% en las intenciones de voto, mientras que el expresidente Donald Trump cuenta con un 46%. Dado que la hegemonía estadounidense se ha visto impactada por el tumulto en las condiciones internacionales – como el ascenso de China que encamina al sistema a ser uno multipolar – la detonación de conflictos es susceptible. De ahí que los desacuerdos políticos en la Cámara Baja sean más frecuentes y la popularidad del actual mandatario disminuya. Lo cual provoca un acrecentamiento de incertidumbre en los actores debido a que, si ganase Trump, su agenda de política exterior difiere en alto grado a la ejercida por Biden hasta este momento.
En este sentido, los escenarios de guerra en Ucrania, Israel y, en cualquier momento, Taiwán cambiarían drásticamente. Por lo que los intereses en conjunto de una comunidad internacional mayormente alineada a Occidente se verían comprometidos. Esto no sólo por un brusco viraje en la política de Estados Unidos, sino también de Europa. En el marco de la reconfiguración de la dinámica intercontinental, las elecciones del Parlamento Europeo también tomarán lugar este año. Se prevé que la derecha obtenga el 20% de los 705 escaños debido a la exacerbación de inmigración y crisis energética. De que el bloque conservador controle la legislación de la Unión Europea impactará en el desenlace de Kiev ya que los partidos de derecha se inclinan a una agenda amigable con su proveedor petrolero, Moscú.
Finalmente, dicha polarización política en Occidente aumenta la posibilidad de oficializar un nuevo balance de poder. El cual se caracterizará por nuevas rutas comerciales y la distribución de tecnologías armamentísticas que aumenten el dilema de seguridad. Algo que, posiblemente, obligue a los Estados a regresar al orden westfaliano ya que los eventos internacionales rebasan toda autoridad supranacional. Mientras tanto, queda por ver los resultados de las elecciones que influenciarán el curso geopolítico y que darán una pista de lo que les espera a los actores en el escenario global.