/ jueves 3 de septiembre de 2020

Acueducto infinitesimal: Ramón López Velarde

Ramón López Velarde es uno de los poetas mayores de la literatura en México, y su obra revela un dilema del espíritu al cual se entregó hasta sus últimas consecuencias sin renunciar a sus dos polos: La religiosidad y el erotismo.

Sus temas son los más íntimos: Las mujeres y el cielo de la provincia, lo que da cuenta Ernesto Lumbreras, quien describe los últimos nueve años del escritor zacatecano en “Un acueducto infinitesimal. Ramón López Velarde 1912-1921”.

Para Lumbreras, López Velarde es una constante del presente poético, pero también, una pródiga y contradictoria variable que nos coloca a sus lectores y a las generaciones poéticas, en el kilómetro cero de la escritura y lo considera que es nuestro Vallejo y nuestro Neruda, a pesar de que fuera de la geografía mexicana no tiene el poder de influencia del peruano y del chileno.

Velarde es un poeta del presente en la poesía mexicana y no lo ha dejado de ser, no obstante las mudanzas de gustos literarios y el relevo generacional, aunque es y será un poeta que interese a los poetas mexicanos como iniciación y examen, desde Villaurrutia y Pellicer hasta dos contemporáneos como Fernando Fernández y Armando González Torres.

Lumbreras comienza a escribir lo que sería este libro, desde el momento en que lee “Suave Patria y otros poemas”, una breve antología preparada por José Emilio Pacheco en 1981 para los cuadernos que hacía circular la desaparecida Conasupo, cuando estudia la preparatoria, para lo que diariamente tiene que hacer un recorrido de 75 kilómetros para llegar al aula, y desde entonces “el paisaje de mi camino diario está reunido, con leves actualizaciones, en la poesía de López Velarde. Una poesía medular, con médula, hueso y sangre que no se separa jamás de mis lecturas”.

Nacido en 1881 en Jerez Zacatecas, Ramón López Velarde estudió leyes en San Luis Potosí, después partió hacia la Ciudad de México donde se acercó entonces el gobierno maderista pensando en que le daría un puesto de confianza, pero fue a partir de su relación con “La Nación”, donde sus letras empezaron a fluir sobre la situación política de México, se relacionó con un destacado poeta guanajuatense, Rafael López y entre ambos existía la hermandad de sus palabras, “poetas de tierra adentro”, como él mismo definió su relación.

En 1914 viajó a Ciudad de México, donde se instaló trabajando primero en su profesión de abogado y luego, en las secretarías de Gobernación y Relaciones Exteriores; fue también profesor de literatura. Publicó sus crónicas y políticas en varios periódicos: El Regional de Guadalajara, La Nación, El Eco de San Luis, El Nacional Bisemanal, Revista de Revistas, Vida Moderna y Pegaso.

En “La sangre devota” su primer libro de poesías, publicado en 1916, pueden descubrirse ya los temas recurrentes en la obra de Ramón López Velarde, como el amor, el dolor y la preocupación por los destinos patrios, y con esta obra reaparece en la lírica mexicana un acento casi olvidado, una voz, la de la provincia que había callado ya. En 1919, aparece “Zozobra”, su segunda obra poética en la que aborda dramática y sinceramente lo problemas del erotismo, la religión y la muerte.

En 1921, al celebrarse el primer centenario de la Independencia, escribe “Suave patria”, en cuyos versos épicos y líricos exalta los sentimientos nacionalistas, siendo actualmente el poema más declamado de nuestro país y tras su muerte aparecen sus demás obras, en unos casos preparadas por el propio autor y en otros, rescatadas de periódicos y revistas.

De esta manera, el autor Ernesto Lumbreras, nos narra la ruta para conocer al poeta en un libro publicado en gran formato, con una cuidada edición que incorpora material iconográfico para contextualizar la época y la ciudad: “Fotografías, portadas de libros, mapas de México, en un correlato que incluye el retrato de Saturnino Hernán, gran amigo del poeta descubierto recientemente.

Con esta obra, nos invita a reencontrarnos con Ramón López Velarde y descubrir la expresión de su sentimiento netamente mexicano.

Ramón López Velarde es uno de los poetas mayores de la literatura en México, y su obra revela un dilema del espíritu al cual se entregó hasta sus últimas consecuencias sin renunciar a sus dos polos: La religiosidad y el erotismo.

Sus temas son los más íntimos: Las mujeres y el cielo de la provincia, lo que da cuenta Ernesto Lumbreras, quien describe los últimos nueve años del escritor zacatecano en “Un acueducto infinitesimal. Ramón López Velarde 1912-1921”.

Para Lumbreras, López Velarde es una constante del presente poético, pero también, una pródiga y contradictoria variable que nos coloca a sus lectores y a las generaciones poéticas, en el kilómetro cero de la escritura y lo considera que es nuestro Vallejo y nuestro Neruda, a pesar de que fuera de la geografía mexicana no tiene el poder de influencia del peruano y del chileno.

Velarde es un poeta del presente en la poesía mexicana y no lo ha dejado de ser, no obstante las mudanzas de gustos literarios y el relevo generacional, aunque es y será un poeta que interese a los poetas mexicanos como iniciación y examen, desde Villaurrutia y Pellicer hasta dos contemporáneos como Fernando Fernández y Armando González Torres.

Lumbreras comienza a escribir lo que sería este libro, desde el momento en que lee “Suave Patria y otros poemas”, una breve antología preparada por José Emilio Pacheco en 1981 para los cuadernos que hacía circular la desaparecida Conasupo, cuando estudia la preparatoria, para lo que diariamente tiene que hacer un recorrido de 75 kilómetros para llegar al aula, y desde entonces “el paisaje de mi camino diario está reunido, con leves actualizaciones, en la poesía de López Velarde. Una poesía medular, con médula, hueso y sangre que no se separa jamás de mis lecturas”.

Nacido en 1881 en Jerez Zacatecas, Ramón López Velarde estudió leyes en San Luis Potosí, después partió hacia la Ciudad de México donde se acercó entonces el gobierno maderista pensando en que le daría un puesto de confianza, pero fue a partir de su relación con “La Nación”, donde sus letras empezaron a fluir sobre la situación política de México, se relacionó con un destacado poeta guanajuatense, Rafael López y entre ambos existía la hermandad de sus palabras, “poetas de tierra adentro”, como él mismo definió su relación.

En 1914 viajó a Ciudad de México, donde se instaló trabajando primero en su profesión de abogado y luego, en las secretarías de Gobernación y Relaciones Exteriores; fue también profesor de literatura. Publicó sus crónicas y políticas en varios periódicos: El Regional de Guadalajara, La Nación, El Eco de San Luis, El Nacional Bisemanal, Revista de Revistas, Vida Moderna y Pegaso.

En “La sangre devota” su primer libro de poesías, publicado en 1916, pueden descubrirse ya los temas recurrentes en la obra de Ramón López Velarde, como el amor, el dolor y la preocupación por los destinos patrios, y con esta obra reaparece en la lírica mexicana un acento casi olvidado, una voz, la de la provincia que había callado ya. En 1919, aparece “Zozobra”, su segunda obra poética en la que aborda dramática y sinceramente lo problemas del erotismo, la religión y la muerte.

En 1921, al celebrarse el primer centenario de la Independencia, escribe “Suave patria”, en cuyos versos épicos y líricos exalta los sentimientos nacionalistas, siendo actualmente el poema más declamado de nuestro país y tras su muerte aparecen sus demás obras, en unos casos preparadas por el propio autor y en otros, rescatadas de periódicos y revistas.

De esta manera, el autor Ernesto Lumbreras, nos narra la ruta para conocer al poeta en un libro publicado en gran formato, con una cuidada edición que incorpora material iconográfico para contextualizar la época y la ciudad: “Fotografías, portadas de libros, mapas de México, en un correlato que incluye el retrato de Saturnino Hernán, gran amigo del poeta descubierto recientemente.

Con esta obra, nos invita a reencontrarnos con Ramón López Velarde y descubrir la expresión de su sentimiento netamente mexicano.