/ lunes 2 de diciembre de 2019

Al poder se le revisa, no se le aplaude

El pasado viernes 29 de noviembre de este agónico y convulsivo 2019 se despidió el payaso tenebroso de su programa “El Mañanero”; Víctor Trujillo, en su personaje de Brozo salió del aire con una frase que bien vale la pena analizar, sobre todo en estos tiempos en que pensar diferente a quienes detentan el poder puede ser visto como un ataque a la redención que ofrece la 4T.

Cuando Víctor Trujillo bajaba la cortina de su programa que se transmitía por la estación de radio Aire Libre, dijo: “Al poder se le revisa, no se le aplaude”, en alusión a que durante 25 años fue la enseñanza que le ha dejado su labor periodística en televisión y radio.

México es un país que se ha caracterizado por la ausencia de equilibrios en el ejercicio del poder; siempre ha existido un pretexto para que el presidente detente un porcentaje mayor del indivisible poder público. Desde la implantación del régimen presidencialista y hasta el momento, existe la idea de que un solo individuo tiene la verdad, aunque se demuestre que ese individuo miente y se equivoca, y más, de que esa verdad es diferente cada seis años.

Los otros dos poderes constituidos, el Legislativo y el Judicial, han sido ineficaces para contener los ímpetus de un presidente que se mueve más por ocurrencias y deseos de venganza de un régimen que le negó –lo dice él-, en al menos dos ocasiones, alcanzar su febril deseo: Encabezar la transformación de un país que no quiere transformarse, que lo único que quiere es “bajar” a los que hoy están arriba para “subir” a otros, dejando la corrupción, la podredumbre y la impunidad tal y como están. El pueblo bueno no ha demostrado ser muy diferente de la clase política conservadora, roban, timan y transgreden la ley igual.

La sumisión o ignorancia de quienes conforman el poder Legislativo es alarmante, va más allá del “Martín Luker Kin” de la diputada Nancy Vázquez o del “No tenemos por qué salir a la calle a escucharlos” de la senadora Margarita Valdés. No, el hecho es que no pueden contener las acciones de quien le está mintiendo al país diciéndole que vamos bien, de quien le está robando la tranquilidad a la clase media y de quien está traicionando la confianza de millones de pobres que creyeron en López Obrador. Tienen que aplaudir.

El poder Judicial está siendo exhibido por la fisura que deja la corrupción, la que trasluce como los jueces hacen una interpretación conveniente de la ley y de la justicia. Con este lastre es muy difícil que puedan enfrentarse a quien desde el púlpito de sus mañaneras (las conferencias matutinas del presidente) hace alarde de una pureza cuasi divina.

Podemos estar de acuerdo o no con la forma de hacer periodismo de personajes como Brozo, Carlos Loret, Carmen Aristegui o tantos otros más, pero lo importante es que a través de sus programas, de sus trabajos de investigación o de los análisis que realizan, se nos proporcionan visiones parciales de una realidad, ya nos corresponderá a nosotros después discernir sobre ella, es decir, tendremos que revisar el poder.

Violentar el libre ejercicio de la labor de informar es siempre retrogrado y criminal, pero lo es más cuando viene de un tipo que se dice de izquierda y que siempre se quejó de la censura y de la falta de espacios para hablarle a la gente. Ahora las cosas han cambiado, es presidente, ahora se esfuerza por cerrar los espacios y apagar los micrófonos de quienes no piensen como él, de quienes son críticos y cuestionan su ejercicio del poder, de quienes no le aplauden.

Parece que un amante de la historia como dice ser el presidente López Obrador no conoce la frase de Voltaire: “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho de decirlo”.

El pasado viernes 29 de noviembre de este agónico y convulsivo 2019 se despidió el payaso tenebroso de su programa “El Mañanero”; Víctor Trujillo, en su personaje de Brozo salió del aire con una frase que bien vale la pena analizar, sobre todo en estos tiempos en que pensar diferente a quienes detentan el poder puede ser visto como un ataque a la redención que ofrece la 4T.

Cuando Víctor Trujillo bajaba la cortina de su programa que se transmitía por la estación de radio Aire Libre, dijo: “Al poder se le revisa, no se le aplaude”, en alusión a que durante 25 años fue la enseñanza que le ha dejado su labor periodística en televisión y radio.

México es un país que se ha caracterizado por la ausencia de equilibrios en el ejercicio del poder; siempre ha existido un pretexto para que el presidente detente un porcentaje mayor del indivisible poder público. Desde la implantación del régimen presidencialista y hasta el momento, existe la idea de que un solo individuo tiene la verdad, aunque se demuestre que ese individuo miente y se equivoca, y más, de que esa verdad es diferente cada seis años.

Los otros dos poderes constituidos, el Legislativo y el Judicial, han sido ineficaces para contener los ímpetus de un presidente que se mueve más por ocurrencias y deseos de venganza de un régimen que le negó –lo dice él-, en al menos dos ocasiones, alcanzar su febril deseo: Encabezar la transformación de un país que no quiere transformarse, que lo único que quiere es “bajar” a los que hoy están arriba para “subir” a otros, dejando la corrupción, la podredumbre y la impunidad tal y como están. El pueblo bueno no ha demostrado ser muy diferente de la clase política conservadora, roban, timan y transgreden la ley igual.

La sumisión o ignorancia de quienes conforman el poder Legislativo es alarmante, va más allá del “Martín Luker Kin” de la diputada Nancy Vázquez o del “No tenemos por qué salir a la calle a escucharlos” de la senadora Margarita Valdés. No, el hecho es que no pueden contener las acciones de quien le está mintiendo al país diciéndole que vamos bien, de quien le está robando la tranquilidad a la clase media y de quien está traicionando la confianza de millones de pobres que creyeron en López Obrador. Tienen que aplaudir.

El poder Judicial está siendo exhibido por la fisura que deja la corrupción, la que trasluce como los jueces hacen una interpretación conveniente de la ley y de la justicia. Con este lastre es muy difícil que puedan enfrentarse a quien desde el púlpito de sus mañaneras (las conferencias matutinas del presidente) hace alarde de una pureza cuasi divina.

Podemos estar de acuerdo o no con la forma de hacer periodismo de personajes como Brozo, Carlos Loret, Carmen Aristegui o tantos otros más, pero lo importante es que a través de sus programas, de sus trabajos de investigación o de los análisis que realizan, se nos proporcionan visiones parciales de una realidad, ya nos corresponderá a nosotros después discernir sobre ella, es decir, tendremos que revisar el poder.

Violentar el libre ejercicio de la labor de informar es siempre retrogrado y criminal, pero lo es más cuando viene de un tipo que se dice de izquierda y que siempre se quejó de la censura y de la falta de espacios para hablarle a la gente. Ahora las cosas han cambiado, es presidente, ahora se esfuerza por cerrar los espacios y apagar los micrófonos de quienes no piensen como él, de quienes son críticos y cuestionan su ejercicio del poder, de quienes no le aplauden.

Parece que un amante de la historia como dice ser el presidente López Obrador no conoce la frase de Voltaire: “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho de decirlo”.