/ lunes 3 de mayo de 2021

Alumnos de Aguilera una vez más

La semana pasada algunos ciudadanos volvieron a ser víctimas de los desmanes de los estudiantes de la Escuela Normal de Aguilera, escudados en el apremio a las necesidades que sufre la institución formadora de docentes.

Se lanzaron a la toma de casetas y secuestro de vehículos, cuyas andadas son muy conocidas por las autoridades y sentidas por la sociedad, la que a final de cuentas es la que paga los platos rotos de sus constantes exigencias.

Pero como dichas acciones no eran suficientes, optaron una vez más por tomar la Secretaría de Educación y ahí en corto tirar al piso la bandera de las necesidades y sin recato alguno, exigir a las autoridades les dé el pase automático al botín de las plazas, las cuales pretenden allegarse bajo el mecanismo rudo del chantaje.

Para nadie es desconocido dicho truco, ya que cada año lo ponen en práctica y aunque sean diferentes actores, la función del circo es la misma y la taquilla no deja de redituar las ganancias que de contrabando obtienen y a discreción disfrutan, aquellos que no son sujetos a ninguna responsabilidad mucho menos a sanción alguna.

Voces hipócritamente pudibundas se escandalizan de la tolerancia de las autoridades sobre los excesos de los estudiantes, sin valorar que éstas, en las negociaciones sufren un gran desgaste ante la irracionalidad de aquellos que no respetan el marco de la ley, la que desafortunadamente deja de surtir efecto, cuando de arriba llega la orden grosera de que hay que concederles todo. Esa divinidad de arriba nunca tiene nombre ni apellido; pero sí los recursos suficientes para hacer el milagro a los seguidores del abuso y el desastre.

Ser el blanco del enjuiciamiento mediático debe ser un trance muy difícil de digerir. Lo que implica pagar un costo muy alto por ejercer el poder, sin tenerlo realmente, porque en este caso tan absurdo la costumbre se ha hecho ley y bajo esa cultura los abusos y desfiguros de los alumnos de Aguilera, se han convertido en patrimonio educativo, contra el cual ya no se puede atentar.

La subordinación de los alumnos al protagonismo, al dinero y a la obtención fácil de las plazas, implica el desplazamiento de cualquier compromiso ético con la sociedad. De ahí que dicha cultura por derecho de autoría la consideran legítima para explotarla sin reservas ni respeto a las instalaciones de su Alma Mater, a la que honran como bastión de guerra y escondrijo para sus secuestros.

Sin duda que las cosas cada día van más allá, a tal grado que el gobernador declaró a los medios, que había un gran malestar social y que en base a eso ya había denuncias muy serias por parte de los afectados. Cosa que desafortunadamente se torna muy complicada, porque los quejosos no acudirán a señalar a los estudiantes, pero sí aprovecharán la buena fe del ejecutivo, para exigirle que él repare los daños.

Porque quién ignora la indemnización que las autoridades costearon con dinero público, por la muerte del estudiante que fuera víctima de las novatadas, donde todas las autoridades de la institución fueron involucradas y algunas detenidas por dicho asesinato. Sin embargo, los estudiantes no fueron tocados ni con el pétalo de una rosa.

El proceder de los estudiantes pese a lo delicado de sus actos, nunca han sido tocados por la autoridad judicial, ni por el grueso de la opinión pública, salvo cuando algunos medios de comunicación en su desesperado estado de ánimo, sólo se concretan a cuestionar dichas conductas y a juzgarlas de malas como mero trámite, lo que se ha vuelto una práctica cotidiana y una salida cómoda para los estudiantes.

La actitud de los estudiantes encarna todos los vicios y la impunidad de que gozan es herencia del patrimonio que han conquistado. De ahí, que nunca correspondan al diálogo a que los conmina la autoridad, porque les encanta obtener todo sin comprometerse a nada.

La semana pasada algunos ciudadanos volvieron a ser víctimas de los desmanes de los estudiantes de la Escuela Normal de Aguilera, escudados en el apremio a las necesidades que sufre la institución formadora de docentes.

Se lanzaron a la toma de casetas y secuestro de vehículos, cuyas andadas son muy conocidas por las autoridades y sentidas por la sociedad, la que a final de cuentas es la que paga los platos rotos de sus constantes exigencias.

Pero como dichas acciones no eran suficientes, optaron una vez más por tomar la Secretaría de Educación y ahí en corto tirar al piso la bandera de las necesidades y sin recato alguno, exigir a las autoridades les dé el pase automático al botín de las plazas, las cuales pretenden allegarse bajo el mecanismo rudo del chantaje.

Para nadie es desconocido dicho truco, ya que cada año lo ponen en práctica y aunque sean diferentes actores, la función del circo es la misma y la taquilla no deja de redituar las ganancias que de contrabando obtienen y a discreción disfrutan, aquellos que no son sujetos a ninguna responsabilidad mucho menos a sanción alguna.

Voces hipócritamente pudibundas se escandalizan de la tolerancia de las autoridades sobre los excesos de los estudiantes, sin valorar que éstas, en las negociaciones sufren un gran desgaste ante la irracionalidad de aquellos que no respetan el marco de la ley, la que desafortunadamente deja de surtir efecto, cuando de arriba llega la orden grosera de que hay que concederles todo. Esa divinidad de arriba nunca tiene nombre ni apellido; pero sí los recursos suficientes para hacer el milagro a los seguidores del abuso y el desastre.

Ser el blanco del enjuiciamiento mediático debe ser un trance muy difícil de digerir. Lo que implica pagar un costo muy alto por ejercer el poder, sin tenerlo realmente, porque en este caso tan absurdo la costumbre se ha hecho ley y bajo esa cultura los abusos y desfiguros de los alumnos de Aguilera, se han convertido en patrimonio educativo, contra el cual ya no se puede atentar.

La subordinación de los alumnos al protagonismo, al dinero y a la obtención fácil de las plazas, implica el desplazamiento de cualquier compromiso ético con la sociedad. De ahí que dicha cultura por derecho de autoría la consideran legítima para explotarla sin reservas ni respeto a las instalaciones de su Alma Mater, a la que honran como bastión de guerra y escondrijo para sus secuestros.

Sin duda que las cosas cada día van más allá, a tal grado que el gobernador declaró a los medios, que había un gran malestar social y que en base a eso ya había denuncias muy serias por parte de los afectados. Cosa que desafortunadamente se torna muy complicada, porque los quejosos no acudirán a señalar a los estudiantes, pero sí aprovecharán la buena fe del ejecutivo, para exigirle que él repare los daños.

Porque quién ignora la indemnización que las autoridades costearon con dinero público, por la muerte del estudiante que fuera víctima de las novatadas, donde todas las autoridades de la institución fueron involucradas y algunas detenidas por dicho asesinato. Sin embargo, los estudiantes no fueron tocados ni con el pétalo de una rosa.

El proceder de los estudiantes pese a lo delicado de sus actos, nunca han sido tocados por la autoridad judicial, ni por el grueso de la opinión pública, salvo cuando algunos medios de comunicación en su desesperado estado de ánimo, sólo se concretan a cuestionar dichas conductas y a juzgarlas de malas como mero trámite, lo que se ha vuelto una práctica cotidiana y una salida cómoda para los estudiantes.

La actitud de los estudiantes encarna todos los vicios y la impunidad de que gozan es herencia del patrimonio que han conquistado. De ahí, que nunca correspondan al diálogo a que los conmina la autoridad, porque les encanta obtener todo sin comprometerse a nada.