/ jueves 2 de enero de 2020

Bachir Bensaddek

El canadiense argentino Bachir Bensaddek empezó su carrera con la dirección de videos musicales, cortometrajes y películas bailables, así como la actuación Viajero privilegiado desde niño, reivindica una identidad polícroma, que concilia sus raíces africanas, la cultura europea y su vida cotidiana norteamericana.

Desde el 2001 escribe y dirige documentales para la televisión, el teatro y el cine, que se enfocan en el contacto humano. Las historias que cuenta tratan a menudo de mujeres y del exilio, en contextos tan diferentes como los deportes y las artes, donde ha destacado sobre todo, por mostrar el universo de los migrantes, como lo hace a través de su película “Montreal la blanca”, su primer largometraje.

Como cineasta, las historias que cuenta Bachir hablan a menudo de exiliados y de mujeres. Hay muchas protagonistas en sus documentales y por supuesto hay una en su película, donde da cuenta de historias de gentes que buscan una nueva forma de identidad o de paz en el contexto en el que viven, sobre todo, porque son personas que persiguen un sueño o intentan escaparse de una pesadilla.

De acuerdo con el artista, los argelinos que llegaron en los 90 a Canadá eran gente muy educada, pero tuvieron una caída en la escalera social y fue duro para ellos, porque se sintieron despreciados en el lugar en que se encontraban.

Desde niño en su Argelia natal, Bachir Bensaddek soñaba con ser escritor. El cine en esa época no era una opción para él, pero una vez mientras estudiaba arquitectura se encontró con un profesor que trabajaba sobre el montaje de una película que se mostraba en las escuelas de arquitectura y en el que cada escuela agregaba su contexto. Ese profesor le pidió ayuda y fue así como Bachir comenzó a hacer sus primeros trabajos en el mundo audiovisual.

Al mismo tiempo conoció a Moussa Haddad, un cineasta argelino amigo de una prima, que había trabajado con grandes cineastas como Jean-Luc Godard y Gillo Pontecorbo. Bachir quedó encantado con la forma como este cineasta argelino hablaba de su profesión entre tanto, mientras preparaba su viaje para venir a estudiar en Montreal gracias a una beca, su padre, un diplomático argelino, le preguntó qué iba a estudiar y él le respondió que arquitectura, y fue él quien lo incitó a estudiar algo “más creativo”.

En ese momento, quizá sintiendo la apertura que se le estaba presentado, Bachir le dijo que finalmente el cine le interesaba, “eso me parece perfecto” le dijo su padre. Ese era el empujón que le estaba faltando para que se inscribiera en cine aquí en Montreal. Y hasta el momento, nunca se ha arrepentido de haber tomado esa decisión.

Desde entonces y después de sus estudios comenzó a hacer documentales para la televisión, el teatro y el cine, privilegiando el contacto humano.

Así, Bensaddek, viajero privilegiado desde su infancia debido al trabajo de su padre como diplomático, Bachir reivindica una identidad polícroma, en la que concilia raíces africanas, cultura europea y vida norteamericana.

Es momento de ponernos en los zapatos de otros, y conocer de la lucha emprendida por quienes tienen que abrirse paso en otro lugares, eso nos hará mejores seres humanos.

El canadiense argentino Bachir Bensaddek empezó su carrera con la dirección de videos musicales, cortometrajes y películas bailables, así como la actuación Viajero privilegiado desde niño, reivindica una identidad polícroma, que concilia sus raíces africanas, la cultura europea y su vida cotidiana norteamericana.

Desde el 2001 escribe y dirige documentales para la televisión, el teatro y el cine, que se enfocan en el contacto humano. Las historias que cuenta tratan a menudo de mujeres y del exilio, en contextos tan diferentes como los deportes y las artes, donde ha destacado sobre todo, por mostrar el universo de los migrantes, como lo hace a través de su película “Montreal la blanca”, su primer largometraje.

Como cineasta, las historias que cuenta Bachir hablan a menudo de exiliados y de mujeres. Hay muchas protagonistas en sus documentales y por supuesto hay una en su película, donde da cuenta de historias de gentes que buscan una nueva forma de identidad o de paz en el contexto en el que viven, sobre todo, porque son personas que persiguen un sueño o intentan escaparse de una pesadilla.

De acuerdo con el artista, los argelinos que llegaron en los 90 a Canadá eran gente muy educada, pero tuvieron una caída en la escalera social y fue duro para ellos, porque se sintieron despreciados en el lugar en que se encontraban.

Desde niño en su Argelia natal, Bachir Bensaddek soñaba con ser escritor. El cine en esa época no era una opción para él, pero una vez mientras estudiaba arquitectura se encontró con un profesor que trabajaba sobre el montaje de una película que se mostraba en las escuelas de arquitectura y en el que cada escuela agregaba su contexto. Ese profesor le pidió ayuda y fue así como Bachir comenzó a hacer sus primeros trabajos en el mundo audiovisual.

Al mismo tiempo conoció a Moussa Haddad, un cineasta argelino amigo de una prima, que había trabajado con grandes cineastas como Jean-Luc Godard y Gillo Pontecorbo. Bachir quedó encantado con la forma como este cineasta argelino hablaba de su profesión entre tanto, mientras preparaba su viaje para venir a estudiar en Montreal gracias a una beca, su padre, un diplomático argelino, le preguntó qué iba a estudiar y él le respondió que arquitectura, y fue él quien lo incitó a estudiar algo “más creativo”.

En ese momento, quizá sintiendo la apertura que se le estaba presentado, Bachir le dijo que finalmente el cine le interesaba, “eso me parece perfecto” le dijo su padre. Ese era el empujón que le estaba faltando para que se inscribiera en cine aquí en Montreal. Y hasta el momento, nunca se ha arrepentido de haber tomado esa decisión.

Desde entonces y después de sus estudios comenzó a hacer documentales para la televisión, el teatro y el cine, privilegiando el contacto humano.

Así, Bensaddek, viajero privilegiado desde su infancia debido al trabajo de su padre como diplomático, Bachir reivindica una identidad polícroma, en la que concilia raíces africanas, cultura europea y vida norteamericana.

Es momento de ponernos en los zapatos de otros, y conocer de la lucha emprendida por quienes tienen que abrirse paso en otro lugares, eso nos hará mejores seres humanos.