/ martes 19 de febrero de 2019

“Breve historia del villismo”

En el marco del VI aniversario de la fundación del Museo Nacional “Francisco Villa”, de la Ciudad de Durango, se llevó a cabo la presentación del libro “Breve Historia del Villismo” de la autoría del doctor Pedro Salmerón Sanginés, director general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana (INEHRM) y la presentación de la obra corrió a cargo del suscrito.

En mi participación destaqué que desde una visión amplia, Salmerón analiza los orígenes étnicos y geográficos de los habitantes de la región de aridoamérica, en particular de la Nueva Vizcaya, citando puntualmente su contexto socio–histórico, y la férrea defensa de los territorios por los indios bárbaros o comunidad chichimeca, hasta el siglo XIX con álgidos levantamientos como el pueblo de Tomóchic, en Chihuahua, y años más tarde en Durango, se acrecentaron varios conflictos agrarios, derivados del trabajo poco ético que realizaron las compañías deslindadoras en contubernio con la ambición desmedida de los hacendados durangueños, caso concreto el pueblo de Ocuila, en Cuencamé.

Sumado a ello, la creciente y depredadora actividad empresarial emanada de la manufactura del guayule producido en el Partido de Cuencamé, además de la sobreexplotación de los trabajadores mineros de Velardeña, que derivó en crímenes de estado, lo anterior, solo por citar algunos ejemplos, de la extensa red de complicidades del porfiriato ocurridos en esta entidad federativa.

Debo referir con toda honestidad, que “Breve historia del villismo”, es un texto que removió anejas inquietudes derivadas de algunas entrevistas que realicé en su tiempo cuando escribí la biografía del general villista Tomás Urbina Reyes y del propio Francisco Villa, durante su amnistía en la Hacienda de Canutillo, mismas que resultan algunas coincidencias con el análisis del doctor Salmerón.

Al respecto, la pregunta obligada es: ¿Por qué tanto en Durango como en Chihuahua ponderamos la figura de Pancho Villa? Quizá tenga razón Salmerón al referir en su texto que el mayor de los orgullos y reivindicación es que haber invadido el territorio norteamericano. En mi caso personal, como el de muchos pobladores del norte, es que Pancho Villa aún conserva su esencia de hombre leal, valiente, enamorado, sensible, cruel, sanguinario, asesino. ¡Él era todo!

Al interiorizarnos en las páginas del libro de Salmerón, fui descubriendo un símil de la vida revolucionaria de mi pueblo de Villa Ocampo, la tierra de mi paisana Nellie Campobello, que dicho sea de paso retrata a cabalidad en su libro “Cartucho” un pueblo como todo el norte que se aferró al villismo. Resulta revelador, que a través del texto de Salmerón, se plasme una descripción generalizada pero a la vez pormenorizada del acontecer revolucionario de Durango y en particular de mi tierra, ubicada entre los límites entre Durango y Chihuahua, donde un día el villista José Encarnación “Chon” Córdoba Peña, quien fue un modesto campesino de mi pueblo, arengara desde lo alto del quiosco a sumarse a la revuelta armada del 20 de noviembre de 1910, ese mismo campesino que tomara junto a Tomás Urbina a nombre del Constitucionalismo la Ciudad de Durango el 18 de junio de 1913, ese mismo hombre, concluyó sus días a finales de los sesentas con un modestísimo puesto de auxiliar de tesorería en su natal Villa Ocampo, olvidadas sus hazañas revolucionarias por el simple hecho de no ser protagonista, pasando al catálogo de los olvidados de la Revolución Mexicana.

Hoy gracias a la visión revisionista del doctor Salmerón, no s{olo se reviven hechos y acciones, sino personajes que durante mucho tiempo la historia recreada por el oficialismo los enclaustró o bien los condenó al basurero de la historia.

Encontramos a un Manuel Chao empoderado en Chihuahua, sin embargo, poco se aborda acerca del enorme trabajo que realizó con el pueblo cundo se desempeñó como maestro tanto en la región ballezana de Chihuahua como de Indé al norte de Durango, situación que le favoreció para sumar gente a la causa villista.

Por otra parte, me llama la atención la influencia del magonismo en Durango, en la persona del revolucionario Orestes Pereyra oriundo de El Oro, Dgo.; por largo tiempo imaginé que el coronel villista Pedro Dávila López, había sido una excepción de la regla en Durango, toda vez que promovió incansablemente el magonismo en el norte de Durango, cayendo incluso prisionero por esa causa; pero ya veo que no, puesto que Salmerón redescubre en su libro un Orestes Pereyra, en una de sus facetas poco conocidas en Durango.

En sí, el texto es abundante en personajes poco conocidos o abordados por los historiadores con sus honrosas excepciones.

Mi familia por la línea paterna y materna abandonó todo tras de sí, y se unió a al villismo, sin importarles absolutamente nada, algunos lo hicieron con Manuel Chao, arrastrados por el magisterio de sus enseñanzas, otros con Tomás Urbina, no pocos con el general Petronilo Hernández, y el más representativo lo fue el mi tío abuelo el general Santos Ortiz Ávila, que militó en la Brigada “Morelos” de Tomás Urbina. Fruto de ello, después de la amnistía de Pancho Villa en Canutillo, un buen día el propio Centauro, honrando la memoria de sus fieles seguidores, le dio bajo palabra a mi abuelo un pedazo de tierra entre las Nieves y Villa Ocampo para que la trabajara, lo anterior en gratitud por la que tanto pelearon durante la Revolución, mis abuelos la tomaron y la trabajaron, pero una vez asesinado Villa en Parral, el Estado de filiación obregonista los despojó de las tierras como a muchos campesinos en Canutillo a través del general Ricardo Michel, antiguo correligionario villista, quien se había pasado a las filas de Álvaro Obregón y que dicho sea de paso estuvo inmiscuido en la muerte de su antiguo jefe a través de su suegro Felipe Santisteban, quien conspiró al lado del Dip. Duranguense José Jesús Salas Barraza y quien recibió como premio años más tarde, la gubernatura de Durango, puesto que en su momento desdeñara el propio Francisco Villa.

El villismo, fue una expresión regional con matices multifactoriales, de liderazgos locales. No propiamente de naturaleza homogénea, ya que su proceso radicó en una serie de revoluciones y pugnas internas, protagonizadas por distintas circunstancias sociales, económicas y políticas, incluyendo a sus líderes locales, los cuales eran relevados conforme avanzaba el movimiento armado, lo cual concluyó exitosamente a raíz de la conformación de la División del Norte, sumando tras de sí, cada una de las expresiones regionales del movimiento revolucionario en Chihuahua Coahuila y Durango medularmente.

La historiografía Durangueña está en deuda con el doctor Salmerón, por su contribución al villismo y el propio Salmerón se viene a sumar como un duranguense más a esa causa que nos da identidad ante el mundo.

En el marco del VI aniversario de la fundación del Museo Nacional “Francisco Villa”, de la Ciudad de Durango, se llevó a cabo la presentación del libro “Breve Historia del Villismo” de la autoría del doctor Pedro Salmerón Sanginés, director general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana (INEHRM) y la presentación de la obra corrió a cargo del suscrito.

En mi participación destaqué que desde una visión amplia, Salmerón analiza los orígenes étnicos y geográficos de los habitantes de la región de aridoamérica, en particular de la Nueva Vizcaya, citando puntualmente su contexto socio–histórico, y la férrea defensa de los territorios por los indios bárbaros o comunidad chichimeca, hasta el siglo XIX con álgidos levantamientos como el pueblo de Tomóchic, en Chihuahua, y años más tarde en Durango, se acrecentaron varios conflictos agrarios, derivados del trabajo poco ético que realizaron las compañías deslindadoras en contubernio con la ambición desmedida de los hacendados durangueños, caso concreto el pueblo de Ocuila, en Cuencamé.

Sumado a ello, la creciente y depredadora actividad empresarial emanada de la manufactura del guayule producido en el Partido de Cuencamé, además de la sobreexplotación de los trabajadores mineros de Velardeña, que derivó en crímenes de estado, lo anterior, solo por citar algunos ejemplos, de la extensa red de complicidades del porfiriato ocurridos en esta entidad federativa.

Debo referir con toda honestidad, que “Breve historia del villismo”, es un texto que removió anejas inquietudes derivadas de algunas entrevistas que realicé en su tiempo cuando escribí la biografía del general villista Tomás Urbina Reyes y del propio Francisco Villa, durante su amnistía en la Hacienda de Canutillo, mismas que resultan algunas coincidencias con el análisis del doctor Salmerón.

Al respecto, la pregunta obligada es: ¿Por qué tanto en Durango como en Chihuahua ponderamos la figura de Pancho Villa? Quizá tenga razón Salmerón al referir en su texto que el mayor de los orgullos y reivindicación es que haber invadido el territorio norteamericano. En mi caso personal, como el de muchos pobladores del norte, es que Pancho Villa aún conserva su esencia de hombre leal, valiente, enamorado, sensible, cruel, sanguinario, asesino. ¡Él era todo!

Al interiorizarnos en las páginas del libro de Salmerón, fui descubriendo un símil de la vida revolucionaria de mi pueblo de Villa Ocampo, la tierra de mi paisana Nellie Campobello, que dicho sea de paso retrata a cabalidad en su libro “Cartucho” un pueblo como todo el norte que se aferró al villismo. Resulta revelador, que a través del texto de Salmerón, se plasme una descripción generalizada pero a la vez pormenorizada del acontecer revolucionario de Durango y en particular de mi tierra, ubicada entre los límites entre Durango y Chihuahua, donde un día el villista José Encarnación “Chon” Córdoba Peña, quien fue un modesto campesino de mi pueblo, arengara desde lo alto del quiosco a sumarse a la revuelta armada del 20 de noviembre de 1910, ese mismo campesino que tomara junto a Tomás Urbina a nombre del Constitucionalismo la Ciudad de Durango el 18 de junio de 1913, ese mismo hombre, concluyó sus días a finales de los sesentas con un modestísimo puesto de auxiliar de tesorería en su natal Villa Ocampo, olvidadas sus hazañas revolucionarias por el simple hecho de no ser protagonista, pasando al catálogo de los olvidados de la Revolución Mexicana.

Hoy gracias a la visión revisionista del doctor Salmerón, no s{olo se reviven hechos y acciones, sino personajes que durante mucho tiempo la historia recreada por el oficialismo los enclaustró o bien los condenó al basurero de la historia.

Encontramos a un Manuel Chao empoderado en Chihuahua, sin embargo, poco se aborda acerca del enorme trabajo que realizó con el pueblo cundo se desempeñó como maestro tanto en la región ballezana de Chihuahua como de Indé al norte de Durango, situación que le favoreció para sumar gente a la causa villista.

Por otra parte, me llama la atención la influencia del magonismo en Durango, en la persona del revolucionario Orestes Pereyra oriundo de El Oro, Dgo.; por largo tiempo imaginé que el coronel villista Pedro Dávila López, había sido una excepción de la regla en Durango, toda vez que promovió incansablemente el magonismo en el norte de Durango, cayendo incluso prisionero por esa causa; pero ya veo que no, puesto que Salmerón redescubre en su libro un Orestes Pereyra, en una de sus facetas poco conocidas en Durango.

En sí, el texto es abundante en personajes poco conocidos o abordados por los historiadores con sus honrosas excepciones.

Mi familia por la línea paterna y materna abandonó todo tras de sí, y se unió a al villismo, sin importarles absolutamente nada, algunos lo hicieron con Manuel Chao, arrastrados por el magisterio de sus enseñanzas, otros con Tomás Urbina, no pocos con el general Petronilo Hernández, y el más representativo lo fue el mi tío abuelo el general Santos Ortiz Ávila, que militó en la Brigada “Morelos” de Tomás Urbina. Fruto de ello, después de la amnistía de Pancho Villa en Canutillo, un buen día el propio Centauro, honrando la memoria de sus fieles seguidores, le dio bajo palabra a mi abuelo un pedazo de tierra entre las Nieves y Villa Ocampo para que la trabajara, lo anterior en gratitud por la que tanto pelearon durante la Revolución, mis abuelos la tomaron y la trabajaron, pero una vez asesinado Villa en Parral, el Estado de filiación obregonista los despojó de las tierras como a muchos campesinos en Canutillo a través del general Ricardo Michel, antiguo correligionario villista, quien se había pasado a las filas de Álvaro Obregón y que dicho sea de paso estuvo inmiscuido en la muerte de su antiguo jefe a través de su suegro Felipe Santisteban, quien conspiró al lado del Dip. Duranguense José Jesús Salas Barraza y quien recibió como premio años más tarde, la gubernatura de Durango, puesto que en su momento desdeñara el propio Francisco Villa.

El villismo, fue una expresión regional con matices multifactoriales, de liderazgos locales. No propiamente de naturaleza homogénea, ya que su proceso radicó en una serie de revoluciones y pugnas internas, protagonizadas por distintas circunstancias sociales, económicas y políticas, incluyendo a sus líderes locales, los cuales eran relevados conforme avanzaba el movimiento armado, lo cual concluyó exitosamente a raíz de la conformación de la División del Norte, sumando tras de sí, cada una de las expresiones regionales del movimiento revolucionario en Chihuahua Coahuila y Durango medularmente.

La historiografía Durangueña está en deuda con el doctor Salmerón, por su contribución al villismo y el propio Salmerón se viene a sumar como un duranguense más a esa causa que nos da identidad ante el mundo.