/ miércoles 17 de junio de 2020

Cada quien busca su camino, su destino

La base fundamental de nuestra personalidad es desde luego el espíritu. El espíritu es un ser inmaterial dotado de razón. Es el alma universal; es la excelencia sobrenatural que alienta y fortifica el cuerpo para obrar.

Es quien dirige nuestra vida; sólo que, al encauzarla, como seres humanos que somos, imperfectos, nos equivocamos o tomamos decisiones erróneas. A ello le agregamos que, por mala fe o instintos perversos generalmente engendrados por alguna discordia, causamos maldades, asumimos actitudes negativas, originamos perjuicios; cuando nuestro compromiso moral es hacer el bien, viviendo en solidaridad y buena voluntad, apoyándonos, comprendiéndonos, haciendo más humana y placentera nuestra existencia.

La felicidad está influenciada por la salud tanto física como mental y espiritual. Nuestro modo de ser, carácter, forma de pensar, hablar y hacer, nos abrirá o cerrará las puertas en cualquier obra que emprendamos.

Todos los días, con nuestros actos positivos o negativos, contribuimos a nuestro triunfo o fracaso: nosotros mismos decidimos. No veamos la vida con frivolidad o ligereza porque pagaremos cara nuestra ignorancia y osadía. La vida es algo muy serio, complejo, de difícil tránsito; requiere de mucho estudio, esfuerzo y preparación adecuada para entenderla, descifrarla, interpretarla y desarrollarnos con mayor seguridad.

En la lucha por sobrevivir, la mayoría de las personas servimos de base, de apoyo, andamio, escalera, para que la minoría se encumbre, alcance notoriedad y se beneficie. La generalidad permanecemos sacrificados, en la oscuridad; paradójicamente, sin nosotros no existirían los prominentes. Personas hay que, por su torpeza, mal carácter, modo de ser escatimoso e irritables, no distinguen ni se acercan al árbol que puede darles fruto, sombra y protección. En la vida todo tiene un precio.

La felicidad es una línea ininterrumpida de acciones y actitudes del ser humano, en observancia fiel de principios y valores morales en la vida, así como de sus manifestaciones en el amor, la alegría, serenidad, música, canto, rectitud en el pensar y en el actuar; reconocimiento de un orden así como fuerza superior en el gobierna del universo.

La ignorancia es un telón que oculta el imponente escenario de la vida. El conocimiento permite descorrerlo y poder así gozar del espectáculo, en la medida que nuestro saber se desarrolle e incremente. No nos aferremos demasiado en acumular bienes materiales; de poco o nada nos servirán a la hora que tengamos que partir al infinito. No podremos cosechar sin antes sembrar. Si sembramos nuestra cosecha en la vida con calidad, habrá mayor armonía, equilibrio con nuestro destino.

Cuando no media la inteligencia, la coordinación y la concordancia entre el pensamiento y la palabra, se cae en el absurdo, en el ridículo. Es preciso que nuestros espíritus se encuentren en sana concordancia, cordialidad; pues no olvidemos que un espíritu humano cuenta con tres grandes enemigos influyentes: el narcisismo, el victimismo y el pesimismo. Cuántas y cuántas veces nos llega a invadir la vanidad y la hipocresía, nos sentimos superiores a los demás, nos creemos mucho y hasta vemos con humillación, con desprecio a compañeros y amigos; sin duda nos ha enajenado la simulación y nos convertimos en narcisistas.

Sucede igualmente que determinadas personas, ya por hábito, no dejan de sentirse víctimas en todo, en su manera simulada de vivir, aprovechándose del maquillaje de la apariencia, a fin de que se les tenga compasión y, servirse de esta ocasionada lástima para que la beneficien. Ser pesimista es una desgracia, es vivir sin esperanzas, ver todo menos y, tal padecimiento afecta sobremanera el vivir de una persona. El resentimiento también menoscaba mucho nuestra personalidad, es como tomarse un veneno y esperar que le haga daño a otra persona.

El conocimiento, que ayuda a escapar de la oprobiosa esclavitud de la pobreza e ignorancia, hay que inquirirlo todos los días, permanentemente, por medio del estudio, la investigación, la fuerza de voluntad y el deseo insaciable de aprender. Todo lo que se aparta de la moral, la verdad y la razón es malo.

Tengamos mucho cuidado con la manera de ser, positiva o negativa, la forma de pensar y de actuar. Son factores que influyen decisivamente, impulsando o frenando nuestro desarrollo personal, económico y político. Todos los días hay que tirar la basura física, mental y espiritual o, de lo contrario acabaremos pudriéndonos en ella.

En las crisis sociales, políticas, económicas, sí surgen personas de calidad; las circunstancias hacen emerger, surgir a los extraordinarios, a los líderes y, mejorar la situación. De lo contrario surgen los mediocres y empeoran todo. A los tontos, incultos, mal preparados les va mal en la vida. Si no queremos vernos en esa triste y deplorable realidad, despertemos y cultivemos nuestra mente, estudiemos y asimilemos todo lo que contribuya a evolucionar.

Propiamente la felicidad se disfruta mayormente en la infancia, niñez, adolescencia y la juventud, porque en estas fases de la vida, por lo general, no se tiene el gran peso de las obligaciones del hogar. Además, el deseable recuerdo de los años mozos, aunque hayan sido con plena humildad, sirven de estímulo y entusiasmo para las siguientes épocas. Ayudará mucho el evitar todo contacto con gente de alma sucia; así nacieron y nada ni nadie los hará cambiar; nos contagiarán y degradarán.

No nos engañemos: nada de lo que poseemos materialmente nos pertenece, ni siquiera nuestras vidas; todo es ajeno, efímero, temporal, pasajero. No nos empeñemos en acumular bienes y menos atropellando a los demás. Cuando llegue la hora final, partamos sin rencores, amarguras, conscientes de que como humanos cometimos errores y pedimos clemencia. Que tratamos de cumplir con nuestro deber trabajando en favor de la vida y esperamos misericordia.

La base fundamental de nuestra personalidad es desde luego el espíritu. El espíritu es un ser inmaterial dotado de razón. Es el alma universal; es la excelencia sobrenatural que alienta y fortifica el cuerpo para obrar.

Es quien dirige nuestra vida; sólo que, al encauzarla, como seres humanos que somos, imperfectos, nos equivocamos o tomamos decisiones erróneas. A ello le agregamos que, por mala fe o instintos perversos generalmente engendrados por alguna discordia, causamos maldades, asumimos actitudes negativas, originamos perjuicios; cuando nuestro compromiso moral es hacer el bien, viviendo en solidaridad y buena voluntad, apoyándonos, comprendiéndonos, haciendo más humana y placentera nuestra existencia.

La felicidad está influenciada por la salud tanto física como mental y espiritual. Nuestro modo de ser, carácter, forma de pensar, hablar y hacer, nos abrirá o cerrará las puertas en cualquier obra que emprendamos.

Todos los días, con nuestros actos positivos o negativos, contribuimos a nuestro triunfo o fracaso: nosotros mismos decidimos. No veamos la vida con frivolidad o ligereza porque pagaremos cara nuestra ignorancia y osadía. La vida es algo muy serio, complejo, de difícil tránsito; requiere de mucho estudio, esfuerzo y preparación adecuada para entenderla, descifrarla, interpretarla y desarrollarnos con mayor seguridad.

En la lucha por sobrevivir, la mayoría de las personas servimos de base, de apoyo, andamio, escalera, para que la minoría se encumbre, alcance notoriedad y se beneficie. La generalidad permanecemos sacrificados, en la oscuridad; paradójicamente, sin nosotros no existirían los prominentes. Personas hay que, por su torpeza, mal carácter, modo de ser escatimoso e irritables, no distinguen ni se acercan al árbol que puede darles fruto, sombra y protección. En la vida todo tiene un precio.

La felicidad es una línea ininterrumpida de acciones y actitudes del ser humano, en observancia fiel de principios y valores morales en la vida, así como de sus manifestaciones en el amor, la alegría, serenidad, música, canto, rectitud en el pensar y en el actuar; reconocimiento de un orden así como fuerza superior en el gobierna del universo.

La ignorancia es un telón que oculta el imponente escenario de la vida. El conocimiento permite descorrerlo y poder así gozar del espectáculo, en la medida que nuestro saber se desarrolle e incremente. No nos aferremos demasiado en acumular bienes materiales; de poco o nada nos servirán a la hora que tengamos que partir al infinito. No podremos cosechar sin antes sembrar. Si sembramos nuestra cosecha en la vida con calidad, habrá mayor armonía, equilibrio con nuestro destino.

Cuando no media la inteligencia, la coordinación y la concordancia entre el pensamiento y la palabra, se cae en el absurdo, en el ridículo. Es preciso que nuestros espíritus se encuentren en sana concordancia, cordialidad; pues no olvidemos que un espíritu humano cuenta con tres grandes enemigos influyentes: el narcisismo, el victimismo y el pesimismo. Cuántas y cuántas veces nos llega a invadir la vanidad y la hipocresía, nos sentimos superiores a los demás, nos creemos mucho y hasta vemos con humillación, con desprecio a compañeros y amigos; sin duda nos ha enajenado la simulación y nos convertimos en narcisistas.

Sucede igualmente que determinadas personas, ya por hábito, no dejan de sentirse víctimas en todo, en su manera simulada de vivir, aprovechándose del maquillaje de la apariencia, a fin de que se les tenga compasión y, servirse de esta ocasionada lástima para que la beneficien. Ser pesimista es una desgracia, es vivir sin esperanzas, ver todo menos y, tal padecimiento afecta sobremanera el vivir de una persona. El resentimiento también menoscaba mucho nuestra personalidad, es como tomarse un veneno y esperar que le haga daño a otra persona.

El conocimiento, que ayuda a escapar de la oprobiosa esclavitud de la pobreza e ignorancia, hay que inquirirlo todos los días, permanentemente, por medio del estudio, la investigación, la fuerza de voluntad y el deseo insaciable de aprender. Todo lo que se aparta de la moral, la verdad y la razón es malo.

Tengamos mucho cuidado con la manera de ser, positiva o negativa, la forma de pensar y de actuar. Son factores que influyen decisivamente, impulsando o frenando nuestro desarrollo personal, económico y político. Todos los días hay que tirar la basura física, mental y espiritual o, de lo contrario acabaremos pudriéndonos en ella.

En las crisis sociales, políticas, económicas, sí surgen personas de calidad; las circunstancias hacen emerger, surgir a los extraordinarios, a los líderes y, mejorar la situación. De lo contrario surgen los mediocres y empeoran todo. A los tontos, incultos, mal preparados les va mal en la vida. Si no queremos vernos en esa triste y deplorable realidad, despertemos y cultivemos nuestra mente, estudiemos y asimilemos todo lo que contribuya a evolucionar.

Propiamente la felicidad se disfruta mayormente en la infancia, niñez, adolescencia y la juventud, porque en estas fases de la vida, por lo general, no se tiene el gran peso de las obligaciones del hogar. Además, el deseable recuerdo de los años mozos, aunque hayan sido con plena humildad, sirven de estímulo y entusiasmo para las siguientes épocas. Ayudará mucho el evitar todo contacto con gente de alma sucia; así nacieron y nada ni nadie los hará cambiar; nos contagiarán y degradarán.

No nos engañemos: nada de lo que poseemos materialmente nos pertenece, ni siquiera nuestras vidas; todo es ajeno, efímero, temporal, pasajero. No nos empeñemos en acumular bienes y menos atropellando a los demás. Cuando llegue la hora final, partamos sin rencores, amarguras, conscientes de que como humanos cometimos errores y pedimos clemencia. Que tratamos de cumplir con nuestro deber trabajando en favor de la vida y esperamos misericordia.