/ jueves 17 de diciembre de 2020

Celebremos la Navidad

Al celebrar la Navidad, nace también para los hombres de nuestro tiempo un niño que trae la salvación al mundo, llevando alegría y paz a todos. Jesús no se ha limitado a encarnarse, sino que viene al mundo para compartir nuestra vida, para acoger nuestros deseos, porque sigue queriendo, vivir aquí, junto a nosotros y por nosotros.

Esta es una fiesta que irradia siempre alegría en nuestro corazón, a pesar de las épocas difíciles como la que vivimos y ahora nos trae un rayo de esperanza, para mitigar nuestra angustia que brota en lo hondo de nuestra alma. Para ello, solo basta que lo busquemos, que nos dejemos guiar por la luz de la estrella, como los pastores de Belén.

Muchos de nosotros hemos perdido a seres queridos o tal vez estemos rodeados de personas que tratan de destruir nuestra esperanza, algunos estaremos afligidos por enfermedades y por la pobreza; otros quizás enfrenten contención en su familia o no tengan ningún familiar, aun así, podemos hacer frente a la angustia y a la incertidumbre, porque cuando llega esta época el optimismo y la esperanza, la generosidad y la paz, se apoderan de todos nosotros e inundan nuestros corazones.

El espíritu navideño nos hace sentirnos más cercanos a los demás y recuperar ese sentido afectuoso que dejamos a un lado el resto del año, es momento de compartir con los demás. Esta época del año es mágica, el espíritu de dar, expresar amor y gratitud y una celebración de la vida ayudan a hacer de la temporada algo muy especial, y ahora, es en el seno del hogar donde se conjuntarán nuestros deseos y de toda la familia a través del teléfono o del internet.

La razón más importante por la que damos y recibimos regalos en esta temporada es para simbolizar los regalos que los 'tres hombres sabios', los Reyes Magos de Oriente dieron a Jesús: Oro, incienso y mirra.

La Navidad, aparte de todas las luces, de los regalos y de las comidas, es el momento del año que nos invita a renovar nuestros sentimientos y nuestras emociones. Pero, además, hace renacer en el seno familiar y entre los amigos la unión, con actitudes de generosidad, de amor, y de paz. Vivir la Navidad es hacer una reflexión sobre en qué podemos mejorar como personas, como padres e hijos, como compañeros o vecinos, sobre todo, como seres humanos que somos.

Es tiempo de celebrar y no para el desánimo, así como lo hemos hecho en otras ocasiones, podemos salir adelante con la fuerza y la participación de todos y reemprender el camino aún con mayor dinamismo. Tenemos sobradas razones para creer en nosotros mismos, para sentirnos satisfechos de lo que somos, de nuestros esfuerzos, de muchas realizaciones y nuevos éxitos.

Disfrutemos de esta celebración en el seno de nuestro hogar, en definitiva, son muchos los motivos para sentirnos orgullosos de nosotros mismos, para alimentar la confianza y esperanza en el futuro, de lo que hemos hecho y de lo que nos falta por hacer.

Al celebrar la Navidad, nace también para los hombres de nuestro tiempo un niño que trae la salvación al mundo, llevando alegría y paz a todos. Jesús no se ha limitado a encarnarse, sino que viene al mundo para compartir nuestra vida, para acoger nuestros deseos, porque sigue queriendo, vivir aquí, junto a nosotros y por nosotros.

Esta es una fiesta que irradia siempre alegría en nuestro corazón, a pesar de las épocas difíciles como la que vivimos y ahora nos trae un rayo de esperanza, para mitigar nuestra angustia que brota en lo hondo de nuestra alma. Para ello, solo basta que lo busquemos, que nos dejemos guiar por la luz de la estrella, como los pastores de Belén.

Muchos de nosotros hemos perdido a seres queridos o tal vez estemos rodeados de personas que tratan de destruir nuestra esperanza, algunos estaremos afligidos por enfermedades y por la pobreza; otros quizás enfrenten contención en su familia o no tengan ningún familiar, aun así, podemos hacer frente a la angustia y a la incertidumbre, porque cuando llega esta época el optimismo y la esperanza, la generosidad y la paz, se apoderan de todos nosotros e inundan nuestros corazones.

El espíritu navideño nos hace sentirnos más cercanos a los demás y recuperar ese sentido afectuoso que dejamos a un lado el resto del año, es momento de compartir con los demás. Esta época del año es mágica, el espíritu de dar, expresar amor y gratitud y una celebración de la vida ayudan a hacer de la temporada algo muy especial, y ahora, es en el seno del hogar donde se conjuntarán nuestros deseos y de toda la familia a través del teléfono o del internet.

La razón más importante por la que damos y recibimos regalos en esta temporada es para simbolizar los regalos que los 'tres hombres sabios', los Reyes Magos de Oriente dieron a Jesús: Oro, incienso y mirra.

La Navidad, aparte de todas las luces, de los regalos y de las comidas, es el momento del año que nos invita a renovar nuestros sentimientos y nuestras emociones. Pero, además, hace renacer en el seno familiar y entre los amigos la unión, con actitudes de generosidad, de amor, y de paz. Vivir la Navidad es hacer una reflexión sobre en qué podemos mejorar como personas, como padres e hijos, como compañeros o vecinos, sobre todo, como seres humanos que somos.

Es tiempo de celebrar y no para el desánimo, así como lo hemos hecho en otras ocasiones, podemos salir adelante con la fuerza y la participación de todos y reemprender el camino aún con mayor dinamismo. Tenemos sobradas razones para creer en nosotros mismos, para sentirnos satisfechos de lo que somos, de nuestros esfuerzos, de muchas realizaciones y nuevos éxitos.

Disfrutemos de esta celebración en el seno de nuestro hogar, en definitiva, son muchos los motivos para sentirnos orgullosos de nosotros mismos, para alimentar la confianza y esperanza en el futuro, de lo que hemos hecho y de lo que nos falta por hacer.