/ jueves 12 de noviembre de 2020

China altera geopolítica de divisas

La geopolítica trata de la rivalidad internacional entre grandes potencias, mediante la lucha por el dominio entre Estados territorialmente definidos y hoy, puede decirse prácticamente lo mismo de las monedas, que en los últimos años se han vuelto cada vez más competitivas a escala mundial.

Ahora tenemos gobiernos nacionales, compitiendo incesantemente entre ellos para configurar y gestionar la demanda de sus monedas respectivas, y puesto que la mayoría de los Estados ya no son capaces de ejercer un control supremo sobre la circulación y el uso del dinero dentro de sus propias fronteras, deben hacer lo que puedan por preservar o impulsar su cuota de mercado.

En la actualidad, una moneda está claramente muy por encima del resto: el dólar estadounidense, que es la única verdadera moneda global y se emplea para todos los usos habituales del dinero como medio de cambio, unidad contable, depósito de valor en prácticamente todos los rincones del mundo.

De esta manera, se ha presentado la tensión entre las monedas de Estados Unidos y China, el dólar y el yuen. Y como dijo el líder revolucionario de China, Mao Tse Tung, al hablar de las tácticas de guerra de guerrillas en la década de 1930, “cuando el enemigo avanza, nos replegamos”, y este año, parece cada vez más claro que a medida que avanza la Reserva Federal, el Banco Popular de China se retira.

El Banco de China flexibilizó la política monetaria de manera decisiva cuando a principios de año la economía cayó por primera vez bajo el peso de los confinamientos a consecuencia de la pandemia provocada por el Covid-19, las tasas de mercado cayeron bruscamente y el crecimiento del crédito se aceleró.

Para mayo, las tasas de mercado ya empezaban a repuntar, con el rendimiento de los bonos soberanos a 10 años que subieron cerca de los niveles previos a la enfermedad. Esto reflejaba el comportamiento de los funcionarios, que expresaban su incomodidad con la política monetaria laxa.

En el foro anual de política de Lujiazui en Shanghái en junio, Guo Shuqing, el funcionario monetario de mayor nivel de China, descartó inequívocamente cualquier posibilidad de que el Banco Central pudiera recurrir a las herramientas desplegadas por algunos de sus homólogos occidentales: tasas de interés negativas, monetización de déficit presupuestario o una gran expansión del balance del banco central. Los políticos chinos evitan lo que Pekín llama estímulo de “irrigación por inundación”.

La flexibilización monetaria de la primavera permitió que floreciera el financiamiento paralelo con préstamos que se hacen fuera del sistema bancario, y por primera vez desde 2018, hubo un crecimiento de los productos de préstamos de alto riesgo que ponen nerviosos a los reguladores chinos, como préstamos fiduciarios, préstamos de terceros y aceptaciones bancarias.

Por lo tanto, la política monetaria más estricta desde entonces puede verse en gran medida como un esfuerzo para restringir este tipo de actividad, particularmente en vista de la ansiedad creada por el mercado de valores en auge.

A esto hay que considerar el deterioro de la relación entre Estados Unidos y China, ya que el entorno global políticamente hostil en el que se encuentra hace del conservadurismo monetario una necesidad estratégica, sobre todo, porque el país oriental carece de una moneda global y es un posible blanco de sanciones financieras.

Con esto en mente, Pekín tiene un fuerte incentivo para mantener grandes reservas económicas, como lo ha hecho Rusia, que sus reservas de divisas ahora representan 35% del Producto Interno Bruto (PIB).

Para China, las vulnerabilidades estratégicas crecerían rápidamente si sufriera una fuga de capitales o empezara a tener un déficit de cuenta corriente y cualquiera de los resultados puede hacer que la economía dependa del endeudamiento externo y requerir que el Banco Central reduzca sus reservas de divisas.

En los primeros meses de 2020, parecía que este tipo de vulnerabilidad se estaba mostrando, el saldo de la cuenta corriente de China se volvió negativo en el primer trimestre, solo por cuarta vez desde 2001.

Así, a primera vista, el estado de la economía global hace que parezca extraño que en estos días cualquier banco central se pueda caracterizar como de línea dura, sin embargo, esta no es una mala descripción para el Banco Popular de China, que cuenta con un panorama más grande, la política de la geopolítica monetaria.

El endurecimiento de la política monetaria en los últimos meses puede entenderse como una forma de apuntalar la estabilidad financiera y reforzar las defensas de China, las tasas de interés más altas dan a las empresas y hogares del país de oriente menos razones para considerar abandonar el yuan. Si la política monetaria extremadamente flexible en la Fed crea el riesgo de que EU esté degradando su moneda, y lo pueda conducir a malos resultados para la economía.

La geopolítica trata de la rivalidad internacional entre grandes potencias, mediante la lucha por el dominio entre Estados territorialmente definidos y hoy, puede decirse prácticamente lo mismo de las monedas, que en los últimos años se han vuelto cada vez más competitivas a escala mundial.

Ahora tenemos gobiernos nacionales, compitiendo incesantemente entre ellos para configurar y gestionar la demanda de sus monedas respectivas, y puesto que la mayoría de los Estados ya no son capaces de ejercer un control supremo sobre la circulación y el uso del dinero dentro de sus propias fronteras, deben hacer lo que puedan por preservar o impulsar su cuota de mercado.

En la actualidad, una moneda está claramente muy por encima del resto: el dólar estadounidense, que es la única verdadera moneda global y se emplea para todos los usos habituales del dinero como medio de cambio, unidad contable, depósito de valor en prácticamente todos los rincones del mundo.

De esta manera, se ha presentado la tensión entre las monedas de Estados Unidos y China, el dólar y el yuen. Y como dijo el líder revolucionario de China, Mao Tse Tung, al hablar de las tácticas de guerra de guerrillas en la década de 1930, “cuando el enemigo avanza, nos replegamos”, y este año, parece cada vez más claro que a medida que avanza la Reserva Federal, el Banco Popular de China se retira.

El Banco de China flexibilizó la política monetaria de manera decisiva cuando a principios de año la economía cayó por primera vez bajo el peso de los confinamientos a consecuencia de la pandemia provocada por el Covid-19, las tasas de mercado cayeron bruscamente y el crecimiento del crédito se aceleró.

Para mayo, las tasas de mercado ya empezaban a repuntar, con el rendimiento de los bonos soberanos a 10 años que subieron cerca de los niveles previos a la enfermedad. Esto reflejaba el comportamiento de los funcionarios, que expresaban su incomodidad con la política monetaria laxa.

En el foro anual de política de Lujiazui en Shanghái en junio, Guo Shuqing, el funcionario monetario de mayor nivel de China, descartó inequívocamente cualquier posibilidad de que el Banco Central pudiera recurrir a las herramientas desplegadas por algunos de sus homólogos occidentales: tasas de interés negativas, monetización de déficit presupuestario o una gran expansión del balance del banco central. Los políticos chinos evitan lo que Pekín llama estímulo de “irrigación por inundación”.

La flexibilización monetaria de la primavera permitió que floreciera el financiamiento paralelo con préstamos que se hacen fuera del sistema bancario, y por primera vez desde 2018, hubo un crecimiento de los productos de préstamos de alto riesgo que ponen nerviosos a los reguladores chinos, como préstamos fiduciarios, préstamos de terceros y aceptaciones bancarias.

Por lo tanto, la política monetaria más estricta desde entonces puede verse en gran medida como un esfuerzo para restringir este tipo de actividad, particularmente en vista de la ansiedad creada por el mercado de valores en auge.

A esto hay que considerar el deterioro de la relación entre Estados Unidos y China, ya que el entorno global políticamente hostil en el que se encuentra hace del conservadurismo monetario una necesidad estratégica, sobre todo, porque el país oriental carece de una moneda global y es un posible blanco de sanciones financieras.

Con esto en mente, Pekín tiene un fuerte incentivo para mantener grandes reservas económicas, como lo ha hecho Rusia, que sus reservas de divisas ahora representan 35% del Producto Interno Bruto (PIB).

Para China, las vulnerabilidades estratégicas crecerían rápidamente si sufriera una fuga de capitales o empezara a tener un déficit de cuenta corriente y cualquiera de los resultados puede hacer que la economía dependa del endeudamiento externo y requerir que el Banco Central reduzca sus reservas de divisas.

En los primeros meses de 2020, parecía que este tipo de vulnerabilidad se estaba mostrando, el saldo de la cuenta corriente de China se volvió negativo en el primer trimestre, solo por cuarta vez desde 2001.

Así, a primera vista, el estado de la economía global hace que parezca extraño que en estos días cualquier banco central se pueda caracterizar como de línea dura, sin embargo, esta no es una mala descripción para el Banco Popular de China, que cuenta con un panorama más grande, la política de la geopolítica monetaria.

El endurecimiento de la política monetaria en los últimos meses puede entenderse como una forma de apuntalar la estabilidad financiera y reforzar las defensas de China, las tasas de interés más altas dan a las empresas y hogares del país de oriente menos razones para considerar abandonar el yuan. Si la política monetaria extremadamente flexible en la Fed crea el riesgo de que EU esté degradando su moneda, y lo pueda conducir a malos resultados para la economía.