/ domingo 10 de marzo de 2019

Cien días de AMLO

“Si dejas que pase el tiempo sin hacer nada, pronto te darás cuenta de que sólo vas a vivir una única vez”.- Anónimo

100 días de mandato se dicen de una manera fácil pero es mucho más complicado para un presidente que, en los hechos, empezó a gobernar desde que impuso agenda al conseguir una contundente victoria en la jornada comicial para renovar la primera magistratura.

Andrés Manuel López Obrador está por llegar a esta simbólica marca en la que destaca, ante todo, la impresionante aprobación de la que goza a pesar de que ha tomado medidas impopulares para algunos sectores, como la cancelación del nuevo aeropuerto, el combate frontal al huachicoleo o el tren maya.

Las casas encuestadoras y los estudios demoscópicos pueden variar, pero van desde el 60 hasta el 86% de popularidad, lo cual llama poderosamente la atención en cualquier democracia seria, objetiva y congruente que se precie de serlo, más aún si se tiene en cuenta que en 2006 y 2012 AMLO era un personaje sumamente polarizante.

Podemos entrar al terreno de la especulación para intentar encontrar las maneras que el presidente ha tenido para vencer y convencer, pero lo cierto es que sus promesas de campaña, algunas de las cuales se han empezado a materializar en el terreno de la realidad social, han resultado sumamente atractivas para una población que en lo general está harta de la corrupción y de todo lo que representa.

La austeridad republicana como nuevo principio de la vida pública en México y de la llamada cuarta transformación ha generado réditos de gobernabilidad, los cuales se reflejan precisamente en el espacio de actuación amplio del cual goza.

Supresión de pensiones a sus antecesores y la posibilidad de enjuiciarlos, eliminación de seguros de gastos médicos mayores a la alta burocracia, reducción de sueldos a funcionarios, desaparición del Estado Mayor Presidencial, viajar en aviones comerciales y vender el presidencial, mudar la residencia oficial de Los Pinos a Palacio Nacional, entre otras, sin duda alguna han generado entusiasmo en la mayoría de la gente, lo cual ha traído consigo una prolongación de la luna de miel post-electoral, ya con varios meses a cuestas, lo cual también es mucho decir, teniendo en consideración que el electorado es proclive a dar poco margen de maniobra a los gobernantes. Es un electorado impaciente.

El estilo personal de gobernar -Daniel Cosío Villegas dixit- de López Obrador destaca incluso por sus ya famosas conferencias de prensa matutinas, en las que explica a la opinión pública las decisiones que toma. Esta cuestión, que igualmente para algunos críticos no propicia condiciones adecuadas para la transparencia o la rendición de cuentas, en realidad ha impreso un sello propio a la comunicación política de la Presidencia de la República, lo que jamás se había visto.

Puede gustar o no, pero si el presidente López Obrador da la cara todos los días hábiles ante los medios de comunicación, debate, argumenta y marca el itinerario del día, esto es digno de encomio. Es una forma de interactuar con la ciudadanía muy diferente a lo que otros mandatarios llevaron a cabo en el pasado, con todo lo que ello implica.

Un gran reto para lo que viene es el aspecto económico. Los vaticinios en esta vertiente no son muy halagüeños, sobre todo por lo que hace al crecimiento que se espera, pero aún así el presidente y su equipo insisten en que habrá mejoras sustanciales.

Al igual que la economía, la seguridad pública es otras de las preocupaciones persistentes de los mexicanos, por lo que habrá que estar muy al pendiente de la operación y el funcionamiento práctico de la polémica Guardia Nacional, cuyo decreto de reforma constitucional está por promulgarse en estos días, dado que ya se tiene el voto de por lo menos diecisiete entidades federativas, consiguiendo así la mayoría que exige el artículo 135 de la Carta Magna para que el procedimiento como tal continúe su marcha. Es necesario estar atentos a lo que diga la legislación secundaria sobre los mandos de este nuevo cuerpo, pues la exigencia es que sean civiles.

AMLO encabeza un gobierno de izquierda que ya ha visto una impronta de esta ala ideológica con la batería de programas sociales que adelantó desde la campaña electoral, pero ahora será necesario reivindicar otras demandas del progresismo, algunas de las cuales no gozan de una estimación tan amplia entre la sociedad en general, mucho menos entre los sectores conservadores.

En definitiva, estos primeros cien días han servido de expectativa y de espera sobre lo que puede venir, pero ciertamente López Obrador va bien y así lo percibe la opinión pública. Sus colaboradores más cercanos tienen el deber mayúsculo de replicar la política que pretende implementar el jefe del Estado mexicano, pues cualquier error de cálculo puede empezar a erosionar la aceptación que tiene en estos momentos.

“Si dejas que pase el tiempo sin hacer nada, pronto te darás cuenta de que sólo vas a vivir una única vez”.- Anónimo

100 días de mandato se dicen de una manera fácil pero es mucho más complicado para un presidente que, en los hechos, empezó a gobernar desde que impuso agenda al conseguir una contundente victoria en la jornada comicial para renovar la primera magistratura.

Andrés Manuel López Obrador está por llegar a esta simbólica marca en la que destaca, ante todo, la impresionante aprobación de la que goza a pesar de que ha tomado medidas impopulares para algunos sectores, como la cancelación del nuevo aeropuerto, el combate frontal al huachicoleo o el tren maya.

Las casas encuestadoras y los estudios demoscópicos pueden variar, pero van desde el 60 hasta el 86% de popularidad, lo cual llama poderosamente la atención en cualquier democracia seria, objetiva y congruente que se precie de serlo, más aún si se tiene en cuenta que en 2006 y 2012 AMLO era un personaje sumamente polarizante.

Podemos entrar al terreno de la especulación para intentar encontrar las maneras que el presidente ha tenido para vencer y convencer, pero lo cierto es que sus promesas de campaña, algunas de las cuales se han empezado a materializar en el terreno de la realidad social, han resultado sumamente atractivas para una población que en lo general está harta de la corrupción y de todo lo que representa.

La austeridad republicana como nuevo principio de la vida pública en México y de la llamada cuarta transformación ha generado réditos de gobernabilidad, los cuales se reflejan precisamente en el espacio de actuación amplio del cual goza.

Supresión de pensiones a sus antecesores y la posibilidad de enjuiciarlos, eliminación de seguros de gastos médicos mayores a la alta burocracia, reducción de sueldos a funcionarios, desaparición del Estado Mayor Presidencial, viajar en aviones comerciales y vender el presidencial, mudar la residencia oficial de Los Pinos a Palacio Nacional, entre otras, sin duda alguna han generado entusiasmo en la mayoría de la gente, lo cual ha traído consigo una prolongación de la luna de miel post-electoral, ya con varios meses a cuestas, lo cual también es mucho decir, teniendo en consideración que el electorado es proclive a dar poco margen de maniobra a los gobernantes. Es un electorado impaciente.

El estilo personal de gobernar -Daniel Cosío Villegas dixit- de López Obrador destaca incluso por sus ya famosas conferencias de prensa matutinas, en las que explica a la opinión pública las decisiones que toma. Esta cuestión, que igualmente para algunos críticos no propicia condiciones adecuadas para la transparencia o la rendición de cuentas, en realidad ha impreso un sello propio a la comunicación política de la Presidencia de la República, lo que jamás se había visto.

Puede gustar o no, pero si el presidente López Obrador da la cara todos los días hábiles ante los medios de comunicación, debate, argumenta y marca el itinerario del día, esto es digno de encomio. Es una forma de interactuar con la ciudadanía muy diferente a lo que otros mandatarios llevaron a cabo en el pasado, con todo lo que ello implica.

Un gran reto para lo que viene es el aspecto económico. Los vaticinios en esta vertiente no son muy halagüeños, sobre todo por lo que hace al crecimiento que se espera, pero aún así el presidente y su equipo insisten en que habrá mejoras sustanciales.

Al igual que la economía, la seguridad pública es otras de las preocupaciones persistentes de los mexicanos, por lo que habrá que estar muy al pendiente de la operación y el funcionamiento práctico de la polémica Guardia Nacional, cuyo decreto de reforma constitucional está por promulgarse en estos días, dado que ya se tiene el voto de por lo menos diecisiete entidades federativas, consiguiendo así la mayoría que exige el artículo 135 de la Carta Magna para que el procedimiento como tal continúe su marcha. Es necesario estar atentos a lo que diga la legislación secundaria sobre los mandos de este nuevo cuerpo, pues la exigencia es que sean civiles.

AMLO encabeza un gobierno de izquierda que ya ha visto una impronta de esta ala ideológica con la batería de programas sociales que adelantó desde la campaña electoral, pero ahora será necesario reivindicar otras demandas del progresismo, algunas de las cuales no gozan de una estimación tan amplia entre la sociedad en general, mucho menos entre los sectores conservadores.

En definitiva, estos primeros cien días han servido de expectativa y de espera sobre lo que puede venir, pero ciertamente López Obrador va bien y así lo percibe la opinión pública. Sus colaboradores más cercanos tienen el deber mayúsculo de replicar la política que pretende implementar el jefe del Estado mexicano, pues cualquier error de cálculo puede empezar a erosionar la aceptación que tiene en estos momentos.