/ viernes 15 de marzo de 2019

Cien días y más

Una vez que se han cumplido los primeros 100 días de la gestión pública formal desde la responsabilidad principal del Ejecutivo federal, (el ejercicio real del poder desde esa posición, empezó realmente desde el pasado día primero de julio), resulta conveniente para la opinión ciudadana efectuar una pequeña reflexión.

Con base en los elementos de juicio y los acontecimientos conocidos, acerca del rumbo y del destino que se ofrece,-previsiblemente-, para el futuro político del país y para la convivencia orgánica de nuestra sociedad, en el contexto ideológico y programático de lo que se ha llamado, en términos generales, la “Cuarta Transformación Histórica de la República”, denominación con la que pretende caracterizar y definir la etapa política actual, dominada y regida, en lo básico, por una tendencia de “izquierda” constitucional.

Considerando que, en todo caso, la “Cuarta Transformación”, es sin lugar a dudas un proceso histórico y político racional y lógico, y no un golpe de suerte o un accidente casual y fortuito de una eventual lotería del poder, tal proceso tiene que ser llevado a término mediante una sucesión de etapas y bajo los lineamientos de una estrategia de movimientos que deben ser administrados por un orden de prioridades tácticas, que han de ser determinadas por las circunstancias y por la realidad política de los sucesivos momentos que se consideren como necesarios, adecuados y eficaces, para el desenvolvimiento de la acción y del discurso políticos, en ejecución y en marcha, en el instante y la oportunidad precisos.

Así, la primera fase de este movimiento pretendidamente transformador, debe ser la afirmación y la consolidación de la Figura Presidencial y el aprovechamiento táctico de la gran base de apoyo social con la que el indiscutido líder de la nueva dinámica electoral, llegó su arrollador triunfo en las urnas.

Se trata de afianzar el gran cimiento de legitimidad en que descansa la primera magistratura del país y extender el gran triunfo moral y político de AMLO a la calidad de un líder auténtico en la conducción de un movimiento transformador real e históricamente viable, que a través de un nuevo partido político, domine primero, la estructura administrativa de los poderes públicos, y enfrente después, con un positivo poder popular, y con posibilidades ciertas de éxito, a los diferentes poderes fácticos y a las agencias privadas y sociales de resistencia, (partidos políticos de oposición, frentes de interés privados, organizaciones sociales de gestión sectorial, sindicatos, medios de difusión, instituciones financieras, organismos internacionales, grupos de presión, etc.), a modo de una moderna reproducción del Movimiento Cardenista de sus mejores épocas.

La hegemonía política de la Figura Presidencial ha comenzado por conferir al Ejecutivo federal la primacía sobre los controles presupuestales, y por cancelar desde ese activo nervio de la gestión oficial -los recursos públicos- una buena parte de la capacidad de maniobra (y de la corrupción, en varios de los casos) de los gobernadores de los estados.

Organiza la composición de un movimiento obrero nuevo, para proveerse de recursos de defensa contra los intereses del gran capital a futuro. Prepara la eficacia electoral de MORENA, con vistas a las próximas elecciones federales intermedias, alentando la organización de este partido con métodos corporativos y clientelares a la vieja usanza del modelo soviético, mismo que fuera utilizado en nuestro país con gran éxito, por el PRI Partido de Estado en sus mejores épocas.

Con una política social de fondo; con el acrecentamiento del modelo sociológico del “estado benefactor”. Con la centralización de funciones y el marco hegemónico de la figura presidencial: con el gran capital político que traduce su gran apoyo popular, pero además con la consideración, -varias veces reiterada y puesta en práctica- de que el futuro de la sociedad mexicana ha de ser el fruto de una obra plural y consensada, el movimiento de la “Cuarta Transformación” prepara el advenimiento de la que acaso, sea la culminación de la presente etapa sexenal de ésta dinámica de cambio.

La proclamación de un nuevo estatuto constitucional que históricamente venga a culminar el momento, tal y como sucedió, en su respectiva oportunidad con “Los Sentimientos de la Nación”, de Morelos, en la lucha de Independencia; con la Constitución Liberal de l857, en el Movimiento de Reforma; y con el Estatuto Constitucional de 1917, en el episodio revolucionario iniciado en 1910.

La lógica política e histórica de la Cuarta Transformación parece obedecer a un sistema de pensamiento que tiene como causa y origen el gran descontento popular en contra de las funciones públicas que se han apartado del cumplimento de sus deberes más esenciales. Por eso ha de ser preciso recordar constantemente que esta “Cuarta Transformación” no puede existir solamente, como un proyecto teórico dentro de un universo irreal, imaginario o abstracto. No es este un movimiento político que pueda desarrollarse solamente dentro de un proceso administrativo que sea gobernado exclusiva y estrictamente por las leyes de una tendencia ideológica e intelectual.

Todo proceso transformador y revolucionario, como lo ha demostrado la historia de nuestro país, en repetidas ocasiones, (las tres transformaciones anteriores, por ejemplo), pertenece a la colectividad y a las fuerzas espirituales comunes que lo originan, lo alientan y le dan razón de ser, en lo moral primero, y en lo jurídico después.

Y en esa convicción, histórica y esencialmente democrática, de poder participar real y efectivamente en los beneficios sociales de ese ímpetu transformador, es en la que, reside, en muchos de nosotros, la inquietud de la esperanza, una vez que se han cumplido los primeros 100 días del actual universo de cambio que reglamenta nuestros esfuerzos.

Una vez que se han cumplido los primeros 100 días de la gestión pública formal desde la responsabilidad principal del Ejecutivo federal, (el ejercicio real del poder desde esa posición, empezó realmente desde el pasado día primero de julio), resulta conveniente para la opinión ciudadana efectuar una pequeña reflexión.

Con base en los elementos de juicio y los acontecimientos conocidos, acerca del rumbo y del destino que se ofrece,-previsiblemente-, para el futuro político del país y para la convivencia orgánica de nuestra sociedad, en el contexto ideológico y programático de lo que se ha llamado, en términos generales, la “Cuarta Transformación Histórica de la República”, denominación con la que pretende caracterizar y definir la etapa política actual, dominada y regida, en lo básico, por una tendencia de “izquierda” constitucional.

Considerando que, en todo caso, la “Cuarta Transformación”, es sin lugar a dudas un proceso histórico y político racional y lógico, y no un golpe de suerte o un accidente casual y fortuito de una eventual lotería del poder, tal proceso tiene que ser llevado a término mediante una sucesión de etapas y bajo los lineamientos de una estrategia de movimientos que deben ser administrados por un orden de prioridades tácticas, que han de ser determinadas por las circunstancias y por la realidad política de los sucesivos momentos que se consideren como necesarios, adecuados y eficaces, para el desenvolvimiento de la acción y del discurso políticos, en ejecución y en marcha, en el instante y la oportunidad precisos.

Así, la primera fase de este movimiento pretendidamente transformador, debe ser la afirmación y la consolidación de la Figura Presidencial y el aprovechamiento táctico de la gran base de apoyo social con la que el indiscutido líder de la nueva dinámica electoral, llegó su arrollador triunfo en las urnas.

Se trata de afianzar el gran cimiento de legitimidad en que descansa la primera magistratura del país y extender el gran triunfo moral y político de AMLO a la calidad de un líder auténtico en la conducción de un movimiento transformador real e históricamente viable, que a través de un nuevo partido político, domine primero, la estructura administrativa de los poderes públicos, y enfrente después, con un positivo poder popular, y con posibilidades ciertas de éxito, a los diferentes poderes fácticos y a las agencias privadas y sociales de resistencia, (partidos políticos de oposición, frentes de interés privados, organizaciones sociales de gestión sectorial, sindicatos, medios de difusión, instituciones financieras, organismos internacionales, grupos de presión, etc.), a modo de una moderna reproducción del Movimiento Cardenista de sus mejores épocas.

La hegemonía política de la Figura Presidencial ha comenzado por conferir al Ejecutivo federal la primacía sobre los controles presupuestales, y por cancelar desde ese activo nervio de la gestión oficial -los recursos públicos- una buena parte de la capacidad de maniobra (y de la corrupción, en varios de los casos) de los gobernadores de los estados.

Organiza la composición de un movimiento obrero nuevo, para proveerse de recursos de defensa contra los intereses del gran capital a futuro. Prepara la eficacia electoral de MORENA, con vistas a las próximas elecciones federales intermedias, alentando la organización de este partido con métodos corporativos y clientelares a la vieja usanza del modelo soviético, mismo que fuera utilizado en nuestro país con gran éxito, por el PRI Partido de Estado en sus mejores épocas.

Con una política social de fondo; con el acrecentamiento del modelo sociológico del “estado benefactor”. Con la centralización de funciones y el marco hegemónico de la figura presidencial: con el gran capital político que traduce su gran apoyo popular, pero además con la consideración, -varias veces reiterada y puesta en práctica- de que el futuro de la sociedad mexicana ha de ser el fruto de una obra plural y consensada, el movimiento de la “Cuarta Transformación” prepara el advenimiento de la que acaso, sea la culminación de la presente etapa sexenal de ésta dinámica de cambio.

La proclamación de un nuevo estatuto constitucional que históricamente venga a culminar el momento, tal y como sucedió, en su respectiva oportunidad con “Los Sentimientos de la Nación”, de Morelos, en la lucha de Independencia; con la Constitución Liberal de l857, en el Movimiento de Reforma; y con el Estatuto Constitucional de 1917, en el episodio revolucionario iniciado en 1910.

La lógica política e histórica de la Cuarta Transformación parece obedecer a un sistema de pensamiento que tiene como causa y origen el gran descontento popular en contra de las funciones públicas que se han apartado del cumplimento de sus deberes más esenciales. Por eso ha de ser preciso recordar constantemente que esta “Cuarta Transformación” no puede existir solamente, como un proyecto teórico dentro de un universo irreal, imaginario o abstracto. No es este un movimiento político que pueda desarrollarse solamente dentro de un proceso administrativo que sea gobernado exclusiva y estrictamente por las leyes de una tendencia ideológica e intelectual.

Todo proceso transformador y revolucionario, como lo ha demostrado la historia de nuestro país, en repetidas ocasiones, (las tres transformaciones anteriores, por ejemplo), pertenece a la colectividad y a las fuerzas espirituales comunes que lo originan, lo alientan y le dan razón de ser, en lo moral primero, y en lo jurídico después.

Y en esa convicción, histórica y esencialmente democrática, de poder participar real y efectivamente en los beneficios sociales de ese ímpetu transformador, es en la que, reside, en muchos de nosotros, la inquietud de la esperanza, una vez que se han cumplido los primeros 100 días del actual universo de cambio que reglamenta nuestros esfuerzos.

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