/ sábado 25 de junio de 2022

Cinco siglos igual

“Libertad sin galope, banderas rotas, soberbia y mentiras, medallas de oro y plata contra esperanza, cinco siglos igual…”. Así comienza esta canción del cantautor León Gieco que veníamos escuchando en el reproductor del carro cuando, a sólo dos semáforos de llegar a destino mi hijo mayor me preguntó, ¿Qué significaba la expresión “cinco siglos igual”? ¿Cómo hago para resumirle en quinientos metros cinco siglos de historia?

Una de las características más significativas de la conquista que tiene que ver con nuestra herencia cultural y espiritual es el mestizaje, ya que este no se dio sino a la fuerza. No sabemos en qué isla del Caribe se cometió el primer acto de violación y abuso del español por la india y allí nace América, es decir; nosotros.

Desde allí comienzan todos nuestros problemas de los cuales se desprenderán la explotación laboral a partir de la relación de dominación del español con el indígena, el machismo a través de la subyugación sexual de la mujer que es vista como un objeto; y por supuesto la hipocresía religiosa a partir de la corrupción moral del clero. La contradicción entre el evangelio que nos vinieron a traer los españoles y la incapacidad de encarnar ese evangelio en la práctica es lo que ha llenado nuestra tierra de impiedad e injusticia.

El problema principal de Latinoamérica y México no es la falta de educación, tampoco son los problemas económicos internos y externos, no es la incapacidad del liderazgo de ayer ni de hoy, no es el clero ni la laxitud de la institución eclesiástica. El problema está en nuestras entrañas, en nuestra gestación. Es hora de asumir nuestra responsabilidad y pedirle perdón a Dios por cinco siglos de explotación, abuso, engaño, corrupción, impiedad e injusticia.

El estribillo de la canción de León dice: “En esta parte de la tierra, la historia se cayó, como se caen las piedras, aún las que tocan el cielo o están cerca del sol.” No dejemos que la historia se caiga para nuestros hijos y nietos. Pidamos perdón a Dios y volvamos a empezar: “Puede ser que a veces yo cierre los cielos para que no llueva o mande langostas para que devoren las cosechas o envíe plagas entre ustedes; pero si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, busca mi rostro y se aparta de su conducta perversa, yo oiré desde el cielo, perdonaré sus pecados y restauraré su tierra.” (2 Crónicas 7:13-14)


leonardolombar@gmail.com


“Libertad sin galope, banderas rotas, soberbia y mentiras, medallas de oro y plata contra esperanza, cinco siglos igual…”. Así comienza esta canción del cantautor León Gieco que veníamos escuchando en el reproductor del carro cuando, a sólo dos semáforos de llegar a destino mi hijo mayor me preguntó, ¿Qué significaba la expresión “cinco siglos igual”? ¿Cómo hago para resumirle en quinientos metros cinco siglos de historia?

Una de las características más significativas de la conquista que tiene que ver con nuestra herencia cultural y espiritual es el mestizaje, ya que este no se dio sino a la fuerza. No sabemos en qué isla del Caribe se cometió el primer acto de violación y abuso del español por la india y allí nace América, es decir; nosotros.

Desde allí comienzan todos nuestros problemas de los cuales se desprenderán la explotación laboral a partir de la relación de dominación del español con el indígena, el machismo a través de la subyugación sexual de la mujer que es vista como un objeto; y por supuesto la hipocresía religiosa a partir de la corrupción moral del clero. La contradicción entre el evangelio que nos vinieron a traer los españoles y la incapacidad de encarnar ese evangelio en la práctica es lo que ha llenado nuestra tierra de impiedad e injusticia.

El problema principal de Latinoamérica y México no es la falta de educación, tampoco son los problemas económicos internos y externos, no es la incapacidad del liderazgo de ayer ni de hoy, no es el clero ni la laxitud de la institución eclesiástica. El problema está en nuestras entrañas, en nuestra gestación. Es hora de asumir nuestra responsabilidad y pedirle perdón a Dios por cinco siglos de explotación, abuso, engaño, corrupción, impiedad e injusticia.

El estribillo de la canción de León dice: “En esta parte de la tierra, la historia se cayó, como se caen las piedras, aún las que tocan el cielo o están cerca del sol.” No dejemos que la historia se caiga para nuestros hijos y nietos. Pidamos perdón a Dios y volvamos a empezar: “Puede ser que a veces yo cierre los cielos para que no llueva o mande langostas para que devoren las cosechas o envíe plagas entre ustedes; pero si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, busca mi rostro y se aparta de su conducta perversa, yo oiré desde el cielo, perdonaré sus pecados y restauraré su tierra.” (2 Crónicas 7:13-14)


leonardolombar@gmail.com


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