/ martes 22 de marzo de 2022

Coalición o colisión

Antes o después de las elecciones, los partidos políticos suelen formar coalición (Unión transitoria de personas, grupos políticos o países con un interés determinado de acuerdo a la Real Academia Española) para alcanzar la mayoría que les permita gobernar.

Si es antes, se corre el riesgo del incumplimiento a los acuerdos, si es después suele haber complicaciones en temas que le son contradictorios a sus postulados, entonces se provoca la colisión (Oposición y pugna de ideas, principios o intereses, o de las personas que los representan. RAE).

Para el caso particular de Durango, por un lado tenemos la coalición integrada por partidos tan disímbolos como son el PRD, PRI y PAN, incluso con histórica querella, pero la otra unión, reviste mayor contenido, por quienes con malabarismo circense, forman ración de unas de las partes, como por que el todo, no buscan la satisfacción del electorado, sino estar a toda costa en el poder (PVEM).

Como se trata de hacer historia, predomina la frase aquella de “el que parte y comparte, se queda con la mayor parte” la hipocresía del PT, la desvergüenza del Verde y el totalitarismo de Morena más que coalición para administrar y representar, es para satisfacer egos y vitaminas para sobrevivir.

En Vamos por Durango, también algún (s) necesitan de esas mismas vitaminas, sin embargo aún hay quienes guardan sensatez, raciocinio y dignidad, no escapan de la contaminación pendenciera de arribistas y convenencieros, incluso hay quienes osan hablar a nombre del gobernados, sólo para saciar sus ilegítimos intereses.

La coalición debe sucederse por las paralelas de los acuerdos a riesgo del no hacerlo, el descarrilamiento será eminente, una vía es la del consenso en quienes serán sus candidatos, en los que el peso específico debe ser el electorado, por otra la construcción de agenda común que incluye a las personas capaces de llevarla a buen puerto, a mi parecer la fórmula aritmética de mita y mita, como pastel de quinceañera, no es adecuada, como tampoco, la de ponderar el futuro desempeño en base a los votos que obtengan cada uno de los coaligados, por una simple y sencilla razón, hay votos que se cuentan, pero hay votos que se pesan.

En todo proceso electoral se da el momento de los electores, votos que se cuentan, también se da el momento de los actores políticos (votos que se pesan).

Un solo voto electoral puede ser la diferencia, ese voto por lo general proviene de las partes, menores de los coaligados, razón por la que se explica la inclusión de los que por definición estadística “casi no pintan” pero que pueden representar el fiel de la balanza.

La representatividad democrática exige el acompañamiento de ciudadanos cuya trascendencia en la vida pública, le suman credibilidad, fortaleza, confianza a los gobernados, a la administración en ciernes.

Quienes operan los acuerdos tienen bajo sus espaldas el alumbramiento de nuevos paradigmas o la continuidad perniciosa de regímenes que en diferentes estadios hemos tenido, honrando aquello de “Durango, donde tres reales, vale un chango”.


Antes o después de las elecciones, los partidos políticos suelen formar coalición (Unión transitoria de personas, grupos políticos o países con un interés determinado de acuerdo a la Real Academia Española) para alcanzar la mayoría que les permita gobernar.

Si es antes, se corre el riesgo del incumplimiento a los acuerdos, si es después suele haber complicaciones en temas que le son contradictorios a sus postulados, entonces se provoca la colisión (Oposición y pugna de ideas, principios o intereses, o de las personas que los representan. RAE).

Para el caso particular de Durango, por un lado tenemos la coalición integrada por partidos tan disímbolos como son el PRD, PRI y PAN, incluso con histórica querella, pero la otra unión, reviste mayor contenido, por quienes con malabarismo circense, forman ración de unas de las partes, como por que el todo, no buscan la satisfacción del electorado, sino estar a toda costa en el poder (PVEM).

Como se trata de hacer historia, predomina la frase aquella de “el que parte y comparte, se queda con la mayor parte” la hipocresía del PT, la desvergüenza del Verde y el totalitarismo de Morena más que coalición para administrar y representar, es para satisfacer egos y vitaminas para sobrevivir.

En Vamos por Durango, también algún (s) necesitan de esas mismas vitaminas, sin embargo aún hay quienes guardan sensatez, raciocinio y dignidad, no escapan de la contaminación pendenciera de arribistas y convenencieros, incluso hay quienes osan hablar a nombre del gobernados, sólo para saciar sus ilegítimos intereses.

La coalición debe sucederse por las paralelas de los acuerdos a riesgo del no hacerlo, el descarrilamiento será eminente, una vía es la del consenso en quienes serán sus candidatos, en los que el peso específico debe ser el electorado, por otra la construcción de agenda común que incluye a las personas capaces de llevarla a buen puerto, a mi parecer la fórmula aritmética de mita y mita, como pastel de quinceañera, no es adecuada, como tampoco, la de ponderar el futuro desempeño en base a los votos que obtengan cada uno de los coaligados, por una simple y sencilla razón, hay votos que se cuentan, pero hay votos que se pesan.

En todo proceso electoral se da el momento de los electores, votos que se cuentan, también se da el momento de los actores políticos (votos que se pesan).

Un solo voto electoral puede ser la diferencia, ese voto por lo general proviene de las partes, menores de los coaligados, razón por la que se explica la inclusión de los que por definición estadística “casi no pintan” pero que pueden representar el fiel de la balanza.

La representatividad democrática exige el acompañamiento de ciudadanos cuya trascendencia en la vida pública, le suman credibilidad, fortaleza, confianza a los gobernados, a la administración en ciernes.

Quienes operan los acuerdos tienen bajo sus espaldas el alumbramiento de nuevos paradigmas o la continuidad perniciosa de regímenes que en diferentes estadios hemos tenido, honrando aquello de “Durango, donde tres reales, vale un chango”.