/ miércoles 3 de octubre de 2018

Columna liberal

Antagonismo del pueblo con el ejército, culpa del poder político como en el 68

Para una mejor comprensión del resultado de los sucesos de 1968 y otros, referiremos a nuestros amables lectores las vivencias entre huéspedes de la calle República de Cuba Nº 12 interior 8, casi esquina con A. Serdán y que más adelante se llamaba San Juan de Letrán de la Ciudad de México, donde en calidad de asistidos vivíamos pacíficamente y en armonía empleados, estudiantes y un soldado.

Platicábamos, veíamos la tele, nos peleábamos por entrar al baño, íbamos al cercano Teatro Blanquita, etc. Lo anterior allá por los años de 1965 al 68.

Pero dónde se da el movimiento estudiantil del 68 con los acontecimientos trágicos pero históricos de todos conocidos y aquella camaradería que se vivía en esa vecindad que habitábamos, se rompió y llegó a punto de quiebre entre los estudiantes y el soldado que ahí convivía.

El militar desde luego no había participado en la matanza de Tlatelolco, pero el estigma de ser parte del ejército lo había marcado y René, uno de los estudiantes en una enrarecida tarde, estuvo a punto de desencadenar un hecho lamentable al empuñar un cuchillo para agredir al soldado, pero la oportuna intervención del grupo evitó una tragedia.

Es así que el Presidente de la República o algún alto funcionario del poder político al querer solucionar un problema torpemente dan la orden al ejército de encargarse del caso a como sea y desgraciadamente para la sociedad las fuerzas castrenses que reconocen como jefe de las Fuerzas Armadas al presidente, le son leales, fieles y dispuestos a cumplir las órdenes en estos casos aún en contra de un pueblo a quien han masacrado, torturado o desaparecido inmisericordemente.

Repetimos, los soldados sólo cumplen órdenes y no las discuten, ellos están preparados para combatir a quien identifiquen como el enemigo, aunque en el caso de los estudiantes, han sido personas desarmadas y luchando por sus ideales y contra las injusticias, pero los excesos han provocado el coraje de los oprimidos y algunas de las veces se han organizado en guerrillas para tomar desquite y luchar contra el mal gobierno, pero ante la desigualdad del armamento, preparación y número de combatientes, esas guerrillas de estudiantes, campesinos y profesores, han sido aniquiladas.

Sabemos de un solo caso en que por motivo de los fraudes electorales los seguidores del PSUM estuvieron a punto de ser ametrallados por los militares a un costado del Palacio Nacional, sólo que la valiosa intervención de Cuauhtémoc Cárdenas evitó la tragedia, ya que conocía al general que estaba al mando y le pidió no atacara a los civiles, pero se repite nuestro punto de vista, el pueblo rechaza y ve con antipatía a los soldados que cumplen desquiciadas órdenes de políticos con ideas antidemocráticas retrógradas.

Referiremos otro caso en que la valiosa intervención del ilustre Masón de feliz memoria, Ramiro Arrieta, cuando en el caso del movimiento del Cerro de Mercado en que se andaban caldeando los ánimos, don Ramiro se comunicó por teléfono con el general Gastélum, subsecretario de la Defensa Nacional y también H.M. y le pidió no utilizar la fuerza militar contra los estudiantes, a lo que accedió el precitado militar pero con las recomendaciones del caso.

Habrá casos en que a través de la historia se han registrado casos vergonzosos de las conductas del ejército, como aquella sublevación de los militares que bajo el lema de religión y fueros provocaron inestabilidad y otros casos más en que le agarraban grano, como el ejército que respaldaba a Porfirio Díaz y que posterior al exilio del dictador y al mando del chacal Victoriano Huerta, trataron de mantener el poder, respaldados además por el embajador de E.U. banqueros, hacendados y el clero político.

No se diga el Ejército Nacional que comandaba el general Miramón, bien preparado, bien equipado, pero que traidoramente se puso a las órdenes de los conservadores cuando el rechazo de estos a la constitución del 57 y más por las leyes de reforma, llegando a la aberración de ir el precitado militar junto con otros malos mexicanos, incluidos clérigos, a ofrecer el país a un príncipe extranjero.

Hubo de conformarse otro ejército del pueblo en condiciones muy desventajosas, pero que finalmente y al mando del general González Ortega venció al ejército francés en alianza con el del general Miramón restaurándose así la República y desintegrándose ese ejército derrotado.

Ese nuevo ejército de nueva cuenta se volvió en contra del pueblo con Porfirio Díaz. En la revolución de 1910 vuelve a ser derrotado ese Ejército Nacional y se crea el ejército constitucionalista al mando de Venustiano Carranza y es el que persiste, pero como decíamos, repudiado y rechazado por gran parte del pueblo por sus acciones en contra de la ciudadanía pero ordenadas por el poder político y otras veces por sus excesos.

Aquí es válido y permítasenos hacer la aclaración y percepción de que una cosa es religión, otra es iglesia y otra es el clero. Nosotros nunca hemos estado en contra de la religión, de la iglesia sí cuando apoya y alienta a clérigos que luchan sólo por intereses personales o de sus aliados como en tantos casos que registra la historia no sólo nacional, sino internacional, pero como se dice coloquialmente, ese es otro boleto.

Lo que sí ha quedado claro y de manifiesto este 2 de octubre, es que esa fecha ha quedado como un referente para los mexicanos en general de cómo en esa ocasión de 1968, los estudiantes a costa de muchas de sus vidas, encarcelamientos y torturas, le pusieron un hasta aquí al absolutismo de un gobierno antidemocrático y dictatorial y como resultante el pueblo todo ha dicho no más acciones del ejército contra el pueblo. Así lo ha prometido el presidente electo y esperamos que lo cumpla y que el caso de Ayotzinapa sea el último crimen de estado en nuestro país.

Antagonismo del pueblo con el ejército, culpa del poder político como en el 68

Para una mejor comprensión del resultado de los sucesos de 1968 y otros, referiremos a nuestros amables lectores las vivencias entre huéspedes de la calle República de Cuba Nº 12 interior 8, casi esquina con A. Serdán y que más adelante se llamaba San Juan de Letrán de la Ciudad de México, donde en calidad de asistidos vivíamos pacíficamente y en armonía empleados, estudiantes y un soldado.

Platicábamos, veíamos la tele, nos peleábamos por entrar al baño, íbamos al cercano Teatro Blanquita, etc. Lo anterior allá por los años de 1965 al 68.

Pero dónde se da el movimiento estudiantil del 68 con los acontecimientos trágicos pero históricos de todos conocidos y aquella camaradería que se vivía en esa vecindad que habitábamos, se rompió y llegó a punto de quiebre entre los estudiantes y el soldado que ahí convivía.

El militar desde luego no había participado en la matanza de Tlatelolco, pero el estigma de ser parte del ejército lo había marcado y René, uno de los estudiantes en una enrarecida tarde, estuvo a punto de desencadenar un hecho lamentable al empuñar un cuchillo para agredir al soldado, pero la oportuna intervención del grupo evitó una tragedia.

Es así que el Presidente de la República o algún alto funcionario del poder político al querer solucionar un problema torpemente dan la orden al ejército de encargarse del caso a como sea y desgraciadamente para la sociedad las fuerzas castrenses que reconocen como jefe de las Fuerzas Armadas al presidente, le son leales, fieles y dispuestos a cumplir las órdenes en estos casos aún en contra de un pueblo a quien han masacrado, torturado o desaparecido inmisericordemente.

Repetimos, los soldados sólo cumplen órdenes y no las discuten, ellos están preparados para combatir a quien identifiquen como el enemigo, aunque en el caso de los estudiantes, han sido personas desarmadas y luchando por sus ideales y contra las injusticias, pero los excesos han provocado el coraje de los oprimidos y algunas de las veces se han organizado en guerrillas para tomar desquite y luchar contra el mal gobierno, pero ante la desigualdad del armamento, preparación y número de combatientes, esas guerrillas de estudiantes, campesinos y profesores, han sido aniquiladas.

Sabemos de un solo caso en que por motivo de los fraudes electorales los seguidores del PSUM estuvieron a punto de ser ametrallados por los militares a un costado del Palacio Nacional, sólo que la valiosa intervención de Cuauhtémoc Cárdenas evitó la tragedia, ya que conocía al general que estaba al mando y le pidió no atacara a los civiles, pero se repite nuestro punto de vista, el pueblo rechaza y ve con antipatía a los soldados que cumplen desquiciadas órdenes de políticos con ideas antidemocráticas retrógradas.

Referiremos otro caso en que la valiosa intervención del ilustre Masón de feliz memoria, Ramiro Arrieta, cuando en el caso del movimiento del Cerro de Mercado en que se andaban caldeando los ánimos, don Ramiro se comunicó por teléfono con el general Gastélum, subsecretario de la Defensa Nacional y también H.M. y le pidió no utilizar la fuerza militar contra los estudiantes, a lo que accedió el precitado militar pero con las recomendaciones del caso.

Habrá casos en que a través de la historia se han registrado casos vergonzosos de las conductas del ejército, como aquella sublevación de los militares que bajo el lema de religión y fueros provocaron inestabilidad y otros casos más en que le agarraban grano, como el ejército que respaldaba a Porfirio Díaz y que posterior al exilio del dictador y al mando del chacal Victoriano Huerta, trataron de mantener el poder, respaldados además por el embajador de E.U. banqueros, hacendados y el clero político.

No se diga el Ejército Nacional que comandaba el general Miramón, bien preparado, bien equipado, pero que traidoramente se puso a las órdenes de los conservadores cuando el rechazo de estos a la constitución del 57 y más por las leyes de reforma, llegando a la aberración de ir el precitado militar junto con otros malos mexicanos, incluidos clérigos, a ofrecer el país a un príncipe extranjero.

Hubo de conformarse otro ejército del pueblo en condiciones muy desventajosas, pero que finalmente y al mando del general González Ortega venció al ejército francés en alianza con el del general Miramón restaurándose así la República y desintegrándose ese ejército derrotado.

Ese nuevo ejército de nueva cuenta se volvió en contra del pueblo con Porfirio Díaz. En la revolución de 1910 vuelve a ser derrotado ese Ejército Nacional y se crea el ejército constitucionalista al mando de Venustiano Carranza y es el que persiste, pero como decíamos, repudiado y rechazado por gran parte del pueblo por sus acciones en contra de la ciudadanía pero ordenadas por el poder político y otras veces por sus excesos.

Aquí es válido y permítasenos hacer la aclaración y percepción de que una cosa es religión, otra es iglesia y otra es el clero. Nosotros nunca hemos estado en contra de la religión, de la iglesia sí cuando apoya y alienta a clérigos que luchan sólo por intereses personales o de sus aliados como en tantos casos que registra la historia no sólo nacional, sino internacional, pero como se dice coloquialmente, ese es otro boleto.

Lo que sí ha quedado claro y de manifiesto este 2 de octubre, es que esa fecha ha quedado como un referente para los mexicanos en general de cómo en esa ocasión de 1968, los estudiantes a costa de muchas de sus vidas, encarcelamientos y torturas, le pusieron un hasta aquí al absolutismo de un gobierno antidemocrático y dictatorial y como resultante el pueblo todo ha dicho no más acciones del ejército contra el pueblo. Así lo ha prometido el presidente electo y esperamos que lo cumpla y que el caso de Ayotzinapa sea el último crimen de estado en nuestro país.

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