/ miércoles 3 de junio de 2020

Comentarios constitucionales

La expresión que más se ha escuchado en estos últimos días es, sin duda: “Nueva normalidad”.

De ahí que sea importante escudriñar la expresión con la finalidad de conocer su significado, pues si no tenemos claro en qué consiste, nos provoca incertidumbre que, en estos momentos, viene a aumentar la tensión en la que nos encontramos al percatarnos que las estadísticas de contagios y de decesos por la pandemia, toman nombres y rostros de personas conocidas.

Con dicha expresión pueden venir muchas ideas a nuestra mente, entre otras: Que hay que acostumbrarnos a vivir en situación de emergencia sanitaria en la que cualquier persona puede enfermar y perder la vida; que la normalidad es el distanciamiento físico y que hay que cuidarnos de nuestros semejantes, pues todos somos potenciales portadores del virus; o bien, que es una situación pasajera mientras se crea la vacuna que nos inmuniza en contra de la Covid-19.

Lo cierto es que nos pueden venir muchas imágenes a nuestra mente, pero no del todo claras, pues la expresión se compone de dos palabras que, en principio, evocan dos conceptos no compatibles o contradictorios entre sí. En el “Diccionario amable de la pandemia” dicen con sentido chusco: “Nueva Normalidad. Un imposible. Lo que es nuevo no es normal. Y para cuando quiere ser normal, ya se ha hecho viejo”.

La expresión se le atribuye a varios personajes y también que surge en situaciones diversas, entre otras: a). Que es una expresión utilizada en economía para describir las nuevas condiciones posteriores a la crisis de 2008 por el problema de la llamada burbuja inmobiliaria de los Estados Unidos de América de 2006, que trajo como consecuencia la crisis de las hipotecas; b). Que es un término acuñado por el filósofo Paul Sailer-Wlasits; c). Que desde 2014 se había utilizado en China, por la baja de la tasa de crecimiento que hubo a partir de 2012.

Para ver el significado que en instrumentos jurídicos se le da a la expresión Nueva Normalidad, recurrí a los decretos que se han expedido en las últimas tres semanas, por ejemplo, el del 14 de mayo que establece la estrategia para la reapertura de las actividades sociales, educativas y económicas, así como un sistema de semáforos para evaluar el riesgo epidemiológico relacionado con la reapertura de tales actividades (modificado al día siguiente por otro acuerdo), o bien, el acuerdo de 29 de mayo por el que se establecen los Lineamientos Técnicos Específicos para la Reapertura de las Actividades Económicas.

En el segundo de los acuerdos nombrados, se dice con respecto a la Nueva Normalidad, que “se definió un proceso que consta de tres etapas”, en las que se señalan fechas concretas y por qué se caracterizan. Ahora, ya estamos en la tercera etapa que es la de “reapertura socioeconómica mediante un semáforo de riesgo epidemiológico semanal por regiones (estatal y municipal), que determinará el nivel de alerta sanitaria y definirá las actividades que deberán llevarse a cabo en los ámbitos económico, laboral, escolar y social”.

De todo lo antes expuesto, considero que, a pesar de la descripción de la expresión en el segundo acuerdo referido, entraña una paradoja, incluso hay quien dice que de plano es un oxímoron, pues en una situación de emergencia sanitaria como en la que nos encontramos, se sale de la normalidad, pero no de manera permanente, si no dejaría de ser de emergencia.

Lo cierto es que, como dice Gutiérrez-Rubí, la expresión nueva normalidad tiene el potencial de convertirse en un concepto político porque normaliza la paradoja, sin ser preciso, ni coherente.

En tal virtud, en esta situación de emergencia sanitaria, las palabras pueden pecar de ambigüedad y de vaguedad, y lo riesgoso del caso es que pueden generar la oportunidad para restringir las libertades y generar regresiones autoritarias. Como siempre, la clave estáen quién es el autorizado en última instancia para dotar de contenido a las palabras y el alcance que les da, pues no dejar de ser paradójico que, en situación de emergencia, que se sale de la normalidad, se decrete otra normalidad.

La expresión que más se ha escuchado en estos últimos días es, sin duda: “Nueva normalidad”.

De ahí que sea importante escudriñar la expresión con la finalidad de conocer su significado, pues si no tenemos claro en qué consiste, nos provoca incertidumbre que, en estos momentos, viene a aumentar la tensión en la que nos encontramos al percatarnos que las estadísticas de contagios y de decesos por la pandemia, toman nombres y rostros de personas conocidas.

Con dicha expresión pueden venir muchas ideas a nuestra mente, entre otras: Que hay que acostumbrarnos a vivir en situación de emergencia sanitaria en la que cualquier persona puede enfermar y perder la vida; que la normalidad es el distanciamiento físico y que hay que cuidarnos de nuestros semejantes, pues todos somos potenciales portadores del virus; o bien, que es una situación pasajera mientras se crea la vacuna que nos inmuniza en contra de la Covid-19.

Lo cierto es que nos pueden venir muchas imágenes a nuestra mente, pero no del todo claras, pues la expresión se compone de dos palabras que, en principio, evocan dos conceptos no compatibles o contradictorios entre sí. En el “Diccionario amable de la pandemia” dicen con sentido chusco: “Nueva Normalidad. Un imposible. Lo que es nuevo no es normal. Y para cuando quiere ser normal, ya se ha hecho viejo”.

La expresión se le atribuye a varios personajes y también que surge en situaciones diversas, entre otras: a). Que es una expresión utilizada en economía para describir las nuevas condiciones posteriores a la crisis de 2008 por el problema de la llamada burbuja inmobiliaria de los Estados Unidos de América de 2006, que trajo como consecuencia la crisis de las hipotecas; b). Que es un término acuñado por el filósofo Paul Sailer-Wlasits; c). Que desde 2014 se había utilizado en China, por la baja de la tasa de crecimiento que hubo a partir de 2012.

Para ver el significado que en instrumentos jurídicos se le da a la expresión Nueva Normalidad, recurrí a los decretos que se han expedido en las últimas tres semanas, por ejemplo, el del 14 de mayo que establece la estrategia para la reapertura de las actividades sociales, educativas y económicas, así como un sistema de semáforos para evaluar el riesgo epidemiológico relacionado con la reapertura de tales actividades (modificado al día siguiente por otro acuerdo), o bien, el acuerdo de 29 de mayo por el que se establecen los Lineamientos Técnicos Específicos para la Reapertura de las Actividades Económicas.

En el segundo de los acuerdos nombrados, se dice con respecto a la Nueva Normalidad, que “se definió un proceso que consta de tres etapas”, en las que se señalan fechas concretas y por qué se caracterizan. Ahora, ya estamos en la tercera etapa que es la de “reapertura socioeconómica mediante un semáforo de riesgo epidemiológico semanal por regiones (estatal y municipal), que determinará el nivel de alerta sanitaria y definirá las actividades que deberán llevarse a cabo en los ámbitos económico, laboral, escolar y social”.

De todo lo antes expuesto, considero que, a pesar de la descripción de la expresión en el segundo acuerdo referido, entraña una paradoja, incluso hay quien dice que de plano es un oxímoron, pues en una situación de emergencia sanitaria como en la que nos encontramos, se sale de la normalidad, pero no de manera permanente, si no dejaría de ser de emergencia.

Lo cierto es que, como dice Gutiérrez-Rubí, la expresión nueva normalidad tiene el potencial de convertirse en un concepto político porque normaliza la paradoja, sin ser preciso, ni coherente.

En tal virtud, en esta situación de emergencia sanitaria, las palabras pueden pecar de ambigüedad y de vaguedad, y lo riesgoso del caso es que pueden generar la oportunidad para restringir las libertades y generar regresiones autoritarias. Como siempre, la clave estáen quién es el autorizado en última instancia para dotar de contenido a las palabras y el alcance que les da, pues no dejar de ser paradójico que, en situación de emergencia, que se sale de la normalidad, se decrete otra normalidad.

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