/ jueves 3 de enero de 2019

Cómo entender lo nuevo en el año que comienza

Deseos, promesas y proyectos de año nuevo serán vanos si no se acompañan de intenciones, acciones y medios para hacerlos posibles.

Desde la concepción natural de lo que para la mayoría de la gente significa la palabra nuevo, -entendido como aquello que es reciente, que aparece por primera vez, que no ha sido usado, que antes no existía o como lo opuesto a lo viejo o lo antiguo- la llegada de un nuevo año conlleva siempre esperanzas y anhelos por vivir, así como deseos y retos por cumplir.

La palabra nuevo proviene del latín novus, así como del indoeuropeo newo y con el prefijo neo se componen muchas palabras que denotan novedad, poco tiempo de creación o vanguardia en algún desarrollo. Así, de manera literal, la palabra nuevo nos arrastra hacia una significación especial en cuanto a la forma en la que esperamos que sea nuestra propia vida, nuestros actos o conductas, desde cierto punto de partida, el uno de enero de cada año.

El año nuevo, más allá de la tradición de la noche del 31 de diciembre, en algunas culturas, por establecer 12 deseos o 12 promesas por cumplir, en el transcurso de los 365 días siguientes, el año nuevo es una referencia obligada para la vida cotidiana; por ejemplo, tiene que ver con el cumplimiento de obligaciones fiscales e impositivas, en cuanto a la posesión de bienes muebles e inmuebles; también, aplica para el establecimiento del calendario, con todas sus fechas conmemorativas o festivas, oficiales, populares y familiares; y es el referente para el establecimiento de acuerdos y compromisos económicos, políticos, laborales o sociales.

Así pues, cada persona, cada organización, cada dependencia o agrupación social, tienen, desde el principio del año, una serie de tareas que cumplir, que muchas de las veces obedecen a la rutina preestablecida años atrás, aunque casi siempre se planean algunas innovaciones o cambios para el siguiente año, por lo que habrá que enfrentar el correr de los días del nuevo año con una actitud renovada, con un nuevo impulso que lleve a lograr cosas diferentes, al llevar a cabo acciones diferentes a las que se estuvieron haciendo el año que recién terminó.

Lo nuevo, para asumirlo como novedad, como recién creado, como algo que antes no existía o que no se hacía, implica sin duda la necesidad de cambiar algo de la vida personal, familiar, laboral o social, lo que implica por supuesto resistencia a dichos cambios, que sin duda afectarán e incluso bloquearán el cumplimiento de promesas o deseos, planes o proyectos, que de buena voluntad, sentimental o racionalmente, se establecieron en esos ámbitos, antes de la llegada del año nuevo.

Pongamos por ejemplo la tradicional promesa o deseo personal de bajar de peso, que casi todos hacemos antes de comenzar un año nuevo. ¿Qué implicaciones tiene un deseo o proyecto personal tan simple? Antes que nada, se requiere cambiar al menos algunos hábitos, tal vez ya muy arraigados en la rutina diaria, como son la manera de alimentarse y la falta de ejercicio físico.

El cambio en la dieta en las personas es algo que difícilmente ocurre, especialmente si la persona que desea bajar de peso se resiste a dejar de comer harinas, carnes, dulces, chocolates, galletas y demás alimentos con alto contenido calórico y graso, así como comida chatarra, pues muchas veces los alimentos alternativos, frutas, verduras, granos y bebidas con menor contenido de calorías o grasas son más caros en el mercado o bien difíciles de conseguir; por tanto pretextos no van a faltar.

Por lo que se refiere al establecimiento de un programa regular de ejercitación física, de nueva cuenta aparece la resistencia al cambio, pues la persona no está dispuesta a sacrificar horas de sueño o descanso, no tiene cerca de su domicilio un área al aire libre en donde ejercitarse, no se puede costear un gimnasio, no tiene ropa adecuada o simplemente no es capaz de ajustar su cronograma de vida diaria para incluir esta nueva actividad.

En un nivel más amplio que el personal, llámese laboral o gubernamental, las cosas tal vez no sean tan diferentes y los deseos, promesas o proyectos nuevos, que se expresaron oficialmente en las reuniones de fin de año por los líderes, dueños, directivos o gobernantes, requieren más que discursos emocionados y bien estructurados, preparados para la ocasión festiva de los últimos días del año viejo.

Pongamos por ejemplo, a nivel local, un problema grave que afecta a la sociedad duranguense en su conjunto y que tristemente va en aumento y para el cual no se advierten acciones conjuntas y estructuradas para abatirlo, aunque se ha declarado oficialmente como un problema de salud pública, que tiene que ver con lo que ocurre en la familia, en la escuela y en la sociedad en su conjunto, y que, por tanto, es un asunto de todos.

Me refiero al suicidio, fenómeno que se va convirtiendo en una referencia obligada, cada dos o tres días, en las notas periodísticas en los medios de comunicación impresos y electrónicos, hecho que más que informar o comunicar va generando en la opinión pública una conciencia de naturalidad e incluso conformidad con lo que está ocurriendo.

En este caso, sería de esperarse que dependencias de gobierno y organismos no gubernamentales, así como agrupaciones sociales se unieran en una gran cruzada de prevención a nivel escolar, familiar, social y comunitario, tratando de llevar a cabo acciones de detección de riesgos, de atención directa en casos de ideación suicida y de tratamiento y seguimiento continuo a la persona en riesgo y su núcleo familiar-social inmediato.

De esta manera, entender lo nuevo implica un compromiso real con lo que hará que realmente sea nuevo, que genere novedad y que propicie innovación. Deseos, promesas y proyectos de año nuevo serán vanos si no se acompañan de intenciones, acciones y medios para hacerlos posibles, pues de nada vale una lista o una agenda, si al fin de cuentas no se tendrá el tiempo o los recursos necesarios para hacer que lo que antes no existía exista, y con ello transformar la realidad personal, laboral o social en la que se vive.

Espero que el año 2019 sea en verdad nuevo y que para cada quien sea fuente de cambios, de logros y satisfacciones.

Deseos, promesas y proyectos de año nuevo serán vanos si no se acompañan de intenciones, acciones y medios para hacerlos posibles.

Desde la concepción natural de lo que para la mayoría de la gente significa la palabra nuevo, -entendido como aquello que es reciente, que aparece por primera vez, que no ha sido usado, que antes no existía o como lo opuesto a lo viejo o lo antiguo- la llegada de un nuevo año conlleva siempre esperanzas y anhelos por vivir, así como deseos y retos por cumplir.

La palabra nuevo proviene del latín novus, así como del indoeuropeo newo y con el prefijo neo se componen muchas palabras que denotan novedad, poco tiempo de creación o vanguardia en algún desarrollo. Así, de manera literal, la palabra nuevo nos arrastra hacia una significación especial en cuanto a la forma en la que esperamos que sea nuestra propia vida, nuestros actos o conductas, desde cierto punto de partida, el uno de enero de cada año.

El año nuevo, más allá de la tradición de la noche del 31 de diciembre, en algunas culturas, por establecer 12 deseos o 12 promesas por cumplir, en el transcurso de los 365 días siguientes, el año nuevo es una referencia obligada para la vida cotidiana; por ejemplo, tiene que ver con el cumplimiento de obligaciones fiscales e impositivas, en cuanto a la posesión de bienes muebles e inmuebles; también, aplica para el establecimiento del calendario, con todas sus fechas conmemorativas o festivas, oficiales, populares y familiares; y es el referente para el establecimiento de acuerdos y compromisos económicos, políticos, laborales o sociales.

Así pues, cada persona, cada organización, cada dependencia o agrupación social, tienen, desde el principio del año, una serie de tareas que cumplir, que muchas de las veces obedecen a la rutina preestablecida años atrás, aunque casi siempre se planean algunas innovaciones o cambios para el siguiente año, por lo que habrá que enfrentar el correr de los días del nuevo año con una actitud renovada, con un nuevo impulso que lleve a lograr cosas diferentes, al llevar a cabo acciones diferentes a las que se estuvieron haciendo el año que recién terminó.

Lo nuevo, para asumirlo como novedad, como recién creado, como algo que antes no existía o que no se hacía, implica sin duda la necesidad de cambiar algo de la vida personal, familiar, laboral o social, lo que implica por supuesto resistencia a dichos cambios, que sin duda afectarán e incluso bloquearán el cumplimiento de promesas o deseos, planes o proyectos, que de buena voluntad, sentimental o racionalmente, se establecieron en esos ámbitos, antes de la llegada del año nuevo.

Pongamos por ejemplo la tradicional promesa o deseo personal de bajar de peso, que casi todos hacemos antes de comenzar un año nuevo. ¿Qué implicaciones tiene un deseo o proyecto personal tan simple? Antes que nada, se requiere cambiar al menos algunos hábitos, tal vez ya muy arraigados en la rutina diaria, como son la manera de alimentarse y la falta de ejercicio físico.

El cambio en la dieta en las personas es algo que difícilmente ocurre, especialmente si la persona que desea bajar de peso se resiste a dejar de comer harinas, carnes, dulces, chocolates, galletas y demás alimentos con alto contenido calórico y graso, así como comida chatarra, pues muchas veces los alimentos alternativos, frutas, verduras, granos y bebidas con menor contenido de calorías o grasas son más caros en el mercado o bien difíciles de conseguir; por tanto pretextos no van a faltar.

Por lo que se refiere al establecimiento de un programa regular de ejercitación física, de nueva cuenta aparece la resistencia al cambio, pues la persona no está dispuesta a sacrificar horas de sueño o descanso, no tiene cerca de su domicilio un área al aire libre en donde ejercitarse, no se puede costear un gimnasio, no tiene ropa adecuada o simplemente no es capaz de ajustar su cronograma de vida diaria para incluir esta nueva actividad.

En un nivel más amplio que el personal, llámese laboral o gubernamental, las cosas tal vez no sean tan diferentes y los deseos, promesas o proyectos nuevos, que se expresaron oficialmente en las reuniones de fin de año por los líderes, dueños, directivos o gobernantes, requieren más que discursos emocionados y bien estructurados, preparados para la ocasión festiva de los últimos días del año viejo.

Pongamos por ejemplo, a nivel local, un problema grave que afecta a la sociedad duranguense en su conjunto y que tristemente va en aumento y para el cual no se advierten acciones conjuntas y estructuradas para abatirlo, aunque se ha declarado oficialmente como un problema de salud pública, que tiene que ver con lo que ocurre en la familia, en la escuela y en la sociedad en su conjunto, y que, por tanto, es un asunto de todos.

Me refiero al suicidio, fenómeno que se va convirtiendo en una referencia obligada, cada dos o tres días, en las notas periodísticas en los medios de comunicación impresos y electrónicos, hecho que más que informar o comunicar va generando en la opinión pública una conciencia de naturalidad e incluso conformidad con lo que está ocurriendo.

En este caso, sería de esperarse que dependencias de gobierno y organismos no gubernamentales, así como agrupaciones sociales se unieran en una gran cruzada de prevención a nivel escolar, familiar, social y comunitario, tratando de llevar a cabo acciones de detección de riesgos, de atención directa en casos de ideación suicida y de tratamiento y seguimiento continuo a la persona en riesgo y su núcleo familiar-social inmediato.

De esta manera, entender lo nuevo implica un compromiso real con lo que hará que realmente sea nuevo, que genere novedad y que propicie innovación. Deseos, promesas y proyectos de año nuevo serán vanos si no se acompañan de intenciones, acciones y medios para hacerlos posibles, pues de nada vale una lista o una agenda, si al fin de cuentas no se tendrá el tiempo o los recursos necesarios para hacer que lo que antes no existía exista, y con ello transformar la realidad personal, laboral o social en la que se vive.

Espero que el año 2019 sea en verdad nuevo y que para cada quien sea fuente de cambios, de logros y satisfacciones.