/ sábado 21 de noviembre de 2020

¿Cómo ganar el futuro?

Los valores de la cosmovisión mexicana es una de las pocas “culturas” que existen con capacidad para reaccionar y para crear nuevas realidades, diferentes y muy superiores, a el uniformismo del nuevo orden mundial.

Al futuro hay que ir con unas ciertas posibilidades de éxito y la verdad es que, tal como estamos, da la impresión de que los mexicanos en lo material y en lo político no tenemos muchas. Y nuestros vecinos, con los que deberíamos competir, si las circunstancias fueran otras, prefieren que sea así.

Bueno: Pues organicémonos. ¿Con qué contamos? Parece ser que con muy pocas cosas tangibles. Y muchas tragedias, desde la pandemia que vaga como jinete del apocalipsis y en cada hogar dejan la sensación de amargura, dolor y desesperanza, un gobierno federal ajeno al dolor del pueblo, con una soberbia probada, deja solo a los ciudadanos y vive su sueño narcisista mesiánico, el supremo gobierno está secuestrado y no es opción.

Entonces, ¿qué nos queda? Lo único que siempre hemos tenido en abundancia: El ingenio y el genio. La certeza de que, si se abre la puerta a la esperanza, por ella irán los esfuerzos y las ideas de todo un pueblo, convencido de que avanzar es la más urgente de las empresas comunes.

Y contamos también con la necesidad, con las muchísimas necesidades que en estos momentos se van viendo postergadas, mientras los profesionales de la discordia se inventan algunas nuevas, tal la autodeterminación de los pueblos o los debates legislativos, que pueden apasionar pero que son estériles.

También disponemos de una cultura creadora y genial. Su riqueza, tan desconocida por los propios mexicanos. Habrá que hacer un México a la medida del hombre y del futuro; un México humano que no recoja votos solamente, sino aspiraciones.

Un México social que no aspire a gobernar solamente sino a desarrollar profundamente las virtudes y las ideas de sus hombres. Un México capaz de avanzar en el tiempo y con el tiempo y que distinga muy bien lo transitorio de lo permanente, la forma del contenido y el método de los objetivos.

Un México, en fin, capaz de articular a la nación eficazmente para que no se pierdan los esfuerzos individuales ni se desperdicien energías en lo contingente. diis bene iuvantibus. “Con una buena ayuda de los dioses”.

Los valores de la cosmovisión mexicana es una de las pocas “culturas” que existen con capacidad para reaccionar y para crear nuevas realidades, diferentes y muy superiores, a el uniformismo del nuevo orden mundial.

Al futuro hay que ir con unas ciertas posibilidades de éxito y la verdad es que, tal como estamos, da la impresión de que los mexicanos en lo material y en lo político no tenemos muchas. Y nuestros vecinos, con los que deberíamos competir, si las circunstancias fueran otras, prefieren que sea así.

Bueno: Pues organicémonos. ¿Con qué contamos? Parece ser que con muy pocas cosas tangibles. Y muchas tragedias, desde la pandemia que vaga como jinete del apocalipsis y en cada hogar dejan la sensación de amargura, dolor y desesperanza, un gobierno federal ajeno al dolor del pueblo, con una soberbia probada, deja solo a los ciudadanos y vive su sueño narcisista mesiánico, el supremo gobierno está secuestrado y no es opción.

Entonces, ¿qué nos queda? Lo único que siempre hemos tenido en abundancia: El ingenio y el genio. La certeza de que, si se abre la puerta a la esperanza, por ella irán los esfuerzos y las ideas de todo un pueblo, convencido de que avanzar es la más urgente de las empresas comunes.

Y contamos también con la necesidad, con las muchísimas necesidades que en estos momentos se van viendo postergadas, mientras los profesionales de la discordia se inventan algunas nuevas, tal la autodeterminación de los pueblos o los debates legislativos, que pueden apasionar pero que son estériles.

También disponemos de una cultura creadora y genial. Su riqueza, tan desconocida por los propios mexicanos. Habrá que hacer un México a la medida del hombre y del futuro; un México humano que no recoja votos solamente, sino aspiraciones.

Un México social que no aspire a gobernar solamente sino a desarrollar profundamente las virtudes y las ideas de sus hombres. Un México capaz de avanzar en el tiempo y con el tiempo y que distinga muy bien lo transitorio de lo permanente, la forma del contenido y el método de los objetivos.

Un México, en fin, capaz de articular a la nación eficazmente para que no se pierdan los esfuerzos individuales ni se desperdicien energías en lo contingente. diis bene iuvantibus. “Con una buena ayuda de los dioses”.