/ viernes 27 de septiembre de 2019

Corrupción e imaginario colectivo: ¿Comienza el cambio en México?

“No es un cambio de gobierno, es un cambio de régimen”.- Andrés Manuel López Obrador

Acaba de darse a conocer en estos días una serie de datos que en mucho le ayudan al presidente Andrés Manuel López Obrador en su lucha contra la corrupción -o al menos a las batallas que ha dado por instalarla en el imaginario colectivo-, una de las banderas que ha enarbolado con el paso de los años y a la que en buena medida le debe su avasallador triunfo electoral del año pasado.

Según el Barómetro Global de la Corrupción de Transparencia Internacional (TI) y su capítulo Transparencia Mexicana, presentado el pasado lunes, los mexicanos que perciben un incremento de la corrupción en nuestro país bajaron de un 61% en 2017 a 44% en el año actual.

Sin duda alguna son cifras significativas que se ponen en el contexto de lo que el titular del Poder Ejecutivo ha denominado la cuarta transformación de la vida pública.

Otros datos reveladores indican, por ejemplo, que en los últimos doce meses una de cada tres personas (34%) tuvo que pagar sobornos en trámites o servicios públicos, a diferencia del 51% que lo hizo en 2017. Esos trámites o servicios fueron la policía, el acceso a la justicia y aspectos como acceso al agua, saneamiento o energía eléctrica.

Por igual, 21% de la población estima que la corrupción ha disminuido, en tanto que en el estudio correspondiente a 2017 únicamente un 6% opinó lo mismo. Un ítem contundente más: 61% de los encuestados puntualizó que AMLO está desempeñándose “bien” o “muy bien” en contra de la corrupción, a diferencia del 24% que decía lo mismo del expresidente Enrique Peña Nieto.

Ahora bien, no todo es bueno en el reporte, pues al referirse a la Presidencia como institución, en 2017 un 51% de los ciudadanos la tildaban de corrupta, lo cual se eleva a un 63% en 2019. Esto de alguna manera puede explicarse por el momento en que se elaboró la encuesta: un momento demasiado cercano a la elección presidencial del año pasado, teniendo en consideración la pésima imagen que tuvo el Poder Ejecutivo a lo largo del sexenio peñista.

Sin embargo, con todo y esto es dable establecer con firmeza que la mayoría de los tópicos dejan bien plantado y parado a nuestro país tanto en escala regional como yendo más allá del continente.

Otro tema preocupante es que un 50% de los encuestados dijo haber recibido una oferta de soborno a cambio de votos, lo cual deja en evidencia las lamentables prácticas en que siguen incurriendo los partidos políticos en las jornadas comiciales, con el evidente impacto en la calidad de la democracia y en el deterioro discursivo de la misma. Los partidos, entonces, se consolidan como poderes fácticos que lejos de ver por el interés público al que están obligados por mandato constitucional, sólo ven por sus intereses propios y particulares, dejando mucho que desear como es recurrente que suceda.

Pero vista en su conjunto, la encuesta permite vislumbrar una luz al final del túnel de la corrupción en nuestra república, ese mal endémico de la vida colectiva que ha pasado a ser uno de los asuntos que más le preocupan a los mexicanos desde hace varios años, al igual que elementos como la seguridad pública o el empleo. A partir de lo anterior, veremos en 2020 si hay un cambio significativo en el Índice de Percepción de la Corrupción que anualidad con anualidad elabora la misma organización de la sociedad civil internacional, y en el que, como es bien sabido por la opinión pública,

México da tumbos y se la pasa como los cangrejos, yendo hacia atrás y en caída libre. En la medición correspondiente a 2019, se sitúa en el lugar 138 de 180 naciones evaluadas, con uno de los peores desempeños en América Latina, además de conseguir un paupérrimo puntaje de 28/100.

Claro está que tanto el Barómetro Global como el Índice de Percepción se refieren precisamente a eso: percepciones. Ello implica cuestiones fundamentalmente subjetivas, que aunque son muy importantes porque son fuentes de primera mano acerca de cómo la ciudadanía hace suya la idea de la corrupción, no determina parámetros de verificabilidad empírica, por lo que el ejercicio irradiará una mayor certidumbre cuando otros instrumentos hagan lo propio, por ejemplo en el caso del World Justice Project.

De cualquier manera, es información valiosa que debe ponerse en su justa dimensión, pues TI se ha destacado por ser una de las organizaciones no gubernamentales más importantes, serias y objetivas a nivel planetario.

En definitiva, lo que informa TI pone en perspectiva que quizá al menos ese plano de la percepción va a ir cambiando aún más con el paso de los próximos años. Las percepciones, claro está, deben acompañarse de mejores prácticas de ética pública las cuales se reflejen en indicadores más sustanciales, como se dijo, pero por algo debe empezarse. Ojalá que esta inercia positiva pueda continuar.

“No es un cambio de gobierno, es un cambio de régimen”.- Andrés Manuel López Obrador

Acaba de darse a conocer en estos días una serie de datos que en mucho le ayudan al presidente Andrés Manuel López Obrador en su lucha contra la corrupción -o al menos a las batallas que ha dado por instalarla en el imaginario colectivo-, una de las banderas que ha enarbolado con el paso de los años y a la que en buena medida le debe su avasallador triunfo electoral del año pasado.

Según el Barómetro Global de la Corrupción de Transparencia Internacional (TI) y su capítulo Transparencia Mexicana, presentado el pasado lunes, los mexicanos que perciben un incremento de la corrupción en nuestro país bajaron de un 61% en 2017 a 44% en el año actual.

Sin duda alguna son cifras significativas que se ponen en el contexto de lo que el titular del Poder Ejecutivo ha denominado la cuarta transformación de la vida pública.

Otros datos reveladores indican, por ejemplo, que en los últimos doce meses una de cada tres personas (34%) tuvo que pagar sobornos en trámites o servicios públicos, a diferencia del 51% que lo hizo en 2017. Esos trámites o servicios fueron la policía, el acceso a la justicia y aspectos como acceso al agua, saneamiento o energía eléctrica.

Por igual, 21% de la población estima que la corrupción ha disminuido, en tanto que en el estudio correspondiente a 2017 únicamente un 6% opinó lo mismo. Un ítem contundente más: 61% de los encuestados puntualizó que AMLO está desempeñándose “bien” o “muy bien” en contra de la corrupción, a diferencia del 24% que decía lo mismo del expresidente Enrique Peña Nieto.

Ahora bien, no todo es bueno en el reporte, pues al referirse a la Presidencia como institución, en 2017 un 51% de los ciudadanos la tildaban de corrupta, lo cual se eleva a un 63% en 2019. Esto de alguna manera puede explicarse por el momento en que se elaboró la encuesta: un momento demasiado cercano a la elección presidencial del año pasado, teniendo en consideración la pésima imagen que tuvo el Poder Ejecutivo a lo largo del sexenio peñista.

Sin embargo, con todo y esto es dable establecer con firmeza que la mayoría de los tópicos dejan bien plantado y parado a nuestro país tanto en escala regional como yendo más allá del continente.

Otro tema preocupante es que un 50% de los encuestados dijo haber recibido una oferta de soborno a cambio de votos, lo cual deja en evidencia las lamentables prácticas en que siguen incurriendo los partidos políticos en las jornadas comiciales, con el evidente impacto en la calidad de la democracia y en el deterioro discursivo de la misma. Los partidos, entonces, se consolidan como poderes fácticos que lejos de ver por el interés público al que están obligados por mandato constitucional, sólo ven por sus intereses propios y particulares, dejando mucho que desear como es recurrente que suceda.

Pero vista en su conjunto, la encuesta permite vislumbrar una luz al final del túnel de la corrupción en nuestra república, ese mal endémico de la vida colectiva que ha pasado a ser uno de los asuntos que más le preocupan a los mexicanos desde hace varios años, al igual que elementos como la seguridad pública o el empleo. A partir de lo anterior, veremos en 2020 si hay un cambio significativo en el Índice de Percepción de la Corrupción que anualidad con anualidad elabora la misma organización de la sociedad civil internacional, y en el que, como es bien sabido por la opinión pública,

México da tumbos y se la pasa como los cangrejos, yendo hacia atrás y en caída libre. En la medición correspondiente a 2019, se sitúa en el lugar 138 de 180 naciones evaluadas, con uno de los peores desempeños en América Latina, además de conseguir un paupérrimo puntaje de 28/100.

Claro está que tanto el Barómetro Global como el Índice de Percepción se refieren precisamente a eso: percepciones. Ello implica cuestiones fundamentalmente subjetivas, que aunque son muy importantes porque son fuentes de primera mano acerca de cómo la ciudadanía hace suya la idea de la corrupción, no determina parámetros de verificabilidad empírica, por lo que el ejercicio irradiará una mayor certidumbre cuando otros instrumentos hagan lo propio, por ejemplo en el caso del World Justice Project.

De cualquier manera, es información valiosa que debe ponerse en su justa dimensión, pues TI se ha destacado por ser una de las organizaciones no gubernamentales más importantes, serias y objetivas a nivel planetario.

En definitiva, lo que informa TI pone en perspectiva que quizá al menos ese plano de la percepción va a ir cambiando aún más con el paso de los próximos años. Las percepciones, claro está, deben acompañarse de mejores prácticas de ética pública las cuales se reflejen en indicadores más sustanciales, como se dijo, pero por algo debe empezarse. Ojalá que esta inercia positiva pueda continuar.