/ lunes 27 de junio de 2022

Crónica electoral del municipio de Vicente Guerrero

Las elecciones ya huelan a toro pasado, por lo que confieso que por esa misma razón, he vencido cierto rubor al escribir estas líneas, que sin querer me obligan a echarle sal a la herida, que aún lamiéndola con la lengua retorcida y secándola con los coletazos finales del poder, la superación del dolor va para largo, aunque el afectado cante y no se queje. Es cierto que las derrotas y las desgracias se narran solas, pero dada la atipicidad pasional que en este proceso vivió Vicente Guerrero, considero que vale la pena darle un empujón y matizarla con mis ásperos puntos de vista, los que no coincidirán con aquellos que se estimularon con el tufo del ojal y ojete: “Perdimos con Orlando, pero ganamos con Esteban”.

Partiendo de ese doblete de conveniencias, abordamos en esta simple crónica que, en el municipio de Vicente Guerrero, el candidato del PRIAN se manejó entre los mojigatos del bien y los villanos del mal. Los primeros representaban a los satisfechos que le entonaron el canto de las sirenas y los segundos a los inconformes que lo tenían en jabón y se la sentenciaron literalmente: “Nos vemos el cinco de junio”.

Orlando ya andaba muy crecido y su ego se agigantó cuando la alianza del PRIAN le hizo creer que era el invencible. Cosa que los electores tomaron con reservas y permanecieron al acecho de sus desfiguros electoreros, los que ladinamente bloquearon y debilitaron para evitar su reelección, ya que eso significaba seguir viendo y viviendo más de los mismo.

Y por supuesto que no fue poca cosa, cuando los guerrerenses sin condiciones le concedieron el beneficio de la duda a Juanita Acevedo, antes que aceptar la máxima despreciable: “Vale más malo por conocido que bueno por conocer”. Ante dicha sentencia fallida, se deduce que el pueblo le negó al actual alcalde la oportunidad de autotaparse las irregularidades que por acción u omisión haya cometido, así como la continuidad de contubernios con los acostumbrados a medrar del municipio.

En este caso muy particular, es muy notable que el alcalde no asumió el reto de la reelección por amor al pueblo, sino por temor personal y terror machista de sus seguidores, a entregar la estafeta por primera vez a una mujer, que aclamada por la voluntad de los electores, evitó que un pícaro se reeligiera y siguiera haciendo víctimas a los guerrerenses del exceso del desorden y la impunidad.

Allí radicaron quizás los errores más importantes que el alcalde cometió. Él y su nefando equipo no entendieron que el pueblo ya no tolera las aspirinas con que pretenden calmarle todos los males. La gente desesperada ya no tiene paciencia para esperar cambios que no hizo el alcalde y que prometía hacerlos si le daban otra oportunidad.

Los resultados fueron la señal que evidenciaron de cuerpo entero a un presidente municipal, despreciado por la elección, que fue un exacto referéndum sobre su administración y reveló la magnitud del rechazo hacia la ruta que trazó. Sin duda que Orlando quiso pasar a la historia como el primer munícipe reelecto, pero la mayoría del electorado lo castigó por las pifias y la tardanza en los trabajos que emprendía, dejándolos a medio pelo y de costos excedidos.

El rechazo a su reelección, evidencia que estamos hartos del desorden y el vicio sin final. El rezago de las necesidades prioritarias, como la falta de agua en San Pancho, que es mi tierra y que por lo mismo padezco en carne viva sus estragos y pese a que le hemos enviado cartas por este medio, jamás se dignó en dar una atención, mucho menos una solución.

Pero a dicho rosario de desgracias se agrega la pesada cuenta del desastre de las calles, donde ha tenido la pésima idea de rasparlas en seco con maquinaria pesada, generando así tolvaneras insalubres en tiempos de aire y lodazales inmundos en tiempos de lluvia, dificultando así el tráfico y arruinando a la vez la estética vial, cuya muestra es suficiente para asegurar que su visión fue sustituir las cosas malas por las pésimas.

Las elecciones ya huelan a toro pasado, por lo que confieso que por esa misma razón, he vencido cierto rubor al escribir estas líneas, que sin querer me obligan a echarle sal a la herida, que aún lamiéndola con la lengua retorcida y secándola con los coletazos finales del poder, la superación del dolor va para largo, aunque el afectado cante y no se queje. Es cierto que las derrotas y las desgracias se narran solas, pero dada la atipicidad pasional que en este proceso vivió Vicente Guerrero, considero que vale la pena darle un empujón y matizarla con mis ásperos puntos de vista, los que no coincidirán con aquellos que se estimularon con el tufo del ojal y ojete: “Perdimos con Orlando, pero ganamos con Esteban”.

Partiendo de ese doblete de conveniencias, abordamos en esta simple crónica que, en el municipio de Vicente Guerrero, el candidato del PRIAN se manejó entre los mojigatos del bien y los villanos del mal. Los primeros representaban a los satisfechos que le entonaron el canto de las sirenas y los segundos a los inconformes que lo tenían en jabón y se la sentenciaron literalmente: “Nos vemos el cinco de junio”.

Orlando ya andaba muy crecido y su ego se agigantó cuando la alianza del PRIAN le hizo creer que era el invencible. Cosa que los electores tomaron con reservas y permanecieron al acecho de sus desfiguros electoreros, los que ladinamente bloquearon y debilitaron para evitar su reelección, ya que eso significaba seguir viendo y viviendo más de los mismo.

Y por supuesto que no fue poca cosa, cuando los guerrerenses sin condiciones le concedieron el beneficio de la duda a Juanita Acevedo, antes que aceptar la máxima despreciable: “Vale más malo por conocido que bueno por conocer”. Ante dicha sentencia fallida, se deduce que el pueblo le negó al actual alcalde la oportunidad de autotaparse las irregularidades que por acción u omisión haya cometido, así como la continuidad de contubernios con los acostumbrados a medrar del municipio.

En este caso muy particular, es muy notable que el alcalde no asumió el reto de la reelección por amor al pueblo, sino por temor personal y terror machista de sus seguidores, a entregar la estafeta por primera vez a una mujer, que aclamada por la voluntad de los electores, evitó que un pícaro se reeligiera y siguiera haciendo víctimas a los guerrerenses del exceso del desorden y la impunidad.

Allí radicaron quizás los errores más importantes que el alcalde cometió. Él y su nefando equipo no entendieron que el pueblo ya no tolera las aspirinas con que pretenden calmarle todos los males. La gente desesperada ya no tiene paciencia para esperar cambios que no hizo el alcalde y que prometía hacerlos si le daban otra oportunidad.

Los resultados fueron la señal que evidenciaron de cuerpo entero a un presidente municipal, despreciado por la elección, que fue un exacto referéndum sobre su administración y reveló la magnitud del rechazo hacia la ruta que trazó. Sin duda que Orlando quiso pasar a la historia como el primer munícipe reelecto, pero la mayoría del electorado lo castigó por las pifias y la tardanza en los trabajos que emprendía, dejándolos a medio pelo y de costos excedidos.

El rechazo a su reelección, evidencia que estamos hartos del desorden y el vicio sin final. El rezago de las necesidades prioritarias, como la falta de agua en San Pancho, que es mi tierra y que por lo mismo padezco en carne viva sus estragos y pese a que le hemos enviado cartas por este medio, jamás se dignó en dar una atención, mucho menos una solución.

Pero a dicho rosario de desgracias se agrega la pesada cuenta del desastre de las calles, donde ha tenido la pésima idea de rasparlas en seco con maquinaria pesada, generando así tolvaneras insalubres en tiempos de aire y lodazales inmundos en tiempos de lluvia, dificultando así el tráfico y arruinando a la vez la estética vial, cuya muestra es suficiente para asegurar que su visión fue sustituir las cosas malas por las pésimas.