/ lunes 27 de abril de 2020

Cuando el corazón no admite

Este pasado miércoles el presidente en su mañanera, usó casi todo su tiempo en criticar a los periodistas y editorialistas, señalando de algunos en forma metafórica, pero drásticamente que, al parecer quienes señalaban las cosas que a él no le parecían, era porque les daban dinero.

A lo que yo me pregunto: ¿Podrá llegar a creerse, que alguien esté repartiendo dinero al 90% de los periodistas o editorialistas para difundir noticias en contra del presidente? Pues comprobado está que ese porcentaje sólo indica lo que es, lo que se hace y sus resultados. Además, en la conferencia a que hago referencia y en ninguna otra ocasión, ha comprobado algún “fake news” de los que acusa cometen los comunicadores que nos hacen el favor de enterarnos de las noticias.

Varios comentaristas que fueron mencionados en su larga y tediosa conferencia mañanera, le manifestaron posteriormente en sus programas, que en todo caso señalara cuáles eran las cosas falsas que se habían divulgado por ellos, concluyendo los periodistas, que la actitud del presidente era de intolerancia y, al disponerme a platicar en estas líneas de la condición que le atribuyen, procuré esculcar sobre lo que ahora le endilgan.

Una vez que autodidactamente me instruí en forma y por varios autores, encontré que la INTOLERANCIA se define como la falta de capacidad o de ánimo para admitir algo, y se indica que el intolerante no acepta que otra persona pueda tener tradiciones, valores, ideas o costumbres diferentes a las de él, por lo cual adopta una actitud violenta y de desprecio.

Los profesionales de la materia señalan que dentro de las características de las personas intolerantes tienden a prejuzgar a una persona o situación con base a una opinión previa o algo que se conoce mal. Y, además, se dejan influenciar por los estereotipos, ideas de algo o de alguien, aceptadas como patrón de cualidades o comportamientos.

Suelen discriminar por motivos de creencias ideológicas, de raza, sexo, orientación sexual, discapacidad u otros trastornos.

Poseen un alto grado de fanatismo, puesto que creen firmemente en sus ideas y también las defienden con una pasión exagerada, irracional y desmedida.

Son intransigentes, que al parecer las palabras intolerante e intransigente son lo mismo, pero, a pesar de estar íntimamente relacionadas, no son exactamente lo mismo. La intolerancia es no aceptar las ideas de los demás, creer que lo sabes todo y debatir abiertamente estas ideas; mientras la intransigencia es no ceder a las exigencias y peticiones de los demás, y las personas intolerantes son también, muy a menudo, intransigentes.

No escuchan, defienden sus ideas, pero no sólo eso, sino que no perciben la opinión de los demás. Como piensan que tienen razón en todo, su opinión es la única que cuenta y consideran que enterarse de lo que piensan otras personas es una pérdida de tiempo.

Son personas autoritarias que generalmente incluyen esos rasgos desde la infancia, es costumbre que cuando te cruzas con una persona autoritaria, no importa que tengan razón o no, la opinión de los demás no tiene ningún valor y hay que obedecerles o montan en cólera.

Tienen problemas con sus relaciones interpersonales y entran en conflicto con todos los demás con bastante frecuencia. Siempre intentan tener la razón y menosprecian a los demás.

Poseen pensamiento dicotómico, son personas que lo quieren tener todo bajo control, porque han crecido en familias que generalmente les han educado de esta manera. Por tal motivo, los intolerantes tienden a categorizar como “enemigos” a las personas que no se posicionan a su favor en ciertos temas.

Son sumamente desconfiados, quieren tenerlo todo bajo control y piensan que todo es blanco o negro, desconfían de cualquier punto de vista distinto al de él.

Son psicológicamente inflexibles y rígidos y sólo piensan que existe una verdad: La suya. No hay más opciones, y cuando alguien pretende hacer frente a sus opiniones, se genera una gran ansiedad en su interior.

Esta es su manera de garantizar que la única verdad existente es la suya y la de nadie más.

Explotan con facilidad, pues ven a los demás como amenazas, y cuando alguien intenta llevarles la contraria actúan de forma agresiva, hostil y discriminatoria.

No encajan las críticas, y tal y como mencioné anteriormente, actúan de malas maneras cuando alguien les dice que no lo están haciendo bien, ellos no aceptan ninguna crítica, pero tampoco hacen autocrítica.

De manera que, no lo digo yo, está señalado por profesionales de la psicología, pero usted estimado lector, ¿considera que el señor presidente de la república reúna esas características, como para llamarlo intolerante?

Habrá, como siempre, quien pueda ver el vaso de agua medio vacío y otros, medio lleno, pero si, así como pueden existir los intolerantes y fanáticos que no pueden aceptar la realidad, ni razones en su contra, que se empeñan en no acatar la verdad, ya sea porque les da miedo, porque no les gusta o porque simplemente, están mejor creyendo sus propias mentiras, también las hay analíticas que buscan y saben aceptar la realidad.

Es prudente recordar también, que la mentira por cada vez que se acepte se puede convertir en un trastorno para la persona, en el presente caso se trata de un autoengaño. Quizás el sentimiento sea mayor que la inteligencia y entonces el corazón no querrá admitir lo que la mente sí sabe, siendo entonces el autoengaño un elemento de interacción social absolutamente extendido en el funcionar de las sociedades modernas, que va desde los aspectos económicos y políticos hasta los más íntimos, convirtiéndose el autoengaño, en la extensión degenerada que acaba por impregnar de caminos absurdos la conciencia y la voluntad de la persona.

Para las personas, como seres en construcción que somos, es inevitable que cometamos errores, pero la única actitud sana al respecto es aprender de ellos y aceptar sus consecuencias, intentar reparar las equivocaciones cometidas, sacar nuestras conclusiones y seguir adelante. Esta aceptación es un acto de valentía para los que tienen la fuerza de enfrentar la verdad y no negarla, que puede ser el primer paso en un proceso de verdadero éxito.

Este pasado miércoles el presidente en su mañanera, usó casi todo su tiempo en criticar a los periodistas y editorialistas, señalando de algunos en forma metafórica, pero drásticamente que, al parecer quienes señalaban las cosas que a él no le parecían, era porque les daban dinero.

A lo que yo me pregunto: ¿Podrá llegar a creerse, que alguien esté repartiendo dinero al 90% de los periodistas o editorialistas para difundir noticias en contra del presidente? Pues comprobado está que ese porcentaje sólo indica lo que es, lo que se hace y sus resultados. Además, en la conferencia a que hago referencia y en ninguna otra ocasión, ha comprobado algún “fake news” de los que acusa cometen los comunicadores que nos hacen el favor de enterarnos de las noticias.

Varios comentaristas que fueron mencionados en su larga y tediosa conferencia mañanera, le manifestaron posteriormente en sus programas, que en todo caso señalara cuáles eran las cosas falsas que se habían divulgado por ellos, concluyendo los periodistas, que la actitud del presidente era de intolerancia y, al disponerme a platicar en estas líneas de la condición que le atribuyen, procuré esculcar sobre lo que ahora le endilgan.

Una vez que autodidactamente me instruí en forma y por varios autores, encontré que la INTOLERANCIA se define como la falta de capacidad o de ánimo para admitir algo, y se indica que el intolerante no acepta que otra persona pueda tener tradiciones, valores, ideas o costumbres diferentes a las de él, por lo cual adopta una actitud violenta y de desprecio.

Los profesionales de la materia señalan que dentro de las características de las personas intolerantes tienden a prejuzgar a una persona o situación con base a una opinión previa o algo que se conoce mal. Y, además, se dejan influenciar por los estereotipos, ideas de algo o de alguien, aceptadas como patrón de cualidades o comportamientos.

Suelen discriminar por motivos de creencias ideológicas, de raza, sexo, orientación sexual, discapacidad u otros trastornos.

Poseen un alto grado de fanatismo, puesto que creen firmemente en sus ideas y también las defienden con una pasión exagerada, irracional y desmedida.

Son intransigentes, que al parecer las palabras intolerante e intransigente son lo mismo, pero, a pesar de estar íntimamente relacionadas, no son exactamente lo mismo. La intolerancia es no aceptar las ideas de los demás, creer que lo sabes todo y debatir abiertamente estas ideas; mientras la intransigencia es no ceder a las exigencias y peticiones de los demás, y las personas intolerantes son también, muy a menudo, intransigentes.

No escuchan, defienden sus ideas, pero no sólo eso, sino que no perciben la opinión de los demás. Como piensan que tienen razón en todo, su opinión es la única que cuenta y consideran que enterarse de lo que piensan otras personas es una pérdida de tiempo.

Son personas autoritarias que generalmente incluyen esos rasgos desde la infancia, es costumbre que cuando te cruzas con una persona autoritaria, no importa que tengan razón o no, la opinión de los demás no tiene ningún valor y hay que obedecerles o montan en cólera.

Tienen problemas con sus relaciones interpersonales y entran en conflicto con todos los demás con bastante frecuencia. Siempre intentan tener la razón y menosprecian a los demás.

Poseen pensamiento dicotómico, son personas que lo quieren tener todo bajo control, porque han crecido en familias que generalmente les han educado de esta manera. Por tal motivo, los intolerantes tienden a categorizar como “enemigos” a las personas que no se posicionan a su favor en ciertos temas.

Son sumamente desconfiados, quieren tenerlo todo bajo control y piensan que todo es blanco o negro, desconfían de cualquier punto de vista distinto al de él.

Son psicológicamente inflexibles y rígidos y sólo piensan que existe una verdad: La suya. No hay más opciones, y cuando alguien pretende hacer frente a sus opiniones, se genera una gran ansiedad en su interior.

Esta es su manera de garantizar que la única verdad existente es la suya y la de nadie más.

Explotan con facilidad, pues ven a los demás como amenazas, y cuando alguien intenta llevarles la contraria actúan de forma agresiva, hostil y discriminatoria.

No encajan las críticas, y tal y como mencioné anteriormente, actúan de malas maneras cuando alguien les dice que no lo están haciendo bien, ellos no aceptan ninguna crítica, pero tampoco hacen autocrítica.

De manera que, no lo digo yo, está señalado por profesionales de la psicología, pero usted estimado lector, ¿considera que el señor presidente de la república reúna esas características, como para llamarlo intolerante?

Habrá, como siempre, quien pueda ver el vaso de agua medio vacío y otros, medio lleno, pero si, así como pueden existir los intolerantes y fanáticos que no pueden aceptar la realidad, ni razones en su contra, que se empeñan en no acatar la verdad, ya sea porque les da miedo, porque no les gusta o porque simplemente, están mejor creyendo sus propias mentiras, también las hay analíticas que buscan y saben aceptar la realidad.

Es prudente recordar también, que la mentira por cada vez que se acepte se puede convertir en un trastorno para la persona, en el presente caso se trata de un autoengaño. Quizás el sentimiento sea mayor que la inteligencia y entonces el corazón no querrá admitir lo que la mente sí sabe, siendo entonces el autoengaño un elemento de interacción social absolutamente extendido en el funcionar de las sociedades modernas, que va desde los aspectos económicos y políticos hasta los más íntimos, convirtiéndose el autoengaño, en la extensión degenerada que acaba por impregnar de caminos absurdos la conciencia y la voluntad de la persona.

Para las personas, como seres en construcción que somos, es inevitable que cometamos errores, pero la única actitud sana al respecto es aprender de ellos y aceptar sus consecuencias, intentar reparar las equivocaciones cometidas, sacar nuestras conclusiones y seguir adelante. Esta aceptación es un acto de valentía para los que tienen la fuerza de enfrentar la verdad y no negarla, que puede ser el primer paso en un proceso de verdadero éxito.