/ jueves 9 de septiembre de 2021

Cuidar la privacidad

En las últimas semanas, los países, las empresas y la sociedad en su conjunto, nos enfrentamos a una situación de crisis internacional que no posee antecedentes en la historia reciente.

Además de controlar la pandemia, tenemos que pensar en el mundo que quedará después de la tormenta, el que estamos construyendo con cada decisión. La privacidad es importante porque le da poder a la ciudadanía. Hay que defenderla.

Demasiadas veces las medidas temporales tomadas en momentos de emergencia llegan para quedarse. Todos tenemos que vigilar la democracia. Las agencias de protección de datos en especial deben montar guardia y asegurarse de que no hay ningún abuso a nuestros datos.

El Covid-19 se ha llevado ya y se llevará a muchos seres queridos. Nos ha robado el sueño, está dañando nuestra economía, nos ha arrebatado nuestros planes. No podemos dejar que nos robe también nuestros derechos. Hay que cuidar la privacidad, incluso en estos tiempos.

Las empresas poseen la responsabilidad exigible de proteger a los colaboradores sin escatimar ningún esfuerzo o inversión. Pero al mismo tiempo, deben concientizar a sus colaboradores y personal que opere en los centros de trabajo a la reciprocidad en este cuidado, debiendo tomar las medidas necesarias para evitar cualquier tipo de riesgo a su salud, la de su grupo de trabajo y consecuentemente, a la operatividad de la compañía.

Bajo la crisis que atravesamos, los ciudadanos nos vemos tentados a querer obtener la mayor cantidad de información de todas las fuentes posibles y a tratarla con diferentes fines, pero la sobreinformación conlleva un riesgo inherente, el potencial daño a su titular, sobre todo, cuando se trata de datos sensibles, que es de carácter personal y que, si es sometida a divulgación o mal uso, la misma puede generar un daño, como situaciones de discriminación o riesgo grave para su titular.

Ante esta situación, y como medida de prevención, se ha justificado la solicitud de datos como puede ser el estado de salud de las personas, los viajes realizados en las últimas semanas, si presentan síntomas o ya cuentan con un diagnóstico, la información de personal que se encuentra en tratamiento, etcétera.

Esta información debe ser tratada de manera confidencial, debiendo responder su uso solamente a razones suficientes relacionadas con la prevención o contención de los riesgos, con previo consentimiento del titular y en cumplimiento con las leyes locales, así como también las políticas y procedimientos internos de las empresas.

Cualquier uso que no esté relacionado con este fin, sin el debido control y notificación pertinente, posee un grado de criticidad elevado, pudiendo derivar en una responsabilidad legal al sujeto que realice actos por fuera de la norma.

En el caso de las empresas, la privacidad de los colaboradores es una cuestión de gran importancia, pero no es un derecho ilimitado. Deben matizarse con un sano y necesario equilibrio de los deberes e intereses comunes de los ámbitos donde el titular de la información desarrolle sus actividades laborales o personales, velando por el bien comunitario con un grado de conciencia y deber de cuidado, y por el otro lado, quienes recaben los datos deben garantizar que la información solicitada sea proporcional y evitando caer en la recopilación excesiva e infundada.

Bajo esta realidad que nos ha tocado vivir, tenemos el deber de no sacrificar la privacidad y la información de las personas, pero si tenemos la gran responsabilidad de velar por dichos derechos con el deber de cuidar a quienes nos rodean, cuidando la ley y realizando una debida diligencia que permita no afectarlas en su entorno personal.

En las últimas semanas, los países, las empresas y la sociedad en su conjunto, nos enfrentamos a una situación de crisis internacional que no posee antecedentes en la historia reciente.

Además de controlar la pandemia, tenemos que pensar en el mundo que quedará después de la tormenta, el que estamos construyendo con cada decisión. La privacidad es importante porque le da poder a la ciudadanía. Hay que defenderla.

Demasiadas veces las medidas temporales tomadas en momentos de emergencia llegan para quedarse. Todos tenemos que vigilar la democracia. Las agencias de protección de datos en especial deben montar guardia y asegurarse de que no hay ningún abuso a nuestros datos.

El Covid-19 se ha llevado ya y se llevará a muchos seres queridos. Nos ha robado el sueño, está dañando nuestra economía, nos ha arrebatado nuestros planes. No podemos dejar que nos robe también nuestros derechos. Hay que cuidar la privacidad, incluso en estos tiempos.

Las empresas poseen la responsabilidad exigible de proteger a los colaboradores sin escatimar ningún esfuerzo o inversión. Pero al mismo tiempo, deben concientizar a sus colaboradores y personal que opere en los centros de trabajo a la reciprocidad en este cuidado, debiendo tomar las medidas necesarias para evitar cualquier tipo de riesgo a su salud, la de su grupo de trabajo y consecuentemente, a la operatividad de la compañía.

Bajo la crisis que atravesamos, los ciudadanos nos vemos tentados a querer obtener la mayor cantidad de información de todas las fuentes posibles y a tratarla con diferentes fines, pero la sobreinformación conlleva un riesgo inherente, el potencial daño a su titular, sobre todo, cuando se trata de datos sensibles, que es de carácter personal y que, si es sometida a divulgación o mal uso, la misma puede generar un daño, como situaciones de discriminación o riesgo grave para su titular.

Ante esta situación, y como medida de prevención, se ha justificado la solicitud de datos como puede ser el estado de salud de las personas, los viajes realizados en las últimas semanas, si presentan síntomas o ya cuentan con un diagnóstico, la información de personal que se encuentra en tratamiento, etcétera.

Esta información debe ser tratada de manera confidencial, debiendo responder su uso solamente a razones suficientes relacionadas con la prevención o contención de los riesgos, con previo consentimiento del titular y en cumplimiento con las leyes locales, así como también las políticas y procedimientos internos de las empresas.

Cualquier uso que no esté relacionado con este fin, sin el debido control y notificación pertinente, posee un grado de criticidad elevado, pudiendo derivar en una responsabilidad legal al sujeto que realice actos por fuera de la norma.

En el caso de las empresas, la privacidad de los colaboradores es una cuestión de gran importancia, pero no es un derecho ilimitado. Deben matizarse con un sano y necesario equilibrio de los deberes e intereses comunes de los ámbitos donde el titular de la información desarrolle sus actividades laborales o personales, velando por el bien comunitario con un grado de conciencia y deber de cuidado, y por el otro lado, quienes recaben los datos deben garantizar que la información solicitada sea proporcional y evitando caer en la recopilación excesiva e infundada.

Bajo esta realidad que nos ha tocado vivir, tenemos el deber de no sacrificar la privacidad y la información de las personas, pero si tenemos la gran responsabilidad de velar por dichos derechos con el deber de cuidar a quienes nos rodean, cuidando la ley y realizando una debida diligencia que permita no afectarlas en su entorno personal.