/ miércoles 29 de julio de 2020

Cuidemos también nuestra salud mental

Estrés, ansiedad, miedo, culpa, soledad, trastornos alimentarios o abuso del alcohol para anestesiar las emociones no son la solución a los problemas de confinamiento, pueden convertirse en problemas que nos pueden afectar durante años.

El estrés y la angustia son situaciones que se presentan cuando surge una pandemia como la que vivimos, donde el miedo y la sensación de desamparo se disparan como consecuencia del desmantelamiento de nuestras rutinas.

La desorganización de nuestras vidas junto con la incertidumbre generada por la pandemia provoca reacciones de pánico, sobre todo, por tratar de sobredimensionar la situación de peligro y de infravalorar las herramientas que poseemos para afrontar la nueva situación vital.

Las rutinas son una serie de conductas que nos dan una sensación de control ante un mundo caótico y cambiante, no sólo en términos de la salud, sino también en otros rubros, por lo que las medidas para la contingencia producen un cambio radical en nuestra vida, misma que suponemos planificada y tranquila.

Pérdida e incertidumbre son claves para comprender el cambio que se ha generado en nuestras vidas, porque hemos perdido nuestra libertad, nuestro modelo de vida, nuestra economía y sobre todo, corremos el riesgo de perder la salud, la vida o la de nuestros seres queridos, porque vivimos en la incertidumbre y ya no tenemos capacidad de control porque no sabemos lo que ocurre a nuestro alrededor y preferimos no ver ni oír lo que acontece.

Esta situación puede provocar en las personas un sufrimiento prolongado o intenso, que se refleja en depresión y un funcionamiento negativo en los diferentes ámbitos de la persona, debido a la disminución abrupta de las relaciones sociales debido al confinamiento y la falta de un apoyo afectivo que se obtiene de nuestro entorno.

Además, a eso hay que sumar la imposibilidad de disfrutar del ocio, expresado a través de eventos deportivos, musicales, artísticos, que funcionan como atenuadores de la ansiedad.

En este sentido las redes sociales y las fake news aumentan el temor y la alarma social, con sobre información fácilmente accesible, instantánea y, la mayoría de las veces, errónea, lo que produce que las personas sean más sensibles a lo que ven y oyen.

Para evitar caer en pánico y llevarnos por la ansiedad, debemos centrarnos en los aspectos que dependen solo de nuestros actos y decisiones, tomar precauciones para colaborar en nuestra salud, y que a pesar de que las recomendaciones las vemos y escuchamos cada instante, es necesario hacer conciencia sobre ellas.

Debemos lavar las manos con agua y jabón con frecuencia, o usar un desinfectante para manos a base de alcohol y saludar a la distancia; usar cubrebocas y evitar tocarse los ojos, la nariz y la boca; saludar a la distancia, no besos o abrazos; mantener una sana distancia; evitar tener contacto con personas enfermas, sanitizar nuestro hogar y nuestras áreas de trabajo, pero sobre todo, restringir la movilidad y el contacto social lo máximo posible, al quedarnos en casa.

Hacer actividades gratificantes puede ayudar a distraer pensamientos catastróficos, hacer deporte en casa o retomar actividades como leer, escuchar música o tocar un instrumento, además de que nos relajan nos ayudan a mantener a raya la ansiedad como el miedo.

El sentir miedo es un sentimiento adecuado en ciertas situaciones porque nos lleva a huir o defendernos en una situación peligrosa, pero puede convertirse en nuestro mayor enemigo cuando sentimos miedo y ansiedad de manera desproporcionada en relación con la situación de peligro.

Si la situación se complica y resulta difícil afrontarla, entonces lo mejor es solicitar ayuda aun profesional, y ante la situación de confinamiento, se puede establecer una videoconferencia con la misma eficacia que en una atención presencial, hay organizaciones e instituciones educativas que han emprendido la consulta virtual de salud mental, podemos acudir a ellos y nos ayudarán a mitigar los efectos de la pandemia en nuestras vidas.

Estrés, ansiedad, miedo, culpa, soledad, trastornos alimentarios o abuso del alcohol para anestesiar las emociones no son la solución a los problemas de confinamiento, pueden convertirse en problemas que nos pueden afectar durante años.

El estrés y la angustia son situaciones que se presentan cuando surge una pandemia como la que vivimos, donde el miedo y la sensación de desamparo se disparan como consecuencia del desmantelamiento de nuestras rutinas.

La desorganización de nuestras vidas junto con la incertidumbre generada por la pandemia provoca reacciones de pánico, sobre todo, por tratar de sobredimensionar la situación de peligro y de infravalorar las herramientas que poseemos para afrontar la nueva situación vital.

Las rutinas son una serie de conductas que nos dan una sensación de control ante un mundo caótico y cambiante, no sólo en términos de la salud, sino también en otros rubros, por lo que las medidas para la contingencia producen un cambio radical en nuestra vida, misma que suponemos planificada y tranquila.

Pérdida e incertidumbre son claves para comprender el cambio que se ha generado en nuestras vidas, porque hemos perdido nuestra libertad, nuestro modelo de vida, nuestra economía y sobre todo, corremos el riesgo de perder la salud, la vida o la de nuestros seres queridos, porque vivimos en la incertidumbre y ya no tenemos capacidad de control porque no sabemos lo que ocurre a nuestro alrededor y preferimos no ver ni oír lo que acontece.

Esta situación puede provocar en las personas un sufrimiento prolongado o intenso, que se refleja en depresión y un funcionamiento negativo en los diferentes ámbitos de la persona, debido a la disminución abrupta de las relaciones sociales debido al confinamiento y la falta de un apoyo afectivo que se obtiene de nuestro entorno.

Además, a eso hay que sumar la imposibilidad de disfrutar del ocio, expresado a través de eventos deportivos, musicales, artísticos, que funcionan como atenuadores de la ansiedad.

En este sentido las redes sociales y las fake news aumentan el temor y la alarma social, con sobre información fácilmente accesible, instantánea y, la mayoría de las veces, errónea, lo que produce que las personas sean más sensibles a lo que ven y oyen.

Para evitar caer en pánico y llevarnos por la ansiedad, debemos centrarnos en los aspectos que dependen solo de nuestros actos y decisiones, tomar precauciones para colaborar en nuestra salud, y que a pesar de que las recomendaciones las vemos y escuchamos cada instante, es necesario hacer conciencia sobre ellas.

Debemos lavar las manos con agua y jabón con frecuencia, o usar un desinfectante para manos a base de alcohol y saludar a la distancia; usar cubrebocas y evitar tocarse los ojos, la nariz y la boca; saludar a la distancia, no besos o abrazos; mantener una sana distancia; evitar tener contacto con personas enfermas, sanitizar nuestro hogar y nuestras áreas de trabajo, pero sobre todo, restringir la movilidad y el contacto social lo máximo posible, al quedarnos en casa.

Hacer actividades gratificantes puede ayudar a distraer pensamientos catastróficos, hacer deporte en casa o retomar actividades como leer, escuchar música o tocar un instrumento, además de que nos relajan nos ayudan a mantener a raya la ansiedad como el miedo.

El sentir miedo es un sentimiento adecuado en ciertas situaciones porque nos lleva a huir o defendernos en una situación peligrosa, pero puede convertirse en nuestro mayor enemigo cuando sentimos miedo y ansiedad de manera desproporcionada en relación con la situación de peligro.

Si la situación se complica y resulta difícil afrontarla, entonces lo mejor es solicitar ayuda aun profesional, y ante la situación de confinamiento, se puede establecer una videoconferencia con la misma eficacia que en una atención presencial, hay organizaciones e instituciones educativas que han emprendido la consulta virtual de salud mental, podemos acudir a ellos y nos ayudarán a mitigar los efectos de la pandemia en nuestras vidas.