/ miércoles 28 de noviembre de 2018

De animales a dioses

El libro destaca las limitaciones de este nuevo poder del hombre que nos hace sentir como dioses, que acelera el deterioro climático, que agrede a su propio hábitat, que se obsesiona por las cifras de la macroeconomía.

Hace 100.000 años al menos seis especies de humanos habitaban la Tierra, y hoy sólo queda una, la nuestra: Homo Sapiens, y a través del libro “De animales a dioses”, Yuval Noah Harari traza una breve historia de la humanidad, desde los primeros humanos que caminaron sobre la Tierra hasta los radicales y devastadores avances de las tres grandes revoluciones que nuestra especie ha protagonizado.

Al tratar de responder la pregunta de: ¿Cómo logró imponerse en la lucha por la existencia?, a partir de hallazgos de disciplinas tan diversas como la biología, la antropología, la paleontología o la economía el autor cuestiona todo lo que creíamos saber sobre el ser humano: Nuestros orígenes, ideas y acciones, sobre todo, nuestro futuro, y explora cómo las grandes corrientes de la historia han modelado nuestra sociedad, los animales y las plantas que nos rodean.

Para Yuval Noah Harari, la diferencia crucial entre el primate humano y todos los demás animales de la Tierra es que los “Sapiens” no sólo son capaces de imaginarse cosas que nunca han visto, tocado ni oído, sino además de convencer a muchas otras personas de que sus fantasías, por muy descabelladas que sean, son verdad.

La obra está dividida en cuatro partes, la primera narra los orígenes del mundo, con la aparición sobre la Tierra del género Homo, con su evolución hasta llegar al triunfo del Homo Sapiens sobre las otras especies humanas y de animales que quedaron extinguidas, mientras se producía una “revolución cognitiva” con la creación de un lenguaje ficcional como fundamento de su superioridad.

La segunda parte trata de la revolución neolítica, aquí llamada “revolución agrícola”, el momento que transformó la sociedad de cazadores-recolectores nómadas en otra de agricultores y pastores sedentarios, hace unos 10.000 años, lo que complementó el escalón del progreso humano se complementó con la aparición de organizaciones complejas para ordenar la producción y distribución de los acrecentados bienes, con la jerarquización de los grupos, de modo que las clases superiores integrada por reyes, sacerdotes y administradores, tendieron a la discriminación y la opresión de las masas de trabajadores para abrir un patriarcado que marcó el predominio del hombre sobre la mujer.

La tercera parte da cuenta de la edad moderna, al periodo de la primera globalización y de la aparición de los grandes imperios mundiales, como el español o el británico. Imperios que tienen su base en la ambición, es decir, en el dinero, por mucho que se disimule bajo la capa de la “pesada carga del hombre blanco” de evangelizar, de civilizar o de democratizar a otros pueblos.

En este apartado, se abre la discusión sobre el papel de las religiones, en el que se hace una discreta apología de los politeísmos y el fanatismo de los monoteísmos, el cristianismo, el judaísmo y el islam al destacar la intolerancia par los que no acepten su verdad única, los antagonismos internos, las guerras santas.

Así, como ejemplo narra cómo los emperadores romanos mandaron menos cristianos a los leones en tres siglos que los cristianos a otros cristianos a la muerte en sólo 24 horas, las del día de San Bartolomé, tan celebrado por los (supuestamente caritativos) magnates católicos, incluyendo el Papa de Roma.

El cuarto apartado se dedica a la “revolución científica”, aunque no se limita a este episodio situado tradicionalmente en el siglo XVII europeo, sino a todos los hallazgos de los últimos 500 años en el terreno de la ciencia.

Revisa además los grandes avances tecnológicos desde los generados por la revolución industrial hasta los más recientes de la ingeniería genética, como la recreación de un cerebro humano dentro de un ordenador o la búsqueda, si no de la inmortalidad, sí al menos de la “amortalidad” implícita en el Proyecto Gilgamesh y otras posibilidades abiertas a los modernos “Frankenstein”.

Para el autor, lo más sugestivo es quizá su relativismo con la inexistencia de verdades absolutas suplidas por meras convenciones y su ateísmo implícito: todas las religiones son meras ficciones, la naturaleza es el reino de la crueldad y no de la ética, “la belleza de la teoría de Darwin es que no necesita suponer la existencia de un diseñador inteligente”, como lo es la belleza de la teoría de Laplace en relación con el universo.

Pero sobre todo, el libro destaca las limitaciones de este nuevo poder del hombre que nos hace sentir como dioses, que acelera el deterioro climático, que agrede a su propio hábitat, que se obsesiona por las cifras de la macroeconomía, pero al mismo tiempo se despreocupa de la felicidad cotidiana de millones de individuos, porque ahora, los grandes problemas de la humanidad son globales, y ningún estado nacional puede afrontarlos por sí solo, como la crisis económica, los riesgos de nuevas tecnologías como la manipulación genética, la creación de vida artificial o el desarrollo de algoritmos que van a hacer nuestro trabajo mejor que nosotros.

“De animales a dioses” concluye con una reflexión: “A pesar de las cosas asombrosas que los humanos son capaces de hacer, seguimos sin estar seguros de nuestros objetivos y parecemos estar tan descontentos como siempre… Somos más poderosos de lo que nunca fuimos, pero tenemos muy poca idea de qué hacer con todo ese poder”, por lo que nos llama ahora a orientarnos para afrontar con mayor éxito los desafíos del futuro.


El libro destaca las limitaciones de este nuevo poder del hombre que nos hace sentir como dioses, que acelera el deterioro climático, que agrede a su propio hábitat, que se obsesiona por las cifras de la macroeconomía.

Hace 100.000 años al menos seis especies de humanos habitaban la Tierra, y hoy sólo queda una, la nuestra: Homo Sapiens, y a través del libro “De animales a dioses”, Yuval Noah Harari traza una breve historia de la humanidad, desde los primeros humanos que caminaron sobre la Tierra hasta los radicales y devastadores avances de las tres grandes revoluciones que nuestra especie ha protagonizado.

Al tratar de responder la pregunta de: ¿Cómo logró imponerse en la lucha por la existencia?, a partir de hallazgos de disciplinas tan diversas como la biología, la antropología, la paleontología o la economía el autor cuestiona todo lo que creíamos saber sobre el ser humano: Nuestros orígenes, ideas y acciones, sobre todo, nuestro futuro, y explora cómo las grandes corrientes de la historia han modelado nuestra sociedad, los animales y las plantas que nos rodean.

Para Yuval Noah Harari, la diferencia crucial entre el primate humano y todos los demás animales de la Tierra es que los “Sapiens” no sólo son capaces de imaginarse cosas que nunca han visto, tocado ni oído, sino además de convencer a muchas otras personas de que sus fantasías, por muy descabelladas que sean, son verdad.

La obra está dividida en cuatro partes, la primera narra los orígenes del mundo, con la aparición sobre la Tierra del género Homo, con su evolución hasta llegar al triunfo del Homo Sapiens sobre las otras especies humanas y de animales que quedaron extinguidas, mientras se producía una “revolución cognitiva” con la creación de un lenguaje ficcional como fundamento de su superioridad.

La segunda parte trata de la revolución neolítica, aquí llamada “revolución agrícola”, el momento que transformó la sociedad de cazadores-recolectores nómadas en otra de agricultores y pastores sedentarios, hace unos 10.000 años, lo que complementó el escalón del progreso humano se complementó con la aparición de organizaciones complejas para ordenar la producción y distribución de los acrecentados bienes, con la jerarquización de los grupos, de modo que las clases superiores integrada por reyes, sacerdotes y administradores, tendieron a la discriminación y la opresión de las masas de trabajadores para abrir un patriarcado que marcó el predominio del hombre sobre la mujer.

La tercera parte da cuenta de la edad moderna, al periodo de la primera globalización y de la aparición de los grandes imperios mundiales, como el español o el británico. Imperios que tienen su base en la ambición, es decir, en el dinero, por mucho que se disimule bajo la capa de la “pesada carga del hombre blanco” de evangelizar, de civilizar o de democratizar a otros pueblos.

En este apartado, se abre la discusión sobre el papel de las religiones, en el que se hace una discreta apología de los politeísmos y el fanatismo de los monoteísmos, el cristianismo, el judaísmo y el islam al destacar la intolerancia par los que no acepten su verdad única, los antagonismos internos, las guerras santas.

Así, como ejemplo narra cómo los emperadores romanos mandaron menos cristianos a los leones en tres siglos que los cristianos a otros cristianos a la muerte en sólo 24 horas, las del día de San Bartolomé, tan celebrado por los (supuestamente caritativos) magnates católicos, incluyendo el Papa de Roma.

El cuarto apartado se dedica a la “revolución científica”, aunque no se limita a este episodio situado tradicionalmente en el siglo XVII europeo, sino a todos los hallazgos de los últimos 500 años en el terreno de la ciencia.

Revisa además los grandes avances tecnológicos desde los generados por la revolución industrial hasta los más recientes de la ingeniería genética, como la recreación de un cerebro humano dentro de un ordenador o la búsqueda, si no de la inmortalidad, sí al menos de la “amortalidad” implícita en el Proyecto Gilgamesh y otras posibilidades abiertas a los modernos “Frankenstein”.

Para el autor, lo más sugestivo es quizá su relativismo con la inexistencia de verdades absolutas suplidas por meras convenciones y su ateísmo implícito: todas las religiones son meras ficciones, la naturaleza es el reino de la crueldad y no de la ética, “la belleza de la teoría de Darwin es que no necesita suponer la existencia de un diseñador inteligente”, como lo es la belleza de la teoría de Laplace en relación con el universo.

Pero sobre todo, el libro destaca las limitaciones de este nuevo poder del hombre que nos hace sentir como dioses, que acelera el deterioro climático, que agrede a su propio hábitat, que se obsesiona por las cifras de la macroeconomía, pero al mismo tiempo se despreocupa de la felicidad cotidiana de millones de individuos, porque ahora, los grandes problemas de la humanidad son globales, y ningún estado nacional puede afrontarlos por sí solo, como la crisis económica, los riesgos de nuevas tecnologías como la manipulación genética, la creación de vida artificial o el desarrollo de algoritmos que van a hacer nuestro trabajo mejor que nosotros.

“De animales a dioses” concluye con una reflexión: “A pesar de las cosas asombrosas que los humanos son capaces de hacer, seguimos sin estar seguros de nuestros objetivos y parecemos estar tan descontentos como siempre… Somos más poderosos de lo que nunca fuimos, pero tenemos muy poca idea de qué hacer con todo ese poder”, por lo que nos llama ahora a orientarnos para afrontar con mayor éxito los desafíos del futuro.