/ domingo 10 de marzo de 2019

Del plato a la boca se cae la sopa

Lamento exhibir a aquellos que en aras del protagonismo mediático, se rasgaran las vestiduras apostando al cien que, José Ramón Enríquez Herrera, sería el candidato oficial de Morena.

Pero más lamento ver en entredicho, el repudio generalizado que se cimbró en algunos sectores de la sociedad; la inconformidad y frustración de todos los simpatizantes de Morena. Y por si algo le faltara a ese pastel de la equivocación, ahí estaba la cereza que de forma anticipada y atrabancada le pusieran los directivos del Partido del Trabajo (PT).

Tanta era la seguridad y el derroche de posibilidades que el doctor inspiraba, que sus huestes y publicistas no escatimaban en apostar a ciegas a dicha causa, a tal grado que analistas de viejo cuño y poseedores según ellos de infalible olfato político, nos vendieron la pifia que el doctor no sólo sería el candidato, sino el virtual ganador de dicha reelección, sin considerar jamás, que “del plato a la boca se cae la sopa”. Dicho vulgar y corriente, que por esta vez, su lógica aplica a los paladares finos que andan en pos de las mieles del poder.

Frustrado dicho bocado, atrás quedó aquella joya de la corona, que se convirtiera en la prenda más punzante hacia el sentir de propios y extraños. De ahí el amigo a imponer por unos y el enemigo a vencer por otros; el personaje admirado por sus beneficiarios y detestado por los defraudados; el personaje endiosado por los afortunados de sus milagros y maldecido por las migajas prometidas a los acarreados. En fin, un hombre al que el dinero y el poder, esta vez no le alcanzaron, para convertirse en el fenómeno que aún en las peores circunstancias ha sabido proclamarse.

Sin lugar a dudas que en esta vida todo tiene un límite y esta vez el munícipe no ha sido la excepción de padecerlo, en aras de las reglas que ha osado siempre romper, bajo las estrategias del escándalo y el conflicto y que ahora por más que empujaron, no lograron concentrar la fuerza suficiente, para que el campeón invicto de las causas imposibles se saliera con la suya.

Basta observar lo sucedido para pensar que el hombre fuerte no siempre logra someter a la razón bajo sus pies; tampoco al hombre audaz, le es suficiente el costal de mañas, para lograr al aventón lo que bajo las malas artes siempre ha obtenido.

Desde que se inició en el campo de la política, su reto siempre ha sido ganar el poder, sin importar el Partido que lo abandere; sin importar el prestigio de quienes lo rodean; sin reparar en el precio que haya que cubrir a los vividores que aporten a su causa; sin corresponder ni mantener lealtad a las organizaciones partidistas que se la juegan con él.

Pero esta vez como una cubetada de agua helada. Como una bofetada inesperada. Como una caída de la cuerda floja sin colchón debajo. De manera sorpresiva, intempestiva, impredecible.

Así ocurre el descontón del doctor al tachar su registro de la lista de precandidatos. Así se da la eliminación de un aspirante que para su reelección necesitaba de esas siglas, pero eligió las de un Partido que ya no estaba dispuesto a ser de la ingratitud su siguiente víctima.

Esta vez iba por todo y no vaciló ni un segundo, para poner en práctica los desfiguros que en su registro protagonizaron sus huestes, quizás para impresionar o acallar cualquier obstáculo que intentara incidir en su objetivo. Hizo uso de todos los medios y pese a su registro el fin no se logró y no porque el principio maquiavélico perdiera vigencia, sino porque el usuario en el exceso de su rutina lo debilitó.

Después de todo lo sucedido José Ramón sigue allí. Como político demasiado polémico, como adversario aguerrido, como hombre porfiado, como candidato viable aún. Y ahora comienza la definición real del obcecado personaje. La pregunta ya no es si será registrado; la pregunta es cómo obtendrá la candidatura y cómo ganará la contienda. La duda ya no gira en torno a su registro, sino a lo que hará sin él. Porque a pesar del manotazo inesperado, sigue siendo un enigma, un signo de interrogación, una fuente de preocupación

La negativa a su registro ha desactivado la bomba del rechazo generalizado.

En este sentido creo que los petistas más que condenar el arribismo del alcalde, están aprovechando el momento para sacar raja política, en base a los decires en torno a su comportamiento bajo la sombra que lo cubre. De ahí los temores que incita. Los miedos que provoca. La polarización que ha provocado en el municipio que gobierna. En dicho tenor las acusaciones son inevitables, pero eso no limita que deban ser probadas.

La personalidad de José Ramón, en estos momentos complicados para sus eternas aspiraciones de poder, está inscrita en esa lógica disfuncional, en esa falta de definición que lo parte en dos pedazos. Porque por un lado están aquellos que prefirieron guardar distancia. Aquellos que eligieron la mitomanía y el lloriqueo mediático para denunciar la barbarie del doctor Enríquez. Aquellos hipócritas que quieren desempolvar los principios doctrinarios del PAN y atenerse a ellos. Los panistas de abolengo y sangre azul, esos que se sienten dueños de la verdad y que por pura complacencia se le fueron a la yugular.

Por otro lado están el bando de los pragmáticos, de los pugilistas, de los que no piensan entregar el poder sin pelear por él primero. Los que piensan que el doctor debe reelegirse para mantener ellos sus privilegios. Los que están dispuestos a hacer de todo con tal de conseguir algo.

Exigir que Morena lo postule para que los azules sigan cobrando sin problemas. Esos panistas que le apuestan al escándalo por encima del patriotismo ordenado y generoso.

Esos que le venderían su alma al diablo para que la sopa caída vuelva al plato y de ahí a la boca del hambriento de poder.

Por eso es digno de mencionar que los enemigos y arribistas de Morena que ya contribuyeron para su desprestigio, vale la pena advertirles que no lograrán mucho, porque somos más los que no estamos dispuestos a regresar a los fraudes y malas mañas del pasado.

De ahí que si Morena se desbarranca por el exceso de ambiciones como opción nos queda el PT y no el PAN, como lo vaticinan los analistas de pacotilla y nómina, que para su mala suerte volverán a equivocarse, porque el truco de desanimar al pueblo para que el PRIAN se vuelva a robar las urnas ya no les funcionará.

Lamento exhibir a aquellos que en aras del protagonismo mediático, se rasgaran las vestiduras apostando al cien que, José Ramón Enríquez Herrera, sería el candidato oficial de Morena.

Pero más lamento ver en entredicho, el repudio generalizado que se cimbró en algunos sectores de la sociedad; la inconformidad y frustración de todos los simpatizantes de Morena. Y por si algo le faltara a ese pastel de la equivocación, ahí estaba la cereza que de forma anticipada y atrabancada le pusieran los directivos del Partido del Trabajo (PT).

Tanta era la seguridad y el derroche de posibilidades que el doctor inspiraba, que sus huestes y publicistas no escatimaban en apostar a ciegas a dicha causa, a tal grado que analistas de viejo cuño y poseedores según ellos de infalible olfato político, nos vendieron la pifia que el doctor no sólo sería el candidato, sino el virtual ganador de dicha reelección, sin considerar jamás, que “del plato a la boca se cae la sopa”. Dicho vulgar y corriente, que por esta vez, su lógica aplica a los paladares finos que andan en pos de las mieles del poder.

Frustrado dicho bocado, atrás quedó aquella joya de la corona, que se convirtiera en la prenda más punzante hacia el sentir de propios y extraños. De ahí el amigo a imponer por unos y el enemigo a vencer por otros; el personaje admirado por sus beneficiarios y detestado por los defraudados; el personaje endiosado por los afortunados de sus milagros y maldecido por las migajas prometidas a los acarreados. En fin, un hombre al que el dinero y el poder, esta vez no le alcanzaron, para convertirse en el fenómeno que aún en las peores circunstancias ha sabido proclamarse.

Sin lugar a dudas que en esta vida todo tiene un límite y esta vez el munícipe no ha sido la excepción de padecerlo, en aras de las reglas que ha osado siempre romper, bajo las estrategias del escándalo y el conflicto y que ahora por más que empujaron, no lograron concentrar la fuerza suficiente, para que el campeón invicto de las causas imposibles se saliera con la suya.

Basta observar lo sucedido para pensar que el hombre fuerte no siempre logra someter a la razón bajo sus pies; tampoco al hombre audaz, le es suficiente el costal de mañas, para lograr al aventón lo que bajo las malas artes siempre ha obtenido.

Desde que se inició en el campo de la política, su reto siempre ha sido ganar el poder, sin importar el Partido que lo abandere; sin importar el prestigio de quienes lo rodean; sin reparar en el precio que haya que cubrir a los vividores que aporten a su causa; sin corresponder ni mantener lealtad a las organizaciones partidistas que se la juegan con él.

Pero esta vez como una cubetada de agua helada. Como una bofetada inesperada. Como una caída de la cuerda floja sin colchón debajo. De manera sorpresiva, intempestiva, impredecible.

Así ocurre el descontón del doctor al tachar su registro de la lista de precandidatos. Así se da la eliminación de un aspirante que para su reelección necesitaba de esas siglas, pero eligió las de un Partido que ya no estaba dispuesto a ser de la ingratitud su siguiente víctima.

Esta vez iba por todo y no vaciló ni un segundo, para poner en práctica los desfiguros que en su registro protagonizaron sus huestes, quizás para impresionar o acallar cualquier obstáculo que intentara incidir en su objetivo. Hizo uso de todos los medios y pese a su registro el fin no se logró y no porque el principio maquiavélico perdiera vigencia, sino porque el usuario en el exceso de su rutina lo debilitó.

Después de todo lo sucedido José Ramón sigue allí. Como político demasiado polémico, como adversario aguerrido, como hombre porfiado, como candidato viable aún. Y ahora comienza la definición real del obcecado personaje. La pregunta ya no es si será registrado; la pregunta es cómo obtendrá la candidatura y cómo ganará la contienda. La duda ya no gira en torno a su registro, sino a lo que hará sin él. Porque a pesar del manotazo inesperado, sigue siendo un enigma, un signo de interrogación, una fuente de preocupación

La negativa a su registro ha desactivado la bomba del rechazo generalizado.

En este sentido creo que los petistas más que condenar el arribismo del alcalde, están aprovechando el momento para sacar raja política, en base a los decires en torno a su comportamiento bajo la sombra que lo cubre. De ahí los temores que incita. Los miedos que provoca. La polarización que ha provocado en el municipio que gobierna. En dicho tenor las acusaciones son inevitables, pero eso no limita que deban ser probadas.

La personalidad de José Ramón, en estos momentos complicados para sus eternas aspiraciones de poder, está inscrita en esa lógica disfuncional, en esa falta de definición que lo parte en dos pedazos. Porque por un lado están aquellos que prefirieron guardar distancia. Aquellos que eligieron la mitomanía y el lloriqueo mediático para denunciar la barbarie del doctor Enríquez. Aquellos hipócritas que quieren desempolvar los principios doctrinarios del PAN y atenerse a ellos. Los panistas de abolengo y sangre azul, esos que se sienten dueños de la verdad y que por pura complacencia se le fueron a la yugular.

Por otro lado están el bando de los pragmáticos, de los pugilistas, de los que no piensan entregar el poder sin pelear por él primero. Los que piensan que el doctor debe reelegirse para mantener ellos sus privilegios. Los que están dispuestos a hacer de todo con tal de conseguir algo.

Exigir que Morena lo postule para que los azules sigan cobrando sin problemas. Esos panistas que le apuestan al escándalo por encima del patriotismo ordenado y generoso.

Esos que le venderían su alma al diablo para que la sopa caída vuelva al plato y de ahí a la boca del hambriento de poder.

Por eso es digno de mencionar que los enemigos y arribistas de Morena que ya contribuyeron para su desprestigio, vale la pena advertirles que no lograrán mucho, porque somos más los que no estamos dispuestos a regresar a los fraudes y malas mañas del pasado.

De ahí que si Morena se desbarranca por el exceso de ambiciones como opción nos queda el PT y no el PAN, como lo vaticinan los analistas de pacotilla y nómina, que para su mala suerte volverán a equivocarse, porque el truco de desanimar al pueblo para que el PRIAN se vuelva a robar las urnas ya no les funcionará.