/ domingo 21 de junio de 2020

Desciende confianza en economía de México

México salió de los primeros 25 lugares del Índice de Confianza para la Inversión Extranjera Directa 2020 (IED) elaborado por la consultora Kearney, cuyas conclusiones revelan que los países con mercados más desarrollados y aquellos que absorban más inversión extranjera para generar empleos y fortalecer las cadenas productivas podrían hacerle frente en mejores condiciones a las lamentables consecuencias del estallido de la pandemia.

Aunque la tendencia mundial es invertir en países desarrollados, en nuestro país el desplome en la pérdida de confianza se debe a que el gobierno adolece de una estrategia económica anticrisis, con planes de innovación, además de desdeñar las acciones en contra del cambio climático cuya importancia es clave para alentar la inversión extranjera; de acuerdo a la encuesta elaborada por la consultora mencionada entre el 27 de enero y el 03 de marzo, los resultados señalan un preludio de la fase a la que los ejecutivos de negocios globales han definido como “la tormenta pandémica” que lesionará a la economía mundial, de ahí que varios países ya toman medidas para amortiguar los efectos y enfrentar el menor daño posible.

A pesar de que México logró estar en el lugar 9 de este ranking entre 2013 y 2015 ya no se mantendrá en ese grupo privilegiado de países en el año 2020. Según los resultados de la encuesta, es evidente que ante el declive de la economía global, los inversionistas extranjeros prefirieron apostarle a países con escenarios de mayor certidumbre y políticas fiscales más flexibles para la inversión extranjera. Estados Unidos, Canadá, Alemania, Japón y Francia ocupan los primeros cinco lugares respectivamente; y sólo tres países con economías emergentes como China (8), Emiratos Árabes Unidos (19) y Brasil (22) lograron alcanzar estar dentro del ranking.

México forma parte de las fuertes economías emergentes y a pesar de la ratificación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (T-MEC), para algunos especialistas de los procesos económicos nacionales e internacionales, las decisiones del último año y medio han enviado mensajes negativos a los inversionistas extranjeros, tales como la cancelación de nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, la inyección de gran cantidad de recursos a proyectos de dudosa necesidad y bajo impacto social como la refinería Dos Bocas y el Tren Maya. Los inversionistas tienen en su diccionario subrayada la palabra certidumbre para colocar sus recursos financieros y generar desarrollo y progreso en los países que la garantizan.

La falta de pericia en el manejo económico y de gobernanza que padece México, aunado al difícil entorno en América Latina, están provocando titubeos para que llegue la inversión extranjera directa a nuestro país al ritmo que había estado llegando en los últimos veinte años; la incertidumbre y los virajes drásticos ahuyentan las posibilidades de competir con otras economías para atraer esa inversión que tanta falta hace al país.

Sabemos que la pandemia ha provocado estragos económicos en todo el mundo, poniendo a prueba incluso los sistemas financieros y económicos de países desarrollados; sin embargo, es claro que la confianza de capitales extranjeros es vital para enfrentar una crisis de la magnitud de la que tenemos. Hay depresión económica y para salir de ella necesitamos recuperar -sin poner en peligro de contagio a la población- la movilidad social y productiva. Como nunca se deberá buscar la generación de empleo, reactivar el turismo, apostarle a la ciencia, a la salud y sumarnos a los retos globales en materia del cambio climático.

Al gobierno de México le hace falta ver con una perspectiva más objetiva la dimensión global. Atender y buscar soluciones a los problemas nacionales, pero también ser parte para alcanzar los retos que compartimos con la región y con el resto del mundo. Sin duda el cambio climático es un buen ejemplo para saber que no nos podemos sustraer de la importancia de cohesionar esfuerzos y sumarnos a la dinámica de países con mejores oportunidades de desarrollo y bienestar de sus pueblos.

Según cifras del gobierno de México, en 2019 entró al país un flujo de Inversión Extranjera Directa por 32,921.2 millones de dólares que supera en un 4.2% lo recibido durante 2018. Las cifras lucen alentadoras pero las de 2020 son las que arrojarán resultados negativos causados por nuestras decisiones en todos los ámbitos, como ejemplo ahí está la pretensión de detener las inversiones en la producción de energías limpias (eólica y solar), la suspensión de la cervecera de Constellation Brands en Mexicali, BC, a pesar del 65% de avance en la construcción de la planta. Estas señales negativas se expanden por el mundo ocasionando una imagen de inestabilidad.

Aún falta conocer la dimensión de la afectación real de la pandemia en este y los años por venir, así como los retos sociales y culturales que habrán de venir.

Cierto, la crisis es global pero las decisiones para encararla y mitigar sus consecuencias son nuestras, de nadie más. Como nos enseña la metáfora de la obra La Peste, de Albert Camus: las crisis revelan lo peor de nosotros, pero lo mejor también.

México salió de los primeros 25 lugares del Índice de Confianza para la Inversión Extranjera Directa 2020 (IED) elaborado por la consultora Kearney, cuyas conclusiones revelan que los países con mercados más desarrollados y aquellos que absorban más inversión extranjera para generar empleos y fortalecer las cadenas productivas podrían hacerle frente en mejores condiciones a las lamentables consecuencias del estallido de la pandemia.

Aunque la tendencia mundial es invertir en países desarrollados, en nuestro país el desplome en la pérdida de confianza se debe a que el gobierno adolece de una estrategia económica anticrisis, con planes de innovación, además de desdeñar las acciones en contra del cambio climático cuya importancia es clave para alentar la inversión extranjera; de acuerdo a la encuesta elaborada por la consultora mencionada entre el 27 de enero y el 03 de marzo, los resultados señalan un preludio de la fase a la que los ejecutivos de negocios globales han definido como “la tormenta pandémica” que lesionará a la economía mundial, de ahí que varios países ya toman medidas para amortiguar los efectos y enfrentar el menor daño posible.

A pesar de que México logró estar en el lugar 9 de este ranking entre 2013 y 2015 ya no se mantendrá en ese grupo privilegiado de países en el año 2020. Según los resultados de la encuesta, es evidente que ante el declive de la economía global, los inversionistas extranjeros prefirieron apostarle a países con escenarios de mayor certidumbre y políticas fiscales más flexibles para la inversión extranjera. Estados Unidos, Canadá, Alemania, Japón y Francia ocupan los primeros cinco lugares respectivamente; y sólo tres países con economías emergentes como China (8), Emiratos Árabes Unidos (19) y Brasil (22) lograron alcanzar estar dentro del ranking.

México forma parte de las fuertes economías emergentes y a pesar de la ratificación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (T-MEC), para algunos especialistas de los procesos económicos nacionales e internacionales, las decisiones del último año y medio han enviado mensajes negativos a los inversionistas extranjeros, tales como la cancelación de nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, la inyección de gran cantidad de recursos a proyectos de dudosa necesidad y bajo impacto social como la refinería Dos Bocas y el Tren Maya. Los inversionistas tienen en su diccionario subrayada la palabra certidumbre para colocar sus recursos financieros y generar desarrollo y progreso en los países que la garantizan.

La falta de pericia en el manejo económico y de gobernanza que padece México, aunado al difícil entorno en América Latina, están provocando titubeos para que llegue la inversión extranjera directa a nuestro país al ritmo que había estado llegando en los últimos veinte años; la incertidumbre y los virajes drásticos ahuyentan las posibilidades de competir con otras economías para atraer esa inversión que tanta falta hace al país.

Sabemos que la pandemia ha provocado estragos económicos en todo el mundo, poniendo a prueba incluso los sistemas financieros y económicos de países desarrollados; sin embargo, es claro que la confianza de capitales extranjeros es vital para enfrentar una crisis de la magnitud de la que tenemos. Hay depresión económica y para salir de ella necesitamos recuperar -sin poner en peligro de contagio a la población- la movilidad social y productiva. Como nunca se deberá buscar la generación de empleo, reactivar el turismo, apostarle a la ciencia, a la salud y sumarnos a los retos globales en materia del cambio climático.

Al gobierno de México le hace falta ver con una perspectiva más objetiva la dimensión global. Atender y buscar soluciones a los problemas nacionales, pero también ser parte para alcanzar los retos que compartimos con la región y con el resto del mundo. Sin duda el cambio climático es un buen ejemplo para saber que no nos podemos sustraer de la importancia de cohesionar esfuerzos y sumarnos a la dinámica de países con mejores oportunidades de desarrollo y bienestar de sus pueblos.

Según cifras del gobierno de México, en 2019 entró al país un flujo de Inversión Extranjera Directa por 32,921.2 millones de dólares que supera en un 4.2% lo recibido durante 2018. Las cifras lucen alentadoras pero las de 2020 son las que arrojarán resultados negativos causados por nuestras decisiones en todos los ámbitos, como ejemplo ahí está la pretensión de detener las inversiones en la producción de energías limpias (eólica y solar), la suspensión de la cervecera de Constellation Brands en Mexicali, BC, a pesar del 65% de avance en la construcción de la planta. Estas señales negativas se expanden por el mundo ocasionando una imagen de inestabilidad.

Aún falta conocer la dimensión de la afectación real de la pandemia en este y los años por venir, así como los retos sociales y culturales que habrán de venir.

Cierto, la crisis es global pero las decisiones para encararla y mitigar sus consecuencias son nuestras, de nadie más. Como nos enseña la metáfora de la obra La Peste, de Albert Camus: las crisis revelan lo peor de nosotros, pero lo mejor también.