/ viernes 22 de enero de 2021

Deseos, barras y estrellas

“Una vez más hemos aprendido que la democracia es preciosa, la democracia es frágil”.- Joe Biden


No sin prolegómenos más que tumultuosos, finalmente Joe Biden tomó posesión como el nuevo presidente de los Estados Unidos.

Ante las reaccionarias amenazas de los seguidores de un Donald Trump que nunca reconoció su derrota, y tras los lamentables acontecimientos del 6 de enero que llevaron al asalto al Capitolio, se especuló durante las dos semanas previas a la toma de posesión de Biden sobre posibles actos de sedición y/o insurrección, sobre todo en las redes sociales. Afortunadamente no pasó a mayores aunque el peligro seguirá latente en un país siempre orgulloso de la ley y el orden, como aseguró el excéntrico Trump, quien desde luego no predicó con el ejemplo.

El nuevo inquilino de la Casa Blanca tiene ante sí un elenco de formidables desafíos, tal y como señaló en su primer discurso con tal carácter. Hizo sendos llamados a la unidad, a nuevos comienzos, a reconciliaciones y a escuchar la voz del pueblo. Se refirió a la resistencia de la Constitución, a la fortaleza nacional y a la soberanía. Advirtió de los grandes riesgos, aún existentes, de la pandemia que azota a todo el orbe y sus consecuencias laborales.

Aludió a la justicia racial y se declaró un detractor de la política como “incendio voraz que destruye todo lo que encuentra en su camino”. Reivindicó a King y celebró la unción de la primera vicepresidenta, Kamala Harris, proveniente de minorías étnicas, dicho sea de paso. También aseveró que el derecho a disentir es clave en democracia pero que el desacuerdo no tiene por qué conducir a la desunión.

Puntualizó a la oportunidad, a la seguridad, a la libertad, a la dignidad, al respeto, al honor y a la verdad como principios torales de la vida colectiva. Dijo entender que muchas personas vivan con miedo e incertidumbre, pero que la tolerancia y la humildad deben ser llaves para el presente y el futuro. Cada persona, indicó, será juzgada por la historia en función de cómo enfrente las crisis.

El interés personal, en palabras de Biden, debe dar paso siempre y en todo momento al bien público. Y antes de implorar la bendición de Dios, culminó su mensaje de la siguiente manera: “Así pues, con determinación y firmeza, abordaremos las tareas de nuestro tiempo. Sostenidos por la fe, impulsados por la convicción y dedicados los unos a los otros y al país que amamos con todo nuestro corazón”.

Como queda claro, hablar de Estados Unidos, su política, su economía y su gobierno no debe ser algo ajeno a México ni al resto del mundo. No sólo se trata de la mayor potencia global con todo lo que ello implica para la comunidad internacional; además de ello, y ya hablando del caso mexicano, la relación comercial es más que trascendente, pues además de que Estados Unidos es nuestro principal socio, lo mismo sucede a la inversa, si bien es cierto que ese lugar puede ser ocupado por China o Canadá.

Lo dicho por Biden en su mensaje inaugural es todo un inventario de buenos deseos que sin duda tendría que compartirse. Sin embargo, pasar del dicho al hecho, del deseo a la realidad, es el reto capital del nuevo mandatario en la era post Trump que, no obstante, está lejos de significar que las bravuconerías del ex presidente se difuminen. Ahí estarán por mucho tiempo.

Ni el trumpismo ni la extrema derecha se darán por vencidos tan fácilmente; sólo la democracia, las libertades públicas y una genuina igualdad pueden formar parte del antídoto tan necesario para salir del remolino ideológico y cívico que se suscita a nivel planetario. Hoy más que nunca se requiere un compromiso práctico con la Constitución, la democracia y los derechos.

Por ello es que pasar del deseo a la realidad, o no, definirá el legado de Biden y el futuro de una nación profundamente dividida, radicalizada y fragmentada, tal y como demostró la elección presidencial de noviembre. El mundo estará vigilante y expectante, deseando que los deseos, valga la tautología, se materialicen y se cristalicen. Por el bien de todas y todos, ojalá que así sea.

“Una vez más hemos aprendido que la democracia es preciosa, la democracia es frágil”.- Joe Biden


No sin prolegómenos más que tumultuosos, finalmente Joe Biden tomó posesión como el nuevo presidente de los Estados Unidos.

Ante las reaccionarias amenazas de los seguidores de un Donald Trump que nunca reconoció su derrota, y tras los lamentables acontecimientos del 6 de enero que llevaron al asalto al Capitolio, se especuló durante las dos semanas previas a la toma de posesión de Biden sobre posibles actos de sedición y/o insurrección, sobre todo en las redes sociales. Afortunadamente no pasó a mayores aunque el peligro seguirá latente en un país siempre orgulloso de la ley y el orden, como aseguró el excéntrico Trump, quien desde luego no predicó con el ejemplo.

El nuevo inquilino de la Casa Blanca tiene ante sí un elenco de formidables desafíos, tal y como señaló en su primer discurso con tal carácter. Hizo sendos llamados a la unidad, a nuevos comienzos, a reconciliaciones y a escuchar la voz del pueblo. Se refirió a la resistencia de la Constitución, a la fortaleza nacional y a la soberanía. Advirtió de los grandes riesgos, aún existentes, de la pandemia que azota a todo el orbe y sus consecuencias laborales.

Aludió a la justicia racial y se declaró un detractor de la política como “incendio voraz que destruye todo lo que encuentra en su camino”. Reivindicó a King y celebró la unción de la primera vicepresidenta, Kamala Harris, proveniente de minorías étnicas, dicho sea de paso. También aseveró que el derecho a disentir es clave en democracia pero que el desacuerdo no tiene por qué conducir a la desunión.

Puntualizó a la oportunidad, a la seguridad, a la libertad, a la dignidad, al respeto, al honor y a la verdad como principios torales de la vida colectiva. Dijo entender que muchas personas vivan con miedo e incertidumbre, pero que la tolerancia y la humildad deben ser llaves para el presente y el futuro. Cada persona, indicó, será juzgada por la historia en función de cómo enfrente las crisis.

El interés personal, en palabras de Biden, debe dar paso siempre y en todo momento al bien público. Y antes de implorar la bendición de Dios, culminó su mensaje de la siguiente manera: “Así pues, con determinación y firmeza, abordaremos las tareas de nuestro tiempo. Sostenidos por la fe, impulsados por la convicción y dedicados los unos a los otros y al país que amamos con todo nuestro corazón”.

Como queda claro, hablar de Estados Unidos, su política, su economía y su gobierno no debe ser algo ajeno a México ni al resto del mundo. No sólo se trata de la mayor potencia global con todo lo que ello implica para la comunidad internacional; además de ello, y ya hablando del caso mexicano, la relación comercial es más que trascendente, pues además de que Estados Unidos es nuestro principal socio, lo mismo sucede a la inversa, si bien es cierto que ese lugar puede ser ocupado por China o Canadá.

Lo dicho por Biden en su mensaje inaugural es todo un inventario de buenos deseos que sin duda tendría que compartirse. Sin embargo, pasar del dicho al hecho, del deseo a la realidad, es el reto capital del nuevo mandatario en la era post Trump que, no obstante, está lejos de significar que las bravuconerías del ex presidente se difuminen. Ahí estarán por mucho tiempo.

Ni el trumpismo ni la extrema derecha se darán por vencidos tan fácilmente; sólo la democracia, las libertades públicas y una genuina igualdad pueden formar parte del antídoto tan necesario para salir del remolino ideológico y cívico que se suscita a nivel planetario. Hoy más que nunca se requiere un compromiso práctico con la Constitución, la democracia y los derechos.

Por ello es que pasar del deseo a la realidad, o no, definirá el legado de Biden y el futuro de una nación profundamente dividida, radicalizada y fragmentada, tal y como demostró la elección presidencial de noviembre. El mundo estará vigilante y expectante, deseando que los deseos, valga la tautología, se materialicen y se cristalicen. Por el bien de todas y todos, ojalá que así sea.