/ miércoles 24 de noviembre de 2021

Desnutrición, resultado de la pobreza extrema

La desnutrición infantil se considera una enfermedad que se presenta como consecuencia del consumo insuficiente de alimentos en cantidad y calidad, de la aparición frecuente de enfermedades infecciosas y de factores sociales que afectan el estado nutricional de la niñez.

La desnutrición en los primeros años de vida además, deja como secuelas irreversibles, daños en el aprendizaje y conductas para el desarrollo integral de los infantes hacia la vida adulta.

La desnutrición en la infancia duranguense provoca que nuestros niños y niñas se enfrenten a problemas de salud relacionados con la falta de alimento y/o con la ingesta de alimentos de baja calidad, lo cual provoca muertes tempranas en el municipio de Mezquital o casos de obesidad en otras demarcaciones de nuestra entidad.

Hace unos días un pequeño de siete años de edad falleció por desnutrición, consecuencia de la pobreza que se ha recrudecido en esa municipalidad del estado, en la cual la pandemia también trajo consigo un menor número de fuentes de trabajo, desplazamientos de sus pobladores y los decesos de otros pequeños cuyas familias viven en pobreza extrema.

Datos de la Dirección de Servicios de Salud de 2019 establecen que un 25 por ciento de la población infantil de nuestro estado padece algún grado de desnutrición y la mayor parte de estos casos se registran en Mezquital.

Justo esa demarcación habitada en un 90 por ciento por indígenas –la mayor parte de ellos O’ dam-, se ubica como uno de los 10 municipios más pobres del país, enfrentan condiciones de marginalidad, tales como falta de infraestructura de carreteras y caminos, de agua potable, drenaje, salud y educación, lo cual se traduce reitero, en una falta de alimentación sana, ya sea porque el traslado de productos a sus comunidades sea costoso, además de que las actividades productivas en esa zona son muy pocas y la invasión de productos chatarra va en aumento.

Así sus pobladores no tienen a su alcance y no pueden comprar carne, huevos, leche, verduras, pescado, por citar algunos productos de la dieta que deberían de consumir; en síntesis su desnutrición está ligada con su pobreza, no con sus tradiciones, ni con sus formas de relacionarse. Realizar el mitote y ponerse benditos es parte de sus usos y costumbres, morir de hambre no.

Es urgente que de forma multidisciplinaria se prioricen programas para combatir el grado de desnutrición en esos niños y niñas, y también el poder incidir en el caso de la población infantil con obesidad que nos coloca en primer lugar nacional en este padecimiento resultado también de una mala nutrición.

Es ante estas circunstancias cuando reconocemos las bondades de los programas federales, que aunque considero que falta aún ampliar su cobertura, si han coadyuvado a que haya recursos para las familias más pobres del país.

Desde el Senado seguiremos impulsando leyes y programas para resolver no sólo el flagelo del hambre sino desde sus causas, la pobreza que durante décadas es el pan de cada día de millones de niñas y niños.

La desnutrición infantil se considera una enfermedad que se presenta como consecuencia del consumo insuficiente de alimentos en cantidad y calidad, de la aparición frecuente de enfermedades infecciosas y de factores sociales que afectan el estado nutricional de la niñez.

La desnutrición en los primeros años de vida además, deja como secuelas irreversibles, daños en el aprendizaje y conductas para el desarrollo integral de los infantes hacia la vida adulta.

La desnutrición en la infancia duranguense provoca que nuestros niños y niñas se enfrenten a problemas de salud relacionados con la falta de alimento y/o con la ingesta de alimentos de baja calidad, lo cual provoca muertes tempranas en el municipio de Mezquital o casos de obesidad en otras demarcaciones de nuestra entidad.

Hace unos días un pequeño de siete años de edad falleció por desnutrición, consecuencia de la pobreza que se ha recrudecido en esa municipalidad del estado, en la cual la pandemia también trajo consigo un menor número de fuentes de trabajo, desplazamientos de sus pobladores y los decesos de otros pequeños cuyas familias viven en pobreza extrema.

Datos de la Dirección de Servicios de Salud de 2019 establecen que un 25 por ciento de la población infantil de nuestro estado padece algún grado de desnutrición y la mayor parte de estos casos se registran en Mezquital.

Justo esa demarcación habitada en un 90 por ciento por indígenas –la mayor parte de ellos O’ dam-, se ubica como uno de los 10 municipios más pobres del país, enfrentan condiciones de marginalidad, tales como falta de infraestructura de carreteras y caminos, de agua potable, drenaje, salud y educación, lo cual se traduce reitero, en una falta de alimentación sana, ya sea porque el traslado de productos a sus comunidades sea costoso, además de que las actividades productivas en esa zona son muy pocas y la invasión de productos chatarra va en aumento.

Así sus pobladores no tienen a su alcance y no pueden comprar carne, huevos, leche, verduras, pescado, por citar algunos productos de la dieta que deberían de consumir; en síntesis su desnutrición está ligada con su pobreza, no con sus tradiciones, ni con sus formas de relacionarse. Realizar el mitote y ponerse benditos es parte de sus usos y costumbres, morir de hambre no.

Es urgente que de forma multidisciplinaria se prioricen programas para combatir el grado de desnutrición en esos niños y niñas, y también el poder incidir en el caso de la población infantil con obesidad que nos coloca en primer lugar nacional en este padecimiento resultado también de una mala nutrición.

Es ante estas circunstancias cuando reconocemos las bondades de los programas federales, que aunque considero que falta aún ampliar su cobertura, si han coadyuvado a que haya recursos para las familias más pobres del país.

Desde el Senado seguiremos impulsando leyes y programas para resolver no sólo el flagelo del hambre sino desde sus causas, la pobreza que durante décadas es el pan de cada día de millones de niñas y niños.

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