/ viernes 25 de octubre de 2019

Desorden y consecuencias

“El alma desordenada lleva en su culpa la pena”.- San Agustín

Tenía conocimiento que, Einstein o Mark Twain y algunos más, en su escritorio y lugares de trabajo eran un auténtico desbarajuste, con objetos por todas partes, papeles revueltos y buena cantidad de basura, empero, se puede asegurar que el desorden no convierte en genio a ningún mortal, así como tampoco el ser excesivamente ordenado, convierte a nadie en mejor persona.

Sabemos que los extremos son malos.

Pero la falta de organización provoca una alteración en el funcionamiento normal de las cosas, lo que constituye un desorden y que, es una irregularidad que repercute y puede causar estragos nocivos y, mientras más crezca la desorganización provocará suficientes conflictos que induzcan a obtener una disciplina correcta.

Los vicios si no se corrigen conllevan el riesgo de contaminar y el desorden cunde en todas partes y, cualquier clase de desorden crea un obstáculo que obstruye el flujo de energía en el espacio.

El actor australiano Heath Andrew Ledger, señaló una gran verdad inobjetable: “Altera el orden establecido y el mundo se volverá un caos”. Y en contradicción a Einstein o Mark Twain, el indiscutible y gran matemático Pitágoras mencionaba que “el orden es el más hermoso ornamento de una casa” y, en sus minuciosas operaciones etiquetó la siguiente frase: “Con orden y tiempo se encuentra el secreto de hacerlo todo, y hacerlo bien”.

La organización en la vida y en el trabajo es muy importante, se refiere a la disposición sistemática y armoniosa de las cosas, es una conducta aprendida que nos permite vivir una vida estructurada y nos ayuda a tener una cierta estabilidad emocional, además de una certeza que nos permite ser más eficientes.

La epidemia del desorden social se expande alimentada desde las grandes esferas y diseminada en forma indiscriminada por la gran mayoría de los habitantes. El municipio es pieza fundamental en poder lograr un orden social apropiado para evitar el desconcierto y que, la ciudadanía adquiera una vida armónica y disciplinada, en donde sus habitantes aprendan a coordinarse en diferentes actividades o actitudes dirigidas al logro de diversos objetivos, con los métodos mayormente apropiados, que garanticen el éxito en lo que se haya emprendido.

Fomentar la adquisición de orden y disciplina favorece el ahorro de tiempo, de dinero y de esfuerzo, pero desgraciadamente, en el municipio es donde se gesta la actitud política del líder quien, por estar en la búsqueda de figurar y tener mayor impacto en próximas contiendas, toma alianzas con todos y busca complacerles sin sancionar las transgresiones que se hacen al Bando de Policía y Gobierno, quien además, tiene que estar cuidando su desempeño ante personas que han sido impuestas por razones políticas, sindicatos y compromisos de campaña.

Las clases políticas no pueden decir algo sin señalar que vivimos en un Estado de Derechos, pero precisamente, por las causas del personal, la falta de capacidad en algunos, los compromisos creados y la posición que persigue quien se encuentre de alcalde, el Estado de Derecho no se cumple y quizás hasta se desconozcan las normas que deban hacerse cumplir, y se ha abundado complaciendo las exigencias de las masas populares mediante gritos, insultos, paros, desquiciamiento de tráfico, que es al parecer la forma con la cual se ha logrado que se cumplan sus requerimientos, aunque sean inviables y contrarios a la ley, lo que se traduce ya en una OCLOCRACIA en lugar de democracia, en el que la muchedumbre es quien impone las normas, sean apropiadas o no, sean legales o no.

Al parecer se está haciendo hábito el exigir a base de tumultos, considero que, ha sido el motivo de los alcaldes, quienes ante su desesperación de que no les reduzcan su presupuesto, haya acudido a Palacio Nacional, para en conjunto plantear personalmente al presidente sus necesidades, a quienes sí les respondieron, pero con una dosis de gas, mientras que los demás vándalos, delincuentes, normalistas o los de la CNTE, les procuraron sólo paz.

Desorden es lo que impera para cualquier necedad que requiera solicitar una multitud, pues si así consiguen hasta plazas para maestros de recién egresados, lo puede ser ya para cualquier otra cosa, sin desconocer que, desorden es toda situación en la cual predomina un disturbio o revuelta, que experimenta un rompimiento de la estabilidad social, pero ahora con gritos, alborotos, ruidos y escándalos que desquician la armonía, es como se puede lograr la consecución de alguna solicitud sea o no legítima.

Pero mientras exista la incapacidad de gobernar en algunos casos, los compromisos sindicales, de tolerar a personal sindicalizado o recomendados, se continuará con el desorden por falta de capacidad de quienes pretendan llevar las riendas de un municipio, estado o nación; y mucho más si se trata de personas improvisadas o descalificadas que, por no llevar a cabo un operativo o una planeación correcta de sus estrategias, tienen la necesidad de devolver a un delincuente, de lo contrario los daños serían incalculables, que por supuesto, no serían pagados los detrimentos que hayan resultado por los políticos ni por los delincuentes, sino por los cautivos del pago de impuestos, quienes tenemos que cuidarnos hasta de presentar la factura del pintor de la oficina, pues si esta llega a ser apócrifa, podemos terminar en la cárcel por delito equiparado a la delincuencia organizada, aunque después resultemos inocentes.

Esto sí es un absoluto desorden.

“El alma desordenada lleva en su culpa la pena”.- San Agustín

Tenía conocimiento que, Einstein o Mark Twain y algunos más, en su escritorio y lugares de trabajo eran un auténtico desbarajuste, con objetos por todas partes, papeles revueltos y buena cantidad de basura, empero, se puede asegurar que el desorden no convierte en genio a ningún mortal, así como tampoco el ser excesivamente ordenado, convierte a nadie en mejor persona.

Sabemos que los extremos son malos.

Pero la falta de organización provoca una alteración en el funcionamiento normal de las cosas, lo que constituye un desorden y que, es una irregularidad que repercute y puede causar estragos nocivos y, mientras más crezca la desorganización provocará suficientes conflictos que induzcan a obtener una disciplina correcta.

Los vicios si no se corrigen conllevan el riesgo de contaminar y el desorden cunde en todas partes y, cualquier clase de desorden crea un obstáculo que obstruye el flujo de energía en el espacio.

El actor australiano Heath Andrew Ledger, señaló una gran verdad inobjetable: “Altera el orden establecido y el mundo se volverá un caos”. Y en contradicción a Einstein o Mark Twain, el indiscutible y gran matemático Pitágoras mencionaba que “el orden es el más hermoso ornamento de una casa” y, en sus minuciosas operaciones etiquetó la siguiente frase: “Con orden y tiempo se encuentra el secreto de hacerlo todo, y hacerlo bien”.

La organización en la vida y en el trabajo es muy importante, se refiere a la disposición sistemática y armoniosa de las cosas, es una conducta aprendida que nos permite vivir una vida estructurada y nos ayuda a tener una cierta estabilidad emocional, además de una certeza que nos permite ser más eficientes.

La epidemia del desorden social se expande alimentada desde las grandes esferas y diseminada en forma indiscriminada por la gran mayoría de los habitantes. El municipio es pieza fundamental en poder lograr un orden social apropiado para evitar el desconcierto y que, la ciudadanía adquiera una vida armónica y disciplinada, en donde sus habitantes aprendan a coordinarse en diferentes actividades o actitudes dirigidas al logro de diversos objetivos, con los métodos mayormente apropiados, que garanticen el éxito en lo que se haya emprendido.

Fomentar la adquisición de orden y disciplina favorece el ahorro de tiempo, de dinero y de esfuerzo, pero desgraciadamente, en el municipio es donde se gesta la actitud política del líder quien, por estar en la búsqueda de figurar y tener mayor impacto en próximas contiendas, toma alianzas con todos y busca complacerles sin sancionar las transgresiones que se hacen al Bando de Policía y Gobierno, quien además, tiene que estar cuidando su desempeño ante personas que han sido impuestas por razones políticas, sindicatos y compromisos de campaña.

Las clases políticas no pueden decir algo sin señalar que vivimos en un Estado de Derechos, pero precisamente, por las causas del personal, la falta de capacidad en algunos, los compromisos creados y la posición que persigue quien se encuentre de alcalde, el Estado de Derecho no se cumple y quizás hasta se desconozcan las normas que deban hacerse cumplir, y se ha abundado complaciendo las exigencias de las masas populares mediante gritos, insultos, paros, desquiciamiento de tráfico, que es al parecer la forma con la cual se ha logrado que se cumplan sus requerimientos, aunque sean inviables y contrarios a la ley, lo que se traduce ya en una OCLOCRACIA en lugar de democracia, en el que la muchedumbre es quien impone las normas, sean apropiadas o no, sean legales o no.

Al parecer se está haciendo hábito el exigir a base de tumultos, considero que, ha sido el motivo de los alcaldes, quienes ante su desesperación de que no les reduzcan su presupuesto, haya acudido a Palacio Nacional, para en conjunto plantear personalmente al presidente sus necesidades, a quienes sí les respondieron, pero con una dosis de gas, mientras que los demás vándalos, delincuentes, normalistas o los de la CNTE, les procuraron sólo paz.

Desorden es lo que impera para cualquier necedad que requiera solicitar una multitud, pues si así consiguen hasta plazas para maestros de recién egresados, lo puede ser ya para cualquier otra cosa, sin desconocer que, desorden es toda situación en la cual predomina un disturbio o revuelta, que experimenta un rompimiento de la estabilidad social, pero ahora con gritos, alborotos, ruidos y escándalos que desquician la armonía, es como se puede lograr la consecución de alguna solicitud sea o no legítima.

Pero mientras exista la incapacidad de gobernar en algunos casos, los compromisos sindicales, de tolerar a personal sindicalizado o recomendados, se continuará con el desorden por falta de capacidad de quienes pretendan llevar las riendas de un municipio, estado o nación; y mucho más si se trata de personas improvisadas o descalificadas que, por no llevar a cabo un operativo o una planeación correcta de sus estrategias, tienen la necesidad de devolver a un delincuente, de lo contrario los daños serían incalculables, que por supuesto, no serían pagados los detrimentos que hayan resultado por los políticos ni por los delincuentes, sino por los cautivos del pago de impuestos, quienes tenemos que cuidarnos hasta de presentar la factura del pintor de la oficina, pues si esta llega a ser apócrifa, podemos terminar en la cárcel por delito equiparado a la delincuencia organizada, aunque después resultemos inocentes.

Esto sí es un absoluto desorden.