/ sábado 20 de marzo de 2021

Dígame ‘licenciado’

La generación “x”, a la que orgullosamente pertenezco (sin menospreciar a ninguna) desde el estudio de las ciencias sociales, hemos basado mucho nuestra identidad en nuestros logros, en lo que hemos conseguido en lo académico, o en lo familiar, o especialmente en lo laboral.

De ahí que muchos de nosotros nos conocemos más por nuestra profesión que por nuestro nombre: “el inge”; “el lic”, “el profe”, “el doc”. Esto se ilustra perfectamente en la escena del “dígame licenciado” de Lucas y Chaparrón de los famosos personajes de Chespirito con los que crecimos. Fuimos una generación que basó su identidad en el “hacer” más que en el “ser”.

LA GENERACION DE JUSTOS que estamos estudiando a la luz del SALMO 112, a diferencia de lo que venimos hablando, se preocupa más por el SER que por el HACER: El éxito de esta generación o su “fuerza” como dicen otras versiones, no se define por los LOGROS, sino por lo que SON. Su identidad no se basa en lo que hacen o en lo que han logrado sino en quienes son, su carácter. Y como ya vimos en otros artículos, personas no son “justas” por sus buenas obras, sino por creer en la obra de Dios a nuestro favor a través de su Hijo Cristo. Esos son los “justificados por la fe”.

En ese mismo sentido, el éxito de la GENERACION DE JUSTOS consiste en la capacidad de TRASMITIR a la próxima generación el carácter JUSTO de Dios: “Sus hijos tendrán éxito en todas partes” (NTV). No son una “generación adolescente” que solo piensa en sí misma, en su bienestar, sino en su descendencia. Es una generación que se preocupa por no solamente dejarle “valores” a sus hijos, sino una relación con Dios lo suficientemente real y significativamente para que esos valores se pongan en vigor.

Para que el reino de Dios se manifieste en este mundo que vive a espaldas de Dios y entonces el mundo pueda de verdad cambiar.

Muchas veces había leído el Salmo 127.5 donde dice que “Los hijos nos defienden a las puertas de la ciudad de que seamos avergonzados” y no lo había entendido hasta que tuve una experiencia en el gimnasio donde asisto. La rutina consistía en hacer varias repeticiones de “pull ups”, este es el término técnico que se utiliza para describir el ejercicio donde uno pasa la barbilla por encima de la barra con la fuerza de los brazos.

Ya habían terminado todos y yo no había llegado ni a la mitad. Mis hijos, que estaban conmigo en el gimnasio ese día, al ver que no podía más, vinieron a mi lado y me ayudaron a terminar levantando mi cuerpo. En ese momento me di cuenta que esa experiencia no se compara con que alguien te diga “licenciado”.

La generación “x”, a la que orgullosamente pertenezco (sin menospreciar a ninguna) desde el estudio de las ciencias sociales, hemos basado mucho nuestra identidad en nuestros logros, en lo que hemos conseguido en lo académico, o en lo familiar, o especialmente en lo laboral.

De ahí que muchos de nosotros nos conocemos más por nuestra profesión que por nuestro nombre: “el inge”; “el lic”, “el profe”, “el doc”. Esto se ilustra perfectamente en la escena del “dígame licenciado” de Lucas y Chaparrón de los famosos personajes de Chespirito con los que crecimos. Fuimos una generación que basó su identidad en el “hacer” más que en el “ser”.

LA GENERACION DE JUSTOS que estamos estudiando a la luz del SALMO 112, a diferencia de lo que venimos hablando, se preocupa más por el SER que por el HACER: El éxito de esta generación o su “fuerza” como dicen otras versiones, no se define por los LOGROS, sino por lo que SON. Su identidad no se basa en lo que hacen o en lo que han logrado sino en quienes son, su carácter. Y como ya vimos en otros artículos, personas no son “justas” por sus buenas obras, sino por creer en la obra de Dios a nuestro favor a través de su Hijo Cristo. Esos son los “justificados por la fe”.

En ese mismo sentido, el éxito de la GENERACION DE JUSTOS consiste en la capacidad de TRASMITIR a la próxima generación el carácter JUSTO de Dios: “Sus hijos tendrán éxito en todas partes” (NTV). No son una “generación adolescente” que solo piensa en sí misma, en su bienestar, sino en su descendencia. Es una generación que se preocupa por no solamente dejarle “valores” a sus hijos, sino una relación con Dios lo suficientemente real y significativamente para que esos valores se pongan en vigor.

Para que el reino de Dios se manifieste en este mundo que vive a espaldas de Dios y entonces el mundo pueda de verdad cambiar.

Muchas veces había leído el Salmo 127.5 donde dice que “Los hijos nos defienden a las puertas de la ciudad de que seamos avergonzados” y no lo había entendido hasta que tuve una experiencia en el gimnasio donde asisto. La rutina consistía en hacer varias repeticiones de “pull ups”, este es el término técnico que se utiliza para describir el ejercicio donde uno pasa la barbilla por encima de la barra con la fuerza de los brazos.

Ya habían terminado todos y yo no había llegado ni a la mitad. Mis hijos, que estaban conmigo en el gimnasio ese día, al ver que no podía más, vinieron a mi lado y me ayudaron a terminar levantando mi cuerpo. En ese momento me di cuenta que esa experiencia no se compara con que alguien te diga “licenciado”.

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