/ martes 25 de junio de 2024

Diplomacia y realidad

Internacionalista de la Universidad Anáhuac en la Ciudad de México.

Los días 15 y 16 de junio se llevó a cabo la Conferencia de Paz para Ucrania en Suiza a la que asistieron más de 100 delegaciones. El encuentro multilateral tuvo como fin sentar las bases de una negociación efectiva que ponga fin a la guerra.

Aunque en primera instancia la evolución de las condiciones globales, junto con las decisiones de política doméstica y exterior, obliga a los actores a adherirse a la práctica diplomática, la brecha de intereses desafía todo formalismo. De ahí que, en la constitución de una nueva geopolítica, sea imprescindible entablar diálogos que neutralicen riesgos colectivos como: escalamiento de conflictos, alteración del mercado petrolero global, parálisis de cadenas comerciales, entre otros. Dicha Cumbre revela, entonces, los esfuerzos diplomáticos para la gestión un nuevo concierto mundial, cuya buena parte de su funcionamiento se decidirá en Kiev.

Por una parte, se debe señalar la disposición que hubo por parte de los actores para participar en el encuentro. Las delegaciones asistentes compartieron la preocupación sobre aquellas cuestiones que se extienden como desafíos a la comunidad internacional: (1) la suspensión en las exportaciones de granos de Ucrania, (2) la contingencia nuclear respecto a la planta Zaporizhzhia, así como (3) la ralentización en el intercambio de los prisioneros de guerra. Por lo que fue posible la firma de un comunicado en conjunto que prioriza la resolución de estos tres problemas en el marco de la llegada a un acuerdo que culmine de manera oficial la guerra, uno que, por cierto, puede que no sea el ideal para Occidente ni Ucrania.

Por otra parte, reunir a más de 100 delegaciones resulta en un logro diplomático al revelar los intereses geopolíticos de la comunidad internacional y es que, aunque ésta sea aquella que Occidente considere funcional, muestra la cohesión que todavía existe al interior. Pese a los retos económicos, comerciales y de seguridad impuestos desde el inicio de la guerra, el bloque se ha mantenido unido a tal nivel que incluso la OTAN se expandió a 32 miembros. Si bien sólo 82 participantes firmaron el comunicado emitido en la Cumbre, los países estratégicos en materia económica y militar del eje occidental sí lo hicieron. Lo cual muestra que, incluso con la evolución del conflicto, un consenso entre las partes sigue siendo posible, así como encamina a los actores a sentar las bases de una negociación que eventualmente incluya la participación Rusia.

Dicho esto, vale la pena resaltar los extremos que la diplomacia todavía no alcanza pues, aun con la cooperación vista, este encuentro no contó con la presencia de las delegaciones de Rusia y China. Esto debido a que el primero no fue invitado, mientras que el segundo, como aliado del Kremlin, rechazó la invitación. Tales posturas de política exterior reflejan la amplia brecha de intereses entre los bloques, la cual limita las prácticas diplomáticas, al igual que acrecienta la incertidumbre en la arena global.

Los escasos canales de comunicación entre los ejes exacerban las decisiones de realpolitik. Mismas que, a la par, evidencian las fallas de un sistema liberal en un juego geopolítico cambiante.

Hoy, las implicaciones políticas y económicas de la guerra de Ucrania van más allá de lo que un foro puede arreglar.

Como consecuencia, las opciones para la resolución del conflicto proporcionadas por ambas partes no tienen efecto inmediato. Los avances que las tropas rusas hacen sobre el territorio ucraniano, así como el refuerzo de armamento de Kiev comprueban la falta de incentivos para llegar a un acuerdo. Si bien los foros multilaterales son imprescindibles para encaminar a los actores hacia una rutina de concesiones y recibimientos, actualmente, no se prevé que se llegue a la conclusión de la guerra en el corto tiempo. Sobre todo, porque la postura de Estados Unidos es altamente probable a cambiar de manera significativa si Donald Trump tuviera un segundo término.

Por ahora, con un nuevo internacionalismo en camino, dar seguimiento a los esfuerzos multilaterales occidentales seguirá siendo fundamental para brindar cohesión y certidumbre a los miembros de este bloque. Esta conferencia de paz es un buen contribuyente a la llegada a un acuerdo, pero será obligatorio que la diplomacia extienda a la realidad del tumulto geopolítico.

Internacionalista de la Universidad Anáhuac en la Ciudad de México.

Los días 15 y 16 de junio se llevó a cabo la Conferencia de Paz para Ucrania en Suiza a la que asistieron más de 100 delegaciones. El encuentro multilateral tuvo como fin sentar las bases de una negociación efectiva que ponga fin a la guerra.

Aunque en primera instancia la evolución de las condiciones globales, junto con las decisiones de política doméstica y exterior, obliga a los actores a adherirse a la práctica diplomática, la brecha de intereses desafía todo formalismo. De ahí que, en la constitución de una nueva geopolítica, sea imprescindible entablar diálogos que neutralicen riesgos colectivos como: escalamiento de conflictos, alteración del mercado petrolero global, parálisis de cadenas comerciales, entre otros. Dicha Cumbre revela, entonces, los esfuerzos diplomáticos para la gestión un nuevo concierto mundial, cuya buena parte de su funcionamiento se decidirá en Kiev.

Por una parte, se debe señalar la disposición que hubo por parte de los actores para participar en el encuentro. Las delegaciones asistentes compartieron la preocupación sobre aquellas cuestiones que se extienden como desafíos a la comunidad internacional: (1) la suspensión en las exportaciones de granos de Ucrania, (2) la contingencia nuclear respecto a la planta Zaporizhzhia, así como (3) la ralentización en el intercambio de los prisioneros de guerra. Por lo que fue posible la firma de un comunicado en conjunto que prioriza la resolución de estos tres problemas en el marco de la llegada a un acuerdo que culmine de manera oficial la guerra, uno que, por cierto, puede que no sea el ideal para Occidente ni Ucrania.

Por otra parte, reunir a más de 100 delegaciones resulta en un logro diplomático al revelar los intereses geopolíticos de la comunidad internacional y es que, aunque ésta sea aquella que Occidente considere funcional, muestra la cohesión que todavía existe al interior. Pese a los retos económicos, comerciales y de seguridad impuestos desde el inicio de la guerra, el bloque se ha mantenido unido a tal nivel que incluso la OTAN se expandió a 32 miembros. Si bien sólo 82 participantes firmaron el comunicado emitido en la Cumbre, los países estratégicos en materia económica y militar del eje occidental sí lo hicieron. Lo cual muestra que, incluso con la evolución del conflicto, un consenso entre las partes sigue siendo posible, así como encamina a los actores a sentar las bases de una negociación que eventualmente incluya la participación Rusia.

Dicho esto, vale la pena resaltar los extremos que la diplomacia todavía no alcanza pues, aun con la cooperación vista, este encuentro no contó con la presencia de las delegaciones de Rusia y China. Esto debido a que el primero no fue invitado, mientras que el segundo, como aliado del Kremlin, rechazó la invitación. Tales posturas de política exterior reflejan la amplia brecha de intereses entre los bloques, la cual limita las prácticas diplomáticas, al igual que acrecienta la incertidumbre en la arena global.

Los escasos canales de comunicación entre los ejes exacerban las decisiones de realpolitik. Mismas que, a la par, evidencian las fallas de un sistema liberal en un juego geopolítico cambiante.

Hoy, las implicaciones políticas y económicas de la guerra de Ucrania van más allá de lo que un foro puede arreglar.

Como consecuencia, las opciones para la resolución del conflicto proporcionadas por ambas partes no tienen efecto inmediato. Los avances que las tropas rusas hacen sobre el territorio ucraniano, así como el refuerzo de armamento de Kiev comprueban la falta de incentivos para llegar a un acuerdo. Si bien los foros multilaterales son imprescindibles para encaminar a los actores hacia una rutina de concesiones y recibimientos, actualmente, no se prevé que se llegue a la conclusión de la guerra en el corto tiempo. Sobre todo, porque la postura de Estados Unidos es altamente probable a cambiar de manera significativa si Donald Trump tuviera un segundo término.

Por ahora, con un nuevo internacionalismo en camino, dar seguimiento a los esfuerzos multilaterales occidentales seguirá siendo fundamental para brindar cohesión y certidumbre a los miembros de este bloque. Esta conferencia de paz es un buen contribuyente a la llegada a un acuerdo, pero será obligatorio que la diplomacia extienda a la realidad del tumulto geopolítico.

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