/ sábado 18 de diciembre de 2021

Disfrutemos las tradiciones

Equivalente al mes de diciembre con los aztecas, se celebraba el “panquetzaliztli”, que quiere decir levantamiento de banderas, en honor de Huitzilopochtli, que era el dios de la guerra y tenía una duración de 20 días, en los que coronaban a su dios guerrero, poniendo banderas en árboles y estandartes en el templo principal.

El pueblo se congregaba en los patios de los templos y esperaban la llegada del solsticio de invierno. Al parecer el día 24 por la noche, había festejos en todas las casas, en las que se obsequiaba comida a los invitados y unas estatuas pequeñas de pasta llamadas “tzoatl”, que es lo que conocemos en la actualidad como “alegría” o dulces de amaranto.

Con la llegada de los españoles a México, quienes tenían la enmienda de evangelizar al pueblo, suplantaron el culto al dios de la guerra por la preparación para la natividad de Jesús, con las posadas que tuvieron su origen en este país y que, iniciaba con un novenario el día 16, concluyendo el 24. Se llevaban a cabo al anochecer con oraciones, llevando a José y María como los “santos peregrinos”, con velas y cánticos y en sus respectivos intervalos se rezaban las letanías, para luego pasar al patio a romper la piñata, también originaria de las costumbres mexicanas.

Se supone que, de un dios de la guerra pasamos a la espera de un dios del amor, de paz y del perdón, por tanto, se consideró la realización de los nacimientos navideños, con sus personajes importantes e indispensables a: María y José quienes, sufriendo las vicisitudes e inclemencias de la época, padeciendo la ausencia de parientes y amigos y lejos de su tierra, llegan al pesebre en donde nace el Salvador. Mas un Ángel les da la buena nueva a los Pastores del lugar. José, María y el Niño, permanecen en dicho lugar hasta la llegada a los Reyes Magos, quienes fueron guiados por una estrella que les anunció el nacimiento de un rey; sin faltar los animalitos de pastoreo y otros que representan en el nacimiento la nobleza y la docilidad. Todo ello llevado con el mayor afecto, armonía y pacífica bondad que es deseable reine en todo el mundo.

Así como el nacimiento tiene sus elementos característicos que hicimos notar, de la misma manera el árbol navideño cuenta con: Esferas que simbolizan los dones que Dios entregó a los hombres; los lazos, guirnaldas y espumillones, representan la unión familiar y la alegría; las luces es el símbolo de la luz de Jesucristo traída al mundo; y la estrella, el astro de Belén que guio a los Reyes hacia Jesús.

Por darse alguna importancia los senadores de Morena gastaron 25 mil pesos, adornando un árbol en forma de pirámide y la representación de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, con motivos precolombinos y, en lugar de una estrella, colocaron un penacho como el de Moctezuma; provocando críticas risibles por su manifiesto desconocimiento, al grado de que, una senadora de inmediato calificó: “Es el vivo y fiel retrato de Morena: víboras en la noche de paz”.

Si en lugar de un pino hubieran hecho un nacimiento los senadores de Morena, que de porros pasaron a legislar y que no son cultos ni conocedores, y como ejemplo está su pastor y guía que terminó su carrera en 14 años, en lugar de esperar la llegada del dios de la bondad, la paz y el perdón, por supuesto, esperarían al dios de la guerra Huitzilopochtli y quizás, en lugar de María y José pusieran a Tezcatlipoca y a Quetzalcóatl; remplazarían a los reyes magos tal vez por Tlaloc, Chalchiuhtlicue y Tonatiuh y como pastores estarían: Itzcóatl , Moctezuma, Axayácatl y el mismo Cuauhtémoc, y por cuanto a los animalitos del nacimiento, sin lugar a dudas, sus adoradas mascotas del llamado pueblo bueno y sabio, que se dejan acarrear a mítines y comprar su voto por un plato de lentejas.

Algo así, sin lugar a dudas.

Equivalente al mes de diciembre con los aztecas, se celebraba el “panquetzaliztli”, que quiere decir levantamiento de banderas, en honor de Huitzilopochtli, que era el dios de la guerra y tenía una duración de 20 días, en los que coronaban a su dios guerrero, poniendo banderas en árboles y estandartes en el templo principal.

El pueblo se congregaba en los patios de los templos y esperaban la llegada del solsticio de invierno. Al parecer el día 24 por la noche, había festejos en todas las casas, en las que se obsequiaba comida a los invitados y unas estatuas pequeñas de pasta llamadas “tzoatl”, que es lo que conocemos en la actualidad como “alegría” o dulces de amaranto.

Con la llegada de los españoles a México, quienes tenían la enmienda de evangelizar al pueblo, suplantaron el culto al dios de la guerra por la preparación para la natividad de Jesús, con las posadas que tuvieron su origen en este país y que, iniciaba con un novenario el día 16, concluyendo el 24. Se llevaban a cabo al anochecer con oraciones, llevando a José y María como los “santos peregrinos”, con velas y cánticos y en sus respectivos intervalos se rezaban las letanías, para luego pasar al patio a romper la piñata, también originaria de las costumbres mexicanas.

Se supone que, de un dios de la guerra pasamos a la espera de un dios del amor, de paz y del perdón, por tanto, se consideró la realización de los nacimientos navideños, con sus personajes importantes e indispensables a: María y José quienes, sufriendo las vicisitudes e inclemencias de la época, padeciendo la ausencia de parientes y amigos y lejos de su tierra, llegan al pesebre en donde nace el Salvador. Mas un Ángel les da la buena nueva a los Pastores del lugar. José, María y el Niño, permanecen en dicho lugar hasta la llegada a los Reyes Magos, quienes fueron guiados por una estrella que les anunció el nacimiento de un rey; sin faltar los animalitos de pastoreo y otros que representan en el nacimiento la nobleza y la docilidad. Todo ello llevado con el mayor afecto, armonía y pacífica bondad que es deseable reine en todo el mundo.

Así como el nacimiento tiene sus elementos característicos que hicimos notar, de la misma manera el árbol navideño cuenta con: Esferas que simbolizan los dones que Dios entregó a los hombres; los lazos, guirnaldas y espumillones, representan la unión familiar y la alegría; las luces es el símbolo de la luz de Jesucristo traída al mundo; y la estrella, el astro de Belén que guio a los Reyes hacia Jesús.

Por darse alguna importancia los senadores de Morena gastaron 25 mil pesos, adornando un árbol en forma de pirámide y la representación de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, con motivos precolombinos y, en lugar de una estrella, colocaron un penacho como el de Moctezuma; provocando críticas risibles por su manifiesto desconocimiento, al grado de que, una senadora de inmediato calificó: “Es el vivo y fiel retrato de Morena: víboras en la noche de paz”.

Si en lugar de un pino hubieran hecho un nacimiento los senadores de Morena, que de porros pasaron a legislar y que no son cultos ni conocedores, y como ejemplo está su pastor y guía que terminó su carrera en 14 años, en lugar de esperar la llegada del dios de la bondad, la paz y el perdón, por supuesto, esperarían al dios de la guerra Huitzilopochtli y quizás, en lugar de María y José pusieran a Tezcatlipoca y a Quetzalcóatl; remplazarían a los reyes magos tal vez por Tlaloc, Chalchiuhtlicue y Tonatiuh y como pastores estarían: Itzcóatl , Moctezuma, Axayácatl y el mismo Cuauhtémoc, y por cuanto a los animalitos del nacimiento, sin lugar a dudas, sus adoradas mascotas del llamado pueblo bueno y sabio, que se dejan acarrear a mítines y comprar su voto por un plato de lentejas.

Algo así, sin lugar a dudas.