/ viernes 3 de diciembre de 2021

¿Dónde está Dios cuando el hombre sufre?

Grandes científicos han sido hombres y mujeres de fe, como Galileo Galilei o Isaac Newton. Sin embargo, a partir del pensamiento de unos pocos ateos hemos construido la idea de que fe y ciencia no pueden coexistir. Las universidades más prestigiosas del mundo se han originado en el seno del cristianismo. Pero, con el correr del tiempo cualquier expresión de fe en sus aulas ha sido ridiculizada marcando así una pauta equivocada en el quehacer académico.

La música, la pintura, la arquitectura y las artes en general, se desarrollaron sin excepción a partir de temas religiosos. Pero es evidente que con el tiempo hicimos apología de una estética oscura y vacía, carente de la presencia del creador. Las antiguas monarquías encontraban su fundamento de gobierno en la idea de la comisión divina. En nombre de la democracia, hemos sido testigos de gobiernos que se jactan de darle poder al pueblo sólo para justificar la corrupción.

Si quedaba un bastión que pretendía ser sagrado por origen e intocable por tradición, ya ha dejado de serlo. Los países que se dicen más desarrollados del planeta han legalizado el aborto, facilitado el divorcio, y promovido, en nombre de la diversidad, la perversión. Hemos quitado a Dios de la ciencia, la educación, el arte, la política y la familia. Nos hemos ocupado deliberadamente de sacar a Dios de nuestras vidas. ¡Vaya que lo logramos!

Pero entonces: ¿Por qué le echamos ahora la culpa de lo que nos está pasando? Hace dos mil años, Dios se hizo hombre en Cristo y vino a rescatarnos. También lo quisimos sacar de nuestras vidas: Le negamos el mesón, lo cambiamos por un preso común, nos lavamos las manos y finalmente lo abandonamos. Pero Él sigue ahí. Es hora de darnos cuenta de que Dios nunca se ha ido. Siempre ha estado cerca. Amándonos. Esperando que un día le abramos las puertas de nuestro corazón.

leonardolombar@gmail.com

Grandes científicos han sido hombres y mujeres de fe, como Galileo Galilei o Isaac Newton. Sin embargo, a partir del pensamiento de unos pocos ateos hemos construido la idea de que fe y ciencia no pueden coexistir. Las universidades más prestigiosas del mundo se han originado en el seno del cristianismo. Pero, con el correr del tiempo cualquier expresión de fe en sus aulas ha sido ridiculizada marcando así una pauta equivocada en el quehacer académico.

La música, la pintura, la arquitectura y las artes en general, se desarrollaron sin excepción a partir de temas religiosos. Pero es evidente que con el tiempo hicimos apología de una estética oscura y vacía, carente de la presencia del creador. Las antiguas monarquías encontraban su fundamento de gobierno en la idea de la comisión divina. En nombre de la democracia, hemos sido testigos de gobiernos que se jactan de darle poder al pueblo sólo para justificar la corrupción.

Si quedaba un bastión que pretendía ser sagrado por origen e intocable por tradición, ya ha dejado de serlo. Los países que se dicen más desarrollados del planeta han legalizado el aborto, facilitado el divorcio, y promovido, en nombre de la diversidad, la perversión. Hemos quitado a Dios de la ciencia, la educación, el arte, la política y la familia. Nos hemos ocupado deliberadamente de sacar a Dios de nuestras vidas. ¡Vaya que lo logramos!

Pero entonces: ¿Por qué le echamos ahora la culpa de lo que nos está pasando? Hace dos mil años, Dios se hizo hombre en Cristo y vino a rescatarnos. También lo quisimos sacar de nuestras vidas: Le negamos el mesón, lo cambiamos por un preso común, nos lavamos las manos y finalmente lo abandonamos. Pero Él sigue ahí. Es hora de darnos cuenta de que Dios nunca se ha ido. Siempre ha estado cerca. Amándonos. Esperando que un día le abramos las puertas de nuestro corazón.

leonardolombar@gmail.com

ÚLTIMASCOLUMNAS