/ viernes 5 de marzo de 2021

Dos años

El empatar el calendario electoral local, con el federal, es deseo cíclico, que va y viene, hay quienes aseguran que ahora sí va en serio, pero….

En el análisis político, se dice son más las conveniencias, ahorro económico, tiempo, armonizar periodos con el gobierno central, salir de estar prácticamente en proceso electoral, ahora federal, mañana local.

Lo anterior representa que el periodo constitucional del próximo gobierno fuera sólo de dos años, en lugar de seis, aún así, sobran aspirinas para contender, el gozo del poder venga de quien venga y por el tiempo que sea, resulta codiciado.

¿Cómo ven los ciudadanos, tal pretensión? Pues no hay uniformidad, la más de las veces obedece a los intereses de una sociedad en que su economía depende del flujo de dinero que se administra desde el CCB, los que no gozan de simpatías actualmente, desean que termine ya, lo que debe ser en el 2022, con la esperanza de que la suerte les cambie, para los que navegan de mediano a bien, pues que continúe.

Ajeno a esas circunstancias, analicemos lo que representa el hecho de que la decisión fuera irnos por dos años, respetando los beneficios de la armonización cronológica estado federación, por lo que expongo otra visión que no se contrapone al propósito de los calendarios.

Porque no pensamos, en ampliar la actual administración dos años más, no vaya ser que, con el proyecto de gobierno de dos años, una vez empoderados, los visite el mismo diablo tentador que sopló al oído al actual gobernador de Baja California, Jaime Bonilla Valdez, a su Congreso y gabinete, pues si dijimos que dos años, pues ahora decimos que mejor seis.

Mire usted lo que administrativamente representa el periodo bianual; entrar prácticamente para organizar y vigilar el proceso electoral sucesorio, acto que demanda de tiempo, dinero, consensos, trabajar con un plan estatal de desarrollo de año y medio (El ordenamiento obliga a la nueva administración presentar su Plan de Desarrollo a los seis meses de haber asumido el cargo).

Conocemos por lo que lo vivimos, que cada administración de gobierno, tarda en “empaparse” del quehacer público, en el mejor de los casos seis meses, no para en eso, los actos de gobierno que trasciendan de esos dos años, tendrán que cursar el tortuoso camino de iniciar la autorización del Congreso Local.

¿Si de empatar calendas, que pasaría con el término de vida de los municipios, también serían de dos años? Cuando en la vida nacional, hay tendencias que el periodo de ellos sea de cuatro años, con el argumento de que en tres les resulta “corto” para ser eficientes, alguien dirá, para eso hay reelección, lo que no es una garantía.

Continuar con los programas de gobierno del periodo 2016 – 2022, por otros dos años más, aprovechando experiencias resulta más sano y de conveniencia social (obvio, no política) con mayores beneficios para los fines superiores de construir bien común.

El empatar el calendario electoral local, con el federal, es deseo cíclico, que va y viene, hay quienes aseguran que ahora sí va en serio, pero….

En el análisis político, se dice son más las conveniencias, ahorro económico, tiempo, armonizar periodos con el gobierno central, salir de estar prácticamente en proceso electoral, ahora federal, mañana local.

Lo anterior representa que el periodo constitucional del próximo gobierno fuera sólo de dos años, en lugar de seis, aún así, sobran aspirinas para contender, el gozo del poder venga de quien venga y por el tiempo que sea, resulta codiciado.

¿Cómo ven los ciudadanos, tal pretensión? Pues no hay uniformidad, la más de las veces obedece a los intereses de una sociedad en que su economía depende del flujo de dinero que se administra desde el CCB, los que no gozan de simpatías actualmente, desean que termine ya, lo que debe ser en el 2022, con la esperanza de que la suerte les cambie, para los que navegan de mediano a bien, pues que continúe.

Ajeno a esas circunstancias, analicemos lo que representa el hecho de que la decisión fuera irnos por dos años, respetando los beneficios de la armonización cronológica estado federación, por lo que expongo otra visión que no se contrapone al propósito de los calendarios.

Porque no pensamos, en ampliar la actual administración dos años más, no vaya ser que, con el proyecto de gobierno de dos años, una vez empoderados, los visite el mismo diablo tentador que sopló al oído al actual gobernador de Baja California, Jaime Bonilla Valdez, a su Congreso y gabinete, pues si dijimos que dos años, pues ahora decimos que mejor seis.

Mire usted lo que administrativamente representa el periodo bianual; entrar prácticamente para organizar y vigilar el proceso electoral sucesorio, acto que demanda de tiempo, dinero, consensos, trabajar con un plan estatal de desarrollo de año y medio (El ordenamiento obliga a la nueva administración presentar su Plan de Desarrollo a los seis meses de haber asumido el cargo).

Conocemos por lo que lo vivimos, que cada administración de gobierno, tarda en “empaparse” del quehacer público, en el mejor de los casos seis meses, no para en eso, los actos de gobierno que trasciendan de esos dos años, tendrán que cursar el tortuoso camino de iniciar la autorización del Congreso Local.

¿Si de empatar calendas, que pasaría con el término de vida de los municipios, también serían de dos años? Cuando en la vida nacional, hay tendencias que el periodo de ellos sea de cuatro años, con el argumento de que en tres les resulta “corto” para ser eficientes, alguien dirá, para eso hay reelección, lo que no es una garantía.

Continuar con los programas de gobierno del periodo 2016 – 2022, por otros dos años más, aprovechando experiencias resulta más sano y de conveniencia social (obvio, no política) con mayores beneficios para los fines superiores de construir bien común.