/ sábado 14 de diciembre de 2019

El balance del Presidente más polémico de los últimos tiempos

Poco a poco, y sin prisas, se va imponiendo el estilo personal de gobernar del presidente López Obrador. Hasta Enrique Peña Nieto, todos los presidentes aunque tuvieron su propio estilo no pudieron superar el síndrome del sistema político mexicano, que tuvo sus orígenes en Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón.

Antes, en este país, como en la novela “El gato pardo” se prometía el cambio para que todo siguiera igual. ¿Recuerdan aquello de “la renovación moral de la sociedad”, “la administración de la riqueza”, “arriba y adelante” o “bienestar para tu familia”? Todo eso quedó para la anécdota.

Al menos López Obrador no mentía cuando decía: este país tiene que cambiar por la vía pacífica. Y así sucedió. Bastó el voto de 30 millones de mexicanos, darle legitimidad al presidente López Obrador para intentar el cambio de régimen. Nadie antes que AMLO se había atrevido a tocar a los personajes íconos de la corrupción en México.

Ver a una exsecretaria de estado en prisión preventiva, esperando ser procesada por supuestos delitos que se le imputan, eso solo pasaba en la novelas de Televisa; a un exsecretario de Seguridad Pública recién detenido en Estados Unidos, Genaro García Luna, era solo para novelas de ciencia ficción. Esto es sin duda una muestra para quienes piensan que por ser funcionarios públicos cercanos al Presidente de la República pueden proteger y recibir sobornos de un cartel de la droga, y creen que cuando dejan el poder les espera el paraíso, pero se les olvidó que también existe el infierno, y ahora se preguntan “¿y yo por qué?”.

Se dicen muchas cosas del Presidente, más negativas que positivas. Se comenta que por su culpa el país está dividido. ¿Cuándo lo ha estado? ¿Hasta ahora se habla de división? Pero hay una cosa: muchos saben lo que está bien pero no lo reconocen, por ejemplo, la macroeconomía mexicana. Se critica al Presidente de que en su primer año de gobierno no hubo crecimiento económico; eso no es ninguna novedad, desde hace 35 años no ha habido.

Sin embargo, los indicadores económicos le favorecen al Presidente López Obrador. Veamos: En su primer año de gobierno no hubo “gasolinazos”. Se controló la inflación. Las reservas internacionales aumentaron 6,000 millones de dólares. La balanza comercial con Estados Unidos nos favorece, exportamos más de lo que importamos. Durante muchos años el Banco de México no podía bajar las tasas de interés. Ha seguido fluyendo la inversión extranjera. Hace mucho tiempo que el dólar no llegaba a los 19 pesos. Se manejó bien el tema de los aranceles por el acero. La política exterior se ha manejado con inteligencia frente a Donald Trump y el asunto de Evo Morales del que tanto se criticó al Presidente, hoy se encuentra en Argentina.

Presidente sin suerte, no es Presidente. A los opositores y críticos de Andrés Manuel les cayó como balde agua fría la cereza del pastel: el acuerdo que firmaron los empresarios y la firma del T-MEC. Lo que significa el oxígeno que requería la economía mexicana.

Si bien es cierto que a Durango se le redujo el presupuesto para el próximo año, el mismo gobernador José Rosas Aispuro reconoce los aciertos del Presidente de la República, entre ellos el T-MEC. Y para sorpresa de muchos, el Gobernador acordó con el Presidente la autopista Cuencamé con los límites de Zacatecas, y por si fuera poco, podría ser licitada por el gobierno del estado a empresarios locales. Y gracias al Gobernador, hoy más que nunca el sueño de Pedrito Ávila Nevárez podría hacerse realidad: el tren Durango-Mazatlán.

El gobierno federal se comprometió a garantizar la certeza jurídica del proyecto y el gobierno del estado hará lo suyo para traer la inversión nacional e internacional.

Poco a poco, y sin prisas, se va imponiendo el estilo personal de gobernar del presidente López Obrador. Hasta Enrique Peña Nieto, todos los presidentes aunque tuvieron su propio estilo no pudieron superar el síndrome del sistema político mexicano, que tuvo sus orígenes en Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón.

Antes, en este país, como en la novela “El gato pardo” se prometía el cambio para que todo siguiera igual. ¿Recuerdan aquello de “la renovación moral de la sociedad”, “la administración de la riqueza”, “arriba y adelante” o “bienestar para tu familia”? Todo eso quedó para la anécdota.

Al menos López Obrador no mentía cuando decía: este país tiene que cambiar por la vía pacífica. Y así sucedió. Bastó el voto de 30 millones de mexicanos, darle legitimidad al presidente López Obrador para intentar el cambio de régimen. Nadie antes que AMLO se había atrevido a tocar a los personajes íconos de la corrupción en México.

Ver a una exsecretaria de estado en prisión preventiva, esperando ser procesada por supuestos delitos que se le imputan, eso solo pasaba en la novelas de Televisa; a un exsecretario de Seguridad Pública recién detenido en Estados Unidos, Genaro García Luna, era solo para novelas de ciencia ficción. Esto es sin duda una muestra para quienes piensan que por ser funcionarios públicos cercanos al Presidente de la República pueden proteger y recibir sobornos de un cartel de la droga, y creen que cuando dejan el poder les espera el paraíso, pero se les olvidó que también existe el infierno, y ahora se preguntan “¿y yo por qué?”.

Se dicen muchas cosas del Presidente, más negativas que positivas. Se comenta que por su culpa el país está dividido. ¿Cuándo lo ha estado? ¿Hasta ahora se habla de división? Pero hay una cosa: muchos saben lo que está bien pero no lo reconocen, por ejemplo, la macroeconomía mexicana. Se critica al Presidente de que en su primer año de gobierno no hubo crecimiento económico; eso no es ninguna novedad, desde hace 35 años no ha habido.

Sin embargo, los indicadores económicos le favorecen al Presidente López Obrador. Veamos: En su primer año de gobierno no hubo “gasolinazos”. Se controló la inflación. Las reservas internacionales aumentaron 6,000 millones de dólares. La balanza comercial con Estados Unidos nos favorece, exportamos más de lo que importamos. Durante muchos años el Banco de México no podía bajar las tasas de interés. Ha seguido fluyendo la inversión extranjera. Hace mucho tiempo que el dólar no llegaba a los 19 pesos. Se manejó bien el tema de los aranceles por el acero. La política exterior se ha manejado con inteligencia frente a Donald Trump y el asunto de Evo Morales del que tanto se criticó al Presidente, hoy se encuentra en Argentina.

Presidente sin suerte, no es Presidente. A los opositores y críticos de Andrés Manuel les cayó como balde agua fría la cereza del pastel: el acuerdo que firmaron los empresarios y la firma del T-MEC. Lo que significa el oxígeno que requería la economía mexicana.

Si bien es cierto que a Durango se le redujo el presupuesto para el próximo año, el mismo gobernador José Rosas Aispuro reconoce los aciertos del Presidente de la República, entre ellos el T-MEC. Y para sorpresa de muchos, el Gobernador acordó con el Presidente la autopista Cuencamé con los límites de Zacatecas, y por si fuera poco, podría ser licitada por el gobierno del estado a empresarios locales. Y gracias al Gobernador, hoy más que nunca el sueño de Pedrito Ávila Nevárez podría hacerse realidad: el tren Durango-Mazatlán.

El gobierno federal se comprometió a garantizar la certeza jurídica del proyecto y el gobierno del estado hará lo suyo para traer la inversión nacional e internacional.