/ domingo 18 de noviembre de 2018

El cambio va en serio y el presidente dejará de ser patiño de los empresarios

Están implementando lo peor de la guerra sucia, para salvar al país del populista que engaña a la gente, o la labia malvada para estar cerca de él. Pero presienten que nada les funcionará, ante la sentencia Pejeniana: “Al margen de la ley nada; por encima de la ley nadie”.

Cuando AMLO era candidato los empresarios le echaron toda la caballada encima, para evitar su llegada a la Presidencia de la República. Después de ese intento fallido, consideraban que el cambio que éste había prometido dependería de ellos, pero al ver que las cosas se están moviendo sin su anuencia y abatiendo sus privilegios, aún sin asumir el poder, han lanzado el grito al cielo y la tierra no da abasto para filtrar el torrencial de llanto que están derramado.

Desafortunadamente esos vende-patria, tienen demasiada cola y por muchos trucos que hagan para ocultarla, ese afán es el que los delata. Y si empezamos por la gota que esta vez derramó el vaso, de entrada apoyamos los resultados de la consulta que ordena la no continuidad de la construcción del aeropuerto, ya que es una obra que gozaba de una enorme discrecionalidad, al establecer de manera abstracta y sin puntualizaciones claras, las causas de interés general y “el daño al Estado” como motivos de cancelación que atinadamente invocó el presidente electo.

Con esa determinación que sin titubeos ha tomado el próximo presidente constitucional, se les ha venido el mundo encima, al pulsar que el exterminio de los privilegios va en serio y que el símbolo de la preocupación, sin duda es Carlos Slim, acostumbrado a que le regalen las empresas nacionales, como Telmex, de cuyo negocio se enriqueció escandalosamente, cuando implementó el servicio medido y que lo llevó a convertirse en el ladrón más rico del mundo.

El terror de los empresarios se agudiza cada vez que AMLO hace cualquier declaración. De allí que se lancen a los medios y a las calles para detenerlo, mediante marchas miserables y consignas de satanización hacia el nuevo régimen, que ha renunciado terminantemente a seguir siendo su patiño y alcahuete de sus privilegios, que quedarán al descubierto y a la zaga una vez que tome posesión.

Cosas que en saco roto no serán echadas. Por eso, ante la seriedad del cambio que se aproxima, los dueños del dinero, aunque simulen tranquilidad pasajera ante el Estado de Derecho, eludirán su respeto a cambio de su manipulación.

Subordinar a como dé lugar al presidente electo o exponer su fortuna mal habida para destruirlo.

Están implementando lo peor de la guerra sucia, para salvar al país del populista que engaña a la gente, o la labia malvada para estar cerca de él. Pero presienten que nada les funcionará, ante la sentencia Pejeniana: “Al margen de la ley nada; por encima de la ley nadie”. De allí que el mocho Juan Bosco Abascal, haya despotricado enloquecido y furibundo que “30 millones de chairos ignorantes elegimos a AMLO, pero que 60 millones están en contra y que harán todo lo que tengan que hacer para que le vaya mal y a México le vaya bien”.

Debates que definen dos bandos claros, dos visiones encontradas, dos trenes que corren en sentido contrario, dos países dentro de uno; el de los cien privilegiados y el de más de sesenta millones de miserables. Esa es la realidad que nos separa, que nos confronta y que hasta hoy nos ha llevado, primero a una guerra electoral que les ganamos y luego a una batalla verbal donde las diatribas son más encendidas de nuestra parte, porque la razón y el hartazgo es la fuerza de nuestra victoria.

Para los amos del dinero mal habido, López Obrador sigue siendo un populista, un agitador, un mesiánico. Lo escuchan y se les enchina el cuero. Sienten pavor.

Sienten que está hablando en serio. Saben el poder que tiene y lo que hará.

Desde que era candidato alzaron la bandera roja; encendieron las señales de alerta; actuaron con rapidez y la consecuencia fue el fracaso.

No han podido vencer al enemigo y “el únete a él” no les cuajaría, porque ambos representan dos proyectos diferentes; dos proyectos incombinables, porque la percepción perniciosa de los acaudalados, será siempre distorsionar todo aquello que no sea un plus para sus grandes capitales. De allí que cuando AMLO dice estar junto de la gente para ellos es “déficit fiscal” AMLO dice pueblo y los empresarios se encabritan porque interpretan “despilfarro”; pronuncia “Proyecto Alternativo de Nación” y ellos lo equiparan con la “expropiación de bienes”. Dice cancelación y pronostican las siete plagas del apocalipsis.

El instinto de la avaricia reacciona frente al enemigo. Y ese enemigo al que anticipadamente combatieron creyendo que su triunfo era una utopía. Ante su derrota esa utopía ahora es una realidad, poseedora del trofeo de Palacio Nacional, que pese a la legitimidad que 30 millones de mexicanos le dimos para que lo lograra, los beneficiarios de ese trofeo no lo dejarán en paz, porque como lo sentenciara Martín Luther King: “Las clases privilegiadas no ceden sus privilegios de manera voluntaria”.

Ahora bien, los empresarios y privilegiados negarían que esto es cierto. Porque ellos siempre han defendido en público los valores que traicionan en privado.

Muchos de ellos se declaran honestos, pero apoyan métodos de rapiña escandalosa como la construcción del aeropuerto de Texcoco, donde los daños ecológicos son cuantiosos y sus costos exageradamente inflados.

Se declaran demócratas pero apoyan métodos claramente antidemocráticos como la aprobación de las reformas estructurales, que las metieron a güevo, pese a la inconformidad mayoritaria del pueblo. Celebran la democracia electoral, pero siempre y cuando no sea AMLO el que llegue a Palacio Nacional.

Celebran la consulta ciudadana, pero siempre y cuando ésta favorezca sus intereses.

Hablan de la legalidad, pero la violan todos los días de múltiples maneras: cuando optan pagar impuestos o no y cuando lo hacen se los regresan; cuando atropellan y asesinan, jamás pisan la cárcel; cuando explotan y regatean todos los derechos a los trabajadores. En fin, actúan al margen de la ley, porque es un gran negocio. Exigen a AMLO que respete la legalidad que ellos violan a diario.

Se envuelven en la bandera del derecho, mientras la pisotean. Disparan palabras que son balas, olvidando que su torpeza les tiene la pistola en la sien.

Abogan por la continuidad de la construcción de un aeropuerto, ignorando la evidencia de un proceso irregular; la evidencia insoslayable de las cantidades infladas. Si Carlos Slim, defendiera el verdadero Estado de Derecho, no estaría él y su yerno maquilando la obra y abusando del dinero de las afores. Porque si Diego Fernández de Cevallos, estuviera tan comprometido con la ley, no hubiera sido tan complaciente con el ‘joven maravilla’ y menos con playa “Punta Diamante” que se robó.

Porque si Vicente Fox, se rasga las vestiduras en defensa de los recursos públicos, tendría que enjuiciar a su Martha y a sus entenados. Aclarar lo de los excedentes petroleros. Porque si el PRIAN y los empresarios están dando de gritos por el desperdicio de cien mil millones de pesos y curiosamente han permanecido omisos y sumisos ante los escándalos de Pemexgate, Fobaproa, Estafa Maestra y las mil trizas que han hecho del país, con una deuda externa de diez billones de dólares.


Están implementando lo peor de la guerra sucia, para salvar al país del populista que engaña a la gente, o la labia malvada para estar cerca de él. Pero presienten que nada les funcionará, ante la sentencia Pejeniana: “Al margen de la ley nada; por encima de la ley nadie”.

Cuando AMLO era candidato los empresarios le echaron toda la caballada encima, para evitar su llegada a la Presidencia de la República. Después de ese intento fallido, consideraban que el cambio que éste había prometido dependería de ellos, pero al ver que las cosas se están moviendo sin su anuencia y abatiendo sus privilegios, aún sin asumir el poder, han lanzado el grito al cielo y la tierra no da abasto para filtrar el torrencial de llanto que están derramado.

Desafortunadamente esos vende-patria, tienen demasiada cola y por muchos trucos que hagan para ocultarla, ese afán es el que los delata. Y si empezamos por la gota que esta vez derramó el vaso, de entrada apoyamos los resultados de la consulta que ordena la no continuidad de la construcción del aeropuerto, ya que es una obra que gozaba de una enorme discrecionalidad, al establecer de manera abstracta y sin puntualizaciones claras, las causas de interés general y “el daño al Estado” como motivos de cancelación que atinadamente invocó el presidente electo.

Con esa determinación que sin titubeos ha tomado el próximo presidente constitucional, se les ha venido el mundo encima, al pulsar que el exterminio de los privilegios va en serio y que el símbolo de la preocupación, sin duda es Carlos Slim, acostumbrado a que le regalen las empresas nacionales, como Telmex, de cuyo negocio se enriqueció escandalosamente, cuando implementó el servicio medido y que lo llevó a convertirse en el ladrón más rico del mundo.

El terror de los empresarios se agudiza cada vez que AMLO hace cualquier declaración. De allí que se lancen a los medios y a las calles para detenerlo, mediante marchas miserables y consignas de satanización hacia el nuevo régimen, que ha renunciado terminantemente a seguir siendo su patiño y alcahuete de sus privilegios, que quedarán al descubierto y a la zaga una vez que tome posesión.

Cosas que en saco roto no serán echadas. Por eso, ante la seriedad del cambio que se aproxima, los dueños del dinero, aunque simulen tranquilidad pasajera ante el Estado de Derecho, eludirán su respeto a cambio de su manipulación.

Subordinar a como dé lugar al presidente electo o exponer su fortuna mal habida para destruirlo.

Están implementando lo peor de la guerra sucia, para salvar al país del populista que engaña a la gente, o la labia malvada para estar cerca de él. Pero presienten que nada les funcionará, ante la sentencia Pejeniana: “Al margen de la ley nada; por encima de la ley nadie”. De allí que el mocho Juan Bosco Abascal, haya despotricado enloquecido y furibundo que “30 millones de chairos ignorantes elegimos a AMLO, pero que 60 millones están en contra y que harán todo lo que tengan que hacer para que le vaya mal y a México le vaya bien”.

Debates que definen dos bandos claros, dos visiones encontradas, dos trenes que corren en sentido contrario, dos países dentro de uno; el de los cien privilegiados y el de más de sesenta millones de miserables. Esa es la realidad que nos separa, que nos confronta y que hasta hoy nos ha llevado, primero a una guerra electoral que les ganamos y luego a una batalla verbal donde las diatribas son más encendidas de nuestra parte, porque la razón y el hartazgo es la fuerza de nuestra victoria.

Para los amos del dinero mal habido, López Obrador sigue siendo un populista, un agitador, un mesiánico. Lo escuchan y se les enchina el cuero. Sienten pavor.

Sienten que está hablando en serio. Saben el poder que tiene y lo que hará.

Desde que era candidato alzaron la bandera roja; encendieron las señales de alerta; actuaron con rapidez y la consecuencia fue el fracaso.

No han podido vencer al enemigo y “el únete a él” no les cuajaría, porque ambos representan dos proyectos diferentes; dos proyectos incombinables, porque la percepción perniciosa de los acaudalados, será siempre distorsionar todo aquello que no sea un plus para sus grandes capitales. De allí que cuando AMLO dice estar junto de la gente para ellos es “déficit fiscal” AMLO dice pueblo y los empresarios se encabritan porque interpretan “despilfarro”; pronuncia “Proyecto Alternativo de Nación” y ellos lo equiparan con la “expropiación de bienes”. Dice cancelación y pronostican las siete plagas del apocalipsis.

El instinto de la avaricia reacciona frente al enemigo. Y ese enemigo al que anticipadamente combatieron creyendo que su triunfo era una utopía. Ante su derrota esa utopía ahora es una realidad, poseedora del trofeo de Palacio Nacional, que pese a la legitimidad que 30 millones de mexicanos le dimos para que lo lograra, los beneficiarios de ese trofeo no lo dejarán en paz, porque como lo sentenciara Martín Luther King: “Las clases privilegiadas no ceden sus privilegios de manera voluntaria”.

Ahora bien, los empresarios y privilegiados negarían que esto es cierto. Porque ellos siempre han defendido en público los valores que traicionan en privado.

Muchos de ellos se declaran honestos, pero apoyan métodos de rapiña escandalosa como la construcción del aeropuerto de Texcoco, donde los daños ecológicos son cuantiosos y sus costos exageradamente inflados.

Se declaran demócratas pero apoyan métodos claramente antidemocráticos como la aprobación de las reformas estructurales, que las metieron a güevo, pese a la inconformidad mayoritaria del pueblo. Celebran la democracia electoral, pero siempre y cuando no sea AMLO el que llegue a Palacio Nacional.

Celebran la consulta ciudadana, pero siempre y cuando ésta favorezca sus intereses.

Hablan de la legalidad, pero la violan todos los días de múltiples maneras: cuando optan pagar impuestos o no y cuando lo hacen se los regresan; cuando atropellan y asesinan, jamás pisan la cárcel; cuando explotan y regatean todos los derechos a los trabajadores. En fin, actúan al margen de la ley, porque es un gran negocio. Exigen a AMLO que respete la legalidad que ellos violan a diario.

Se envuelven en la bandera del derecho, mientras la pisotean. Disparan palabras que son balas, olvidando que su torpeza les tiene la pistola en la sien.

Abogan por la continuidad de la construcción de un aeropuerto, ignorando la evidencia de un proceso irregular; la evidencia insoslayable de las cantidades infladas. Si Carlos Slim, defendiera el verdadero Estado de Derecho, no estaría él y su yerno maquilando la obra y abusando del dinero de las afores. Porque si Diego Fernández de Cevallos, estuviera tan comprometido con la ley, no hubiera sido tan complaciente con el ‘joven maravilla’ y menos con playa “Punta Diamante” que se robó.

Porque si Vicente Fox, se rasga las vestiduras en defensa de los recursos públicos, tendría que enjuiciar a su Martha y a sus entenados. Aclarar lo de los excedentes petroleros. Porque si el PRIAN y los empresarios están dando de gritos por el desperdicio de cien mil millones de pesos y curiosamente han permanecido omisos y sumisos ante los escándalos de Pemexgate, Fobaproa, Estafa Maestra y las mil trizas que han hecho del país, con una deuda externa de diez billones de dólares.