/ sábado 23 de mayo de 2020

El cine triunfa sobre la ocurrencia política

Pretender eliminar el Fidecine fue una mala decisión política y un desliz estratégico por parte de Morena. Evidenció que se desestimó no sólo el impacto económico y la proyección internacional que el séptimo arte le ha dado a nuestro país; también exhibió el desconocimiento de que son las artes las que ocupan un lugar protagónico para fortalecer nuestra condición humana y cuyas vulnerabilidades están a flor de piel ante la coyuntura nacional y global en tiempos de pandemia.

Como dijo Orson Welles, “es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta”, y a Morena, en su afán de recortar lo que consideran excesos y privilegios en el gasto de los recursos públicos, le faltó corazón y sensibilidad cultural para entender que nos encontramos en tiempos inéditos, donde las artes, la reflexión personal y el fortalecimiento del tejido social son vitales para enfrentar los desafíos ante los tiempos que corren.

Y es que nadie discute que se hagan transferencias -dentro de la ley- de las partidas de los recursos públicos cuando sea necesario recortar lo que no está funcionando; pero en el caso del cine, son sobradas las muestras de que en México constituye un pilar fundamental para la proyección internacional y las oportunidades de crecimiento económico. El cine genera empleo, promueve el desarrollo de infraestructura y servicios, alienta la diversidad cultural, cohesiona esfuerzos de muchos sectores incluyendo el turístico, además de que promueve el talento nacional y sobre todo, representa una oportunidad invaluable: mostrar al mundo lo que los mexicanos somos hoy, cimentando un legado artístico a las generaciones actuales y a las venideras.

Esa es la visión que le ha faltado a Morena, al tener una evidente proclividad en generar polémica para atraer reflectores sin medir el impacto social que han tenido varias de sus propuestas y decisiones. Por fortuna, la amplia y plural comunidad cultural incluyendo quienes se dedican al arte cinematográfico han defendido lo que les ha costado muchos años construir, logros que nos enorgullecen, en consecuencia como sociedad estamos obligados a apoyarlos.

Señal inequívoca del tropiezo político y la falta de sensibilidad cultural es la inmediata presión ejercida por notables liderazgos del cine y la crítica insistente de la opinión pública como los factores que obligaron a rectificar a los dirigentes del partido gobernante, quienes no tuvieron más opción que retirar la absurda propuesta. Es de destacarse el gran apoyo que otorgaron a las protestas de los cineastas mexicanos, los ganadores del Oscar, máximo galardón de la cinematografía a nivel global, Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu, quienes externaron su rechazo a la pretensión morenista. Esta serie de acciones fueron las que lograron la permanencia del Fondo de Inversión y Estímulos al Cine (Fidecine), desde donde se han otorgado estímulos desde 2002 para la producción, exhibición y distribución de producciones nacionales.

El cine mexicano ganó la batalla pero también todos los que creemos en el fortalecimiento y difusión del arte en todas sus vertientes. Como dijo Guillermo del Toro “No aboguemos por nosotros sino por los que vienen: hay miles de jóvenes que vienen con fuerza e ideas nuevas”.

Y son esas ideas nuevas y las vigentes las que defenderé desde la posición en la que me encuentre. Soy un convencido de que la cultura democratiza, además de que nos acerca como individuos e integrantes de una sociedad compuesta por ciudadanos libres.

Vaya mi reconocimiento a todos esos liderazgos de la comunidad cultural y de la sociedad en general que defendieron el Fidecine con gallardía y altura de miras, al nivel de los logros nacionales en materia cinematográfica. No olvidemos que México en materia de dirección, producción, creatividad y actuación en el cine, está en el pódium internacional entre los mejores, de donde no debemos ni queremos bajarnos, menos por ocurrencias políticas.

Pretender eliminar el Fidecine fue una mala decisión política y un desliz estratégico por parte de Morena. Evidenció que se desestimó no sólo el impacto económico y la proyección internacional que el séptimo arte le ha dado a nuestro país; también exhibió el desconocimiento de que son las artes las que ocupan un lugar protagónico para fortalecer nuestra condición humana y cuyas vulnerabilidades están a flor de piel ante la coyuntura nacional y global en tiempos de pandemia.

Como dijo Orson Welles, “es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta”, y a Morena, en su afán de recortar lo que consideran excesos y privilegios en el gasto de los recursos públicos, le faltó corazón y sensibilidad cultural para entender que nos encontramos en tiempos inéditos, donde las artes, la reflexión personal y el fortalecimiento del tejido social son vitales para enfrentar los desafíos ante los tiempos que corren.

Y es que nadie discute que se hagan transferencias -dentro de la ley- de las partidas de los recursos públicos cuando sea necesario recortar lo que no está funcionando; pero en el caso del cine, son sobradas las muestras de que en México constituye un pilar fundamental para la proyección internacional y las oportunidades de crecimiento económico. El cine genera empleo, promueve el desarrollo de infraestructura y servicios, alienta la diversidad cultural, cohesiona esfuerzos de muchos sectores incluyendo el turístico, además de que promueve el talento nacional y sobre todo, representa una oportunidad invaluable: mostrar al mundo lo que los mexicanos somos hoy, cimentando un legado artístico a las generaciones actuales y a las venideras.

Esa es la visión que le ha faltado a Morena, al tener una evidente proclividad en generar polémica para atraer reflectores sin medir el impacto social que han tenido varias de sus propuestas y decisiones. Por fortuna, la amplia y plural comunidad cultural incluyendo quienes se dedican al arte cinematográfico han defendido lo que les ha costado muchos años construir, logros que nos enorgullecen, en consecuencia como sociedad estamos obligados a apoyarlos.

Señal inequívoca del tropiezo político y la falta de sensibilidad cultural es la inmediata presión ejercida por notables liderazgos del cine y la crítica insistente de la opinión pública como los factores que obligaron a rectificar a los dirigentes del partido gobernante, quienes no tuvieron más opción que retirar la absurda propuesta. Es de destacarse el gran apoyo que otorgaron a las protestas de los cineastas mexicanos, los ganadores del Oscar, máximo galardón de la cinematografía a nivel global, Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu, quienes externaron su rechazo a la pretensión morenista. Esta serie de acciones fueron las que lograron la permanencia del Fondo de Inversión y Estímulos al Cine (Fidecine), desde donde se han otorgado estímulos desde 2002 para la producción, exhibición y distribución de producciones nacionales.

El cine mexicano ganó la batalla pero también todos los que creemos en el fortalecimiento y difusión del arte en todas sus vertientes. Como dijo Guillermo del Toro “No aboguemos por nosotros sino por los que vienen: hay miles de jóvenes que vienen con fuerza e ideas nuevas”.

Y son esas ideas nuevas y las vigentes las que defenderé desde la posición en la que me encuentre. Soy un convencido de que la cultura democratiza, además de que nos acerca como individuos e integrantes de una sociedad compuesta por ciudadanos libres.

Vaya mi reconocimiento a todos esos liderazgos de la comunidad cultural y de la sociedad en general que defendieron el Fidecine con gallardía y altura de miras, al nivel de los logros nacionales en materia cinematográfica. No olvidemos que México en materia de dirección, producción, creatividad y actuación en el cine, está en el pódium internacional entre los mejores, de donde no debemos ni queremos bajarnos, menos por ocurrencias políticas.