Pretender eliminar el Fidecine fue una mala decisión política y un desliz estratégico por parte de Morena. Evidenció que se desestimó no sólo el impacto económico y la proyección internacional que el séptimo arte le ha dado a nuestro país; también exhibió el desconocimiento de que son las artes las que ocupan un lugar protagónico para fortalecer nuestra condición humana y cuyas vulnerabilidades están a flor de piel ante la coyuntura nacional y global en tiempos de pandemia.
Como dijo Orson Welles, “es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta”, y a Morena, en su afán de recortar lo que consideran excesos y privilegios en el gasto de los recursos públicos, le faltó corazón y sensibilidad cultural para entender que nos encontramos en tiempos inéditos, donde las artes, la reflexión personal y el fortalecimiento del tejido social son vitales para enfrentar los desafíos ante los tiempos que corren.
Y es que nadie discute que se hagan transferencias -dentro de la ley- de las partidas de los recursos públicos cuando sea necesario recortar lo que no está funcionando; pero en el caso del cine, son sobradas las muestras de que en México constituye un pilar fundamental para la proyección internacional y las oportunidades de crecimiento económico. El cine genera empleo, promueve el desarrollo de infraestructura y servicios, alienta la diversidad cultural, cohesiona esfuerzos de muchos sectores incluyendo el turístico, además de que promueve el talento nacional y sobre todo, representa una oportunidad invaluable: mostrar al mundo lo que los mexicanos somos hoy, cimentando un legado artístico a las generaciones actuales y a las venideras.
Esa es la visión que le ha faltado a Morena, al tener una evidente proclividad en generar polémica para atraer reflectores sin medir el impacto social que han tenido varias de sus propuestas y decisiones. Por fortuna, la amplia y plural comunidad cultural incluyendo quienes se dedican al arte cinematográfico han defendido lo que les ha costado muchos años construir, logros que nos enorgullecen, en consecuencia como sociedad estamos obligados a apoyarlos.
Señal inequívoca del tropiezo político y la falta de sensibilidad cultural es la inmediata presión ejercida por notables liderazgos del cine y la crítica insistente de la opinión pública como los factores que obligaron a rectificar a los dirigentes del partido gobernante, quienes no tuvieron más opción que retirar la absurda propuesta. Es de destacarse el gran apoyo que otorgaron a las protestas de los cineastas mexicanos, los ganadores del Oscar, máximo galardón de la cinematografía a nivel global, Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu, quienes externaron su rechazo a la pretensión morenista. Esta serie de acciones fueron las que lograron la permanencia del Fondo de Inversión y Estímulos al Cine (Fidecine), desde donde se han otorgado estímulos desde 2002 para la producción, exhibición y distribución de producciones nacionales.
El cine mexicano ganó la batalla pero también todos los que creemos en el fortalecimiento y difusión del arte en todas sus vertientes. Como dijo Guillermo del Toro “No aboguemos por nosotros sino por los que vienen: hay miles de jóvenes que vienen con fuerza e ideas nuevas”.
Y son esas ideas nuevas y las vigentes las que defenderé desde la posición en la que me encuentre. Soy un convencido de que la cultura democratiza, además de que nos acerca como individuos e integrantes de una sociedad compuesta por ciudadanos libres.
Vaya mi reconocimiento a todos esos liderazgos de la comunidad cultural y de la sociedad en general que defendieron el Fidecine con gallardía y altura de miras, al nivel de los logros nacionales en materia cinematográfica. No olvidemos que México en materia de dirección, producción, creatividad y actuación en el cine, está en el pódium internacional entre los mejores, de donde no debemos ni queremos bajarnos, menos por ocurrencias políticas.