/ domingo 27 de enero de 2019

El desarrollo del pensamiento creativo



La dimensión más fascinante del pensamiento humano es la creatividad. Los niños son, generalmente muy creativos. Pero llega un momento en que esta dimensión parece que se bloquea, se detiene o bien desaparece.

Esto no quiere decir que no podamos hacer algo en familia o en la escuela para desarrollar la creatividad de nuestros hijos. Una manera es la de favorecer su capacidad creativa o, crear actitudes y disposiciones para activarla. Pues no es suficiente con sólo capacidad. Hay niños muy creativos que no precisamente actúen con creatividad. Este es un asunto de dirección, disposición, inclinación y tendencia.

Durante mucho tiempo se ha puesto el acento en la capacidad pero ha faltado decisión, estimulación, orientación y responsabilidad. Se debe alentar y ejercitar este potencial del niño para que comprenda, amplíe, aplique y transforme toda información que recibe. Urge despertar su talento productivo.

Es perentorio aplicar la inteligencia de la educación; impregnar los sistemas educativos de los rasgos específicos de tal ingenio así como de sus exigencias en el gobierno de la conducta. No debemos considerar el intelecto como un simple conjunto de habilidades fijas, sino como una gran recopilación de fuerzas y una suficiente compensación de las debilidades que padecemos.

Es necesario priorizar el entusiasmo y el trabajo de cada niño hasta el límite de sus capacidades. Muy conveniente recuperar la llamada pedagogía del esfuerzo; pues una persona creativa lucha hasta el límite de su aptitud y llega a planearse nuevos y modernos desafíos.

Debemos establecer objetivos muy altos para los estudiantes y rememorar continuamente aquellas demandas que esperamos de sus deberes escolares. Sólo rinden los alumnos cuando sus desempeños educativos están a un nivel por encima de su capacidad o preparación ya adquirida. Cuando los aprendizajes caen por debajo de su conocimiento se aburren y pierden el interés. Como padre de familia o maestro es muy importante tener muy en cuenta al guiar, orientar, educar a los hijos o discípulos, el estilo o manera como mejor asimila su estudio cada uno de los estudiantes; es decir, organizar su labor acorde al rendimiento y eficiencia que se espera.

Es también fundamental mostrar explícitamente a los educandos la forma en que pueden utilizar los conocimientos ya concebidos. El modelado por ejemplo, por parte de los profesores, es una buena estrategia didáctica para lograr el mayor y mejor aprovechamiento de los escolares. Esto les ayuda a transferir lo aprendido de un contexto a otro, así como a superar su habilidad para aplicar con éxito lo instruido.

Es así mismo beneficioso animarlos a que asuman algunos riesgos, alentándolos y preparándolos para que eliminen el miedo a cometer errores; lograr esto es una buena fuente de aprendizaje. Dicha capacidad de enfrentarse a la aventura educativa es la antesala de la creatividad. Claro que es básico de antemano conocer los intereses de cada uno de ellos para guiarlos apropiadamente. No olvidemos que todos los que triunfan aman lo que hacen y disfrutan mucho de ello mientras lo están logrando.

Un experto no es la persona que más sabe sino la que mejor utiliza lo que sabe. Y un educador debe estar seguro de lo que guía y cómo lo encauza; igualmente estar consciente de que toda imprudencia acarrea una consecuencia. Con esto debemos además entender que los objetivos del aprendizaje no se refieren solamente a dominar los núcleos del área científica, sino a conseguir que aprendan, comprendan y se acostumbren a utilizarlos apropiadamente.

Y con mayor razón en la actualidad, dado que estamos viviendo un mundo de zozobra, de libertinaje y más deshonesto. Puede decirse que la estructura mental en la que hoy en día se perturba la infancia, hace más difícil encontrar respuestas satisfactorias por parte de los padres de familia y maestros, ya que ahora los niños se ven expuestos a tantas y tan diversas fuentes de información que los ponen en conocimiento de experiencias y sucesos para los que no están ni intelectual ni emocionalmente preparados. Hoy más que nunca los infantes se enfrentan a situaciones para las que aún no corresponde reconocer.

Si la educación tiene como finalidad formar al niño, al adolescente, al joven, desarrollando al máximo sus capacidades, la primera condición de tan urgente constitución, es la de aprovechar todas sus posibilidades para integrarlo como un debido ciudadano, capaz y competente. En los primeros años de su vida, los niños no tienen todavía la madurez esencial para conocer de manera objetiva sus habilidades personales.

El conocimiento que empiezan a tener depende en gran medida de la información que les llega de su hogar y de la escuela, sin embargo y por desgracia, hoy son atacados con la depredación social y hasta familiar que va afectando su conciencia, dejando atrás esa inocencia maravillosa que cimentaba con honor su calidad humana como adulto.



La dimensión más fascinante del pensamiento humano es la creatividad. Los niños son, generalmente muy creativos. Pero llega un momento en que esta dimensión parece que se bloquea, se detiene o bien desaparece.

Esto no quiere decir que no podamos hacer algo en familia o en la escuela para desarrollar la creatividad de nuestros hijos. Una manera es la de favorecer su capacidad creativa o, crear actitudes y disposiciones para activarla. Pues no es suficiente con sólo capacidad. Hay niños muy creativos que no precisamente actúen con creatividad. Este es un asunto de dirección, disposición, inclinación y tendencia.

Durante mucho tiempo se ha puesto el acento en la capacidad pero ha faltado decisión, estimulación, orientación y responsabilidad. Se debe alentar y ejercitar este potencial del niño para que comprenda, amplíe, aplique y transforme toda información que recibe. Urge despertar su talento productivo.

Es perentorio aplicar la inteligencia de la educación; impregnar los sistemas educativos de los rasgos específicos de tal ingenio así como de sus exigencias en el gobierno de la conducta. No debemos considerar el intelecto como un simple conjunto de habilidades fijas, sino como una gran recopilación de fuerzas y una suficiente compensación de las debilidades que padecemos.

Es necesario priorizar el entusiasmo y el trabajo de cada niño hasta el límite de sus capacidades. Muy conveniente recuperar la llamada pedagogía del esfuerzo; pues una persona creativa lucha hasta el límite de su aptitud y llega a planearse nuevos y modernos desafíos.

Debemos establecer objetivos muy altos para los estudiantes y rememorar continuamente aquellas demandas que esperamos de sus deberes escolares. Sólo rinden los alumnos cuando sus desempeños educativos están a un nivel por encima de su capacidad o preparación ya adquirida. Cuando los aprendizajes caen por debajo de su conocimiento se aburren y pierden el interés. Como padre de familia o maestro es muy importante tener muy en cuenta al guiar, orientar, educar a los hijos o discípulos, el estilo o manera como mejor asimila su estudio cada uno de los estudiantes; es decir, organizar su labor acorde al rendimiento y eficiencia que se espera.

Es también fundamental mostrar explícitamente a los educandos la forma en que pueden utilizar los conocimientos ya concebidos. El modelado por ejemplo, por parte de los profesores, es una buena estrategia didáctica para lograr el mayor y mejor aprovechamiento de los escolares. Esto les ayuda a transferir lo aprendido de un contexto a otro, así como a superar su habilidad para aplicar con éxito lo instruido.

Es así mismo beneficioso animarlos a que asuman algunos riesgos, alentándolos y preparándolos para que eliminen el miedo a cometer errores; lograr esto es una buena fuente de aprendizaje. Dicha capacidad de enfrentarse a la aventura educativa es la antesala de la creatividad. Claro que es básico de antemano conocer los intereses de cada uno de ellos para guiarlos apropiadamente. No olvidemos que todos los que triunfan aman lo que hacen y disfrutan mucho de ello mientras lo están logrando.

Un experto no es la persona que más sabe sino la que mejor utiliza lo que sabe. Y un educador debe estar seguro de lo que guía y cómo lo encauza; igualmente estar consciente de que toda imprudencia acarrea una consecuencia. Con esto debemos además entender que los objetivos del aprendizaje no se refieren solamente a dominar los núcleos del área científica, sino a conseguir que aprendan, comprendan y se acostumbren a utilizarlos apropiadamente.

Y con mayor razón en la actualidad, dado que estamos viviendo un mundo de zozobra, de libertinaje y más deshonesto. Puede decirse que la estructura mental en la que hoy en día se perturba la infancia, hace más difícil encontrar respuestas satisfactorias por parte de los padres de familia y maestros, ya que ahora los niños se ven expuestos a tantas y tan diversas fuentes de información que los ponen en conocimiento de experiencias y sucesos para los que no están ni intelectual ni emocionalmente preparados. Hoy más que nunca los infantes se enfrentan a situaciones para las que aún no corresponde reconocer.

Si la educación tiene como finalidad formar al niño, al adolescente, al joven, desarrollando al máximo sus capacidades, la primera condición de tan urgente constitución, es la de aprovechar todas sus posibilidades para integrarlo como un debido ciudadano, capaz y competente. En los primeros años de su vida, los niños no tienen todavía la madurez esencial para conocer de manera objetiva sus habilidades personales.

El conocimiento que empiezan a tener depende en gran medida de la información que les llega de su hogar y de la escuela, sin embargo y por desgracia, hoy son atacados con la depredación social y hasta familiar que va afectando su conciencia, dejando atrás esa inocencia maravillosa que cimentaba con honor su calidad humana como adulto.