/ martes 23 de abril de 2019

El discurso ya no alcanza

Uno de los artilugios que más le funcionaron al presidente de México cuando era candidato a la Presidencia de la República fue, en definitiva, el uso adecuado y correcto del discurso. Debo precisar que no me refiero a que AMLO sea un gran orador -de hecho es bastante malo en este tipo de menesteres-, sino a que utilizó magistralmente la estrategia de decirle a la gente lo que esta quería escuchar.

El problema es que ahora, ya despachando desde Palacio Nacional, el discurso comienza a ya no alcanzarle para persuadir a las millones de personas que están esperando cumpla con todo aquello que dijo haría nada más tomara protesta como Presidente; el tiempo se está convirtiendo en el principal enemigo del tabasqueño.

Y es que los muchos frentes abiertos en el país están ahogando la retórica (el uso de la locución retorica es sarcasmo) del presidente, quien se empeña en atajar los problemas con el mismo discurso que utilizó los últimos 18 años. La periodista Denise Dresser señala en su artículo “Gobernar al aventón”, que cada mañana el Presidente supone que su palabra podrá traducirse en acción, aunque muchas veces habla desde el desconocimiento. Suposición y desconocimiento es al final del día lo mismo, considero yo.

Resulta preocupante que mientras el número de homicidios registrados en el mes de enero de 2019 supera las 2,853 víctimas, un récord en homicidios dolosos, y a escasos días de los terribles hechos ocurridos en Minatitlán, donde fueron acribilladas alrededor de 13 personas, el presidente, en el aniversario 105 de la gesta heroica de la defensa del Puerto de Veracruz, en su discurso, señale que la violencia es producto de la política antipopular y entreguista que se aplicó en el país, en donde lo único que importaba era robar, y que el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez, emanado de las filas de Morena, es un hombre bueno, no de malas entrañas.

Me parece que a los familiares y amigos de las 2,853 personas asesinadas en forma dolosa, y a los de las 13 personas acribilladas en Minatitlán, no les convencerá mucho el mensaje del Presidente.

El problema que existe con los integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y la reforma de la reforma educativa es otro tema; el Presidente pretende convencer a los “profes” de que sería buena idea que la Secretaría de Educación Pública (SEP) se encargue de la nómina y de la asignación de plazas, a cambio de esto, se eliminarán los exámenes de evaluación docente y juntos -“profes” y gobierno- trabajarán en la construcción de la reforma, ésta sí, con contenido académico.

Caramba, la ingenuidad del presidente de México es olímpica, llega al extremo de pensar que al CNTE, primero, le preocupan las evaluaciones como para que sean carta de negociación; y segundo, que tiene interés en las cuestiones académicas de la reforma.

El CNTE es un grupo de choque, de presión, son rijosos que se mantienen vivos de los conflictos, no les interesa más nada que mantener las cosas en el estado que hoy guardan. Mire, en el supuesto de que el gobierno federal cediera a estas pretensiones, encontrarían otras para alargar el conflicto, nunca se van a conformar con las soluciones porque ese no es su objetivo. No creo que AMLO no lo vea, si entre gitanos no se leen la mano.

Como botón de muestra tenemos que el Presidente amenazó con que si no había consenso se regresaría a como estaban las cosas antes de la reforma de Peña, pensando que al ya no haber litigio que ventilar, la CNTE sedería y asunto arreglado, pero la coordinadora no aceptó y sigue en pie de lucha ¿cuál?, ¿qué no era lo que querían? pues sí, pero siguen en lucha.

En ese afán por lograr el consenso, el presidente, o ignorante o desesperado, envió un “memo” para que no se aplique la reforma, obviamente los que algo saben del tema se le fueron a la yugular, no por el objetivo que se persigue, sino por la forma, echar abajo una reforma constitucional con un “memo” es -insisto- o ignorancia o desesperación. La respuesta de AMLO a esta pifia fue hablar de momias que callaron, de conservadores y de hipocresía.

Podríamos escribir de muchos otros discursos pronunciados por el Presidente de México: de las becas y apoyos que no terminan por llegar, del problema del “huachicol” que sigue ahí, oculto, del aeropuerto de Santa Lucía, de las refinerías, del precio de las gasolinas, del cambio de residencia de las secretarías de Estado y de un largo, pero muy largo etcétera.

La cuestión es simple: cuando se tiene una aceptación de cerca del 85%, una mayoría en el Poder Legislativo y un aparente acuerdo con el Judicial, ya no se puede seguir en la tesitura del discurso cansino de mafias, corrupción o cochineros; se debe trabajar en resolver los problemas, o renunciar para volver a la trinchera donde sí se es bueno, a la del discurso de mafias, corrupción y cochineros, pero fuera de Palacio Nacional.

Uno de los artilugios que más le funcionaron al presidente de México cuando era candidato a la Presidencia de la República fue, en definitiva, el uso adecuado y correcto del discurso. Debo precisar que no me refiero a que AMLO sea un gran orador -de hecho es bastante malo en este tipo de menesteres-, sino a que utilizó magistralmente la estrategia de decirle a la gente lo que esta quería escuchar.

El problema es que ahora, ya despachando desde Palacio Nacional, el discurso comienza a ya no alcanzarle para persuadir a las millones de personas que están esperando cumpla con todo aquello que dijo haría nada más tomara protesta como Presidente; el tiempo se está convirtiendo en el principal enemigo del tabasqueño.

Y es que los muchos frentes abiertos en el país están ahogando la retórica (el uso de la locución retorica es sarcasmo) del presidente, quien se empeña en atajar los problemas con el mismo discurso que utilizó los últimos 18 años. La periodista Denise Dresser señala en su artículo “Gobernar al aventón”, que cada mañana el Presidente supone que su palabra podrá traducirse en acción, aunque muchas veces habla desde el desconocimiento. Suposición y desconocimiento es al final del día lo mismo, considero yo.

Resulta preocupante que mientras el número de homicidios registrados en el mes de enero de 2019 supera las 2,853 víctimas, un récord en homicidios dolosos, y a escasos días de los terribles hechos ocurridos en Minatitlán, donde fueron acribilladas alrededor de 13 personas, el presidente, en el aniversario 105 de la gesta heroica de la defensa del Puerto de Veracruz, en su discurso, señale que la violencia es producto de la política antipopular y entreguista que se aplicó en el país, en donde lo único que importaba era robar, y que el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez, emanado de las filas de Morena, es un hombre bueno, no de malas entrañas.

Me parece que a los familiares y amigos de las 2,853 personas asesinadas en forma dolosa, y a los de las 13 personas acribilladas en Minatitlán, no les convencerá mucho el mensaje del Presidente.

El problema que existe con los integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y la reforma de la reforma educativa es otro tema; el Presidente pretende convencer a los “profes” de que sería buena idea que la Secretaría de Educación Pública (SEP) se encargue de la nómina y de la asignación de plazas, a cambio de esto, se eliminarán los exámenes de evaluación docente y juntos -“profes” y gobierno- trabajarán en la construcción de la reforma, ésta sí, con contenido académico.

Caramba, la ingenuidad del presidente de México es olímpica, llega al extremo de pensar que al CNTE, primero, le preocupan las evaluaciones como para que sean carta de negociación; y segundo, que tiene interés en las cuestiones académicas de la reforma.

El CNTE es un grupo de choque, de presión, son rijosos que se mantienen vivos de los conflictos, no les interesa más nada que mantener las cosas en el estado que hoy guardan. Mire, en el supuesto de que el gobierno federal cediera a estas pretensiones, encontrarían otras para alargar el conflicto, nunca se van a conformar con las soluciones porque ese no es su objetivo. No creo que AMLO no lo vea, si entre gitanos no se leen la mano.

Como botón de muestra tenemos que el Presidente amenazó con que si no había consenso se regresaría a como estaban las cosas antes de la reforma de Peña, pensando que al ya no haber litigio que ventilar, la CNTE sedería y asunto arreglado, pero la coordinadora no aceptó y sigue en pie de lucha ¿cuál?, ¿qué no era lo que querían? pues sí, pero siguen en lucha.

En ese afán por lograr el consenso, el presidente, o ignorante o desesperado, envió un “memo” para que no se aplique la reforma, obviamente los que algo saben del tema se le fueron a la yugular, no por el objetivo que se persigue, sino por la forma, echar abajo una reforma constitucional con un “memo” es -insisto- o ignorancia o desesperación. La respuesta de AMLO a esta pifia fue hablar de momias que callaron, de conservadores y de hipocresía.

Podríamos escribir de muchos otros discursos pronunciados por el Presidente de México: de las becas y apoyos que no terminan por llegar, del problema del “huachicol” que sigue ahí, oculto, del aeropuerto de Santa Lucía, de las refinerías, del precio de las gasolinas, del cambio de residencia de las secretarías de Estado y de un largo, pero muy largo etcétera.

La cuestión es simple: cuando se tiene una aceptación de cerca del 85%, una mayoría en el Poder Legislativo y un aparente acuerdo con el Judicial, ya no se puede seguir en la tesitura del discurso cansino de mafias, corrupción o cochineros; se debe trabajar en resolver los problemas, o renunciar para volver a la trinchera donde sí se es bueno, a la del discurso de mafias, corrupción y cochineros, pero fuera de Palacio Nacional.