/ viernes 8 de febrero de 2019

El efecto halo en la política

Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.- Nicolás Maquivelo.

Hace tiempo traté en alguno de mis artículos que me permiten publicar todos los sábados en este prestigiado diario matutino, sobre El Efecto Halo, del que Edward Lee Torndike, sicólogo y pedagogo estadounidense, fue el primero en usar dicho término, y que se refiere a un sesgo cognitivo por el cual la percepción de un rasgo particular es influenciada por la percepción de semblantes anteriores en una secuencia de interpretaciones, por tanto, si nos gusta una persona tendemos a calificarle con características favorables a pesar de que no disponemos de mucha información sobre ella.

Señalan los que saben que, este efecto se presenta cuando el cerebro humano está dispuesto a rellenar vacíos de información con los pocos datos de los que se dispone con tal de hacer que la incertidumbre desaparezca. Si se trata de emitir un juicio de algún desconocido, lo catalogamos por la primera impresión que nos cause, por su profesión, por su apariencia, o por la recomendación que nos han hecho de él.

Tenemos tendencia a valorar mejor a todo aquel que tenga similitud con nuestros pensamientos y creencias, y que tenga como nosotros, las mismas metas y semejanza en las preferencias que perseguimos.

Este efecto puede ser sumamente eficaz en la mercadotecnia, pero también en política, así como para poder embaucar a personas y obtener provecho de ellas. Solo es necesario regalarles la idea de que es lo mejor y mostrarles, aunque sea en forma de truco, alguna muestra, para que se tengan como adeptos y aquello que se pretende vender, sea adquirido, ya sea el producto, la idea, el viaje, la membresía, etc., de acuerdo al atractivo con el que se les haga llegar a los demás.

¿Cuántas veces no nos han dado gato por liebre? ¿Cuántas veces damos crédito al convencimiento de que fuimos objeto?

Somos susceptibles de sentir alguna atracción, de tener alguna ilusión y sentirnos enredados por determinados distractores, pero si aquello que se nos presenta, ha sido requerido en alguna ocasión, es posible que el efecto halo, haya producido sus efectos y fuimos objeto de un embaucador, que existen sobre todo para obtener alguna ventaja, la obtención de poder, o alguna mejor posición.

A estas personas que persuaden se les ha llamado embaucadores, quienes son cuidadosos por costumbre, pacientes y perseverantes, tenaces, audaces, creadores, amistosos y extrovertidos. Un aspecto relevante, aunque invisible, es que no les importa el daño que puedan causar. Ellos mismos tienen diversos grados en los que se pueden clasificar por los detrimentos que puedan infringir o sentimientos que puedan tener, pues en sus características de personalidad encontramos a los mentirosos compulsivos, a sicópatas y de diversas personalidades maquiavélicas, con otras capacidades de explotar y usar a los demás.

Señalan los que conocen de lo que tratamos, que este tipo de embaucadores son muy frecuentes en las sectas y se les tiene como profetas, pero también en la política, en donde se regala la posibilidad de un logro ansiado y requerido por todos. Prometen un bien futuro, o la satisfacción de una necesidad que es ansiada y requerida por muchos. Exponen la estrategia para alcanzar la recompensa. Se ganan la confianza de los ilusionados al ser abstraídos por lo que se considera será posible y efectivo. Quizás puedan obsequiar alguna de las recompensas, pero por lo regular surge la crisis, o evento inesperado, que les impide actuar como lo habían prometido, culpando actos del pasado, o de terceros que son los responsables de que lo ofrecido no haya producido el efecto anhelado.

El líder embaucador, pastor, mesías o profeta, siempre ha de tener la razón, pues él se la otorga así mismo, aunque no la tenga; algo así como: - “Yo puedo hacer lo prohibido porque soy honesto”. O, “En mi grupo, solo existe gente honesta, aunque haya estado manchado anteriormente e indiciado por algún ilícito, como ya está conmigo o en mi grupo, secta, movimiento o partido, ya es honesto”.

Y los prosélitos siempre le darán la razón y obedecerán ciegamente a su redentor, puesto que el ofrecimiento de él es aceptado de: estabilidad emocional, de bienestar y beneficio, de pertenencia, de superación, de sentido existencial, de igualdad, etc.

Para la retención de adeptos al servicio de la organización, se usan determinadas técnicas persuasivas, tales como distinguir a algunos miembros que se sabe tienen ascendencia con los demás, tal y como lo hacen en los sindicatos, que saben que el mayor jerarca está acaparando las prebendas de todo, pero a los subdirigentes también los distinguen con algo, para que ellos a su vez, les reúnan más adeptos, que por lo regular son personas con cierta pobreza de espíritu y capacidad, de escasa cultura y conocimientos, para de esta manera mantener fortalecido a su gremio.

Sin embargo, el efecto halo debe prevalecer en el líder, profeta, pastor del rebaño o embaucador, a quienes sus prosélitos verán como alguien muy superior, con un encanto de atracción para ellos, que provocará que le defiendan siempre y en todo momento, pocos son los que se desilusionan, pero habrá también algunos que reconocerán que las apariencias engañan.

Existe una frase de quien desconozco si es anónima o no, que señala: “Un falso profeta es conocido por dos cosas: el fruto que produce y el evangelio que predica”. Recientemente el Papa Francisco indicó que “los falsos profetas se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas”.

Tomemos en cuenta que, si el profeta en quien confiamos ha llegado a producir buenos frutos en su vida, y si lo que ha predicado resultó cierto y lo ha podido constatar fehacientemente, será alguien en quien sí se pueda creer, de lo contrario, es menester darle la espalda.

Cualquier parecido con lo que sucede en la actualidad con el presidente de la república y sus seguidores, sí es a propósito de lo que se expresa en el presente artículo.

Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.- Nicolás Maquivelo.

Hace tiempo traté en alguno de mis artículos que me permiten publicar todos los sábados en este prestigiado diario matutino, sobre El Efecto Halo, del que Edward Lee Torndike, sicólogo y pedagogo estadounidense, fue el primero en usar dicho término, y que se refiere a un sesgo cognitivo por el cual la percepción de un rasgo particular es influenciada por la percepción de semblantes anteriores en una secuencia de interpretaciones, por tanto, si nos gusta una persona tendemos a calificarle con características favorables a pesar de que no disponemos de mucha información sobre ella.

Señalan los que saben que, este efecto se presenta cuando el cerebro humano está dispuesto a rellenar vacíos de información con los pocos datos de los que se dispone con tal de hacer que la incertidumbre desaparezca. Si se trata de emitir un juicio de algún desconocido, lo catalogamos por la primera impresión que nos cause, por su profesión, por su apariencia, o por la recomendación que nos han hecho de él.

Tenemos tendencia a valorar mejor a todo aquel que tenga similitud con nuestros pensamientos y creencias, y que tenga como nosotros, las mismas metas y semejanza en las preferencias que perseguimos.

Este efecto puede ser sumamente eficaz en la mercadotecnia, pero también en política, así como para poder embaucar a personas y obtener provecho de ellas. Solo es necesario regalarles la idea de que es lo mejor y mostrarles, aunque sea en forma de truco, alguna muestra, para que se tengan como adeptos y aquello que se pretende vender, sea adquirido, ya sea el producto, la idea, el viaje, la membresía, etc., de acuerdo al atractivo con el que se les haga llegar a los demás.

¿Cuántas veces no nos han dado gato por liebre? ¿Cuántas veces damos crédito al convencimiento de que fuimos objeto?

Somos susceptibles de sentir alguna atracción, de tener alguna ilusión y sentirnos enredados por determinados distractores, pero si aquello que se nos presenta, ha sido requerido en alguna ocasión, es posible que el efecto halo, haya producido sus efectos y fuimos objeto de un embaucador, que existen sobre todo para obtener alguna ventaja, la obtención de poder, o alguna mejor posición.

A estas personas que persuaden se les ha llamado embaucadores, quienes son cuidadosos por costumbre, pacientes y perseverantes, tenaces, audaces, creadores, amistosos y extrovertidos. Un aspecto relevante, aunque invisible, es que no les importa el daño que puedan causar. Ellos mismos tienen diversos grados en los que se pueden clasificar por los detrimentos que puedan infringir o sentimientos que puedan tener, pues en sus características de personalidad encontramos a los mentirosos compulsivos, a sicópatas y de diversas personalidades maquiavélicas, con otras capacidades de explotar y usar a los demás.

Señalan los que conocen de lo que tratamos, que este tipo de embaucadores son muy frecuentes en las sectas y se les tiene como profetas, pero también en la política, en donde se regala la posibilidad de un logro ansiado y requerido por todos. Prometen un bien futuro, o la satisfacción de una necesidad que es ansiada y requerida por muchos. Exponen la estrategia para alcanzar la recompensa. Se ganan la confianza de los ilusionados al ser abstraídos por lo que se considera será posible y efectivo. Quizás puedan obsequiar alguna de las recompensas, pero por lo regular surge la crisis, o evento inesperado, que les impide actuar como lo habían prometido, culpando actos del pasado, o de terceros que son los responsables de que lo ofrecido no haya producido el efecto anhelado.

El líder embaucador, pastor, mesías o profeta, siempre ha de tener la razón, pues él se la otorga así mismo, aunque no la tenga; algo así como: - “Yo puedo hacer lo prohibido porque soy honesto”. O, “En mi grupo, solo existe gente honesta, aunque haya estado manchado anteriormente e indiciado por algún ilícito, como ya está conmigo o en mi grupo, secta, movimiento o partido, ya es honesto”.

Y los prosélitos siempre le darán la razón y obedecerán ciegamente a su redentor, puesto que el ofrecimiento de él es aceptado de: estabilidad emocional, de bienestar y beneficio, de pertenencia, de superación, de sentido existencial, de igualdad, etc.

Para la retención de adeptos al servicio de la organización, se usan determinadas técnicas persuasivas, tales como distinguir a algunos miembros que se sabe tienen ascendencia con los demás, tal y como lo hacen en los sindicatos, que saben que el mayor jerarca está acaparando las prebendas de todo, pero a los subdirigentes también los distinguen con algo, para que ellos a su vez, les reúnan más adeptos, que por lo regular son personas con cierta pobreza de espíritu y capacidad, de escasa cultura y conocimientos, para de esta manera mantener fortalecido a su gremio.

Sin embargo, el efecto halo debe prevalecer en el líder, profeta, pastor del rebaño o embaucador, a quienes sus prosélitos verán como alguien muy superior, con un encanto de atracción para ellos, que provocará que le defiendan siempre y en todo momento, pocos son los que se desilusionan, pero habrá también algunos que reconocerán que las apariencias engañan.

Existe una frase de quien desconozco si es anónima o no, que señala: “Un falso profeta es conocido por dos cosas: el fruto que produce y el evangelio que predica”. Recientemente el Papa Francisco indicó que “los falsos profetas se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas”.

Tomemos en cuenta que, si el profeta en quien confiamos ha llegado a producir buenos frutos en su vida, y si lo que ha predicado resultó cierto y lo ha podido constatar fehacientemente, será alguien en quien sí se pueda creer, de lo contrario, es menester darle la espalda.

Cualquier parecido con lo que sucede en la actualidad con el presidente de la república y sus seguidores, sí es a propósito de lo que se expresa en el presente artículo.