/ jueves 27 de septiembre de 2018

El mundo y la educación por los que vale la pena luchar y ser felices

No debemos perder de vista que vivimos tiempos turbulentos, aquejados por la incertidumbre y la complejidad, con múltiples problemas sociales, económicos y políticos, en los que persisten la intolerancia y los conflictos.

En la actualidad dice Gardner (2012), tenemos que aceptar que el cambio está a la orden del día y que el cambio es la constante más influyente en el mundo en el que nos ha tocado vivir. En este sentido, asegura, es fundamental encauzar nuestra vida hacia el cambio y las constantes de la experiencia y la convivencia humana armónicas; es decir, los valores.

Aprender a dar valor a lo que tenemos desde el propio hogar, aun con las limitaciones de carácter material que se pudieran tener, privilegiando la convivencia, el respeto, la honradez y especialmente el amor.

Además, sostiene el autor es importante redimensionar el cambio para avanzar hacia un nuevo modelo de humanidad en el que se desarrolle la inteligencia individual y colectiva, se atienda a las emociones, se cultive la creatividad y la innovación, se construya la moralidad social, se desarrolle la estética social, se recupere la lúdica en el aprendizaje, se ponderen las relaciones virtuales y por supuesto se mejore la educación.

Sin embargo, no debemos perder de vista que vivimos tiempos turbulentos, aquejados por la incertidumbre y la complejidad, con múltiples problemas sociales, económicos y políticos, en los que persisten la intolerancia y los conflictos. Por otra parte, el mundo está rejuveneciendo y aumentan las aspiraciones de los jóvenes hacia los derechos humanos y la dignidad humana; y adicionalmente, las sociedades están más conectadas que nunca, con el impresionante desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación.

Por tanto, para redimensionar ahora la posibilidad del cambio, es importante trabajar en la construcción de un nuevo modelo de humanidad, caracterizado por la inclusión y que evite la marginación, basado en principios éticos universales comunes a todos los pueblos, pues las cuestiones éticas son fundamentales en el proceso del desarrollo global y la sociedad del conocimiento.

De ahí, se plantea que la finalidad fundamental de la educación sea mantener y aumentar la dignidad, la capacidad y el bienestar de la persona humana en relación con los demás y con el medio ambiente.

En cuanto a la inteligencia individual y colectiva, dimensionada como un concepto muy importante para el desarrollo social y educativo, se puede afirmar que es una capacidad básica que afecta el desempeño en todas las tareas orientadas de forma cognoscitiva, con la finalidad de resolver problemas y adaptarse al mundo circundante.

Las emociones actualmente están siendo revaloradas en cuanto al papel que juegan en el desarrollo social y educativo, pues son fundamentales para captar la atención de las personas y puedan seleccionar y construir significados; es decir, las emociones tienen un papel muy importante en la interrelación constante entre las evaluaciones cognoscitivas, los sentimientos conscientes y las respuestas corporales que la persona emplea para influir en los demás.

La creatividad y la innovación como capacidades que nos permiten la producción de trabajos originales, pero que, al mismo tiempo, son adecuados y útiles para enfrentar nuevas experiencias; es decir, se trata de desarrollar en las personas la capacidad para pensar o solucionar problemas de forma innovadora y original.

Por lo que respecta a la construcción colectiva de una moralidad social, deberemos entenderla como la construcción activa de juicios morales y la comprensión de principios, normas y valores que regulan la convivencia social entre personas y grupos sociales, que además nos ayudan a dirimir los dilemas morales que afectan la toma de decisiones y la solución de problemas.

La estética social implica el desarrollo de la sensibilidad y la afectividad que se forma tanto en el entorno social como en la escuela y que se refiere a las cogniciones afectivas que se implican en la construcción colectiva del conocimiento.

El desarrollo del espíritu lúdico de las personas implica una satisfacción placentera al relacionar el juego con el pensamiento y el lenguaje, pues lo que vive el ser humano siempre tiene que ver con lo lúdico y lo placentero, lo que permite utilizar el juego como un recurso educativo y de socialización.

En cuanto a las relaciones virtuales, semiológicas, interactivas, comunicativas y mediáticas que se están desarrollando con celeridad en la sociedad del conocimiento, como la inteligencia artificial, las impresoras 3D, la recreación holográfica, la transcripción instantánea, los programas informáticos de reconocimiento de voz y de gestos, éstas nos acercan a nuevos modos de percepción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras.

Todos estos elementos: el modelo de humanidad, la inteligencia individual y colectiva, las emociones, la creatividad e innovación, la moralidad social, la estética social, lo lúdico y lo virtual, nos indican que los seres humanos somos los artistas de nuestras vidas (Bauman, 2017), y como tales, podemos dar forma a lo que de otro modo no la tendría. Es decir, como artistas, la búsqueda de la felicidad es nuestro mayor desafío y nuestra más grande tarea; por eso, en ese esfuerzo y hacia esta meta es que debemos direccionar nuestra estrategia vital.

Por otra parte, dice el autor, es importante no perder de vista que el primer objetivo que nos deberíamos plantear en el desarrollo social y en la educación es la felicidad, pues ser feliz es encontrar un equilibrio entre las expectativas personales y las condicionantes de la realidad. Eso implica un afrontamiento de la disyuntiva que a veces surge entre la felicidad de uno mismo y la felicidad de los otros, pues no se puede aspirar a la felicidad personal a costa de la infelicidad de los otros.

Como colofón, se puede apuntar que existe un mundo y una educación por los que vale la pena luchar: un mundo construido colectiva y colaborativamente, en el que se puedan superar los problemas de manera consensuada y en el que la democracias sea el valor fundamental; una felicidad individual y colectiva que de satisfacción a las aspiraciones y anhelos de todos, pues en el bien de todos está el bien de uno.

No debemos perder de vista que vivimos tiempos turbulentos, aquejados por la incertidumbre y la complejidad, con múltiples problemas sociales, económicos y políticos, en los que persisten la intolerancia y los conflictos.

En la actualidad dice Gardner (2012), tenemos que aceptar que el cambio está a la orden del día y que el cambio es la constante más influyente en el mundo en el que nos ha tocado vivir. En este sentido, asegura, es fundamental encauzar nuestra vida hacia el cambio y las constantes de la experiencia y la convivencia humana armónicas; es decir, los valores.

Aprender a dar valor a lo que tenemos desde el propio hogar, aun con las limitaciones de carácter material que se pudieran tener, privilegiando la convivencia, el respeto, la honradez y especialmente el amor.

Además, sostiene el autor es importante redimensionar el cambio para avanzar hacia un nuevo modelo de humanidad en el que se desarrolle la inteligencia individual y colectiva, se atienda a las emociones, se cultive la creatividad y la innovación, se construya la moralidad social, se desarrolle la estética social, se recupere la lúdica en el aprendizaje, se ponderen las relaciones virtuales y por supuesto se mejore la educación.

Sin embargo, no debemos perder de vista que vivimos tiempos turbulentos, aquejados por la incertidumbre y la complejidad, con múltiples problemas sociales, económicos y políticos, en los que persisten la intolerancia y los conflictos. Por otra parte, el mundo está rejuveneciendo y aumentan las aspiraciones de los jóvenes hacia los derechos humanos y la dignidad humana; y adicionalmente, las sociedades están más conectadas que nunca, con el impresionante desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación.

Por tanto, para redimensionar ahora la posibilidad del cambio, es importante trabajar en la construcción de un nuevo modelo de humanidad, caracterizado por la inclusión y que evite la marginación, basado en principios éticos universales comunes a todos los pueblos, pues las cuestiones éticas son fundamentales en el proceso del desarrollo global y la sociedad del conocimiento.

De ahí, se plantea que la finalidad fundamental de la educación sea mantener y aumentar la dignidad, la capacidad y el bienestar de la persona humana en relación con los demás y con el medio ambiente.

En cuanto a la inteligencia individual y colectiva, dimensionada como un concepto muy importante para el desarrollo social y educativo, se puede afirmar que es una capacidad básica que afecta el desempeño en todas las tareas orientadas de forma cognoscitiva, con la finalidad de resolver problemas y adaptarse al mundo circundante.

Las emociones actualmente están siendo revaloradas en cuanto al papel que juegan en el desarrollo social y educativo, pues son fundamentales para captar la atención de las personas y puedan seleccionar y construir significados; es decir, las emociones tienen un papel muy importante en la interrelación constante entre las evaluaciones cognoscitivas, los sentimientos conscientes y las respuestas corporales que la persona emplea para influir en los demás.

La creatividad y la innovación como capacidades que nos permiten la producción de trabajos originales, pero que, al mismo tiempo, son adecuados y útiles para enfrentar nuevas experiencias; es decir, se trata de desarrollar en las personas la capacidad para pensar o solucionar problemas de forma innovadora y original.

Por lo que respecta a la construcción colectiva de una moralidad social, deberemos entenderla como la construcción activa de juicios morales y la comprensión de principios, normas y valores que regulan la convivencia social entre personas y grupos sociales, que además nos ayudan a dirimir los dilemas morales que afectan la toma de decisiones y la solución de problemas.

La estética social implica el desarrollo de la sensibilidad y la afectividad que se forma tanto en el entorno social como en la escuela y que se refiere a las cogniciones afectivas que se implican en la construcción colectiva del conocimiento.

El desarrollo del espíritu lúdico de las personas implica una satisfacción placentera al relacionar el juego con el pensamiento y el lenguaje, pues lo que vive el ser humano siempre tiene que ver con lo lúdico y lo placentero, lo que permite utilizar el juego como un recurso educativo y de socialización.

En cuanto a las relaciones virtuales, semiológicas, interactivas, comunicativas y mediáticas que se están desarrollando con celeridad en la sociedad del conocimiento, como la inteligencia artificial, las impresoras 3D, la recreación holográfica, la transcripción instantánea, los programas informáticos de reconocimiento de voz y de gestos, éstas nos acercan a nuevos modos de percepción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras.

Todos estos elementos: el modelo de humanidad, la inteligencia individual y colectiva, las emociones, la creatividad e innovación, la moralidad social, la estética social, lo lúdico y lo virtual, nos indican que los seres humanos somos los artistas de nuestras vidas (Bauman, 2017), y como tales, podemos dar forma a lo que de otro modo no la tendría. Es decir, como artistas, la búsqueda de la felicidad es nuestro mayor desafío y nuestra más grande tarea; por eso, en ese esfuerzo y hacia esta meta es que debemos direccionar nuestra estrategia vital.

Por otra parte, dice el autor, es importante no perder de vista que el primer objetivo que nos deberíamos plantear en el desarrollo social y en la educación es la felicidad, pues ser feliz es encontrar un equilibrio entre las expectativas personales y las condicionantes de la realidad. Eso implica un afrontamiento de la disyuntiva que a veces surge entre la felicidad de uno mismo y la felicidad de los otros, pues no se puede aspirar a la felicidad personal a costa de la infelicidad de los otros.

Como colofón, se puede apuntar que existe un mundo y una educación por los que vale la pena luchar: un mundo construido colectiva y colaborativamente, en el que se puedan superar los problemas de manera consensuada y en el que la democracias sea el valor fundamental; una felicidad individual y colectiva que de satisfacción a las aspiraciones y anhelos de todos, pues en el bien de todos está el bien de uno.