/ lunes 25 de febrero de 2019

El negocio de ser profe

Un sector muy importante de la sociedad considera que una de las profesiones más cómodas que existen es la de profe.



Tal aseveración la sostienen en los siguientes hechos: asisten a la escuela de lunes a viernes, tienen tres periodos vacacionales al año de quince días cada uno, gozan de un sinnúmero de días de asueto, oficiales y por “conquista sindical”, como el cumpleaños, días económicos, licencias sindicales y un largo etcétera, a los que tendríamos que agregar el empleado en participar en marchas, paros y bloqueos.

Desde luego que los profes no están de acuerdo con la apreciación, argumentan que no es sencillo lidiar con grupos de entre 30, 40 o hasta 50 alumnos, muchos de ellos malcomidos y malcriados que no permiten el menor intento de ajustarse a una mínima disciplina, aunado al hecho de que los padres de familia no quieren saber nada de los desaguisados que provocan sus angelicales vástagos.

No podemos negar las penurias por las que atraviesan, pero tampoco los profes pueden negar que la vida les sonríe en lo que al ingreso se trata, y no me refiero al pago nominal, a los 90 días de aguinaldo y a los múltiples bonos, apoyos y premios que reciben todo el año, ese no está en discusión por ahora, me estoy refiriendo al que por diversas actividades extracurriculares les llena los bolsillos durante todo el ciclo escolar.

En efecto, desde el mes de febrero comienzan a recibir dinero por las cuotas de preinscripción, algunas escuelas cobran un cuota que va desde los 200, 300 y hasta los 500 pesos, todo depende de si es primaria o secundaria y de si está en el centro o en alguna colonia. Luego vienen las actividades propias del día del niño, de la madre, del maestro, de fin de cursos, la kermesse del 20 de noviembre y la tradicional posada.

También debemos considerar los ingresos que obtienen cuando se ponen creativos y organizan ventas de desayunos, algunas veces son los mismos padres de familia quienes llevan los alimentos que venden y en otras los profes los elaboran. También hacen rifas con artículos que los niños aportan o simplemente son rifas de dinero entre amigos.

Pero lo más novedoso que han ideado los ilustres trabajadores del magisterio son las ventas de productos por catálogo. La dinámica es muy sencilla: Le entregan a cada niño un libro o catálogo del cual deben escoger 3 o 5 artículos, o más, confían en el empeño y habilidades de sus pupilos para eso de las ventas; cuando el producto llega, los alumnos deben entregar al día siguiente el dinero de la compra y todos felices.

Estas prácticas se vienen desarrollando desde siempre, con la complacencia de una comparsa a la que llaman Mesa Directiva de Padres de Familia y de las autoridades de la Secretaría de Educación. Aquellos, o llevan una tajada o temen las represalias de los profes contra sus hijos si no aceptan las reglas, y ésta, la autoridad, pues ni cara tiene para reclamar nada, no destinan un presupuesto decente para atender las necesidades más elementales de los centros educativos.

No me cabe la menor duda de que si los profes utilizaran ese ingenio para hacer su trabajo, nuestro nivel educativo se elevaría y tal vez no nos iría tan mal en los resultados del examen PISA, vaya, tal vez ni hiciera falta una reforma educativa.

Un sector muy importante de la sociedad considera que una de las profesiones más cómodas que existen es la de profe.



Tal aseveración la sostienen en los siguientes hechos: asisten a la escuela de lunes a viernes, tienen tres periodos vacacionales al año de quince días cada uno, gozan de un sinnúmero de días de asueto, oficiales y por “conquista sindical”, como el cumpleaños, días económicos, licencias sindicales y un largo etcétera, a los que tendríamos que agregar el empleado en participar en marchas, paros y bloqueos.

Desde luego que los profes no están de acuerdo con la apreciación, argumentan que no es sencillo lidiar con grupos de entre 30, 40 o hasta 50 alumnos, muchos de ellos malcomidos y malcriados que no permiten el menor intento de ajustarse a una mínima disciplina, aunado al hecho de que los padres de familia no quieren saber nada de los desaguisados que provocan sus angelicales vástagos.

No podemos negar las penurias por las que atraviesan, pero tampoco los profes pueden negar que la vida les sonríe en lo que al ingreso se trata, y no me refiero al pago nominal, a los 90 días de aguinaldo y a los múltiples bonos, apoyos y premios que reciben todo el año, ese no está en discusión por ahora, me estoy refiriendo al que por diversas actividades extracurriculares les llena los bolsillos durante todo el ciclo escolar.

En efecto, desde el mes de febrero comienzan a recibir dinero por las cuotas de preinscripción, algunas escuelas cobran un cuota que va desde los 200, 300 y hasta los 500 pesos, todo depende de si es primaria o secundaria y de si está en el centro o en alguna colonia. Luego vienen las actividades propias del día del niño, de la madre, del maestro, de fin de cursos, la kermesse del 20 de noviembre y la tradicional posada.

También debemos considerar los ingresos que obtienen cuando se ponen creativos y organizan ventas de desayunos, algunas veces son los mismos padres de familia quienes llevan los alimentos que venden y en otras los profes los elaboran. También hacen rifas con artículos que los niños aportan o simplemente son rifas de dinero entre amigos.

Pero lo más novedoso que han ideado los ilustres trabajadores del magisterio son las ventas de productos por catálogo. La dinámica es muy sencilla: Le entregan a cada niño un libro o catálogo del cual deben escoger 3 o 5 artículos, o más, confían en el empeño y habilidades de sus pupilos para eso de las ventas; cuando el producto llega, los alumnos deben entregar al día siguiente el dinero de la compra y todos felices.

Estas prácticas se vienen desarrollando desde siempre, con la complacencia de una comparsa a la que llaman Mesa Directiva de Padres de Familia y de las autoridades de la Secretaría de Educación. Aquellos, o llevan una tajada o temen las represalias de los profes contra sus hijos si no aceptan las reglas, y ésta, la autoridad, pues ni cara tiene para reclamar nada, no destinan un presupuesto decente para atender las necesidades más elementales de los centros educativos.

No me cabe la menor duda de que si los profes utilizaran ese ingenio para hacer su trabajo, nuestro nivel educativo se elevaría y tal vez no nos iría tan mal en los resultados del examen PISA, vaya, tal vez ni hiciera falta una reforma educativa.