/ jueves 23 de diciembre de 2021

El padre

“El padre” es una magnífica adaptación de la obra teatral del francés Florian Zeller a cargo del propio autor, quien ha contado con la colaboración de su traductor al inglés y también dramaturgo, guionista y director Christopher Hampton.

Esta película transpira humanidad y nos deja una sensación de tristeza en el alma, debido a que no podemos escaparnos de historia sobre el olvido de Anthony, ni del deseo de Anne de hacer su vida, sabiéndose al mismo tiempo responsable de atender la enfermedad de su padre.

De acuerdo a la trama, el octogenario Anthony vive solo en su casa de Londres, aunque su hija Anne está atenta y lo visita con frecuencia y como ella tiene intención de irse a vivir a París con su pareja, acelera los trámites para buscar a una cuidadora, aunque también planea la posibilidad de ingresarle en una residencia. Anthony se resiste a toda esta atención, desea mantener su independencia, pero resulta evidente que está perdiendo sus facultades mentales.

Por supuesto que la película interesa por los temas tratados del declinar físico y mental y la dificultad de hacer compatibles el cuidado amoroso y vivir una vida propia, pero resulta especialmente llamativo y logrado el modo en que se muestra el estado de confusión mental del protagonista con un soberbio Anthony Hopkins, hasta el punto de que podemos dudar, poniéndonos en su lugar, acerca de qué es real y qué forma parte del extraño modo en que funciona su mente.

Esta película obtuvo el Oscar al mejor actor, Anthony Hopkins, quien por esta interpretación se convirtió en el actor con más edad en recibir la estatuilla, con 83 años, además del premio por Mejor Guión Adaptado.

Toda la acción transcurre en interiores, que en algunos momentos pueden darnos una sensación de claustrofobia, por lo que esta puesta en escena teatral es ejecutada de manera magistral por las interpretaciones de sus protagonistas:

El personaje de Anthony Hopkins se despista, acusa a los demás de perder su reloj o deja de reconocer a su hija. Mientras que el personaje de Olivia Colman intenta hacer que se sienta lo mejor posible en su casa antes de meterlo en una residencia de ancianos.

Ambos transmiten la angustia de su punto de vista, la del padre que no entiende qué sucede a su alrededor y la de la hija que encarna en dilema de qué hacer cuando una de las personas a las que más quiere empieza a tener demencia senil.

Sin embargo, el acercamiento a la demencia senil se efectúa desde el punto de vista del propio enfermo, además de que el montaje hace que, al comienzo de la cinta, andemos tan perdidos como el propio protagonista, lo que nos envuelve en la historia y nos hace partícipes de ella.

De esta manera, el director juega con pequeños detalles para narrarnos que algo está sucediendo en la cabeza de Anthony. Al colocarse y al colocarnos en la mirada subjetiva del enfermo, la narrativa de la película se vuelve repetitiva, laberíntica y confusa, como la propia mente del protagonista, que se ve privado de una visión de la realidad similar a la nuestra.

Así, “El Padre” es una película brillante en todos sus aspectos, extrae lo mejor del mundo del teatro y del cine alcanzando un equilibrio excepcional; exprimiendo las posibilidades del medio para moldear un demoledor retrato de la demencia senil que hibrida drama y un sutil terror.

Al ver este filme, el paso del tiempo, el deterioro de las facultades mentales, el cuidado de nuestros padres y el olvido, son temas presentes en la pantalla y también en nuestra vida.

“El padre” es una magnífica adaptación de la obra teatral del francés Florian Zeller a cargo del propio autor, quien ha contado con la colaboración de su traductor al inglés y también dramaturgo, guionista y director Christopher Hampton.

Esta película transpira humanidad y nos deja una sensación de tristeza en el alma, debido a que no podemos escaparnos de historia sobre el olvido de Anthony, ni del deseo de Anne de hacer su vida, sabiéndose al mismo tiempo responsable de atender la enfermedad de su padre.

De acuerdo a la trama, el octogenario Anthony vive solo en su casa de Londres, aunque su hija Anne está atenta y lo visita con frecuencia y como ella tiene intención de irse a vivir a París con su pareja, acelera los trámites para buscar a una cuidadora, aunque también planea la posibilidad de ingresarle en una residencia. Anthony se resiste a toda esta atención, desea mantener su independencia, pero resulta evidente que está perdiendo sus facultades mentales.

Por supuesto que la película interesa por los temas tratados del declinar físico y mental y la dificultad de hacer compatibles el cuidado amoroso y vivir una vida propia, pero resulta especialmente llamativo y logrado el modo en que se muestra el estado de confusión mental del protagonista con un soberbio Anthony Hopkins, hasta el punto de que podemos dudar, poniéndonos en su lugar, acerca de qué es real y qué forma parte del extraño modo en que funciona su mente.

Esta película obtuvo el Oscar al mejor actor, Anthony Hopkins, quien por esta interpretación se convirtió en el actor con más edad en recibir la estatuilla, con 83 años, además del premio por Mejor Guión Adaptado.

Toda la acción transcurre en interiores, que en algunos momentos pueden darnos una sensación de claustrofobia, por lo que esta puesta en escena teatral es ejecutada de manera magistral por las interpretaciones de sus protagonistas:

El personaje de Anthony Hopkins se despista, acusa a los demás de perder su reloj o deja de reconocer a su hija. Mientras que el personaje de Olivia Colman intenta hacer que se sienta lo mejor posible en su casa antes de meterlo en una residencia de ancianos.

Ambos transmiten la angustia de su punto de vista, la del padre que no entiende qué sucede a su alrededor y la de la hija que encarna en dilema de qué hacer cuando una de las personas a las que más quiere empieza a tener demencia senil.

Sin embargo, el acercamiento a la demencia senil se efectúa desde el punto de vista del propio enfermo, además de que el montaje hace que, al comienzo de la cinta, andemos tan perdidos como el propio protagonista, lo que nos envuelve en la historia y nos hace partícipes de ella.

De esta manera, el director juega con pequeños detalles para narrarnos que algo está sucediendo en la cabeza de Anthony. Al colocarse y al colocarnos en la mirada subjetiva del enfermo, la narrativa de la película se vuelve repetitiva, laberíntica y confusa, como la propia mente del protagonista, que se ve privado de una visión de la realidad similar a la nuestra.

Así, “El Padre” es una película brillante en todos sus aspectos, extrae lo mejor del mundo del teatro y del cine alcanzando un equilibrio excepcional; exprimiendo las posibilidades del medio para moldear un demoledor retrato de la demencia senil que hibrida drama y un sutil terror.

Al ver este filme, el paso del tiempo, el deterioro de las facultades mentales, el cuidado de nuestros padres y el olvido, son temas presentes en la pantalla y también en nuestra vida.