La cena que sostuvo el presidente López Obrador con empresarios en Palacio Nacional, lleva diversos mensajes implícitos en la poca respuesta a la solicitud de la compra de billetes de lotería; y es que me parece hasta cierto punto ingenuo el pensar que parte del sector empresarial que acudió, estarían dispuestos a aportar parte de su capital en el sorteo de la Lotería Nacional a realizarse en el mes de septiembre, simple y sencillamente porque la relación gobierno-empresas no atraviesa por su mejor momento, y el más claro ejemplo ha sido la denostación que el jefe del ejecutivo hace desde las conferencias mañaneras en contra de quienes generan la riqueza en nuestro país, la incógnita surge en el sentido de por qué habrían de aportarle a un proyecto cuando los han llamado “aspiracionistas”, cuando los han criticado por tener lujos producto de su trabajo.
Quizá el presidente tenga elementos para desestimar lo que han hecho empresas importantes en México y que por años han sido “consentidos” de gobiernos anteriores, eso está claro, pero con esa misma certeza deriva que no haya “eco” a su solicitud de que adquieran los dichosos billetes de lotería, pues a través de una carta compromiso se establecían montos desde los 20 millones de pesos y hasta 50 o más, recurso que supuestamente será destinado para la construcción de la presa Santa María, en el estado de Sinaloa. Invitarlos a “su casa” luego de una inmensa batería de críticas, porque hoy necesita de ellos, creo que es una mala estrategia, que evidencia que las políticas públicas de este gobierno transitan más por el lado de rifas y ocurrencias que por un plan de acción cimentado en la consolidación de proyectos bajo sustentos administrativos reales. Porque además el recurso que sale de los sorteos, deben ser orientados a la asistencia pública, de ahí el origen de la Lotería Nacional, no para la venta de aviones o de macrolotes en Escuinapa, Sinaloa, como es el caso de este año.
Por otra parte, me parece que los empresarios también saben que dependerá mucho la decisión que tome el presidente en torno al T-MEC, pues existen fuertes rumores que el 16 de septiembre dará un duro mensaje en torno a dicho tratado, lo que perjudicaría en gran medida a una parte importante del sector empresarial, es decir, invitarlos en este momento a participar en el sorteo con la zozobra de lo que le depara a nuestro país en un futuro inmediato, creo que cualquier persona la pensaría dos veces antes de participar en estas iniciativas del gobierno. Por el contrario, si existiera la certidumbre por parte del sector empresarial que este tratado se fortalecerá entre las tres naciones, considerando que México es el país que más necesita de esta relación, otro “gallo” nos cantaría, pero es precisamente la incertidumbre la que hace considerar hacer estas “aportaciones”, incluso considerando que el 2023 viene complicado para todos los países.
Ahora, está el antecedente de lo que ocurrió con la rifa del avión presidencial, que no se entregaron los premios a las instituciones ganadoras, por qué no pensar que en esta ocasión sea el mismo escenario, que ni se construya la presa en Sinaloa y que tampoco se entreguen los macrolotes, y ese recurso se desvíe a otro lado. Insisto, cuando la historia ha hablado de una forma de hacer política y gobierno, nada cambiará la percepción que se tiene de los gobernantes, ni pensar ingenuamente, que hoy las cosas serán distintas.
Pajareando.
Morena vivirá un proceso de reorganización interna, con diversas asambleas este fin de semana; y es que se percibe un ambiente de tensión entre los grupos que forman parte de este instituto político, quienes ya estaban desde el inicio piden “limpiar” su estructura y quienes llegaron hace poco buscan también sus espacios. Lo que es una realidad es que de esto que ocurra dependerá el futuro inmediato de los morenos, no sólo en el 2023, sino en la elección del 2024.
