/ martes 26 de marzo de 2019

El poder de la palabra

Bien se podría sostener que el acceso y la permanencia en el poder, sólo se obtiene mediante las armas y el dinero. Tal vez tal aserción pudiera ser sostenible en cualquier tiempo y país.

Sin embargo, a vuela pluma se podría encontrar que para alcanzar y conservar el poder se requiere un instrumento muy poderoso, y el cual no es otro más que la palabra ya sea oral o escrita

Ejemplos de tal aseveración son muchos y se pueden fácilmente localizar tanto en el contexto histórico como en el nacional.

Lo anterior que se podría tomar como una especie de hipótesis para ahondar en el tema mediante una investigación exhaustiva, se concreta a los años de 1989 a 2109.

Treinta años que fue el tiempo utilizado por el actual presidente de la República para ser elegido presidente, lo cual ocurrió después de dos intentos frustrados.

En las múltiples biografías y esbozos presidenciales se localiza fácilmente su discurso expresado oralmente, centrado especialmente en contra de la corrupción, de la impunidad, de la violencia, de la desigualdad y de la injusticia, acciones todas ellas adjudicadas “a la Mafia del Poder”, constituida por personas de carne y hueso que hacían negocios y multiplicaban sus bienes al amparo y con la complacencia del poder en ejercicio en turno.

Además, en el año electoral de 2018 el entonces candidato presidencial acuñó y empleó los términos ad infinitum de los “fifís” y “pirrurris”, a quienes se podría suponer que estaban insertos dentro de la “Mafia del Poder”.

Identificadas así las líneas de su discurso, el candidato presidencial forjó su discurso que durante la campaña repitió hasta el cansancio en contra de “La Mafia en el Poder” y de los “fifís” y “pirrurris” identificados, de entrada, como parte del universo electoral a vencer.

El discurso, con tales características, era el que la mayor parte de los electores querían escuchar; y que les hubiera querido pronunciar ante audiencias más o menos numerosas, lo cual nunca ocurrió, por una parte, por las reticencias que albergaban ya que no sabían cómo reaccionarían los hombres del poder; y por la otra ante la ausencia de audiencias que quisieran escuchar su línea discursiva.

Luego pues, la identificación entre candidato y electores se dio de inmediato y casi en forma automática, ya que aquéllos vieron la oportunidad de escuchar lo que ellos pensaban y coincidían con aquél y que nunca pudieron ni se atrevieron a decir.

Por tanto, ni duda cabe que gracias al poder de la palabra contenida en los discursos, exhortos, mensajes, etc., de Andrés Manuel López Obrador, éste arrasó en las urnas tanto cualitativamente como cuantitativamente.

Por supuesto que el discurso con tales características no fue todo, sino que fue complementado por ofrecimientos fáciles de entender por los más, que incluyeron la abrogación de la reforma educativa, revalorar y corregir la reforma energética, recuperar la producción de petróleo por parte de Pemex como empresa productiva del Estado, la construcción de una nueva refinería y rehabilitación de las seis existentes para satisfacer la demanda interna, la cancelación del NAIM, la construcción del Tren Maya y el proyecto del complejo transístmico que se construiría en el Istmo de Tehuantepec para comunicar los océanos Pacífico y Atlántico. Se está en espera de la concreción de tales ofertas.

En relación a los anteriores lineamientos, por separado se hace referencia al ofrecimiento y ejecución de programas sociales (ya en marcha) para beneficiar a jóvenes, a adultos mayores de 68 y más, para sembrar árboles maderables y frutales en diversas partes de la República.

Bajo la concepción del poder de la palabra, el presidente de la República, en aras de fortalecerse en el ejercicio del poder y que su partido lo conserve más allá de su sexenio, ha sido y es muy consistente en hacer valer las líneas discursivas planteadas, dentro de las cuales se incluye la consulta para la revocación de mandato, la cual, en el fondo, al darse, el más beneficiado sería él, si bien que no sería descartable que la consulta no le fuere favorable, lo cual traería una grave crisis constitucional.

Por otra parte, dentro del bagaje discursivo que condujo al presidente al poder y a ejercicio, se le suma la propuesta para la creación de la Guardia Nacional para generar un ambiente mayor de seguridad; la austeridad republicana que tenía como objeto que ninguno de los servidores públicos en los tres niveles de gobierno ganare más que el presidente.

Y como cereza del pastel, el ahora presidente ofreció deshacerse del avión presidencial y demás flotilla aérea, y la apertura de la residencia oficial de Los Pinos, con la finalidad de que los gobernados tuvieran acceso a la misma y constataran cómo había vivido los presidentes de la República de Lázaro Cárdenas hasta Enrique Peña Nieto.

Por lo pronto el tiempo transcurre, y mientras ello ocurre, el presidente de la República ejerce el poder con sus conferencias de prensa “mañaneras” en las cuales fija la agenda diaria, así como por conducto de las giras por las entidades federativas en las cuales suele dirigirse y entrar en comunicación con sus simpatizantes.

En los mensajes-discursos pronunciados, se diría que conserva la misma dinámica: la comunicación oral para conservar, y si se puede, incrementar su poder para los tiempos que vienen.

El meollo del mensaje-discurso, con variantes, en esencia, permanece invariable, o por lo menos, es la constante en su esencia del que le permitió hacerse del poder el uno de julio de 2018.

Bien se podría sostener que el acceso y la permanencia en el poder, sólo se obtiene mediante las armas y el dinero. Tal vez tal aserción pudiera ser sostenible en cualquier tiempo y país.

Sin embargo, a vuela pluma se podría encontrar que para alcanzar y conservar el poder se requiere un instrumento muy poderoso, y el cual no es otro más que la palabra ya sea oral o escrita

Ejemplos de tal aseveración son muchos y se pueden fácilmente localizar tanto en el contexto histórico como en el nacional.

Lo anterior que se podría tomar como una especie de hipótesis para ahondar en el tema mediante una investigación exhaustiva, se concreta a los años de 1989 a 2109.

Treinta años que fue el tiempo utilizado por el actual presidente de la República para ser elegido presidente, lo cual ocurrió después de dos intentos frustrados.

En las múltiples biografías y esbozos presidenciales se localiza fácilmente su discurso expresado oralmente, centrado especialmente en contra de la corrupción, de la impunidad, de la violencia, de la desigualdad y de la injusticia, acciones todas ellas adjudicadas “a la Mafia del Poder”, constituida por personas de carne y hueso que hacían negocios y multiplicaban sus bienes al amparo y con la complacencia del poder en ejercicio en turno.

Además, en el año electoral de 2018 el entonces candidato presidencial acuñó y empleó los términos ad infinitum de los “fifís” y “pirrurris”, a quienes se podría suponer que estaban insertos dentro de la “Mafia del Poder”.

Identificadas así las líneas de su discurso, el candidato presidencial forjó su discurso que durante la campaña repitió hasta el cansancio en contra de “La Mafia en el Poder” y de los “fifís” y “pirrurris” identificados, de entrada, como parte del universo electoral a vencer.

El discurso, con tales características, era el que la mayor parte de los electores querían escuchar; y que les hubiera querido pronunciar ante audiencias más o menos numerosas, lo cual nunca ocurrió, por una parte, por las reticencias que albergaban ya que no sabían cómo reaccionarían los hombres del poder; y por la otra ante la ausencia de audiencias que quisieran escuchar su línea discursiva.

Luego pues, la identificación entre candidato y electores se dio de inmediato y casi en forma automática, ya que aquéllos vieron la oportunidad de escuchar lo que ellos pensaban y coincidían con aquél y que nunca pudieron ni se atrevieron a decir.

Por tanto, ni duda cabe que gracias al poder de la palabra contenida en los discursos, exhortos, mensajes, etc., de Andrés Manuel López Obrador, éste arrasó en las urnas tanto cualitativamente como cuantitativamente.

Por supuesto que el discurso con tales características no fue todo, sino que fue complementado por ofrecimientos fáciles de entender por los más, que incluyeron la abrogación de la reforma educativa, revalorar y corregir la reforma energética, recuperar la producción de petróleo por parte de Pemex como empresa productiva del Estado, la construcción de una nueva refinería y rehabilitación de las seis existentes para satisfacer la demanda interna, la cancelación del NAIM, la construcción del Tren Maya y el proyecto del complejo transístmico que se construiría en el Istmo de Tehuantepec para comunicar los océanos Pacífico y Atlántico. Se está en espera de la concreción de tales ofertas.

En relación a los anteriores lineamientos, por separado se hace referencia al ofrecimiento y ejecución de programas sociales (ya en marcha) para beneficiar a jóvenes, a adultos mayores de 68 y más, para sembrar árboles maderables y frutales en diversas partes de la República.

Bajo la concepción del poder de la palabra, el presidente de la República, en aras de fortalecerse en el ejercicio del poder y que su partido lo conserve más allá de su sexenio, ha sido y es muy consistente en hacer valer las líneas discursivas planteadas, dentro de las cuales se incluye la consulta para la revocación de mandato, la cual, en el fondo, al darse, el más beneficiado sería él, si bien que no sería descartable que la consulta no le fuere favorable, lo cual traería una grave crisis constitucional.

Por otra parte, dentro del bagaje discursivo que condujo al presidente al poder y a ejercicio, se le suma la propuesta para la creación de la Guardia Nacional para generar un ambiente mayor de seguridad; la austeridad republicana que tenía como objeto que ninguno de los servidores públicos en los tres niveles de gobierno ganare más que el presidente.

Y como cereza del pastel, el ahora presidente ofreció deshacerse del avión presidencial y demás flotilla aérea, y la apertura de la residencia oficial de Los Pinos, con la finalidad de que los gobernados tuvieran acceso a la misma y constataran cómo había vivido los presidentes de la República de Lázaro Cárdenas hasta Enrique Peña Nieto.

Por lo pronto el tiempo transcurre, y mientras ello ocurre, el presidente de la República ejerce el poder con sus conferencias de prensa “mañaneras” en las cuales fija la agenda diaria, así como por conducto de las giras por las entidades federativas en las cuales suele dirigirse y entrar en comunicación con sus simpatizantes.

En los mensajes-discursos pronunciados, se diría que conserva la misma dinámica: la comunicación oral para conservar, y si se puede, incrementar su poder para los tiempos que vienen.

El meollo del mensaje-discurso, con variantes, en esencia, permanece invariable, o por lo menos, es la constante en su esencia del que le permitió hacerse del poder el uno de julio de 2018.

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