/ sábado 21 de septiembre de 2019

El populismo en México

El populismo es el resultado de un mal funcionamiento en el sistema político, es decir, una deformación a la democracia que se ha construido a lo largo de los años. Durante muchos años, ha sido una forma de gobierno detestada por las mayorías, ya que es vago y carece de condiciones socioeconómicas adecuadas para el buen funcionamiento de cualquier país.

El populismo como bien lo decía Laclau, “no es una expresión ideológica”, es más bien, la consideración moralista del pueblo como parte de funcionamiento “ficticio” de cualquier gobierno.

En México, con la forma que viene operando el actual gobierno nos acercamos más que nunca a la forma de ejercer poder llamada populismo. En primer lugar se requiere un candidato o líder quien siempre quiso identificarse como “candidato del pueblo”, es enarbolar los supuestos ideales de la izquierda radical y es hablar de una exagerada crisis institucional y de valores que se vive en nuestro país, para convertirse en los salvadores de la patria.

Ni el carrancismo, ni el cardenismo, ni el echeverrismo, ni el lopezportillismo, ni el salinismo, ni el foxismo y mucho menos el peñismo, fueron populistas; es decir que estos gobiernos carecieron de algunas características que determinan al populismo, características que son encontradas en el lopezobradorismo, tales como: la creación de programas sociales clientelistas, la pobreza intelectual, la política de masas a través de la manipulación, el desprecio de la sociedad civil, el combate al pluralismo político, entre otros.

Para entender el populismo, es necesario se le consideren los siguientes aspectos: “1. Los populistas aseguran que sólo ellos representan legítimamente al pueblo; 2. Son antipluralistas: para ellos las élites son inmorales y el pueblo es homogéneo y moral; 3. La posición política de un populista es inmune a la refutación empírica; 4. Convocan a referendos porque desean reafirmar lo que ellos han determinado que es “la voluntad del pueblo” y no como un ejercicio democrático de consulta; 5. Se dedican a ocupar el Estado, al clientelismo y a la corrupción y suprimen cualquier expresión de sociedad civil crítica; 6. Son una verdadera amenaza a la democracia; 7. El populismo puede servir para mostrar que hay partes de la población que, en efecto, no están representadas, así como fallas en el sistema de representación (Müller, 2017).

La revista The Economist, de Estados Unidos ha calificado en diversas ocasiones al actual mandatario mexicano como populista de izquierda y para sustentar dicha afirmación revisaron su gestión como Jefe de Gobierno, en la que, según la investigación, no combatió la corrupción ni le otorgó más poder de decisión al pueblo, sino que dejó tal cual las estructuras anquilosadas con el objetivo de poder manejarlas para sus propios fines. El Presidente -según varios estudios serios de ciencia política- ha sido un populista desde tiempo atrás, lo que ha generado la creación del Movimiento de Regeneración Nacional, con posiciones en materia económica que hoy mantienen al país en la incertidumbre en los mercados nacionales e internacionales.

Evidentemente el populismo creció por la llegada de nuevos liderazgos a cargos gubernamentales que no tienen el enfoque de un México globalizado y renovado, un liderazgo que no ve más allá de su beneficio, con una mentalidad retrógrada que no beneficia a la ciudadanía. Un liderazgo que se quedó en el discurso y no ha sabido beneficiar realmente a quienes más lo necesitan. Tal como lo he comentado en mi columna de la semana pasada, haciendo referencia a la deficiente distribución del presupuesto.

Si partimos de que el populismo concibe la idea de “pueblo” como una masa sabia, incapaz de equivocarse, y verdadera; entonces los pobres, son parte del pueblo “bueno y sabio”, al cual se le debería apoyar porque se le considera la prioridad del gobierno. El populismo está destinado a fracasar, ya que deja ver una severa afectación a la forma de operar en la pluralidad, con un sistema federal, división de poderes y contrapesos en nuestro sistema democrático.

Como lo dijo una vez en un mitin el líder moral de Morena “¿Qué tiene de importancia el ser populista o no?”. Tiene plena conciencia del alcance que tienen sus actos. Para nosotros los ciudadanos debería ser de suma importancia, implica un riesgo latente para nuestra democracia. Tenemos de ejemplo a países cercanos con el caso de Castro en Cuba y Chávez en Venezuela, donde se limitan las libertades, el ejercicio de los derechos humanos, se maneja el aparato del Estado para controlar todos los ámbitos que le corresponden a la sociedad y sobre todo generando desconfianza, estancamiento económico, pérdida de empleos, baja productividad y una inequitativa distribución de la riqueza, propiciando más pobreza y desigualdad.

Ese riesgo se debe evitar con la participación de una sociedad civil fuerte, alzando la voz los ciudadanos, los partidos ejerciendo a plenitud su función de oposición, defendiendo en las cámaras y en cualquier foro público las instituciones que nos han dado estabilidad y viabilidad en las últimas décadas.

El antídoto al populismo está en la activa y organizada participación de la sociedad en la vida pública. Esa es nuestra salvación para evitar afectaciones que apenas se vislumbran en el horizonte.

El populismo es el resultado de un mal funcionamiento en el sistema político, es decir, una deformación a la democracia que se ha construido a lo largo de los años. Durante muchos años, ha sido una forma de gobierno detestada por las mayorías, ya que es vago y carece de condiciones socioeconómicas adecuadas para el buen funcionamiento de cualquier país.

El populismo como bien lo decía Laclau, “no es una expresión ideológica”, es más bien, la consideración moralista del pueblo como parte de funcionamiento “ficticio” de cualquier gobierno.

En México, con la forma que viene operando el actual gobierno nos acercamos más que nunca a la forma de ejercer poder llamada populismo. En primer lugar se requiere un candidato o líder quien siempre quiso identificarse como “candidato del pueblo”, es enarbolar los supuestos ideales de la izquierda radical y es hablar de una exagerada crisis institucional y de valores que se vive en nuestro país, para convertirse en los salvadores de la patria.

Ni el carrancismo, ni el cardenismo, ni el echeverrismo, ni el lopezportillismo, ni el salinismo, ni el foxismo y mucho menos el peñismo, fueron populistas; es decir que estos gobiernos carecieron de algunas características que determinan al populismo, características que son encontradas en el lopezobradorismo, tales como: la creación de programas sociales clientelistas, la pobreza intelectual, la política de masas a través de la manipulación, el desprecio de la sociedad civil, el combate al pluralismo político, entre otros.

Para entender el populismo, es necesario se le consideren los siguientes aspectos: “1. Los populistas aseguran que sólo ellos representan legítimamente al pueblo; 2. Son antipluralistas: para ellos las élites son inmorales y el pueblo es homogéneo y moral; 3. La posición política de un populista es inmune a la refutación empírica; 4. Convocan a referendos porque desean reafirmar lo que ellos han determinado que es “la voluntad del pueblo” y no como un ejercicio democrático de consulta; 5. Se dedican a ocupar el Estado, al clientelismo y a la corrupción y suprimen cualquier expresión de sociedad civil crítica; 6. Son una verdadera amenaza a la democracia; 7. El populismo puede servir para mostrar que hay partes de la población que, en efecto, no están representadas, así como fallas en el sistema de representación (Müller, 2017).

La revista The Economist, de Estados Unidos ha calificado en diversas ocasiones al actual mandatario mexicano como populista de izquierda y para sustentar dicha afirmación revisaron su gestión como Jefe de Gobierno, en la que, según la investigación, no combatió la corrupción ni le otorgó más poder de decisión al pueblo, sino que dejó tal cual las estructuras anquilosadas con el objetivo de poder manejarlas para sus propios fines. El Presidente -según varios estudios serios de ciencia política- ha sido un populista desde tiempo atrás, lo que ha generado la creación del Movimiento de Regeneración Nacional, con posiciones en materia económica que hoy mantienen al país en la incertidumbre en los mercados nacionales e internacionales.

Evidentemente el populismo creció por la llegada de nuevos liderazgos a cargos gubernamentales que no tienen el enfoque de un México globalizado y renovado, un liderazgo que no ve más allá de su beneficio, con una mentalidad retrógrada que no beneficia a la ciudadanía. Un liderazgo que se quedó en el discurso y no ha sabido beneficiar realmente a quienes más lo necesitan. Tal como lo he comentado en mi columna de la semana pasada, haciendo referencia a la deficiente distribución del presupuesto.

Si partimos de que el populismo concibe la idea de “pueblo” como una masa sabia, incapaz de equivocarse, y verdadera; entonces los pobres, son parte del pueblo “bueno y sabio”, al cual se le debería apoyar porque se le considera la prioridad del gobierno. El populismo está destinado a fracasar, ya que deja ver una severa afectación a la forma de operar en la pluralidad, con un sistema federal, división de poderes y contrapesos en nuestro sistema democrático.

Como lo dijo una vez en un mitin el líder moral de Morena “¿Qué tiene de importancia el ser populista o no?”. Tiene plena conciencia del alcance que tienen sus actos. Para nosotros los ciudadanos debería ser de suma importancia, implica un riesgo latente para nuestra democracia. Tenemos de ejemplo a países cercanos con el caso de Castro en Cuba y Chávez en Venezuela, donde se limitan las libertades, el ejercicio de los derechos humanos, se maneja el aparato del Estado para controlar todos los ámbitos que le corresponden a la sociedad y sobre todo generando desconfianza, estancamiento económico, pérdida de empleos, baja productividad y una inequitativa distribución de la riqueza, propiciando más pobreza y desigualdad.

Ese riesgo se debe evitar con la participación de una sociedad civil fuerte, alzando la voz los ciudadanos, los partidos ejerciendo a plenitud su función de oposición, defendiendo en las cámaras y en cualquier foro público las instituciones que nos han dado estabilidad y viabilidad en las últimas décadas.

El antídoto al populismo está en la activa y organizada participación de la sociedad en la vida pública. Esa es nuestra salvación para evitar afectaciones que apenas se vislumbran en el horizonte.